Efecto-Pigmalión (post-239)
“Únete, no nos mires” fue una de las consignas más repetidas en la manifestación que participé el domingo en Málaga. Pues eso, no coment, más claro que el agua.
Viendo a esta pareja de “indignados” (los de la foto) aportando su granito de arena a la causa, he pensado que hay tanta gente que puede hacer más y que no lo hace.
La verdad es que daba gusto ver a la gente aplaudiendo desde terrazas, coches y entradas de edificios el paso de la movilización. El respaldo era evidente, pero con eso no basta, ni bastará. Un apoyo así desde la distancia se terminará diluyendo, no alcanza para vencer la tramposa resistencia del statu-quo.
Vale, dudas tenemos todos. Vale, hay cosas que no nos gustan. Vale, ya sabemos que a toda iniciativa siempre se arrima, y se aprovecha, gente que no responde al perfil ideal de todos. Pero este movimiento necesita menos quejas, y más implicación. Menos dudas, y más compromiso. Menos observación pasiva, y más participación, incluso para cambiarlo, para mejorarlo.
Hablando de este tema con amigos, con gente que aprecio, algunos me transmiten su temor de que esto fracase, que no vaya a ninguna parte, que sea una frustración más. Esas dudas las he tenido yo también, para qué negarlo. Pero, ¿Y qué hacemos al respecto? ¿Seguimos eternamente dudando? ¿Tanto miedo tenemos de equivocarnos? ¿Somos conscientes de que esta oportunidad viene con fecha de caducidad?
Lo que está claro es que esa actitud-de-observador-vacilante (incluso con simpatía) lo único que va a hacer es alimentar el Efecto-Pigmalión, y que Robert K. Merton define así: “Las personas se comportan de modo tal que tienden a confirmar sus deseos, miedos y temores”.
El Efecto-Pigmalión, o también conocido como la “profecía autocumplida”, no es algo intrínsecamente negativo, sino que puede tener un impacto en un sentido u otro según la actitud que asuma la persona.
Si uno cree realmente en algo, y se empeña con convicción en lograrlo (OJO: “haciendo” más que “diciendo”), es factible revertir lo que otros creían un imposible. Pero lo contrario también se da, y más de lo que nos gustaría: una actitud negativa, diletante, desconfiada… hace que las cosas después ocurran tal como la imaginábamos, incluso aunque no deseáramos que eso pasara.
La mayoría de los españoles desean un cambio, y miran con simpatía el movimiento de “Democraciarealya”. No lo digo yo que soy uno de esos entusiastas cuya opinión cualquiera puede poner en duda, sino una encuesta de Metroscopia que concluye que el 81% de los encuestados considera que los “indignados” tienen razón. ¿Entonces, yo me pregunto, qué esperamos? El 81% de la gente está de acuerdo en que este movimiento hacía falta, es justo pero… ¿cuántos están implicándose de verdad?
Bueno, yo soy positivo. Creo que la implicación es grande, y marca un antes y un después en la política participativa española. Pero siendo así, aún es insuficiente. Hay un exceso de simpatía silenciosa que todavía tiene que hacer ruido, tomar la calle, o si se prefiere, tomar la red. Manifestarse de todos los modos posibles, porque para arrimar el hombro, que cada uno lo haga como pueda.
Las élites juegan con una variable a su favor, y lo saben: en épocas de crisis la gente está demasiado ocupada trabajando, intentando sobrevivir, “compitiendo” por los recursos, y eso le quita foco e intensidad para poder implicarse más en estos movimientos. Funciona como un círculo vicioso: a más crisis, más liado/a estas en lo operativo, en lo cotidiano, en lo urgente… y menos atención pones en lo importante.
Eso se percibe, por ejemplo, en las redes sociales. Seré claro en lo estoy pensando, aunque haya gente que se enfade: Me sorprende ver a personas que tienen mucho que decir aquí, pasando de puntillas, dejando pasar esta oportunidad, limitándose al papel de observadores informados, mientras siguen ocupándose de los asuntos de siempre, como si no estuviera pasando nada: ¿pero de verdad creéis que no está pasando nada?
Los obstáculos son tan grandes, el desafío es tan descomunal, que se necesita la implicación de todo el mundo, y principalmente de los que se han venido quejando estos años de la clase política y del chollo que se han montado para hacer de la democracia un juego falso: ¿No venimos diciendo hace tiempo que “tenemos los políticos que nos merecemos”? ¿Tú te mereces esos políticos?
Yo lo único que digo que pasará lo que seamos capaces de hacer que pase. Los observadores pasivos y descreídos acabarán haciendo del #m15 lo que esperaban, porque su profecía terminará cumpliéndose.
No porque los “indignados” hayan fallado, o hayan pecado de ingenuos, sino porque ellos los han dejado solos.
QQ
Lo del efecto Pigmalion me recuerda a una frase que dice algo así, “no se es quien se quiere ser, sino quien se cree que es”.
Ciertamente ese temor al fracaso juega en contra de la oportunidad de cambiar las cosas, creo que es algo cultural que nos ocurre a tofos.
Saludos!
Eduardo
Solo una apreciación para que, si te parece oportuno, lo corrijas: es Robert K. Merton, no Robert R. Mertón. Te ha traicionado la tecla.
Un saludo.
Amalio
Gracias, Eduardo, por avisarme. Ya lo he corregido 🙂