La música en las emociones (post-334)
No sé a ti, pero a mí el género de filosofía-de-carretera me ha dado para mucho. He visto parir abundantes criaturas, bellas, insolentes y locas, haciendo ruta.
Me encanta conducir, sobre todo de noche, cuando me atrapa una soledad muy placentera mientras el coche devora curvas y siento una conexión especial con el volante. Son ratos de fluidez que alimentan, y que me producen mucha paz.
El otro día, mientras hacía kilómetros de regreso a Málaga, tuve la radio apagada un buen rato. De pronto fui consciente de un vacío extraño, porque soy de los que llevan siempre la música a toda pastilla, y entonces tuve un instante lúcido, un fogonazo que me trasladó a un nuevo episodio de mis desvaríos on-the-road. La pregunta que me vino fue esta: Si tuviera que componer la banda sonora de mi vida, con piezas de melodías que hayan sido muy significativas para mí, ¿cómo sería?
Estuve recordando canciones que me habían marcado, bien por el momento que las escuché, bien por las personas con las que las compartí, o simplemente, porque me gustaron mucho. Y entonces me di cuenta que la música ha estado siempre presente, de forma rotunda, en las emociones que graban mi memoria.
Es como si los momentos inolvidables tuvieran que tener siempre una banda sonora. Y es normal, porque en definitiva no somos más que unos microbios pequeñitos que vibramos y nos encojemos según los dictados de una memoria selectiva que elige con qué estímulos aderezar cada ocasión. Y si no había música, tuve que crearla en mi imaginario, porque yo tengo la sensación que la hubo siempre.
Así que mientras conducía me puse a recordar algunos de esos momentos donde yo me he visto eufórico o disfrutando como un bellaco, e intenté seguir el rastro a la música que les acompañaba. El ejercicio se las trae, requiere concentración para los que ya nos falla la memoria, pero es lo que tiene la carretera nocturna, que ayuda a diseccionar los recuerdos como nadie. Y lo que no conseguí ordenar en aquel momento, lo hice después al escribir este post.
La primera historia-con-sonido que recuperó mi mente aquella noche tenía que ver con el que todavía considero el viaje de mi vida. Me vi conduciendo en solitario un Toyota de alquiler por una carretera perdida de la isla norte de Nueva Zelanda. Eso fue allá por el año 2006, y lo recuerdo como uno de los subidones más fantásticos que he vivido. Estar literalmente en las Antípodas, dibujando curvas en medio de aquella naturaleza despampanante es algo que no olvidaré jamás. No sólo por la belleza de aquello, sino por la inmensa sensación de libertad que me producía saber que era capaz de sentirme tan bien estando tan solo y tan lejos. Y allí estaba muy presente la música, y no me ha costado nada recordar algunas de las canciones que me acompañaron en aquellos días como When You Were Young (The Killers), Call Me When You’re Sober (Evanescence), I’m not missing you (Stacie Orrico), Over My Head (The Fray) o Chasing cars (Snow Patrol).
Como curiosidad, parte de ese viaje lo hice acompañado por una chica catalana que contacté por Internet a través del foro de viajeros de Lonely Planet, y que sólo conocí el día que nos juntamos en El Prat para coger el avión a Christchurch. Recuerdo que Eva (así se llamaba la afortunada) tenía, en cuestiones de música, gustos muy diferentes a los míos. Así que me las vi canutas para turnarme con ella. Acordamos que quien conducía mandaba en el reproductor; así que a veces tomaba el volante sólo por poner mi música favorita, o no escuchar la de ella. Por eso, mis mejores recuerdos son de la semana en que estuve solo, conduciendo a mi aire mientras Eva estuvo de visita en casa de una amiga.
También ocupa un lugar especial la banda sonora de la película cubana Habana Blues, de la que ya hablé en este post. Está cargada de significado para mí, igual que la música de Compay Segundo cuando formaba parte del dúo Los Compadres, porque sus canciones me acompañaban todas las mañanas en el internado donde pasé buena parte de mi secundaria y bachillerato en Guantánamo, Cuba.
Era un chico del montón, así que Hotel California de Eagles, Toto con Africa y Hold the line, Celebration de Kool & the Gang, Land down under de Men at work o Dust in the wind de Kansas (versionada de fábula por Scorpions) pusieron sinfonía a buena parte de mis movidas juveniles y son canciones que resuenan omnipresentes en mi memoria de aquellos años, como seguro en la de mucha gente.
Dream about me, de Moby, es una canción que asocio siempre a mi primer retiro de reflexión en la montaña, en el Cerro de Hijar, del que guardo un recuerdo muy especial. Otro flashazo sublime me viene de la mano de Peter Gabriel mientras hacía footing de noche por las calles de Chicago en noviembre de 2008 escuchando con mi mp3 piezas soberbias como Red Rain, In Your Eyes o Mercy Street. Molotov con su “Gimme tha power” puede que encarne mi lado más rebelde y militante, porque es una canción que coree muchas veces con amigos mientras celebraba hitos de esperanza que nunca llegaron. Leon Gieco con La memoria me conecta un montón con los años que viví en Argentina, y Donde caen los sueños es de esas canciones tristes como I Grieve de Peter Gabriel que siempre tienen un sitio en mis momentos de recogimiento.
En esa banda-sonora-de-mi-vida entrarían también, sin duda, personajes tan distintos como un señor llamado Silvio Rodríguez con su Ángel para un final, Sueño con serpientes (ésta la tocábamos con un grupo musical que formamos en el bachillerato), Fábula de los tres hermanos, La gota de rocío u Ojalá; y esa banda canadiense de rock progresivo de nombre Rush (¡¡Fan total!) con la que disfruté una y otra vez regalos de la talla de Tom Sawyer, Nobody’s Hero, Test For Echo, Closer To The Heart o Spirit Of The Radio. Sting tampoco faltaría, porque me ha acompañado siempre, y del que no me atrevo a elegir favoritos porque la lista sería interminable. Por cierto, no te pierdas esta perlita del músico británico que descubrí hace poco: The End of the Game (Live – Berlin 2010, HD).
Cocaine de Eric Clapton, Talk To Me de Stevie Nicks, Broken Wings de Mister Mister, o varias canciones de Tears for Fears (un “must”) como Shout, Sowing the seeds of love, Head Over Heels, Sketches of Pain o The Working Hour entrarían también en esa selección, junto a mi diva por excelencia, la soberbia Annie Lennox. De ella recomendaría Why, Honestly, No more I love you’s, A Whiter Shade of Pale, Pavement Cracks o Into the West.
Todas esas canciones participaron, de una forma u otra, en momentos trascendentes de mi vida. No es un inventario cerrado, porque a partir de esa ocurrencia de carretera he seguido vaciando el tarro de la nostalgia en busca de nuevos rastros sonoros para añadir a esa lista. Lo recomiendo, es un ejercicio divertido.
Volviendo a mis manías musicales, diré que soy de los que pueden repetir mil veces una misma canción si les gusta. También de los que disfrutan con el volumen bien alto, y si mezclamos música con alguna copita, ya ni te cuento. Pero si estoy triste, prefiero el silencio. Como la música refuerza la intensidad de las sensaciones, soy más de silencio en la tristeza porque así la destilo mejor.
Es curioso, pero en alguna charla que he dado, cuando he sentido que me fluyen estupendamente las ideas y percibo que todo va genial, he echado en falta tener alguna música de fondo. Sí, de verdad, parece una locura, pero me encantaría dar formación con banda sonora incorporada, que se module según la inspiración y los sentimientos que afloren en el grupo…
En fin, las emociones intensas, en mi caso, tienen melodía, una cadencia, un compás, un ritmo, y a veces una voz. Igual te pasa lo mismo…
Víctor Pérez Cantó
Amalio:
Me ha gustado mucho el post. Yo también soy un adicto a llevar banda sonora incorporada. No sólo para mi, soy incluso de los que twiteo canciones.
Quiero compartir contigo y tus lectores una teoría que tengo, por supuesto absurda, sobre por qué la música es tan importante para las personas.
La escribí hace unos meses en un post de mi blog, y curiosamente es el post más leído, pero con una diferencia abismal respecto a los demás. Será por algo. Os dejo el link.
http://addedvalues.wordpress.com/2012/03/27/creatividad-y-bienestar-el-valor-de-la-musica/
Saludos
Amalio
Hola, Victor:
Gracias por pasarte, y me alegro que te haya gustado el post. Se agradece a los que tuitean canciones, porque es una forma muy práctica de descubrir diamantillos perdidos.
He leído con atención tu post. Oye, yo sí creo que “hay música que en sí misma puede generar mal rollo”. Podría hacer mi “lista negra” de canciones que no puedo escuchar porque me producen emociones negativas. Ese sería otro post 🙂
Sí que coincido contigo que la práctica y escucha de la música genera grandes beneficios. Y también con tu hipótesis de la “Teoría de Cuerdas” porque estoy convencido (como tú) que las vibraciones y las ondas que se emiten con la música tienen un efecto invisible desde el punto de vista físico y fisiológico, que todavía necesita de mucha investigación para comprenderlo bien.
¿sigues publicando esas “píldoras musicales” con componente “vitamínico-energético” que querías “recetar” a través de Twitter cada día para “armonizar” emociones?
Vaya, estoy echando un vistazo a tus #musicpill. Dejo el hashtag por aquí para el que quiera curiosear… porque pintan muy bien… Ya te contaré los efectos, aunque yo creo que voy (de momento) sobrado de “lo energético”… Igual me viene mejor frenar 🙂
Gracias por las ideas…
Isabel
O “lista de reproducción para un atardecer de noviembre”. A pesar de que hay títulos que no reconozco (muy típico en mí, igual las canciones sí) veo muchas coincidencias y algunos desencuentros, musicalmente hablando.
Me identifico totalmente con las sensaciones de la carretera y la relación con las emociones vitales, en cambio para mí el silencio es paz, supongo que la música va por dentro y casi me sobran otros diálogos. Estupenda la versión de Dust in the wind que enlazas. Y muchos recuerdos de una época con Sueño con serpientes y Ojalá.
Lo de repetir mil veces una canción, con mucho volumen, conduciendo rápido y con las ventanillas abiertas, es toda una descarga de adrenalina. Dejaremos el post a mano para terminar de escuchara las lista de reproducción con tiempo. 🙂
Amalio
Querida Isabel:
Sip, seguramente: coincidencias y desencuentros. En esto de la música es muy fácil no coincidir porque hay tantas opciones. Además, reconozco que mis gustos musicales son muy del montón, no soy nada sofisticado, incluso podría decirse que bastante “comercial”. Tengo amigos y amigas que se sorprenden de que me guste música tan “asimilada” por la industria, porque ellos me suponían más rebelde también en eso. Pero yo me justifico diciéndoles que es bueno que al menos en algo me una al mainstream, así ahorro cartuchos para cosas importantes 🙂
Es cierto, hay gente que prefiere conducir en silencio, y eso tiene su puntito muy emocionante. Creo que yo también he tenido momentos de esos, pero no son nada habituales. Si puedo tirar de banda sonora, allí me verás dando la lata.
Vaya, no suelo abrir nunca las ventanas del coche. Si pongo música, me gusta escucharla bien, y sin interferencias. Si abro las ventanas, entonces no la necesito. Ya ves… rarito, rarito… con esas manías…
Un abrazo 🙂
Carlos V
Me has recordado un libro que lei hace tiempo: Nacidos para cambiar / Como construimos nuestras biografias de mi idolatrado Enrique Gil Calvo (http://www.editorialtaurus.com/es/libro/nacidos-para-cambiar/)… en el mismo hace mencion a esa “melodia de nuestra vida”… leedlo, os gustar’a
(Sorry por los no acentos/tildes… estoy escribiendo desde pc en Webster-Massachusetts)
See you
Amalio
Gracias, Carlos, por compartir ese libro, y dejar tu comentario. No lo he leído así que tomo nota para añadirlo a mi “Pending List”. Lo de la “melodía de nuestra vida” es también un libro abierto, “en construcción”. Fíjate si es así, que desde que escribí ese post hasta hoy, ya tengo más de 10 canciones que podría añadir a mi lista. Prometo nuevas entregas…
Un saludo
Iván
La música, como los libros, las pelis o los viajes son de esas cosas que van formando parte de uno mismo. Gran y emotivo post Amalio
Amalio
Por supuesto, Iván. Este post está dedicado a la música, pero cuántas cosas podríamos decir de los libros, de las pelis y ¡¡de los viajes!! Las emociones no serían jamás lo mismo sin esos ingredientes… Un abrazo, amigo 🙂
Guillermo
Volvemos a coincidir, también en los gustos musicales … después de tantas coincidencias creo que toca aclarar que, aunque abierto a disfrutar de aventuras en la vida y admitiendo que por un problema cultural, soy un heterosexual recalcitrante 😉 😀
El post me ha hecho recordar el viaje que hice hará un año solo en coche a Leon, en una noche con nubes que no impedían disfrutar de una maravillosa luna llena. No soy especialmente seguidor de ellos pero puse el primer album de The doors, el que tiene el mismo nombre del grupo; The doors. El resultado fue un viaje absolutamente psicodélico, no podría expresar los sentimientos que me provocó aquel viaje, pero si puedo contar que cuando llegué a Leon estaba convencido que a partir de esa experiencia tenía que hacer algo. Pensé en una película de arte y ensayo, una cámara en el capó de un coche tomando imágenes de la luna haciendo el mismo viaje con la música de fondo de los doors, intercalando imágenes evocadoras … al día siguiente la realidad me domeñó y dejó el recuerdo y los proyectos en el olvido … además nunca sería la misma luna.
Nunca había contado esta experiencia, no se porqué en este blog me siento agusto para contarla 😉
Amalio
Hola, Guillermo:
jjj… tranquilo, no hace falta que te expliques tanto, estimado “heterosexual recalcitrante” 🙂
Juas… los The Doors, menudos pájaros… calidad pura. Me recuerdan a un cuñado que tuve en mi juventud, el hermano de un ligue delicioso que me duró dos años. Era un fan total a The Doors, los amaba, y fue gracias a él que los conocí.
Es verdad lo que cuentas: las locuras de carretera son estupendas y prolíferas, pero a menudo vaporosas. Son como los sueños, que mientras los tienes parecen eternos, pero cuando te despiertas a veces ni consigues recordarlos.
De todos modos, te confieso que muchas ideas que se me han ocurrido en los viajes he terminado por concretarlas. Otra curiosidad: como tengo mala memoria, suelo llevar un libreta en el asiento de al lado, y soy capaz de tomar unos apuntes breves, solo pistas, mientras conduzco para que no se me olvide. Una vez me pegué un susto de muerte, porque me concentré tanto escribiendo que por poco olvido que estaba conduciendo. Desde ese día, paro el coche para escribir si creo que la idea vale la pena.
Gracias por compartir. Tienes aquí un sitio para hacerlo siempre que te apetezca 🙂
Jon Saez
Un día de estos creo que me voy a atrever a hacer lo mismo con mis recuerdos musicales.
Un gran post Amalio.
Amalio
Anímate, Jon, a ver qué soundtrack nos regalas. Podemos hacer “polinización intergeneracional”, porque (por razones obvias) tu selección va a ser radicalmente distinta a la mía, y así vamos hibridando…. Gracias!!!
Manel [cumClavis]
Muy bueno, Amalio, muy bueno… ya te diré algo más pero por ahora decirte que el post me parece de lo más refrescante! 🙂 y me ha llevado sin querer a la carretera, el tránsito perenne de este trabajo, con la faena hecha, de noche… que és cuando mejor se está…
Amalio
Hola, Manel:
Gracias, colega. Tienes razón, lo de coger la carretera de noche después de haber terminado un trabajo, “con la faena (bien) hecha”, debe ser un motivo más para sentirse bien. Yo soy conductor nocturno, me gusta muchísimo más conducir de noche que de día, porque hay más silencio, más soledad y menos saturación visual. Siento que la música se escucha mejor, más nítida y embriagadora. Puedo tragar cientos de kilómetros en esas condiciones sin apenas enterarme. Ayuda también que nuestras autopistas sean buenas y no nos peguemos demasiados sustos al volante. Gracias por pasarte 🙂
Guambiana
Veo que esta noche nos hemos dejado llevar por la Nostalgia…. Buena compañera a veces, sobre todo cuando trae de la mano tan buenas composiciones. Estoy segura de que más de uno conectará con su pasado gracias a tus musas y revivirá en su mente más de un recuerdo adormecido. Dejémonos llevar…
Amalio
Hola, Ana:
Ya sabes, tesoro, la nostalgia nos devora a veces, pero para bien. Sin tragedia 🙂
Si, supongo que estas musas son compartidas, y que pertenecen a mucho/as. Me gusta pensar que el post sirve para revivir recuerdos de otras personas…
Besos