Cantidad vs. Calidad (Post- 60)
En creatividad sabemos que “la calidad es hija de la cantidad“, pero hoy voy a hablar de lo contrario, de cómo la cantidad se devora a la calidad.
Existe una ley muy simple que, suponiendo el resto de los factores constantes, tiene aplicación universal y que dice así: “a más cantidad que atender con los mismos recursos, menos calidad”.
Por ejemplo, en Andalucía andamos hace un tiempo como locos creando el mayor número de Centros Tecnológicos del mundo después de China. Nadie entiende nada, pero todos nos apuntamos al carro.
Tener muchos Centros Tecnológicos suena bien pero por simples costes de oportunidad uno sabe que el dinero que se pone en “creación” deja de ponerse en “consolidación”.
El resultado de la jugada ya te lo puedes imaginar: muchos centros tecnológicos pero todos mal financiados. En definitiva: ¡¡nadie hace (suficientemente) bien su trabajo!!
El debate de siempre, vaya… el de las dos escuelas: Creación vs. Consolidación, Logros superficiales a corto plazo vs. Sostenibilidad y avances genuinos. En definitiva, a lo que voy: Cantidad vs. Calidad.
El otro día leía un artículo en El País de dos investigadores españoles (Jesus Avila y Pedro García Barreno: “Más y mejor ciencia ante la crisis“) y que nos recordaban precisamente eso: “A veces, el tiempo que debería dedicarse a la gestión se gasta en un continuo nuevo rediseño de posibles nuevas estructuras, que no da tiempo a que empiecen a funcionar pues, inmediatamente, se están pensando otras nuevas”.
Hay un problema de fondo. La mayoría de los políticos y directivos públicos (afortunadamente no todos) están ahí para dejar su impronta, bien sea pariendo programas que lleven su nombre o bien con placas de inauguración de ladrillos que les sobrepasen en el tiempo.
Por eso sufren el imperativo de crear. Saben que la “consolidación” es más anónima, menos agradecida. Pero es muy difícil conseguir la excelencia si se pone el énfasis en la cantidad.
A ver, hagamos un ejercicio de sentido común inspirado en un programa público que conozco. Si tienes un presupuesto para ayudar a las Pymes a que se integren mejor en la Sociedad de la Información, la calidad del servicio que les puedes ofrecer aumentará en la medida que se reduzca el número de empresas a las que te propongas llegar.
Un millón de euros repartidos entre 10.000 empresas da a 100 euros por empresa, pero si rebajas las expectativas, y te centras en “solo” 1.000 Pymes, entonces podrás prestarles un servicio mucho mejor, el equivalente a 1.000 euros por empresa.
Podríamos pensar que las dos opciones (menos dinero para más gente, o más dinero para menos) son válidas según el objetivo que se pretenda. Pero el paralelismo se tuerce si uno descubre que los 100 euros de la primera opción (la que prima la cantidad) no alcanzan, ni de coña, para garantizar los objetivos que se publicitan.
Sí que alcanzan para dejar constancia documental que usted ha visitado, en efecto, a 10.000 empresas, para introducir superficialmente al empresario en las ventajas de invertir en TIC, e incluso, para hacerle creer que a partir de ese momento su empresa es más moderna por obra y gracia de esa consultoría de 100 euros.
El resultado es que tenemos 10.000 Pymes pobremente informadas pudiendo conseguir 1.000 realmente comprometidas con las TIC y un proyecto de crecimiento sostenible y duradero en el tiempo.
¿Se ha conseguido integrar realmente a la Pyme en la Sociedad de la Información? ¿Hemos conseguido cambiar de forma sostenible su situación respecto de las TIC? Y lo más preocupante, ¿qué va a quedar de esa efímera visita una vez que se acabe el proyecto?
Y ahí está el verdadero problema, en que no solo se prima la cantidad sobre la calidad, sino que se hace de forma abusiva e incluso absurda
Reflexionando sobre esto con mis colaboradores, y haciendo un poco de autocrítica, me han hecho ver que yo también caigo más veces de la que quisiera en un fallo parecido al involucrarme en más proyectos de los que debería. Lo he admitido pero con una importante matización.
Una cosa es que uno renuncie a la excelencia y no consiga llegar a los niveles de calidad que le gustaría por tener que atender demasiados proyectos, pero otra muy distinta es que un exceso de cantidad te lleve al punto de incumplir incluso con la calidad mínima comprometida. Lo primero produce un sentimiento de pena, pero lo segundo vergüenza.
Es cierto que a veces digo que “si” a proyectos que no debería, pero lo de acaparar cantidad hasta el punto de deteriorar la calidad a esos niveles que veo por ahí, decididamente no va conmigo.
La cantidad traducida en grandes números impresiona, es estupenda, y ayuda a catapultar el ego de sus padrinos pero ¿y la calidad? ¿Quién mide el efecto neto y real de esos grandes números? ¿Quién evalúa el impacto verdadero de esos recursos? ¿Se ha preguntado a los beneficiarios qué piensan de todo eso?
Nunca se sabe porque nadie se ocupa de hurgar, con evaluaciones serias, qué ha sido de todo aquello, y cuando se hace, cuando se evalúa, de eso se encarga un subcontratista pagado por el propio promotor del programa, así que olvidémonos de una evaluación objetiva e imparcial: ¿entregarías a tu cliente un informe, que se va a publicar, en el se que diga que su programa ha fallado o no ha servido para nada?
Alguno puede pensar que los números (la cantidad) tienen más credibilidad, y trasmiten la apariencia de ser menos manipulables que los juicios. En principio debería así pero en la práctica no lo es.
La CANTIDAD en los programas públicos es presa fácil de los despachos, de la estadística creativa y de la manipulación.
Si te atreves a diseccionar un poco la estadística que se publica, sin más ayuda que la paciencia, descubres que no es posible, que los números no cuadran y que por lo menos están sumando doble.
Encima nosotros, los contribuyentes de los fondos públicos con los que se financian esos programas, estamos demasiado acomodados (u ocupados) para tomarnos la molestia de coger un lápiz o una calculadora y echar unas cuentas para saber si esas estadísticas tienen sentido.
Yo me quedo con la CALIDAD que es más difícil de “vender” en los medios pero tiene sus propias leyes. Se propaga por canales más genuinos y democráticos como el boca-oído. Sin necesidad de titulares, la gente sabe (“se entera”) cuando las cosas se hacen bien o mal porque las redes informales se encargan de ello y son más creíbles que los periódicos.
Miranda
Excelente la reflexion copiare la info a mis colegas…
Amalio
Gracias, Miranda, por tu interés y por difundir estas ideas. Espero que sirvan para algo 🙂
Tony
Buenas!
Me parece muy interesante tu reflexión sobre este dilema: está claro que lo ideal sería cantidad+calidad en vez de tener que elegir entre una de las dos, pero eso no es sencillo (mas bien utópico…).
En cualquier ámbito de la vida, las cosas hay que hacerlas bien: mucho o poco, pero bien.
En lo referente a los programas públicos, creo que hay un problema de partida: la mayoría de los programas incentivan la inversión por parte de la empresa, pero el empresario es muy reticente a gastar (y menos en esta época… aunque después les subvencionen gran parte) El que invierte es porque ya lo tenía decidido y cualquier mayuda es bienvenida. El resto sólo ve con buenos ojos todo aquello que sea gratis o casi regalado.
Se podría pensar que el llegar a muchas empresas puede servir como punto de partida para que estas empresas vean qué pueden necesitar y abrirles un poco la mente (la mayoría de las pymes no tienen implantadas las TICs en su empresa o el grado de implantación es mínimo). Además no creo que sea sencillo marcar un criterio para discernir qué empresa es susceptible de que se le ayude y cual no, pues siempre habrán algunas que se queden fuera por los criterios marcados (y eso es negativo para el boca a boca de un programa público…)
Por tanto, estos programas deberían tener dos fases: una donde lo que prime sea la cantidad y se llegue a la mayor cantidad posible de empresas, de manera que se tenga una certeza sobre qué empresas son susceptibles de una cierta ayuda, y una segunda fase en la que ya sí que prime la calidad, pero ya con un número menor de empresas.
Amalio
De acuerdo, Tony, lo de enfocar estos programas en dos fases. Primero intentar llegar al mayor numero de empresas con acciones modestas, que sirvan para dinamizar “la base de la piramide”,pero insisto, sin vender la burra de que vamos a transformar la empresa con eso…. y una segunda fase, en la que se trabaje con pocas empresas muy bien seleccionadas, y en las que se profundice de verdad.
Gracias