Agilidad, artesanos y artistas (post-133)
Voy a convertir y ampliar en dos posts una píldora que publique hace poco en el boletín de emotools porque he seguido dándole vueltas a este asunto.
Mi reflexión de hoy pretende responder a esta pregunta: ¿El artesano es siempre más ágil y más rápido que la maquinaria industrial? ¿La “agilidad” es un atributo destacado en el artesano?
A la primera interrogante mi respuesta es “depende de para qué”, y a la segunda, pienso que la agilidad no es, honestamente, uno de los atributos que mejor definen al artesano (aunque en ciertas circunstancias pueda ser un atributo más).
El artesano tiene una mayor capacidad de reacción y adaptación a situaciones específicas pero cuando “el problema” o la necesidad es más común, más de implantación que de creación, la rapidez de la solución industrial es insuperable.
Alguno me podría decir que no hay “soluciones estándar”, que todo requiere personalización, pero ya sabemos que es una cuestión de calibrar los conceptos, y de ponderar qué pesa más. Para mí está claro que hay necesidades que están mucho más cerca de soluciones estándar que de proyectos a medida, y de esas hay muchas en el mercado de la consultoría.
Pero bueno, vuelvo a lo que venía comentando de la agilidad del artesano, para señalar que ésta podría ser una potencial “debilidad” que tendrá que superar incluso en las demandas singulares, porque un “artesano” disfruta tanto con lo que hace, le da tantas vueltas y es tan perfeccionista (en ello insiste mucho Richard Sennett en su libro) que corre el riesgo de terminar penalizando los plazos de entrega.
Ciertamente, el juego de palabras “artesano ágil” a mí me suena, como mínimo, paradójica.
Es posible que haya muchas maneras de hacer artesanía. No me gustaría caer en el error de describir el artesano como alguien-que-hace-todo-bien-en-todas-las-circunstancias. Es mejor para unas cosas que para otras, y no todos los “artesanos” son iguales.
Por eso quiero ser prudente con esto de la “agilidad” porque puedo imaginarme a un “artesano” manoseando objetos (proyectos) con tanta pasión, y paciencia, que llegue tarde a todo. O llevando a la vez varios proyectos, varias obras creativas, y saltando de una a otra, en busca de variedad.
Esta reflexión me obliga a hacer una distinción entre el “artesano” y el “artista” que es muy importante, sobre todo cuando hablamos de actividades profesionales como la Consultoría.
Para eso apelo de nuevo al maestro Richard Sennett, cuando dice: “El artesano está volcado hacia afuera, hacia su comunidad, mientras que el artista se vuelve hacia dentro, hacia sí mismo. (…) El arte parece llamar la atención sobre el trabajo único o, al menos, distintivo, mientras que la artesanía es una práctica más anónima, colectiva y continuada”.
El artesano, a diferencia del artista, tiene más disciplina, y vocación de servicio. Por eso pone más empeño en terminar sus obras y en cumplir plazos, algo que es tan importante en la función del consultor.
Pero aún así, y volviendo a las preguntas iniciales, es legítimo plantearse dudas como éstas:
- ¿Y los talleres de artesanos, o el artesano mismo, no corre el riesgo también de aceptar demasiados pedidos (por ambición, por pasión o por vaya usted a saber) y gestionar mal su carga de trabajo como ocurre en la consultora industrial?
- ¿Y qué pasa si tanta vocación de personalización, y esa disposición innata del artesano a sumergirse en tareas ad-hoc, terminan generando atascos y cuellos de botella que pongan en riesgo la agilidad e incluso la calidad?
Sí, por supuesto que todos estos riesgos existen, y por eso el buen artesano tiene que ser también ordenado y un buen gestor de su tiempo (o un practicante reflexivo del buen GTD, como me corregiría J.M. Bolívar).
Por todo esto afirmar, como he leído por ahí, que una consultora industrial no será nunca más ágil que un artesano o una red de artesanos me parece un error.
Lo que resta agilidad en las consultoras industriales es la burocracia y la tendencia a buscar soluciones paquetizadas porque asocian a estos productos la necesidad de reducir los altos costes de estructura que soportan. Sin embargo, también se puede perder agilidad en el mundo de la artesanía por muchas otras razones que la consultora industrial tiene mejor resueltas.
Insisto, una consultora industrial podría ser más ágil que una artesana para ciertas demandas que se solucionen mejor con “productos” ya paquetizados y rodados, y ya lo he dicho, necesidades de éstas abundan en el mercado. El Consultor Artesano gana solo cuando se necesita un alto grado de personalización. La ventaja de agilidad del artesano no es absoluta para todo.
Por otra parte, tengo claro que no es una buena opción plantearse metas industriales con maneras artesanas. Los objetivos hay que ajustarlos a la extraña cadencia del taller, y por eso opino que…
…es posible que el artesano de hoy tenga que contener un poco su espíritu de artista, su lado más anárquico, para poder refrendar ese atributo de agilidad que pretendemos asociar al oficio.
Como puedes apreciar, vuelvo a hablar de “gestión” y de la diferencia entre el artesano y el artista, que es una reflexión que merece más vueltas de tuerca, y de la que a mi juicio se ha hablado poco.
Por resumir mi tesis y decirlo de un modo más claro, creo que buena parte de nuestra viabilidad dependerá de comprender la diferencia entre funcionar como artesanos o como artistas.
Amalio
Alberto:
Ya he visitado tu blog y deje “una traza” en el debate. No entiendo bien lo que quieres decir con “transferir conocimiento del artesano hacia el CEO”. Si me das mas pistas, entonces me pronuncio… un abrazo
FacilityManager
Hola Amalio:
Si hubiera leido tu blog antes del mio, diría que nos pusimos de acuerdo en cuanto a arte y artesanía. Tu punto viene a dar luces a mi último planteamiento, acerca de la transferencia de conocimiento del artesano hacia el CEO.
Yo planteo que es imposible no hacerlo, pero mis amigos consultores como Nacho, Julen y Manel, piensan distinto.
Para mi sería muy importante, dejaras una traza en mi blog para eguir con la discusión. Tu opinión es muy importante.,
Un abrazo
Facility Manager
Alberto
Amalio
@Julen: Lo primero que te diría es que la esencia del post no va tanto por el punto en el que te has detenido, sino por insistir en la importancia de ser buenos gestores del tiempo en consultoría artesana, y que eso pasa por distinguir dos tipos de posturas: la del “artista” y la del “artesano”. Dicho esto, respondo a tu comentario. Me parece poco realista no reconocer a la consultoría industrial algunos méritos. Si “la vieja”, como se dice en Segovia, es la Artesana, ¿Por qué entonces tiene hoy tanta fuerza la “industrial”? Alguna razón genuina debe haber, y no sólo es la manida eficiencia.
Empiezo respondiendo a tu pregunta sobre mi definición de la Consultoría Industrial citando un articulillo que escribí hace tiempo: “el consultor industrial trabaja proyectos de implantación de grandes dimensiones y/o con una metodología tan cerrada que su orientación es más a “productos”. Implanta soluciones paquetizadas con resultados más o menos predecibles. Sabe lo que va a entregar, y a lo que se compromete, incluyendo el recorrido mismo que ya está prefijado en detalle”.
Así que si asociamos “agilidad” con “rapidez” (WordReference la define como “la facilidad para ejecutar algo de forma rápida”), sigo pensando que para proyectos-estándar, predominantemente de implantación, donde por ejemplo, el 80% ya está definido en “plantillas” o metodologías rodadas, las consultoras industriales tienen en principio varios plus a su favor: 1) Un back-office potente y dotado de muchos recursos, 2) Una capacidad y tradición para replicar modelos, 3) Un sistema engrasado para “automatizar” ese 80% que se repite.
El consultor artesano es más creativo, lleva mal la réplica y no dispone de esa maquinaria detrás para “automatizar”, ni le interesa tenerla.
En Segovia misma se comentó que el consultor artesano destacaba más en ciertos proyectos más que en otros. Si el tipo de consultoría que te piden se acerca a la “implantación” y a “productos”, la maquinaria industrial (bien gestionada) es más rápida, es decir, más ágil. Y ya ni te digo en los proyectos grandes, en los macro-proyectos. Un artesano independiente no tiene nada que hacer en esos proyectos, tardaría una eternidad en abordarlos porque le faltan recursos para dar el tempo exigido. Es cierto que podría juntarse en red con otros artesanos, y esa posibilidad existe, pero sigo pensando que los costes de coordinación de las redes no son ninguna tontería (sin ir muy lejos, basta con mirarnos a nosotros mismos), son muy altos en términos de tiempo consumido, así que también pongo muchos peros a la idea de que una red de artesanos va a ser siempre más rápida (más “ágil”) que una consultora grande, bien rodada y gestionada. Así que lo de “lo mires por donde lo mires” me parece, como mínimo, muy rotundo.
@Jose Miguel Bolivar: La agilidad del artesano está limitada por los recursos que dispone y también por su propia naturaleza creativa. Me encantaría que hablemos de las dos dudas que planteo en mi post referidas a la gestión del artesano. Son esas “prácticas de frontera”, tan comunes por cierto, las que van a condicionar nuestra viabilidad como artesanos, y deberíamos revisarlas. De eso va principalmente en este post.
Como bien dices, hay muchos proyectos que son “time-sensitive” y si encima, ese tiempo es una función de: 1) saber aplicar rutinas y metodologías engrasadas, 2) aplicar ingentes recursos de forma intensiva, veo mal parado al consultor artesano, por mucha red que le pongamos detrás. De ahí que es tan… pero tan importante… elegir bien los proyectos donde nos metemos, y esa es otra de las lecturas que me gustaría que se haga de esta reflexión.
@Jesus Fernandez: Hola, buen amigo!! Perdón por el atracón, porque se trata de bocados grandes. Tiene mérito lo tuyo.
La “serie-balance”, como habrás visto, ha tenido altibajos. He entrado, he salido cambiando de tema y pronto volveré a entrar con mis “retos profesionales para 2010”, que será el último post. No lo he escrito aún porque todavía estoy rumiando las conclusiones del balance 2009 y tengo pendiente una reflexión colectiva con mis compañeros del equipo que va a condicionar mis metas 2010. Ya sabes, mirar las cosas en perspectiva y ponerlas a prueba con otras personas es bueno siempre.
En cuanto a lo que te planteas de confundir “agilidad” con “rapidez”, ya hice un comentario al respecto a Julen. Creo que el sinónimo más cercano a “agilidad” es precisamente “rapidez”, ¿se te ocurre otro?
Muchas gracias por pasarte por aquí, siempre es un gustazo…
Jesús Fernández
Hola, Amalio.
Acabo de darme un pequeño atracón de tus posts, que tenía un poco abandonados en la última semana. Me han gustado mucho, pero ya te los comentaré cuando cierres la cuarta entrega de la serie-balance.
Agilidad. Creo que en definirla está la clave. No hay que confundir agilidad con rapidez ¿no?
Saludos…
José Miguel Bolívar
Por pura lógica parece que la agilidad del artesano es, cuando menos, limitada. Creo que por este motivo el artesano debe evaluar si los proyectos en los que se embarca son “time-sensitive” y que requieran una solución reactiva. El consultor artesano es por el contrario idóneo para proyectos que busquen soluciones proactivas donde el tiempo seguro que también importa pero no es crítico: detección precoz de problemas, gestión del cambio, innovación, mejora continua…
Julen
Lo mires por donde lo mires, la agilidad nunca ha sido una característica que distinga a la artillería de la consultoría industrial. Dicho lo cual, siempre hay excepciones, que confirman la regla, claro 😉
Puede ser que no sea tanto lo que distingue a la consultoría artesana sino lo que no distingue, en la mayoría de las ocasiones, a la consultoría industrial.
Por cierto, estaría bien definir “consultoría industrial”, ¿no?