Complejidad paralizante y el noble arte de simplificar (post-324)
Leo bastante en los últimos tiempos sobre Integrative thinking (pensamiento integrador), gestión paradójica, design thinking y otros enfoques que invitan al reconocimiento de la complejidad. Todos me parecen muy enriquecedores pero al mismo tiempo me dejan el sabor agridulce de añadir un plus de dificultad al duro oficio de tomar decisiones, que si no pongo a raya puede ralentizar mi capacidad ejecutiva.
Leí hace unos meses un artículo de Xavier Marcet que hacía un curioso contrapunto entre “complejidad” y simplicidad”, y desde entonces tuve ganas de volver a un tema del que ya he escrito en otras ocasiones aunque no de un modo explícito. En un post anterior decía que podía llegar a marearme el “relativismo absolutista” con que algunos consiguen parecer interesantes sin posicionarse nunca. En otra entrada compartía la desazón que me produce el exceso de opciones, y pedía “un poquito de pecera por favor” que me haga las decisiones un poco más fáciles. También he hablado de los diletantes en torno al #15m que no hacían más que poner pegas tiquismiquis y perderse en los arboles para nunca ver el bosque.
En fin, que está bien desentrañar lo compleja que es la realidad pero siempre vuelvo a la misma pregunta: ¿en qué momento ponemos punto a la complejidad… y empezamos a simplificar?
Esta duda me viene porque con los años que llevo convenientemente alejado de la burbuja académica, uno se da cuenta que hay una diferencia enorme entre pensar, decir y hacer.
En la reflexión cabe de todo pero en la intervención parece imposible tomar decisiones jugando con un exceso de variables. El análisis de gabinete intenta explicar los fenómenos al detalle y es capaz de codificar un sinfín de interacciones complejas que los afectan, pero cuando echas mano de ese material de análisis con la intención de actuar en la realidad te das cuenta que un buen hacedor no maximiza, sino que optimiza. Hay un punto en el que tienes que parar porque si no, llegas tarde a todo.
Daré varios ejemplos de por qué digo que la complejidad (o un exceso de ella) suele ser paralizante. En primer lugar, conozco a muy pocos intelectuales de alto vuelo que hayan liderado innovaciones radicales o que hayan destacado como “hacedores”. Salvo honrosas excepciones, los intelectuales de prosa fina y compleja se mojan poco porque en su sistema de análisis manejan tantas variables que al final lo más lógico es que prevalezca la duda sobre la acción. Análisis puntilloso, prosa endiablada, crítica brillante… vale, muy bien, pero a la hora de hacer, “se quitan” porque la complejidad los mata, los paraliza.
OJO: En la complejidad siempre encuentras motivos para desconfiar, y eso es algo que aprendí hace tiempo en los proyectos de gestión de redes de colaboración.
A riesgo de generalizar, y ser injusto, eso mismo les pasa a los catedráticos y académicos de universidad a la hora de construir un plan de negocio o crear una empresa. El arte de gestionar proyectos (y la empresa es uno de los más exigentes desde el punto de vista de la capacidad ejecutiva) necesita una competencia clave: capacidad de priorizar y elegir entre opciones. Pero a los investigadores que han crecido en la rigorista cultura del Paper les cuesta una barbaridad decidir, mojarse, descartar caminos y asumir riesgos. Están preparados para lidiar con la complejidad desde el perfeccionismo del despacho y el laboratorio, pero la realidad que los espera fuera no se gestiona a base de algoritmos precisos, ni de información completa; sino echando mano de bocetos inexactos, con voluntad de experimentar y sabiendo que la incertidumbre es pan de cada día en la hoja de ruta de los emprendedores.
Más ejemplos. Si quieres comprarte un coche, puedes irte al estanco a por una de esas revistas de “Cómo comprar un coche” que te ofrecen tablas muy completas con decenas de variables que hay que tener en cuenta para hacer una buena compra. Vale, te pones ahí a hacer comparativas para sentir la sensación de que controlas, y que estás haciendo el análisis serio que corresponde a una adquisición tan comprometida. Pero después te das cuenta que es el divertimento perfecto para volverte majara, o que solo te servirá para avalar una decisión que depende habitualmente de un máximo de tres variables, o incluso de una: “me flipa el diseño de ese coche, tiene una pinta estupenda, es el que quiero”. O sea, un rollo de análisis complejo para justificar una decisión que ya habías tomado.
Nos pasa también con decisiones vitales que a menudo hay que tomar en nuestro itinerario personal y/o profesional. Intuimos que hay que cambiar algo relevante, y nos ponemos a meter ingredientes en la coctelera para intentar decodificar la complejidad del asunto; y claro… queremos ser tan meticulosos, que se nos va la mano con los ingredientes y aquello termina siendo una mezcla idónea para un ejercicio de psicoanálisis pero imposible de digerir en términos de una decisión operativa, y por eso terminamos posponiendo. El desafío está, como casi siempre, en el duro oficio de descartar ingredientes y centrarse en lo importante, lo que en lenguaje de hablar-por-casa significa ¡¡simplificar!!
En mi modesta opinión no estamos viviendo una crisis de creatividad sino de hacedores, de gente que se ponga el mono, y convierta las buenas ideas en intervenciones tangibles. Los que no tomen decisiones y carezcan de capacidad ejecutiva para pasar de la reflexión a la acción tendrán que conformarse con el rol estéril de observadores-quejicas.
¿Tenemos alguna solución para este entuerto? ¿Significa que deberíamos simplificarlo todo porque es nocivo reconocer la complejidad? He pensado (y practicado) mucho en esto, y voy acercándome a un punto de equilibrio. Ésta es la lógica de dos pasos que propongo seguir:
- Reconocer la complejidad: Entender que no siempre el camino más corto entre dos puntos es la recta, así que es importante saber predecir los “efectos colaterales” de las opciones de decisión que tenemos. Esto implica un buen entrenamiento en la gestión de paradojas, y consultar con personas/profesionales competentes y de confianza que nos ayuden a ver todas las aristas del problema.
- Saber simplificar: Esta es una habilidad clave en la gente ejecutiva, y no es contradictoria con la anterior, sino complementaria. Nada de comeduras de coco recursivas, ni algoritmos de decisión complejos que conduzcan a la parálisis. Después de profundizar en el problema, se llega a un punto en el que hay que decir ¡¡basta!! para tomar las decisiones cuando hay que tomarlas.
El principio de cabecera del que se dedica a HACER cosas (no a parlotear sobre lo que dice que va a hacer) es la muy conocida Ley de Pareto, que ayuda a entender que no todas las tareas/objetivos tienen la misma importancia.
En resumen, está bien esto de la complejidad porque hay muchas personas que la necesitan (son los que pasan demasiado rápido al segundo paso de los que describí antes), pero también las hay que demandan todo lo contrario: más simplificación, porque suelen quedarse atrapados en el primero.
Si queremos “hacedores” vamos a tener que practicar habilidades en los dos sentidos: primero identificar y comprender todas las variables e interacciones causa-efecto en juego que sea posible dentro de un tiempo prudencial; para después separar el grano de la paja, detectar patrones, y saber que hay costes de oportunidad en cualquier decisión que se tome.
Sé de lo que escribo porque he pasado por todo esto. Antes de fundar eMOTools en 2004, era una persona MUY vacilante, que se comía el coco con análisis recursivos en busca de la solución perfecta. La empresa (pagar nóminas, en definitiva) me enseñó que importa más la oportunidad que la perfección, más actuar que sobre-reflexionar. Ahora tomo las decisiones más rápido, sabiendo que toda simplificación puede contener errores. Pero peor es no hacer nada, o ver la vida pasar desde la barrera y, para colmo, criticando a los que hacen.
Celinda
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Francisco
Buenos días Amalio, en primer lugar quisiera saludarte porque hace tiempo que no me pasaba por el barrio. Ayer retome mi habito de leer tus ilustrados post, creo que mi cerebro necesitaba alimento reflexivo y mi sistema entro en modo demanda, por lo que acudí rápidamente a la despensa de tu blog.
Espero que estés bien y hayas comenzado el año cargado de ilusión.
Respecto al tema que nos ocupa, estoy tan de acuerdo contigo que me emociono. Es la sensación de encontrar palabras a tus pensamientos. Hacedores, efectivamente, la peña esta llena de miedos. Y tiene ideas y tiene corazonadas y, en los corrillos comenta, pero al río baja muy poca gente a por el agua. Porque te tienes que mojar y te puedes caer al resbalar y, para colmo se te puede romper la tinaja del agua y, sentirte frustrado por haber pedido el tiempo y tener que comprar una tinaja nueva. Para colmo, tienes que luchar contra la frustración que supone haberte caído y saber que vas a pasar sed. Así que tienes que ser fuerte mentalmente para sobreponerte y estar dispuesto a intentarlo otra vez.
He agradecido mucho que en este post hayas hablado de tu propia experiencia, porque nos acerca a ti, en primer lugar y, porque también nos brinda la posibilidad de hacerlo a nosotros.
Como bien sabes, gestionamos Freeland coworking y, veo muy frecuentemente, la diferencia entre hacedores y, los que no lo son. Los que saltan y los que se sitúan en el bordillo, miran y dicen…uyuyuyuyyyy, que esto de pagar todos los meses….., mejor me quedo en casa.
Hay mucho miedo y, por desgracia veo como mucha gente prefiere quedarse en casa guardando las pocas gallinas que tiene, evitando hacer movimientos que puedan ponerles en riesgo, sin darse cuenta que llegará el momento en el que, de no moverse se hayan atrofiado.
Creo que ligado a esto, aunque es un tema por sí mismo, esta la capacidad de superación de las personas, la capacidad de esfuerzo y de querer hacer algo mejor, pero no por enriquecerse, que puede ser tan licito como otro motivo, sino en mi caso o, por lo menos como yo pienso, por ser mejor, por desarrollar más tus capacidades y tu ser, tu interior, para ser mejor como persona. En relación a esto, escribí un post no hace mucho en mi blog de Freeland, en el que le daba la enhorabuena a todos aquellos valientes que buscan anticiparse a la realidad para dibujarla como ellos quieren. Para que no les sorprenda, para contribuir en que la realidad que venga sea como ellos la han diseñado, porque están trabajando en ello y para ello.
Sinceramente, creo que no todo el mundo esta preparado para ser HACEDOR, la complejidad destruye a la gente, hace mella en su ánimo, en lo más profundo de su ser, porque no son capaces de ver la salida, es decir de simplificar. Pero tanto en la vida profesional como en la personal. Puede que sea un tema educativo o, que se aprenda con el tiempo, pero también creo que en cierta forma tienes que valer para ello. Esos si, hablando en términos generales, porque hay distintos grados de complejidad y te puedes mover en esos grados para controlar mejor el resultado y el alcance de tus capacidades.
Bueno te mando un saludo grande desde Madrid, ahora te voy a dejar otro comentario en otro post. Todavía tengo en mente, con impaciencia, el momento de verte por Freeland, sin duda este tema sería sumamente interesante.
Un abrazo
Francisco
maria fernanda rizzo
Soltar… Todo pasa por atrevernos a soltar aquello que no podemos resolver como si fuéramos máquinas.
Siento que para poder responder de una manera “activa y positiva” a las distintas situaciones que se nos presentan a lo largo de la vida, tanto a nivel profesional como personal (y aquí hago hincapié en la idea de que si se logra manejar la perfecta simplicidad en el ámbito personal, el profesional se deslizará suave y seguro), es importante ser conscientes de nuestra propia autoestima.
Este tiempo, que se nos vende como de crisis generalizada e insuperable, en el que much@s se preguntan cómo seguir adelante o qué hacer, cuya complejidad nos hace desconfiar hasta de nuestras propias habilidades, nos paraliza, nos deja en lo puramente intelectual, no nos permite bajar a la emoción, al sentimiento…
Sin embargo, siento que éste podría llegar a ser el mejor momento, el más fértil si nos animásemos a simplificar, simplificar de verdad, sin temer que se nos mire por encima del hombro o se nos tache de “poco profesionales”. Con decisión, con ganas y fuerza interna, de ésa que no depende de que “a-ti-te-guste”.
He leído que hasta las decisiones más importantes, por mucho que analicemos e intelectualicemos, finalmente las tomamos por instinto. Reconozco que me alegró mucho esta información.
Agradezco a Amalio este post tan inspirador que me anima a tomar estas decisiones:
Decido soltar y deconstruir todo aquello que me frena. Decido emprender sin poner más excusas. Decido hacer. Decido participar activamente en mi propia vida y en el desarrollo de mi empresa.
Angel
Muy interesante el debate Amalio. Me dedico a ayudar a las empresas a innovar, especialmente a las de servicios, y al marketing de la innovación.
Estoy de acuerdo contigo a que la simplicidad nos lleva a ser más ejecutivos.
En el primer caso estoy intentando ayudar a las empresas a reflexionar sobre la necesidad de aligerar sus procesos de trabajo, que crecieron demasiado con la expansión y han recortado personas con la crisis pero no han metido la mano en los procesos. Es decir, trabajan con procesos demasiado complejos y pocos recursos. Una máxima que digo es que la innovación también es dejar de hacer cosas.
En el caso del marketing de la innovación me gusta trabajar con tres herramientas sencillas: el business canvas, el plan de marketing de guerrilla y el embudo de ventas. Mucho mejor que cogerte a una spin-off o a un grupo de investigación y hacerle un plan de marketing de 40 páginas que luego no van a llevar a la práctica. El ejemplo lo pongo en mi serie de posts sobre Marketing de la Innovación que retwiteásteis.
http://innolandia.es/la-necesidad-del-marketing-de-la-innovacion-ii/
Amalio
Angel:
Gracias por pasarte. No había visto estos comentarios antes, y por eso no había respondido. Me gusta tu máxima de que “la innovación también es dejar de hacer cosas”. Es tan simple como potente.
He leido tu post en el blog de innolandia, y estoy de acuerdo en que puede ser un modelo de solución bueno. Con pocas herramientas, ir la grano.
Un saludo 🙂
Ricardo_AMASTE
Menudo temita este. Creo que cuando vives y disfrutas de la complejidad, poco a poco vas sabiendo destilarla para llegar a visiones más simples y sencillas. La intuición que dice Julen, es resultado del inquieto ejercicio de análisis, de no rehuir los barrizales, sino de haber atravesado muchos. Para mi el problema es que muchas veces la realidad es demasiado simple y sencilla (las cosas están claras si quieres entenderlas) y para soportarla o tratar de transformarla, debes sumergirte en la complejidad, perderte durante ese 20% de quizá inútil tiempo que dice David, pero donde muchas veces sospecho puede que encontremos eso que hace que merezca la pena todo el esfuerzo. Complejidad y sencillez a la vez, eso es lo que hace que cada día sea más bipolar y esquizofrénico
Amalio
Richi:
Qué bueno verte por aquí, colega 🙂
Sip, es un temita, temita… La idea de “disfrutar la complejidad” me gusta, pero con la segunda parte que comentas de “aprender a destilarla”. Creo que es difícil estar instalado todo el tiempo en la complejidad. Me parece que desgasta y que paraliza. Pero igual creo eso porque soy una mente más simple.
La buena intuición es “informada”. Esa es la que me gusta. No es un ejercicio esotérico, sino el resultado de haber aprendido antes. Una vez que llegas al límite de la información de que dispones, después de preocuparte por buscarla, intentas “atar cabos” y echar mano de tu experiencia para sacar conclusiones, y dibujar hojas de ruta.
Por supuesto, Ricardo. La simplicidad no sale de mutilar sistemas, sino de comprenderlos. Por eso me parece tan importante aprender a gestionar la complejidad, y a partir de ahí simplificar las respuestas.
Un abrazo, amigo!!!
Juanjo Brizuela
Interesantísima reflexión Amalio.
No sé si tiene que ver con la idea de “simplificar” pero de un tiempo a esta parte he llegado a la conclusión que a la hora de enfocar los proyectos la pregunta clave es reconocer y compartir ambas partes “cuál es el problema a resolver”. Pôrque creo que quizá el error radica en que no se sabe, e insisto, no se comparte por “cliente” y “consultor-empresa” al mismo tiempo, el problema que tiene y que necesita una solución.
Quizá en esa inddefinición radica la situación de darle vueltas, y vueltas, y vueltas… (vaya palabro para quitar del diccionario: vamos a darle una vuelta más) y no la de decir “qué me pasa y qué puedo hacer para solucionarlo”.
Amalio
Querido Juanjo:
Se me habían pasado estos comentarios, porque entraron después de publicar nuevos posts. Pero bueno, ya estoy aquí. De acuerdo con la pregunta que propones. Hay que centrarse en el “problema a resolver”. Pero también es cierto que responder a esa pregunta no siempre es fácil, y ahí también se puede sobre-complejizar el enfoque. A veces ni el propio cliente/usuario sabe cuál es su problema.
Yo creo, honestamente, que lo de las vueltas es porque: 1) no nos atrevemos a coger el toro por los cuernos, 2) no nos gusta, 3) queremos controlar, 4) buscamos “información completa”. La solución está en HACER, y confiar también, como ha dicho Julen, en la intuición.
un abrazo
René
No voy añadir nada porque poco se puede añadir, más que felicitarte por este post excelente, en mucho de lo que comentas me e sentido reflejado como emprendedor y en muchos errores que con el tiempo aprendí a corregir a base de equivocarme e espirimentar.
Saludos.
René.
Amalio
Perdona, René, se me había pasado responder a estos comentarios.
Gracias por tus palabras. Entiendo que te sientas reflejado porque es un problema que hemos sufrido la mayoría de las personas que intentamos emprender. Y ya ni te digo los que no han pasado por esa experiencia, porque es posible que ni sepan que tienen ese “problema”.
Saludos…
dsanchezbote
Cuando estaba gestionando sistemas de información siempre le decía a mi equipo que prefería una solución buena al 80% que una perfecta en el triple de tiempo . Creo que perseguir la perfección exige desentrañar la complejidad y eso te hace meterte en bucles infinitos de reflexión y no acción pero, en mi experiencia, hay soluciones, en gran parte de las ocasiones, que no son óptimas pero sí suficientemente buenas y que se pueden encauzar más por soluciones de simplicidad. Yo cuando estaba en gestión siempre buscaba algo suficientemente bueno y rápido por encima de perfecto y desesperadamente lento.
Amalio
Así es, David. Lo de saber buscar “algo suficientemente bueno y rápido” es el meollo del buen gestor/decisor. Por eso hay ciertos perfiles de personas que no pueden asumir cargos ejecutivos, y se les da mejor trabajar en el back-office, en labores de análisis, como sugería Chris en un comentario anterior. Los “bucles infinitos de reflexión” pueden llegar a explicar buena parte de los “fracasos” inmerecidos que conozco. En cualquier caso, hay que saber calibrar el asunto, porque por ese camino corremos el riesgo de conformarnos con un solución “buena al 50%”… y ya con esos números empezamos a movernos en la simpleza.
Un saludo
chrisreunion
Entrer dans la complexité ou aller à la simplicité.. c’est une question de profils nécessaires à l’entreprise.
Etudier, analyser, aller dans le détail, parfois s’y perdre : tâches des experts
Simplifier, faire preuve d’intuition, de sens stratégique : tâche des décideurs
Effectivement, si le décideur joue à l’expert, ça coince 🙂
Amalio
Chris:
Aunque podía conformarme con una traducción “por intuición”, le pedí a un amigo me ayudara con la traducción.. La transcribo aquí para quien no sepa francés, como es mi caso:
“Entrar en la complejidad o quedarse en la simplicidad…. es una cuestion de diferentes perfiles, todos necesarios en una empresa. Estudiar, analizar, ir al detalle, perderse de vez en cuando = puntos del experto. Simplificar, intuir, tener sentido estratégico = puntos del decisor.
Efectivamente, si el decisor juega a ser experto, todo encaja :)”
Gracias, Chris, por ahí van los tiros. Un placer leerte en los dos idiomas 🙂
Entiendo que la especialización de perfiles dentro de un equipo puede ser una de las llaves. Y si como dices tenemos gente que es capaz de intercambiarse, genial!!!
Me honra saber que alguien como tú, desde una isla “perdida” del Indico, a miles de kilómetros de Málaga, sigues con tanto interés el blog…
Un abrazo 🙂
Andres Schuschny
Me da la sensación de que la simplicidad a la que te referís tiene más que ver con un acoplamiento uno-a-uno entre lo que hay que hacer, a través de la acción, valga la redundancia y la agenda mental sobre la cual el actor está montado. Muchas veces quien debería actuar se encuentra inmerso en una maraña de agendas posibles. Ejemplo: Si emprendo tal dirección concreta, descarto a tales otras, pero estas tales otras también son interesantes y tienen potencial de rentabilizar y crear ulteriores oportunidades. El tema pues radica en cómo definir las opciones pertinentes a seguir sin que ello implique una cierta sensación de pérdida de libertad frente al universo de posibilidades complementarias. Eso nos lleva a la parálisis o paradoja de la elección cuya resolución termina definiéndose a través de la procrastinación y la acción inducida por un deadline que está frente a nuestras narices… se entiede? Entonces nos enfrentamos a 2 tipos de complejidades: (1) La catástrofe de confusión que genera la paradoja de la elección y (2) la complejidad temporal, inducida por dichos deadlines…
La resolución de este dilema, como bien decís vos, es encontrar los mecanismos a partir de los cuales uno se pueda dejar llevar por el flujo circunstancial desatendiendo esa maraña de posibilidades en beneficio de la acción.
un abrazo
Andres
Amalio
Andres:
Ha sido repetir varias veces la palabra “complejidad” en una entrada, y recibir tu visita. Un placer, como siempre, porque sé que eres un experto en estos temas.
Al grano. Creo que si quieres ser ejecutivo/a, y hacer cosas de impacto, vas a sentir siempre esa “sensación de pérdida de libertad”. Eso es así porque para implicarte en algo de verdad necesitas dedicarle tiempo, mucho tiempo, que se lo quitas a otras opciones dentro de ese “universo de posibilidades complementarias”. De hecho creo que es ese el verdadero problema de quienes se embarcan en un gran proyecto, de esos que lo fagocitan todo. Y lo duro es que si no invierten la “masa crítica” de esfuerzo que ese tipo de proyectos necesita, no consiguen nada. Sip, la procrastinación es un subproducto bastante frecuente del exceso de opciones, y por eso es tan importante aprender a simplificar a tiempo, y en condiciones.
Un abrazo 🙂
Andres Schuschny
Justo hoy llegó a mi este artículo: The simplicity thesis http://kcy.me/b8i9
Más que relevante en relación a tu excelente artículo.
Un abrazo
aA.
Amalio
Andres, este articulo de Fast Company ya lo conocía. Es que esto de la “simplicidad” es algo que me interesa muchísimo porque en ella percibo grandes oportunidades. El artículo es muy bueno y recomendable. Gracias!!!
Iván
Siempre he pensado que aquello que muchas veces todo lo que es simple ( sencillo) suele ser inteligente. Son temas complejos pero muchas veces lo he visto y experimentado. Cuando ciertas personas se van por las ramas o explican/exponen de forma que solamente ellos entienden empiezo a pensar que puede ser una forma poco pråctica o no ir en el camino correcto. Creo que hay cosas complejas que son complicadas simplificar, pero pienso que debe ser un reto para tod@s llegar a la simplicidad. Una persona en San Francisco me dijo aquello de que casi siempre suele darle eso del Simple = Smart . Un abrazo Amalio y gracias por seguir haciéndome reflexionar 🙂
Amalio
Sip, Iván, así es: Simple = Smart. Lo que pasa es que “lo simple” entendido como “sencillo” suele confundirse con simplismo. Y honestamente, la línea que separa la sabia simplicidad del simplismo ignorante puede ser muy fina para quien no sepa discernir. Por eso me parece importante lo que comento de los dos pasos, de no rechazar la complejidad como fase de análisis, porque es cierto que la realidad es muy compleja, y viene bien entenderla. Ahora bien, una vez que te esfuerzas en profundizar, entonces llegas a un punto en el que si no simplificas, te pierdes en el bosque, y llegas tarde a todo. Son dos lados de una misma moneda que debe estar equilibrada… Un abrazo 🙂
Julen Iturbe-Ormaetxe
Yo introduciría otra variable: la intuición. Creo que junto a los dos pasos lógicos que comentas, hay otro asunto que minusvaloramos y que nos funciona muy bien: la intuición. Muchas veces decidimos no desde la simplificación sino desde un “algo” que no sabemos cómo explicar y que -al menos de vez en cuando- nos hacer dar con un solución bastante buena.
En su día leí cosas sobre “inteligencia intuitiva” y creo que por ahí hay todo un camino por explorar.
Por cierto, este tema que tratas es también de mis favoritos 😉
Amalio
Muy buen apunte, Julen. Totalmente de acuerdo. Me has redondeado el post.
La intuición nos ayuda un montón a torear la complejidad, y muy recomendable en momentos donde nos perdemos entre tantas opciones. Fíjate, me has dado una pista con “Inteligencia Intuitiva”, el libro de Malcolm Gladwell, que compré en su día pero que nunca leí. Lo he recuperado de la estantería a ver qué tal, y si me aporta cosas nuevas a lo que comento en la entrada. Este tema además de ser muy interesante, es pan de cada día, al menos para los que nos gusta darle muchas vueltas a las cosas 🙂