¿Qué tienen en común las personas genuinas? (post-371)
Cuenta Julen Iturbe en su post que “muchas organizaciones se deshumanizan porque no pueden aceptar ser vulnerables”, y tiene razón porque empeñarse en negar u ocultar como sea los errores y carencias las convierte en artefactos acartonados e incapaces de gestionar con naturalidad sus contradicciones.
Esa obsesión por mostrar solo lo bueno, y aparentar una seguridad exuberante, forma parte de la liturgia del liderazgo corporativo que ha impregnado los modelos de comportamiento que todavía hoy se consideran ideales por buena parte de políticos y empresarios. Y como era de esperar, esa trampa es perfectamente extrapolable a los perfiles personales, o sea, a la forma en que nos presentamos a los demás como individuos. Por ejemplo: qué contamos de nosotros (¿en reseñas, blogs y redes sociales?), cómo asimilamos las críticas que nos hacen o qué actitud adoptamos ante nuestras propias debilidades.
Pero no todas son malas noticias. Empieza a emerger con fuerza una línea de pensamiento (y de gestión) que aboga por liberarnos de esos complejos arrogantes y que nos invita con buenos argumentos a ver las imperfecciones como algo natural que no hay que ocultar, porque son una oportunidad para crecer y ser más creíbles.
El propio Julen me puso en la pista de un vídeo de TED que se publicó en 2010 pero que no conocía, y que habla sobre una investigación realizada por Brené Brown sobre qué tienen en común las “personas genuinas”. Según ese estudio, uno de los patrones más repetidos de esas personas es “el coraje” de explicar lo que son con el corazón, con sus imperfecciones y tratándose con amabilidad. La verdad es que en estos tiempos de fuegos artificiales y cultivo exacerbado de la apariencia, que la gente se atreva a presentarse tal como es, puede entenderse casi como un acto de coraje.
Otra característica de las personas genuinas, de acuerdo a Brown, es que aceptan por completo su vulnerabilidad, y “eso los hace hermosos”. He estado dándole muchas vueltas a algunas derivaciones de ese estudio, y me resultó sumamente relevador para reflexionar sobre qué tipo de persona soy yo, y cómo me trato.
Me queda claro que la vulnerabilidad no es algo necesariamente malo, sino que a menudo es un buen antídoto contra la insensatez. Además de contribuir a una sana combinación de humidad y honestidad (de esto ya hemos hablado en “Lo que Amanda Palmer aprendió en la calle”), pienso que ayuda a reconocer la vida tal como es, con toda su riqueza y complejidad. No quiero pasar por alto el impacto que suele tener en la humildad la comprensión de que somos vulnerables, porque la arrogancia (su postura contraria) es muchas veces el resultado de la falsa creencia de que controlamos todo.
Me ha parecido muy interesante lo que dice Brown de que no es posible “insensibilizarse selectivamente” porque si intentas huir o no reconocer lo que es incierto y que te hace vulnerable, estas también creando cortafuegos para disfrutar intensamente lo que te puede hacer bien de esa incertidumbre (por ejemplo, las sorpresas agradables). El desafío, por lo tanto, es reconocer las cosas como son, y que la vida tiene un espacio importante que no puedes controlar (¡¡menos mal que es así!!).
Lo que es incierto, lo es. Conviene reconocerlo, y jugar con eso. Y si lo incierto nos hace vulnerables a resultados que no nos favorecen, hay que saber que eso es parte de la vida, porque también habrán eventos dentro de esa incertidumbre que producirán el efecto contrario, el de ayudarnos.
Por eso Brown nos invita a dejar de controlar, y a contener esa fascinación que sentimos por la predicción. No digo que sea superfluo pensar sobre el futuro, e intentar comprender los posibles escenarios en los que podemos vernos insertos, pero todo eso hay que hacerlo con flexibilidad, tratándonos amablemente, y sólo en términos de probabilidades. Está claro que pretender “convertir todo lo incierto en cierto” por arte divino es una aspiración errónea, pero también sé que hay mucho negocio alrededor de esa “propuesta de valor”, y por lo tanto, una gran capacidad para hacernos creer que es posible.
Para terminar, quiero destacar que me ha encantado la conexión que establece Brown en su investigación, entre autenticidad y vulnerabilidad. Es muy inspiradora, y confirma algunas intuiciones. Su estudio sobre las “personas genuinas” me parece muy potente, y habrá que seguirle la pista porque tenemos mucho que aprender sobre eso. Con tanto marketing de alcantarilla, montajes y estrategias calculadas, admiro cada vez más a las personas auténticas. Eso incluye, por supuesto, sus defectos e imperfecciones, porque las hace más reales. Digo lo mismo de las empresas y organizaciones, siguiendo el hilo que nos trazó Julen en su post.
Nota: La imagen del post es del album de Jurvetson en Flickr
Paz Garde
Como le dije a Julen en su día. El video de Brené Brown es probablemente mi preferido. Me gusta porque es el único que he visto en el que una persona se muestra vulnerable en un momento de crisis. Hay otros videos en los que los ponentes dicen que sintieron miedo al fracaso y que fueron vulnerables, pero todos ellos a excepción de Brené Brown, después de haber logrado el éxito.
Me encanta eso que dices de que
” una línea de pensamiento (y de gestión) que aboga por liberarnos de esos complejos arrogantes y que nos invita con buenos argumentos a ver las imperfecciones como algo natural que no hay que ocultar, porque son una oportunidad para crecer y ser más creíbles ”
y no me gustaría que fuera una estrategia de marketing; ya sabes, eso que llamas montajes y estrategias calculadas, que nos muestran al mismo lobo pero esta vez con piel de cordero.
La innovación y la iniciativa tienen que ver con la vulnerabilidad, la valentía y la sinceridad. Es peligros mostrarse vulnerable en la cultura de la escasez, pero es inevitable sentirse vulnerable porque trabajas con lo incierto. Pienso que, tomar conciencia de esto, tanto a nivel personal como de forma colectiva, es un gran avance para todos.
Un abrazo
Amalio Rey
Hola, Paz:
Me alegra verte por aqui.
Es cierto, la mayoría de la gente se muestra vulnerable “a posteriori”, cuando la historia puede contarla desde el exito.
También que esto puede convertirse en una estrategia de marketing, en algo calculado, y no auténtico. Ya percibo tentaciones de ese tipo, pero es fácil darse cuenta si es un montaje, porque la vulnerabilidad honesta es algo que se expone de un modo muy característico, hay una armonía y serenidad en la postura de la persona que parece bastante complicado simular.
Un abrazo
Marta Marcos
Muy interesante me ha sido de bendición
Gracias
Pablo Rodríguez
Muy interesante, gracias por compartirlo, Amalio y Julen (y Brown).
Estoy de acuerdo con la línea que apuntáis, y creo que las personas (y organizaciones) que son capaces de reconocer sus imperfecciones o incluso sus vulnerabilidades no sólo son más genuinas y dignas de admiración, sino también más maduras.
Y al reconocer estas debilidades, establecen el primer paso para corregirlas en la medida que sea necesario (mientras que por el contrario, quien las niega sistemáticamente, corre el peligro de continuar toda su vida en esa situación). El caso de Pescanova, tan de actualidad ahora (al igual que el de Enron en su día), no es más que una negación continua de la realidad, tratando de mostrar una imagen irreal de la empresa e intentando engañar a todo el mundo.
También es destacable lo que comentas de los posibles “cisnes negros”. Por mucho que nos empeñemos en planificar (sin desdeñar la importancia de la planificación), hay aspectos que no podemos controlar o que son inesperados. Y no deberíamos rasgarnos las vestiduras o dejar de dormir por las noches.
Un abrazo
Pablo Rodríguez
Amalio Rey
Hola, Pablo:
Me alegra verte por aqui de nuevo.
De acuerdo con que evitar la “negación continua de la realidad” es un sintoma de madurez, pero también de respeto por uno mismo, y por los demás. Esa actitud-de-tortuga alcanza niveles insultantes, por ejemplo, con la forma de interpretar y explicar la realidad que practica el actual gobierno español. Lo que hace es esto: “si no lo reconozco, no existe”.
un abrazo
Peter Hodgson
Aunque esté de acuerdo con el espiritu y el tono general de este post, sí creo que hay que tener en cuenta que no todas la situaciones son iguales. El error es más fácil de asumir cuando no comporta ningún riesgo de pérdida de vidas humanas por ejemplo.
Es cierto que la carga de responabilidades serias de tipo moral y legal puede llevar a que la persona que las ostenta parezca fría, altiva o hasta paranoica pero lo cierto es la sociedad no ve con buenos ojos que se presente como vulnerable.
Es cierto que una dosis adecuada de humildad es suficiente para evitar este efecto pero nuestra sociedad, con su adulación de los ‘triunfadores’, no ve con buenos ojos a los humildes.
Un abrazo, Peter
Amalio Rey
Hola, Peter:
Bueno, el error es más fácil o más difícil de asumir en la medida que el que lo comete percibe que eso tiene un coste/castigo (punible, de prestigio o credibilidad, económico, etc.). El “riesgo de perdida” condiciona bastante el coraje de abrirse.
De todos modos, estoy convencido de que magnificamos ese riesgo porque estamos todavía atrapados por el paradigma de la opacidad y la apariencia. Creo que actuamos acordes a una foto vieja, porque la sociedad de hoy empieza a ser mas tolerante con la gente que reconoce honestamente sus vulnerabilidades. O quizas yo soy un idealista y me quiero creer eso.
Un abrazo, amigo 🙂
Raúl
Amalio me ha encantado el post, estoy a tope con muchas de las reflexiones que planteas sobre la vulnerabilidad, a la que ando intentando “querer” desde hace unos años. Te dejo aquí una cita de una escritora Mexicana que me gusto mucho:
“De ahí que la vulnerabilidad constituya la más básica y acaso la más radical de las condiciones verdaderamente humanas, y que sea imperioso no sólo reconocer esa vulnerabilidad a cada paso sino también protegerla y, aún más, mantenerla. Perpetuarla. Solo en la vulnerabilidad, en el reconocimiento de las distintas maneras en que el otro me desposee de mí, invitándome a desconocerme, se puede entender que el Yo nunca fue un principio y ni siquiera una posibilidad. En el inicio estaba el Nosotros” . Cristina Rivera Garza. Dolerse. Textos desde un país herido. 2011. Oaxaca de Juárez.
Julen Iturbe-Ormaetxe
Conste que es también humano entender que empresas o personas no quieran mostrar sus vulnerabilidades. No es fácil y requiere un mínimo marco de seguridad. Exponer vulnerabilidad humaniza y ayuda a la conexión pero también puede provocar perder en un ejercicio de competencia con quienes saben ahora de esa vulnerabilidad.
En el fondo lo que me planteo es que cada cual, desde quien es, asumirá en un grado diferente cuánta de esa vulnerabilidad transparenta.
Terreno delicado…
Amalio Rey
Julen, tu comentario da para otro post. Te confieso que después de publicar esta entrada, cuando la leí de nuevo un poco más tarde, caí en la cuenta de que debería haber añadido uno o dos párrafos para evitar que se creyera que abogo por una actitud de kamikaze o de negación de los riesgos que implica airear las vulnerabilidades. Por eso agradezco tu apunte porque me permite matizar el texto. Sería hipócrita no reconocer eso, porque soy el primero que intenta hacer una gestión prudente de cómo exponer públicamente mis miserias, tomando en consideración como bien dices la necesidad (tan humana) de armarse de un “mínimo marco de seguridad”. Dicho esto, sí que creo que:
1) hay muchas vulnerabilidades o imperfecciones que no contamos, y que se pueden contar o que incluso es bueno exponerlas (lo que propongo es que nos preguntemos como práctica habitual si de verdad tiene sentido ocultarlas),
2) hay empresas (y organizaciones) que evalúan mal la conveniencia de (no) mostrar carencias, fallos o debilidades adoptando posturas conservadoras y hasta paranoicas (o sea, están en su derecho de no “querer” exponerse más, pero en muchos casos “deberían” en beneficio de sus Stakeholders, y de su propia salud organizacional),
3) Es cierto que estamos en un brutal entorno competitivo que no entiende y castiga (en principio) las muestras de vulnerabilidad, pero eso hay que empezar a cambiarlo, y solo se conseguirá si se apuesta por la proyección auténtica como modelo alternativo (creo, sinceramente, que esta opción seduce y que lo que hoy parece muy arriesgado va a ser un vector de valor para los que se atrevan, así que también puede haber premio) = ¿por qué no pensar que siendo genuinos y transparentes (o sea, exponiendo con franqueza los fallos e imperfecciones) también se puede ganar en esa “competencia”?,
4) En cualquier caso, totalmente de acuerdo con la idea de que cada persona debe medir en qué grado está dispuesta a exponerse.
Amalio Rey
Gracias, Raul. Lo de “intentar querer” la vulnerabilidad es un empeño difícil, pero que a la larga se agradece. Se avance mucho o poco, es bueno plantearselo como propósito.
Me gusta esa idea de la escritora mexicana de que “la vulnerabilidad es la más radical de las condiciones verdaderamente humanas”. Es cierto, tiene razón.
Un saludo