Los dilemas de la transparencia (post-390)
Abrir organizaciones y practicar la transparencia es una aspiración tan saludable como espinosa. La teoría queda de cine y a ver quién es el valiente que se atreve a cuestionarla públicamente. Pero la práctica es otra cosa.
Esa disonancia (entre “querer” y “poder”) se llega a entender bien cuanto tienes responsabilidades directas en organizaciones o proyectos complejos, y te toca tomar decisiones sobre qué abrir, hasta dónde abrir y cómo hacerlo. Mientras lo digo, me viene a la memoria eso de que “la transparencia está muy bien, pero con los datos de otros” 🙁
Hoy traigo un ejemplo de los dilemas que habitualmente se encuentra un decisor que quiere apostar por la apertura. Llevo 3 proyectos en los últimos meses en los que después de realizar un estudio de diagnóstico y entregar un informe de conclusiones con las posibles mejoras que identifiqué en las organizaciones que me los encargaron, me dicen que “muy a su pesar” el informe se tiene que quedar “de consumo interno” del equipo directivo, y no puede abrirse a más capas de la organización por miedo a que el contenido se filtre externamente y sea utilizado fuera de contexto como arma arrojadiza para desacreditar el proyecto por rivales políticos que sólo buscan el “quítate tú, pa’ponerme yo”.
Este NO es un problema aislado. Hemos creado un sistema pendenciero en el que siempre hay adversarios agazapados que esperan su oportunidad para dar el zarpazo. Hacer el bien es lo de menos, ni importa el valor de las ideas, o si el proyecto vale la pena. La estrategia consiste en introducir sombras de duda, especular lo más posible para desacreditar al contrario y así poder pillar poltrona, al coste que sea.
En los tres proyectos que estoy contando, me consta que había disposición e interés por parte de los clientes de circular el informe de diagnóstico en toda la organización para generar reflexión interna y facilitar la participación; pero el miedo a que el documento se filtrara y cayera en manos de críticos destructivos o medios de prensa oportunistas era mayor. Estoy hablando de informes equilibrados, como cualquier documento escrito con sensatez, con aspectos muy favorables y algunas críticas o áreas por mejorar, pero había en ellos carnaza suficiente para poder exagerar, manipular o sacar de contexto si se quería alimentar a la bestia mediática.
Me cuesta admitirlo, pero en las situaciones a las que me refiero he terminado comprendiendo esos miedos, y también la decisión tomada. Se trataba de organizaciones grandes y con visibilidad, que están impulsando programas muy válidos, y remando contra corriente por su carácter progresista e innovador. Eso explica que sean objeto de constantes reproches por parte de grupos conservadores (con poder) que buscan cualquier pretexto para generar desgaste y desacreditarlos. Lo que era sin dudas una buena intención, difundir el documento, suponía cierto riesgo en términos de supervivencia de esos programas, dada la hostilidad con que eran escrutados.
Esta no es una mera anécdota, sino un dilema que veo en muchos sitios. Tú abres y transparentas los fallos para ser honesto y estimular la creatividad colectiva en la búsqueda de soluciones, pero ahí están los-de-siempre, esos cínicos oportunistas que pueden convertir lo que es un ejercicio higiénico en un circo mediático de destrucción.
A estas alturas lo veo claro. Siempre que hay una intención genuina de abrir empresas, partidos o proyectos, se arma la marimorena porque llegan los buitres para aprovecharse de una de nuestras mayores incoherencias como consumidores o ciudadanos: queremos honestidad, pero no toleramos los errores de otros. El fallo sale tan caro en términos mediáticos (y personales) por nuestra propia intransigencia, que al final terminamos todos jugando a los hipócritas, o sea, haciendo el paripé que todo va bien y metiendo debajo de la alfombra cualquier problema que pueda escandalizar al rebaño.
No es nada fácil gestionar ese conflicto entre querer abrir, para que salga la mierda y poder limpiarla, y el miedo a hacerlo porque tanta sinceridad sea aprovechada sin escrúpulos por las fuerzas depredadoras que este sistema alimenta. Siendo así, no me extraña que con tanto reptil suelto (y bien incentivado) e insisto, con la complicidad de nuestra propia intransigencia hacia el error ajeno, nos tachen de ingenuos a los que creemos en la transparencia radical y en lo saludable que puede ser airear nuestras propias miserias.
Jorge Martínez
Hola Buenos días
Algunas reflexiones inacabadas a raíz de tu post y de las generosas apotarciones que has generado.
Yo creo que la transparencia es mas un medio que un fin en si mismo.
En este sentido hay que ser transparente para ser cada vez mas transparentes.
Un determinado dato, información o conocimiento transparente es el resultado de una conquista a quien tiene el poder de ser opaco y hacer en esa opacidad un uso indebido por injusto o ineficiente.
El compromiso de hacer efectivo el derecho de transparencia tiene un carácter preventivo. Me recuerda a algo así como cuando Ulises se ató al mástil y ….así evitar la deriva opaca.
Por último quería incorporar que la ética de la responsabilidad nos ha enseñado que la ética de los principios, sin valorar las consecuencias de su aplicación, puede ser generador de mal.
Gracias Amalio
Jorge
Amalio Rey
Hola, Jorge:
Está bien lo de entender la transparencia como algo “preventivo” y también como un medio, un proceso. Pero es difícil obviar las consecuencias de su aplicación. La vida te obliga a ello. Gracias
Jorge Martínez
Hola Amalio
Igual no me he explicado bien ….lo que queria comentar al final de mi aportación es que hay que tener precisamente en cuenta, no obviar las consecuencias de su aplicación.
La transparencia es un medio para la confianza y hay que gestionarla. Creo que decirlo TODO, sin más reflexión, es incorrecto, de cándidos o, más bien, de perezosos. Decir la verdad (o no decirla) puede tener consecuencias buenas o malas y habrá de saberlo.
Un saludo
Iván
Como en tantas cosas en esto hay doble rasero. Muchas veces hay una mirada al exterior donde todo es bonito (internet lo facilita) y de puertas adentro la casa está sin barrer. Una de las causas que yo he visto va siempre al mismo lugar, la gente que tiene poder en la toma de decisiones. Miedo, poder, jerarquía, liderazgos dudosos y tantos otros matices van ligados a unas formas de hacer que a pesar de tintes aperuristas siguen oliendo a rancio.Gracias por las reflexiones Amalio
Amalio Rey
Si,Ivan, estamos de acuerdo con eso, pero mi post va más en otra dirección. Lo que yo pretendía era explorar las zonas grises, esos espacios donde la gente quiere abrir mas, que tiene una actitud sincera de hacerlo, pero que se encuentra con riesgos reales, con dificultades y dilemas que solo se entienden cuando uno está en su lugar. Con esto no quiero decir que debamos renunciar a luchar por la transparencia, ni mucho menos. Solo quiero describir la complejidad del problema, y con eso evitar caer en la retórica o en una postura moralizadora sin saber ponernos en las circunstancias de estas personas que tienen que decidir. Un abrazo
David Soler
Me explique mal, Amalio. Esto de escribir sin que se te vea la cara y sin usar emoticonos es lo que tiene. Esto es bueno porque sigue demostrando, una vez más, que el 1.0 es básico y que aprender a balancear tu vida online con la offline es lo mejor que te puede pasar.
Bien, no soy pesimista. Lo que sí creo es que hay un exceso de marketing, y te lo dice alguien que se dedica a ello con pasión desde hace 25 años, en todas las acciones de una empresa. Estoy segurísimo que en su fuero interno las personas quieren ser transparentes y honestas, como decía Mandela todo el mundo nace bueno, pero cuando se trata de moverse en una empresa o institución no sé por qué razón pero nos volvemos más cerrados y damos lo justo para no poder ni el control de lo que emitimos ni, mucho menos, ventajas de negocio. O sea, que el 2.0 mete presión a las empresas (y personas) para ser más transparentes, para cambiar muchas cosas pero esas mismas personas siguen regidas por aquello de “la información es poder”. Es un tema cultural.
Un ejemplo. El consumo colaborativo es una gran cosa, inmensa y fijate lo que está costando que se imponga de forma masiva a pesar de las claras ventajas que tiene. Yo siempre digo que todo lo que pasa En y Alrededor de Internet es un gran contrasentido, donde la mayoría de fortalezas son al mismo tiempo debilidades.
Pero para ser positivo, te diré que creo que las empresas, y especialmente las personas que son las que las hacen Ser, deberían preocuparse más de si mismas y menos de lo que pasa alrededor. Sin perder ojo en la competencia pero sin que se convierta en esa obsesión que ha sido durante estos últimos 30 años donde hemos aplicado el marketing en toda su extensión.
Nos queda mucho camino por recorrer. Pero todo llegará.
Amalio Rey
David, es un tema “cultural” pero sobre todo económico y socio-político. Intentamos aislarnos de la mierda, pero nos salpica, y a menudo, nos domestica. Este sistema no incentiva a ser sinceros y abiertos, sino a hacer lo que haga falta para vender, porque aqui sobrevive el que vende. Aún así, percibo que vamos dando pasitos, que empiezan a trabajar los troyanos, y que podemos ser optimistas. Un saludo 🙂
Jesús J. de Felipe
Se puede entender la paranoia de los equipos de direción que detentan algún poder inmerecido ante la transparencia y el uso hipotetíecamente tortiticero de los poderes contrarios (en este caso perversos conservadores retrógados, en otros casos perversos progrsistas de salón) de la información.
Seguramente esos directivos tienen esa paranoia irracional porque en su día accedieron al puesto que detentan del mismo modo que ahora temen hagan sus contrarios conn ellos. Puesots que tan celosamente defienden en aras de que ellos solo defienden el interés general y los contrarios no.
Se puede entender también que los consultores tengamos una tendencia natural a adaptarnos camaleónicamente a las manías y paranoias de nuestros clientes para sobrevivir y caer después en el correspondiente vicio de la autojustificación.
Pero no podemos pretender mantener al mismo tiempo el criterio de la necesidad de una participación abierta entre los diferentes agentes involucrados cuando hace falta realizar un cambio social o institucional (público o privado) que sea relevante y sostenible.
No podemos justificar la falta de un liderazgo responsable que sea capaz de asumir nuevos riesgos, incluso pérdidas personales, para poder alcanzar algo diferente y que merezca la pena.
No podemos ser cómplices en que un trabajo orientado a un objetivo social o institucional acabe siendo manipulado impunemente por una parte interesada y acabe destinado a ser un manojo de papeles cogiendo polvo en alacenas oscuras.
No es un problema de transparencia el que nos ocupa aquí, sino de falta de liderazgo y de ideas y proyectos con verdadero impacto y que merezcan la pena effectivamente ser implantados – si no fuera así para que merecería la pena tratar de ocultar esos proyectos y esas ideas de interes general y evitar su discusión incluso ante contrarios torticeros, más bien mercería la pena todo lo contrario y comunciarlo y participarlo lo más posible.
Incluso en el sector privado se discute que la competitivad no se alcanza ni se sostiene con la ocultación y reserva de un know-how o de unos procesos o de un plan estratégico, cosa cada vez más efímera, sino con una organización capaz de ir siempre un paso por delante de los que pretenden copiarte o emularte.
Amalio Rey
Gracias, Jesus, por aportar tu punto de vista. Tomo nota de tus recomendaciones. Como humilde consultor (no muy propenso a las autojustificaciones y a las complicidades insanas) sólo puedo decirte que intuyo que la realidad es más compleja, y menos rotunda, de lo que tú sugieres en tu comentario. Hay zonas grises, muchas zonas grises, con las que conviene lidear evitando entrar como elefante en chatarrería. Una opción es ignorarlas, pero yo prefiero tenerlas en consideración, porque si quiero cambiar cosas, tengo que ponerme el mono junto con los clientes. Si pretendo ir dando lecciones, me van tirar la puerta en las narices. Seguro que hay problemas de liderazgo (¿dónde no los hay?) pero sigo pensando que con eso no basta, que el contexto influye y mucho poniéndonos zancadillas en forma de dilemas como estos, con los que hay que aprender a navegar. Un saludo 🙂
David Soler
Me agota esta historia de la supuesta apertura, la viejísima RSC, el nuevo management, la cooperación y todo lo demás de las empresas porque todo no es más que una forma de “lavarse la cara” para parecer más vendibles ante los consumidores. Y el 2.0, de momento, no está significando ningún cambio de puertas adentro. Siguen igual.
Lo que sí hace el 2.0 (que me gusta poco el término, eh?) es obligarles desde fuera. Pero esto solo demuestra el viejo “la letra con sangre entra”, o sea, que a base de la presión de la gente gracias a las nuevas tecnologías y las redes, por supuesto, las empresas se abriran. Eso sí, solo las que tengan un tamaño suficiente para tener algún tipo de importancia para la masa. O sea, que en las medianas y pequeñas esto seguirá así por mucho tiempo, mi querido Amalio.
Como decimos por aquí “tot plegat, molt trist” (algo así como, todo esto es muy triste).
Amalio Rey
Hola, David:
No te falta razón aunque hay también posturas honestas, gente que quiere hacer bien las cosas, pero a las que no se les deja hacer nada. Mi percepción del 2.0 no es tan pesimista. Es una filosofía que ha influido positivamente, Pero como siempre, los verdaderos cambios no se ven tan pronto. Se están fraguando a fuego lento. Y como intento decir en el post, los primeros que tenemos que cambiar somos nosotros. Ánimo!!