¿Hablamos de «redes productivas»? (post-400)
Me ha gustado el post del amigo Bolívar: “7 reflexiones sobre Redes Productivas”. José Miguel sabe que es un tema que me mola muchísimo así que, como dicen en mi tierra, me-da-en-la-vena-del-gusto al abrir ese espacio e invitarnos a participar en la conversación.
Después de leer con atención su entrada, empecé a escribir un comentario en su blog pero me di cuenta que me estaba quedando largo, así que decidí volverme a mi casa a hacer desde aquí un meta-post (por cierto, éste es mi post Nº 400) para no abusar de su hospitalidad. Las reflexiones que hace José Miguel son interesantísimas, y me gustaría comentar algunas. No pretendo discrepar, sino generar conversación que nos ayude a aclararnos respecto de algunos puntos en los que yo mismo tengo muchas dudas.
Este debate sobre las “redes productivas” se ha dado con frecuencia en los encuentros de #Redca porque plantea un modelo alternativo de organizarse que ha estado latente siempre en el imaginario del grupo. Hace ya tiempo escribí un artículo en la web de eMOTools sobre el tema (puedes leerlo aquí: “Redes (no) empresas y sentido de pertenencia”) y que conecta en varios puntos con el hilo argumental de la entrada de José Miguel, que recomiendo que leas antes de seguir con este texto, para que encajes bien el sentido del dialogo inter-blogs que pretendo tejer.
Si bien uno comprende a qué se refiere José Miguel con “redes”, echo en falta en su post que defina mejor el apellido, eso de “productivas”, porque creo que ahí está la gran diferencia, y donde más podemos enriquecer ahora el análisis. Tengo la sensación, al leer el post, que está comparando “redes” en general con estructuras de “no-red”, pero el factor “productivas” merecería una mayor atención. Por ejemplo: ¿qué diferencias hay entre una “red” cualquiera, y una “red productiva”?
En mi humilde opinión, hablar de “redes productivas” significa que estamos en presencia de una red que trabaja proyectos que tienen unos objetivos y unos plazos determinados. No es una mera “red de conocimiento”, sino un modelo reticular (no orgánico) en el que hay que conseguir unos resultados tangibles dentro de unos márgenes de costes viables/sostenibles. OJO, lo de “productiva” no implica necesariamente que hay producción material, ni siquiera que tiene que ser lucrativa; sino que hay que generar unos resultados concretos y sujetos a unas restricciones (plazos, costes, calidades) marcadas en parte por agentes externos, que pueden ser clientes empresariales, agentes sociales o colectivos de ciudadanos que esperan beneficiarse del resultado del proyecto.
Ese escenario, que se da tanto en la vida real (sobre todo en la profesional), introduce una tensión singular en el funcionamiento de cualquier red, y ese efecto es el que para mí tiene el mayor interés por lo que puede modificar la naturaleza de interacción entre sus miembros. Diré más. Después de varias experiencias (buenas y malas) que he tenido, me atrevo a decir que hay casi tantas diferencias entre una “red productiva” y una “red laxa” (por ejemplo, de conocimiento) que entre ésta y una estructura de no-red.
Eso es así porque no es para nada lo mismo juntarse en “red” para hablar de pájaros y flores, para pasarlo bien mientras se aprende de forma relajada, en un contexto donde no hay ninguna presión de resultados, que cuando se crean lo que Yochai Benkler llama “Comunidades de Producción” (“Collaborative Models of Production”), donde hay que aportar valor tangible, producir dentro una margen razonable de eficiencia (agilidad), y satisfacer a los clientes o colectivos para los que se trabaja. Como ves, me interesa mucho introducir ese atributo de complejidad añadida, para romper con esa imagen tan idílica y edulcorada que algunos transmiten cuando hablan de “redes”, y que a mí me obliga casi siempre a preguntar: ¿Oye, pero de qué tipo de red me hablas?
Hay otra variable que vale la pena manejar en este debate, porque también puede condicionar la 4ta reflexión de José Miguel que se refiere a la relación entre “proyecto” y “estructura”: ¿Hablamos de “redes productivas ESTABLES”? Quiero decir, de un grupo de profesionales que cultivan una relación continuada en el tiempo. O estamos hablando de (como las llamaba María Jesús) “empresas-a-lo-Hollywood”, donde la gente se junta sólo para un proyecto y una vez terminado, a otra cosa mariposa. Este no es un tema nada baladí porque incide en la delicada necesidad (o no) de generar una “estructura inter-proyectos”.
En esa línea estoy en parte de acuerdo con José Miguel con que los proyectos, como espacio de juego, ganan en relevancia en el tipo de redes que él describe; pero intuyo que si una red además de “productiva” tiene intención de ser “estable”, va a necesitar una estructura que trascienda los proyectos, una suerte de “plataforma multi-proyectos”, que me imagino como una especie de bus de ordenador con conectores, slots o ranuras de expansión donde se van alojando las tarjetas de expansión, que son los proyectos. Esa “plataforma” llevaría acuñado un determinado diseño-de-red, unas reglas de juego consensuadas por los socios, y que como tal siempre implican convertir ciertas variables en constantes, o sea, algún grado de rigidez (de gestión) del que no se puede prescindir si el modelo aspira a tener alguna identidad y funcionar dentro de unos márgenes de eficiencia aceptables.
Quería hacer otro comentario respecto de la 6ta reflexión de José Miguel. No veo clara la diferencia, a los efectos prácticos, entre decidir “por consenso” y “por consentimiento”. El segundo camino, que él dice que singulariza a las redes, implica algo así como: “consiento que alguien obre en mi nombre en X términos”, pero yo no veo diferencias reales entre eso y el “consenso” porque en la práctica “consentir” es aceptar que una decisión siga su curso (incluso dejando claro que no es la mejor decisión para uno).
No hablo de eso por provocar una inútil discrepancia semántica. Lo verdaderamente interesante de la reflexión de José Miguel es que la premisa de organización “productiva”, que para mí se da en ambos casos por igual, es que se necesitan todos los votos para que siga algo adelante (se “apruebe” vía consenso o se “consienta” vía consentimiento), y eso es algo que podríamos discutir bastante por el impacto que tiene en la agilidad y capacidad de respuesta de una red que se dice “productiva”. En otras palabras, me parece algo bonito y constructivo, pero opino que en la realidad eso tiene muchas pegas.
Vale, sé que decimos mucho que la “confianza intermodal” (un palabro que me acabo de inventar, y que podríamos añadir al modelo de Bolívar porque tiene algo que ver con lo de la “dimensión humana” pero es algo más que eso) ayuda a superar esas tensiones, pero todo depende de lo que esté en juego en cada decisión. Mi formula, en cambio, es esta: se debe “tender al consenso” pero agotadas unas circunstancias o plazos bien delimitados hay que ir al “voto razonado”, para que no se castigue la agilidad (o si lo prefieres, la “productividad”) de esa red.
La quinta reflexión del post de José Miguel, que relaciona eficacia de una red y grado de cohesión entre sus nodos, merece un análisis más mesurado. Estando en parte de acuerdo con el espíritu de lo que transmite, yo cambiaría varias cosas en la fórmula que él utiliza, pero es algo que mejor lo converso en privado, por prudencia y porque este post ya está quedando demasiado largo.
Venga, anímate a participar en esta conversación, bien en el blog de Bolívar, en este o en el tuyo, si quieres sumarte.
Alicia Pomares
Hola Amalio,
Bueno tu post, muy de acuerdo en casi todo. Por la experiencia que yo tengo en comunidades que habitan en redes sociales, he vivido comunidades de todo tipo y con diferentes objetivos, y tan eficaz pueden ser las que hablan de flores y pájaros (si es que ese es su objetivo) como las productivas, si bien es verdad que las productivas suelen durar más en el tiempo porque el hecho de trabajar para obtener resultados concretos, implica más a las personas de la comunidad. En definitiva, son más útiles y por ello consiguen mayor participación y entusiasmo.
Una buena parte de las comunidades (bien gestionadas) que empiezan hablando sel sexo de los ángeles, acaban conviertiéndose en productivas.
Pero, como tu dices, este tema da para seguir escribiendo …. seguiré comentando en un post.
Gracias por la invitación
Alicia
Amalio Rey
Hola, Alicia:
Gracias por pasarte. Me alegra verte por casa.
Sip, las «productivas» exigen más implicación y sistematicidad. Hay que «gestionarlas» más que las de «pajaros y flores». También, desde mi experiencia, generan más tensiones que hay que saber canalizar.
Es cierto que hay comunidades que empiezan por el sexo de los angeles y terminan centrándose en proyectos con impacto. Ocurre también al revés. Esa evolución viene acompañada habitualmente de un proceso de «selección natural» de los miembros, en el que la gente que no está interesada en ir más allá de socializar va quitandose del medio, y solo se quedan los que ven que el proyecto algún interés y están dispuestos a dedicarle tiempo. Hay que aprender a asumir con naturalidad esa especie de «embudo participativo». No conviene hacer drama de eso.
Seguimos la conversación. Te leeré en el blog 🙂