El nuevo pensamiento único o la letanía del funcionario como opción acomodada (post-528)

Ayer leía un tuit de José Alcántara quejándose de que “funcionarios adoctrinan a sus alumnos a ser funcionarios como la opción ideal”. A José le molestaba que en un texto de 4º de ESO se dijera esto respecto de la estabilidad de ingresos: “La estabilidad laboral suele ser un factor de primer orden y en ese sentido lo ideal es ser funcionario, pero no todos podemos acceder a la función pública que, además, está lejos de ser el empleo mejor remunerado”:
Funcionarios doctrinales https://t.co/QLBZu4nZRK Funcionarios enseñando a sus alumnos a ser funconarios, ¿quién se sorprende? https://t.co/2pYZQthKro
— Jose Alcántara (@versvs) 14 de febrero de 2017
Tuvimos un ameno intercambio de tuits sobre el tema, y por ser justo y contar la historia completa, me insistía José (un tío sensato que siempre aporta buenos argumentos) que ser funcionario “no es la única opción, mucho menos es ideal”, y que reconociendo que “la función pública es tan necesaria como respetable”, lo que él critica es que se enseñe que es lo único o mejor “porque en términos sociales dista de ser ideal que una mayoría inmensa no se plantee otra cosa”.
Estoy de acuerdo con él en que adoctrinar sobre cuál es la opción “ideal” es meterse en charcos peligrosos, pero no tengo la percepción de que hoy se enseñe a ser funcionario/as, ni tampoco que la inmensa mayoría de la ciudadanía se esté planteando eso por adoctrinamiento educativo. Más bien lo contrario, que se está instalando un discurso interesado que busca devaluar la opción laboral de trabajar en lo público. A mí lo de que se adoctrina para ser funcionarios me parece un mito fabricado por (el otro) Pensamiento Único, el que defiende que la adrenalina de la montaña rusa emprendedora es un ideal en la vida. A estos últimos les voy a dedicar este post, y que conste que lo que escribo a partir de ahora no va con José.
Lo primero que voy a decir es que me resulta cansina la letanía de describir al funcionariado como un opción laboral acomodada. Esto es algo que se transmite cada vez más en el mensaje de las redes y desde la prensa liberal más recalcitrante, que está en auge.
No entiendo la manía de cierta gente de que todo el mundo debe tener la misma baja aversión al riesgo que (teóricamente) tienen ellos. La estabilidad (de ingresos o de todo) es una aspiración tan legítima como la de querer comerse el mundo. Cada uno tiene derecho a darle a la estabilidad el valor que quiera en su escala de prioridades, y con eso hacer lo que le plazca. No somos nadie para juzgar de acomodados, o de poco ambiciosos, a quienes quieran tener un trabajo estable o “seguro” en el tiempo. Que daño ha hecho, y está haciendo, el Síndrome de Silicon Valley, por favor.
Que a alguien le guste tener un trabajo estable no significa que sea un/a aburrido/a o que no tenga aspiraciones. Me consta que las personas pueden querer tener un trabajo estable, bajo control, y canalizar su adrenalina y espíritu de cambio en otros ámbitos de la vida. Eso es perfectamente legítimo.
Por otra parte, y esto lo reconocía el texto citado en el tuit, lo/as funcionario/as hacen un tradeoff porque no ganan en todo. Compran estabilidad a cambio de sacrificar su techo de ingresos, que tiene habitualmente bajas expectativas de mejorar. Más estabilidad a cambio de ingresos contenidos, ¿qué tiene de malo eso como opción de vida?
Si usted no desea esa vida, pues no la elija. Si usted quiere vivir en la montaña rusa del emprendimiento, hágalo, y está en su pleno derecho de que no se le critique. E incluso, si lo hace bien, que se le felicite. Pero seamos honestos, la aventura emprendedora tampoco es un ideal. Rectifico, es casi siempre un camino duro que sólo puede aguantar una minoría. Ya he contado en otra ocasión lo que se siente cuando descubres lo bueno de tener un jefe o también cuando parecen decirte desde el gobierno: «Hazte emprendedor, o jódete«.
¿Tener un trabajo estable, y seguro, significa que usted se va a acomodar y no se va a tomar en serio su trabajo? Pues no necesariamente. ¿Que a la gente le guste la estabilidad implica que no le apetece innovar en lo que hace? Nop, tampoco es así. Si el sistema permite eso, entonces demande al sistema para que exija (y motive) más al servidor público, pero el problema no está en el funcionariado como figura genérica.
Después de haber trabajado mucho para empresas privadas, en los últimos tiempos estoy haciendo bastantes proyectos en entidades públicas. No quiero parecer demagógico en mi defensa del funcionariado, pero sé que en el ámbito público hay una gran variedad de actitudes ante el trabajo. Los hay holgazanes y los hay currantes a tope. Como en la empresa privada, vaya. He conocido a muchos funcionarios que trabajan bajo bastante presión, y no piden a cambio que se les pague más por eso. La presión del día a día en el trabajo es una sensación que se da mucho más de lo que se cree en las unidades de servicio de la Administración.
Esto sin entrar en el debate ideológico de si es bueno o no que haya un potente sector público, que es algo que muchas veces está en el trasfondo de la guerra contra ser funcionario/as. Vaya por delante que yo estoy a favor de un sector público vigoroso y de calidad (o sea, eficaz y eficiente) para determinados ámbitos. Sobre todo para los servicios básicos y cualquier actividad que demande inclusión social e igualdad de oportunidades, que no son pocas.
¿El sistema puede sostener la estabilidad de los funcionarios? Estoy convencido de que sí puede, pero necesita coherencia presupuestaria y énfasis en lo social. ¿El sistema debería «garantizar» esa estabilidad por ley bajo cualquier circunstancia? Pues mira, esa es otra discusión. Creo que efectivamente hay gente que abusa de esa seguridad y el sistema debería disponer de recursos más flexibles para castigar esos comportamientos. Pero ese es otro debate. Estoy de acuerdo con que hay que abrir y transparentar el modelo, conectarlo más con la sociedad, fomentar nuevas motivaciones, y estimular una genuina vocación publica. Todo eso se puede hacer porque, insisto, los fallos de lo público no obedecen a una incompatibilidad estructural con la innovación. Es más, siempre he pensado que no hay mejor sitio para innovar con significado que en lo público.
También tenemos la otra matraca de la sociedad liquida, y el mito de la movilidad como ideal universal. A ver cómo lo digo alto y claro: ¡¡El que quiera (y pueda) que se quede toda su vida en su pueblo y no cambie jamás de trabajo!! ¿se pierde muchas cosas? Pues oye, se perderá unas y ganara otras. El que se lo pasa corriendo todo el tiempo de un sitio a otro también se pierde muchas por falta de arraigo, relaciones superficiales, o estrés continuo. Conozco a personas, con nombres y apellidos, que llevan 30 años trabajando en el mismo sitio, y viviendo en el mismo lugar, que tienen una vida probablemente más rica que la mía, que he sido un nómada.
Hay que respetar las escalas de prioridades de la gente. No existe un patrón único de lo que es la vida ideal. Dejemos por una vez las tiranías. Más todavía cuando el pensamiento único conecta con las modas (vida líquida, knowmad, movilidad, baja aversión al riesgo, minijobs, trabajos breves, glamour emprendedor, etc.) porque entra mejor y la gente lo aplaude sin saber bien qué aplaude. Pero no porque vaya a favor de lo cool deja de ser pensamiento único. Viva la diversidad. Que cada uno intente ser feliz como quiera y pueda… siendo funcionario/a, emprendedor/a o como le dé la gana. Y lo que es más importante, en el sistema debería caber toda esa diversidad. Si no es así, algo estaremos haciendo mal.
David Soler
Amalio
Completamente de acuerdo. Es como lo de ir a la Universidad. Ahora que estoy en proceso de búsqueda de colegio para mi hijo me gustó mucho ir a una escuela y que la Jefa de Estudios me dijera: no todos los niños de la clase van a ir a la universidad, lo importante es encontrar en cada uno de ellos que se les da mejor para que se enfoquen en eso. Y ahí me convenció que esa era la escuela que necesita.
Nuestra generación ya vivió eso de «lo que hay que hacer», no cometamos el mismo error.
¡Gracias!
Amalio Rey
Gracias a ti, David!!!
Mira que es dificil que la gente entienda de verdad lo que significa la diversidad.
Un abrazo
Eximius
Hay un elemento importante en el tradeoff que no ha sido mencionado, y que puede tener que ver con la elección por parte de algunos individuos e individuas.
La función pública, a partir de un cierto nivel, ostenta y ejerce el PODER:
Sin embargo, en lo privado, los cientos de mecanismos implantados en los últimos años como consecuencia de los abusos, en formas de Leyes, codigos de conducta, controllers, auditores internos y externos, Comisiones, Organos de contratación, etc., rastreos aleatorios de mails y llamadas), han despojado a los directivos de un nivel equivalente de poder, sobre todo en las grandes (IBEX 35) y medias compañías.
Y en las pequeñas, el poder es pequeñito, por lo que no «pone» tanto.
Amalio Rey
Sip, Eximius, esa es una matización a tener cuenta. Puede explicar que haya personas ocupando altos puestos en la Admon. que no teniendo una genuina vocación publica (los hay tambien), prefieran quedarse en la Admon. donde cobran menos que si se fueran a la empresa privada. Los altos cargos, los «de confianza» no tienen la estabilidad de un funcionario de carrera, pero el tradeoff, como dices, puede darse porque sacrifican salario a cambio de poder, que por cierto, despues se puede traducir en más salarios privados (cuando abandonan lo público). Pero en este caso hablamos solo de aquellos que asumen responsabilidades públicas sin una verdadera vocación, que yo creo que lamentablemente son unos cuantos 🙁
Alorza
Cortapego y adapto algunas de las reflexiones que han surgido sobre este post en un hilo de Facebook, para que no se pierdan.
Buena reflexión, Amalio. Estoy de acuerdo.
Ahora bien, no hagas mucho hincapié en el tradeoff, porque algunos cuerpos ganan su buen dinerito, especialmente en mi Euskadi.
G.Vasco, desde los 24.000 del ordenanza hasta los 66.000 del de mayor rango, supongo que sin trienios y otras zarandajas.
Hablo de sueldos sólo para matizar esa idea ingenua -y negativa- de que de alguna forma el funcionario ha negociado trabajar poco y ganar poco. Ni una cosa, ni otra.
Abundando en el tema. Hay ciertos colectivos de funcionarios que han interiorizado la idea de «trabajo poco porque cobro poco» (independientemente de que luego no trabajen poco).
Recuerdo un encuentro con un compañero de carrera, en una época en la que yo era senior de una consultora grandecita. Él, profesor de la ESO. Me decía «yo vivo bien, pero claro a ti te pagan una pasta». Yo le dije, «te cambio la nómina a ciegas». Comparamos. Él cobraba un 30% más.
Un año después estuve con otros 2 docentes de la ESO, dos personas muy inteligentes. Afirmaban, contra viento y marea, que ellos trabajaban pocas horas al año porque les pagaban la mitad de lo que les correspondía. Yo les aclaré que el doble de su salario equivalía al del Lehendakari, La reacción fue casi violenta, le hubiera encantado a Festinger.
Por eso me parece tan peligrosa la idea del tradeoff. Prefiero el orgullo del servicio público y del trabajo bien hecho. Y del tiempo libre para llevar una buena vida o una vida buena.
Amalio Rey García: Alberto, lo del «tradeoff» no puede ser peligroso a menos que no sea verdad, que es lo que parece, y me hiciste ver. Porque si fuera verdad, y la estabilidad fuera un incentivo que busca la gente a cambio de cobrar menos, ¿dónde estaría el problema? Ya expliqué en el post que por el hecho de buscar estabilidad (entre otras cosas), no puede suponerse que la gente se va a acomodar. Tampoco se puede dar por hecho, como tú mismo decías, que cobrar menos significa trabajar menos. Yo pensaba que el tradeoff era así, y parece que en algunos puestos lo es, pero no como yo creía. Por supuesto que es preferible la «vocación publica» y «el orgullo por el trabajo bien hecho», pero: ¿cómo mides eso como filtro para entrar (y permanecer) en la administración? Es un atributo deseable, que hay que perseguir, pero en combinación con otras ventajas. No vale solo con eso, e intuyo que lo sabes. Por debajo de ese orgullo hay ventajas y contextos objetivos que también influyen, y mucho, en que una persona termine decidiendo donde quiere trabajar 🙂
Estoy de acuerdo. Lo que es peligrosa es la idea de que los funcionarios curran poco (cosa que es mentira) porque ganan poco (cosa que no suele ser verdad). La reducción de jornada voluntaria sí sería un tradeoff decente.
ana
Soy Directora de personal en la administración y me ha gustado tu artículo, pero me gustaria aportar unas cuantas ideas. Cuando denigramos a los funcionarios y a los políticos nos estámos haciendo una daño enorme a todos. Los mejores deberian gestionar lo público porque es lo que pagamos todos y a todos nos afecta. Sin embargo a la hora de conseguir gente con talento que quiera mejorar y cambiar el mundo, ¿nuestro unico aliciente es ofrecer in salario seguro.?.. Lo público es tan interesante como lo privado. Gestionamos los retos del futuro. En un momento en que el estado del bienestar está amenazado.Nos urge que vengan los mejores. Estos estereotipos nos hacen daño.
La estabilidad en el empleo tiene un sentido.Nace para lograr unos profesionales que trabajen para los intereses públicos de manera neutral, desvinculada de un partido. Profesionales de lo público. Y eso es necesario. Cortemos los abusos que son una minoría. Pero sin talar el arbol.
Amalio Rey
Ana: Gracias por tu comentario. «Los mejores deberían trabajar en lo público» y lo suscribo. En cuanto a la matización que haces, no puedo estar más de acuerdo, lo que pasa es que no sería realista dejar de reconocer que la estabilidad es un incentivo más que atrae a lo público. Lo que pasa es que, como dices, no debería ser en ningun caso el único. Por eso insisto tanto en el post de que hay que desarrollar la «vocación pública», que si vienen los mejores, que sean aquellos que crean en el sentido que tiene ser un servidor público. Ese es un valor genuino y sostenible, el más legítimo de todos. Y yo creo que esa vocación se puede impulsar, se puede invertir en ella, pero no se ha sabido hacer bien. Eso es así porque a veces los que tienen que diseñar e implementar políticas para eso tampoco tienen «vocación pública».
Manel
Suscribo todas las ideas que desarrollas en este post y me encanta cómo lo has titulado, porque realmente se trata de una letanía superficial y pesada que solo aporta opacidad donde pretende dar luz.
Trabajo muchísimo en el sector público, lo conozco y tengo la experiencia suficiente como para afirmar rotundamente que la inmensa mayoría de las personas con las que colaboro son unos profesionales excelentes, responsables y comprometidos con su trabajo, que buscan la manera de hacer las cosas lo mejor posible dentro del marco cultural corporativo de la organización a la que pertenecen. ¿Qué en todos los lugares cuecen habas? Es posible, pero no sólo en lo público. La estabilidad laboral que ofrece el sector público no justifica la mirada [envidiosa?] tópica que se le proyecta desde otros ámbitos más inestables.
Y totalmente de acuerdo, con la idealización de la aventura emprendedora, para mí un espejismo más de esta cultura neoliberal que busca desentenderse de las personas al mismo tiempo que sigue nutriéndose de lo que recauda de ellas sin ofrecer nada a cambio. Además, como bien dices, emprender requiere cierto grado de vocación para desarrollar fondo y poder seguir el ritmo.
Un abrazo, Amalio!
Amalio Rey
Gracias, Manel. Sé que trabajas bastante con la Admón Publica, y conoces de cerca el esfuerzo que se hace desde alli para innovar. Como bien dices, en todos los sitios se cuecen habas, pero los estereotipos hacen mucho daño. También es cierto que hay en algunos esa mirada «envidiosa» que explica tanta beligerancia.
¡¡seguimos!! un abrazo
Iñaki Ortiz
Respondo como funcionario y como ciudadano:
1. ¿Que hay funcionarios porque hay emprendedores? ¿Que los funcionarios son (somos) funcionarios a costa de los que no lo son?
Planteamiento desenfocado. No hay funcionarios porque haya emprendedores u otro tipo de empleados en el sector privado. Hay funcionarios porque una mayoría social ha determinado que haya unos servicios públicos de sanidad, educación, justicia, policía, etc. que sean prestados por el sector público. Y las personas que prestan esos servicios son funcionarios, aunque también pueden ser empleados públicos sujetos al régimen laboral. Si no queremos que haya un sistema público de salud o una educación pública, es muy fácil, se deja todo en manos del sector privado y ya está. Pero, de momento, no parece que esa sea la voluntad de la mayoría social de este país. Aunque, tiempo al tiempo.
Y donde se te ha ido la mano es en lo de «vivir a costa de». Yo no vivo a costa de, vivo de mi trabajo, igual que tú (supongo). O ¿qué pasa?, ¿que un médico o un maestro de la pública no se ganan el sueldo que cobran? No viven a costa de nadie, viven de un sueldo que cobran por un trabajo que realizan, que alguien ha decidido que es socialmente deseable.
2. ¿Que no podríamos ser todos funcionarios?
Falso. Podríamos ser todos funcionarios. Ha habido países en los que no había sector privado y han funcionado, con sus más y sus menos. Y, desde mi punto de vista, la experiencia podía haber funcionado mejor de lo que lo hizo si se hubiera gestionado mejor, pero éste ya es otro debate.
Más me cuesta imaginar un país sin funcionarios, en el que la sanidad, la policía, la educación, la justicia, etc. fueran privadas. Bueno, sí me lo imagino, pero no me gusta lo que imagino. Creo que el sector público y el privado pueden convivir en un modelo deseable, que el Estado y el mercado tienen su papel, pero ambos requieren funcionar de acuerdo a unos principios y unas normas.
3. Funcionarios vs. emprendedores. ¿Este es el debate interesante?
Con todo, en mi opinión este no es el debate interesante. No me importa tanto que alguien trabaje en el sector público o en el privado, sino el valor social que aporta. Es decir, no me interesa un emprendedor que explota a los trabajadores, contamina el medio ambiente, engaña a los consumidores, etc. Según mi criterio, no es emprendedor de éxito el que se enriquece explotando a los proveedores, empleando mano de obra infantil en países pobres, etc., por mucho que pueda ser uno de los hombres más ricos del mundo. Igual que no me interesa un funcionario vago, que se escaquea y que sí vive «a costa de».
Sin embargo, me interesa mucho en el emprendizaje social, el de las personas que aspiran a ganarse la vida realizando funciones socialmente necesarias. Y creo que es un sector emergente en el que cada vez hay más experiencias de éxito. Hay están, por ejemplo, la banca ética, las cooperativas de energías renovables, etc.
Por otro lado, hay que ser cautos cuando hablamos de emprendedores en un país donde los sectores que más pasta mueven, como la banca, la energía, la telefonía, están absolutamente regulados, se reparten una pasta gansa jugando con cartas marcadas y, por si fuera poco, si les sale mal el negocio les pagamos el pufo entre todos.
Hay emprendedores que han hecho más daño a este país que todos los funcionarios vagos juntos.
Otro matiz, en el sector privado no todos son emprendedores. No hay tanta diferencia entre un funcionario y un empleado de una gran empresa, por ejemplo, de esos sectores que he citado antes.
Sí hay más diferencia entre los directivos de la administración pública y los de las empresas del IBEX, por lo menos en el sueldo.
En resumen, no me importa tanto que la actividad sea pública o privada, sino los valores que la sustentan y el valor social que aporta.
Raúl Hernández González
Al margen de que el texto de origen tenía su matiz (no había «adoctrinamiento» desde mi punto de vista, si no pura constatación: «si quieres estabilidad en los ingresos, la opción del funcionario es la ideal». Realidad pura y dura, porque hablaba de una situación condicional), estoy en general de acuerdo con lo que planteas en cuanto a diversidad de opciones, potenciales mejoras en la eficiencia de la función pública, etc.
Mi única pega al concepto de funcionario (que puede tener su raíz ideológica, aunque creo que no 100%) es que la estabilidad del funcionario es a costa de la inestabilidad de los demás. Es decir, la estabilidad del funcionario (y en parte su «impunidad», o su protección ante los avatares de la realidad) se sostiene sobre la base de unos ingresos públicos, derivados de impuestos a quienes asumen riesgos/esfuerzos «porque no les queda otra». Y en ese sentido me parece una opción «trucada».
Tengo un amigo funcionario que, siempre que sale esta conversación, me dice «pues sácate tú la oposición y deja de dar la lata». Y en parte tiene razón. Pero lo cierto es que no es planteable un escenario donde «todos somos funcionarios» (como, extrapolando la idea, no es planteable un escenario donde todos «vivamos de la renta básica»… porque alguien tendrá que generarla).
En última instancia, tu alegato de «que cada uno sea como quiera» me parece muy defendible… solo que los funcionarios son funcionarios a costa de los que no lo son, y entonces ya no es una simple cuestión de «elegir la opción de vida que cada uno quiera y asumir las consecuencias», porque parte de las consecuencias de «ser funcionario» que elige otro las asumo yo.
Lo dicho, asumo parte de la carga ideológica que puede haber en mi razonamiento. Pero creo que el planteamiento de «que cada uno elija lo que quiera» no está completo sin este matiz.
Amalio Rey
Te respondo, Raul, a las cuestiones que comentas:
1) Sip, el texto tenía ese matiz que indicas. No era adoctrinamiento.
2) Hay un trasfondo ideológico en todo esto y es sensato de tu parte que lo reconozcas (como he hecho yo), pero efectivamente, no es la única explicación.
3) ¿Por qué “la estabilidad del funcionario es a costa de la inestabilidad de los demás”? A ver cómo me explicas eso. Creo que la Admón. Pública tiene menos empleados de los que tiene que tener. Hay un déficit de personal en el sector público (esta es una premisa para entender todo lo demás, y por eso te decía que hay un trasfondo ideológico). No se está protegiendo un empleo público más de lo que hace falta. El que está empleado, se necesita. Y necesitamos más. Así que pregunto: ¿cómo se convierte el coste de la estabilidad de lo público en inestabilidad de los demás? ¿Cuál es el razonamiento que demuestra que “los funcionarios son funcionarios a costa de los que no lo son”? No lo pillo 🙁 ¿a través de un exceso de impuestos, tal vez? Nop, porque ya he dicho que necesitamos tener esos empleados públicos. Si los necesitamos, da lo mismo que estén ahí siempre. Otra cosa es que esa “seguridad” genere comportamientos de acomodamiento en algunos, pero eso es algo que tenemos que discutir dentro de la propia Administración, en el diseño del sistema, pero no se traslada a más inestabilidad en los demás. No acabo de ver la conexión o igual me estoy perdiendo algo. Los demás viven en un entorno laboral inestable porque el sistema lo fomenta y le conviene. Pero no es el efecto de la estabilidad del funcionario.
4) Es más, si queremos ponernos finos con los argumentos te diría que al gobierno (y a los contribuyentes) le sale más barato tener funcionarios gracias a que les ofrece estabilidad. Si quitas esa variable de la ecuación, y echas al trabajador público a la jungla laboral del sálvese quien pueda, es bastante probable que al final terminaríamos pagando mucho más impuestos para financiar los servicios públicos. A cambio de esa estabilidad, los funcionarios ofrecen muchas otras cosas que vienen bien al servicio público.
5) Tu amigo tiene razón: «pues sácate tú la oposición y deja de dar la lata».
6) No hace falta que «todos seamos funcionarios», ¿quién lo ha dicho?, porque entonces volveríamos al escenario del pensamiento único que me estoy cuestionando. Lo deseable es la diversidad, para que cada cual se acomode al ratio riesgo/rendimiento que más se ajuste a su personalidad. Ni todos podemos ser funcionarios, ni todos emprendedores.
Raúl Hernández González
Al punto 3: si se pagan impuestos es fundamentalmente porque hay una actividad económica, basada en la asunción de riesgos y la competencia en el mercado de empresarios y profesionales en el sector privado. Gracias a eso se sostiene el sector público. Esa asunción de riesgos y esa competencia (de la que los funcionarios quedan exentos) es la que provoca inestabilidad, y es sobre la que se basan los ingresos públicos. No es que haya una relación de causalidad, pero son fenómenos que suceden a la vez.
Al punto 6: no digo que «todos seamos funcionarios». Digo (enlazando con el argumento anterior) que eso sería insostenible. Que para que pueda haber funcionarios tiene que haber (a la fuerza, nos guste más o nos guste menos) de los otros.
¿Que hay menos empleados públicos de los que debería haber? Bueno, supongo que en eso cada uno tiene su opinión. Imagino que en determinadas funciones igual faltan, pero también miro alrededor y veo muchos organismos y funciones públicas (con su correspondiente cuota de empleados) que francamente no sé muy bien qué hacen. Quizás habría que empezar por definir «qué debe hacer la Administración Pública», y dentro de eso «qué tiene sentido hacerse con empleado público y qué tiene sentido contratar», y a partir de ahí empezar a ver qué hace falta y qué sobra.
En este sentido, incluso si aceptásemos la tesis de que «los servicios prestados por la Administración son más baratos» (que creo que tiene argumentos de ida y de vuelta, no seré yo quien simplifique aquí), también es verdad que su «estabilidad» supone también un notable grado de rigidez.
Amalio Rey
Bueno, Raúl, para que haya una actividad económica, empresarios y profesionales, que puedan hacer medianamente bien su trabajo, hace falta un sector público que redistribuya ingresos y que asegure unos márgenes dignos de salud, educación y seguridad para todos. Cuando eso falta, todo se pervierte y se pudre.
La desigualdad que genera el laissez faire y la mano invisible produce violencia, fricciones sociales, precaria educación y muchos más males que harían imposible que haya una actividad económica saludable. Así que gracias a eso, a la labor de redistribución de ingresos y de acceso a servicios básicos que hace el sector público, existe el sector privado.
Por otra parte, no acabas de darme razones convincentes para demostrar esa afirmación, que vuelves a repetir, de que “porque lo funcionarios no asumen riegos, ni competencia, eso provoca inestabilidad”. No lo pillo. No me entero. Raúl, ¿dónde está la relación causa-efecto?. Además… ¿qué es eso de que son “dos fenómenos que suceden a la vez”? ¿qué demuestra eso? Seamos serios con los argumentos porque bien sabes que correlación no implica causalidad. Si no hay una relación de causalidad, ¿cómo puedes afirmar lo que afirmas con tanta rotundidad?
Claro que sería insostenible que “todos seamos funcionarios”. También lo sería que “todos seamos emprendedores”. Eso sería una agonía y una imposición. Por eso vuelvo a insistir que lo que funciona es la diversidad. Pero además, no tiene mucho sentido discutir eso porque no tiene nada que ver con mi reclamo de que cada uno intente ser lo que quiere/puede con arreglo a su personalidad porque resulta que todos somos muy diferentes, lo que significa que todos no vamos a querer ser funcionarios.
Que hay menos empleados públicos de los que debería haber no es una suposición, es una evidencia. Supongo que has oído hablar de las dificultades que hay en la educación y en la salud para dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. Aulas con más alumnos de las que deberían, hospitales que no abren o que tienen servicios cerrados porque falta personal, el sistema judicial pidiendo a gritos más jueces y asistentes para recortar los plazos que hoy son inaceptables, el personal sanitario estresado porque no da abasto, o gestiones administrativas que se retrasan porque no hay personas suficientes para tramitar los expedientes. Todo eso es una evidencia, y claro, sé que algunos lo achacan a fallos de eficiencia y es cierto que parte de eso hay, pero la razón fundamental es que estos servicios están subfinanciados porque los gobiernos que tenemos miran a otro lado y tienen las prioridades equivocadas. Ya ves en Estados Unidos, el sitio donde más lejos han llegado las políticas liberales, la mierda de educación y de salud que tienen (salvo la que disfrutan las élites).
Alorza
Hablo de sueldos sólo para matizar esa idea ingenua -y negativa- de que de alguna forma el funcionario ha negociado trabajar poco y ganar poco. Ni una cosa, ni otra.
Abundando en el tema. Hay ciertos colectivos de funcionarios que han interiorizado la idea de «trabajo poco porque cobro poco» (independientemente de que luego no trabajen poco).
Recuerdo un encuentro con un compañero de carrera, en una época en la que yo era senior de una consultora grandecita. Él, profesor de la ESO. Me decía «yo vivo bien, pero claro a ti te pagan una pasta». Yo le dije, «te cambio la nómina a ciegas». Comparamos. Él cobraba un 30% más.
Un año después estuve con otros 2 docentes de la ESO, dos personas muy inteligentes. Afirmaban, contra viento y marea, que ellos trabajaban pocas horas al año porque les pagaban la mitad de lo que les correspondía. Yo les aclaré que el doble de su salario equivalía al del Lehendakari, La reacción fue casi violenta, le hubiera encantado a Festinger.
Por eso me parece tan peligrosa la idea del tradeoff. Prefiero el orgullo del servicio público y del trabajo bien hecho. Y del tiempo libre para llevar una buena vida o una vida buena.
Amalio Rey García Alberto, lo del «tradeoff» no puede ser peligroso a menos que no sea verdad, que es lo que parece, y me hiciste ver. Porque si fuera verdad, y la estabilidad fuera un incentivo que busca la gente a cambio de cobrar menos, ¿dónde estaría el problema? Ya expliqué en el post que por el hecho de buscar estabilidad (entre otras cosas), no puede suponerse que la gente se va a acomodar. Tampoco se puede dar por hecho, como tú mismo decías, que cobrar menos significa trabajar menos. Yo pensaba que el tradeoff era así, y parece que en algunos puestos lo es, pero no como yo creía. Por supuesto que es preferible la «vocación publica» y «el orgullo por el trabajo bien hecho», pero: ¿cómo mides eso como filtro para entrar (y permanecer) en la administración? Es un atributo deseable, que hay que perseguir, pero en combinación con otras ventajas. No vale solo con eso, e intuyo que lo sabes. Por debajo de ese orgullo hay ventajas y contextos objetivos que también influyen, y mucho, en que una persona termine decidiendo donde quiere trabajar 🙂
Estoy de acuerdo. Lo que es peligrosa es la idea de que los funcionarios curran poco (cosa que es mentira) porque ganan poco (cosa que no suele ser verdad). La reducción de jornada voluntaria sí sería un tradeoff decente.
Jorge
Es que parece que sólo buscamos mensajes simplistas, *esto es lo que hay, esto otro es malo, es de vagos, etc…*.
Ya debería servirnos de aviso que durante los últimos años, un grupo de funcionarios públicos en excedencia estén vendiendo el emprendizaje (y sobre todo, el autoempleo precario) como solución al problema del paro.
Se demoniza al funcionario, se desligitima al empleado por cuenta ajena, se entroniza al emprendedor (de éxito, el otro, en fin..) y se intenta abaratar costes y riesgos (de una de las orillas del mercado laboral) empujando hacia el autoempleo precario.
Si esto no tiene una línea ideológica de fondo, y una «agenda oculta»…
Todo debería ser más fácil y natural, efectivamente. Pero seamos conscientes de que esta deriva no es casual.
Amalio Rey
De acuerdo, Jorge. Estamos rodeados de mensajes simplistas, que no sencillos. Funcionamos siguiendo una lógica pendular, siempre yendo al otro extremo.
Esta deriva, como bien dices, no es casual.