Lo que hace a la innovación pública diferente (post-530)

A ver si nos enteramos: La innovación pública no puede ser igual que la privada. Ni por medios, ni por fines. Hay que evitar la tentación tan de moda de copiar dinámicas que (sólo) funcionan en las empresa privada, porque ni los objetivos, ni las condiciones de contorno, son las mismas. Tampoco es bueno adoptar la misma narrativa, e importar la terminología de los negocios, porque el sector público tiene una naturaleza específica y es demasiado importante para que se limite a copiar acríticamente los modelos empresariales.
A veces no se entiende un razonamiento tan simple como que estamos hablando de innovación social, y no “empresarial”. No hay un fin lucrativo en la generación de valor público, ni puede haberlo, así que tendríamos que ser más creativos a la hora de repensar la innovación para que responda realmente a las expectativas de la ciudadanía, que aporte valor genuino a los colectivos para los que el sector público está concebido.
Por ejemplo, la idea tan socorrida de considerar a la ciudadanía como clientes contribuyó en su momento a introducir mejoras en la calidad de la provisión de servicios públicos pero ahora es un modelo insuficiente y agotado porque coloca a lo/as ciudadano/as en una postura pasiva, los convierte en personas ajenas al diseño y producción del servicio, como si su único papel fuera elegir, pagar y reclamar si no quedan satisfechas. Como leía en algún sitio, su relación con la Administración no puede ser rebajada a la que podría existir entre un restaurante y sus clientes. Los retos actuales del sector público exigen una mayor participación ciudadana en el co-diseño de las políticas y los servicios que recibe; además de que se respeten y privilegien principios básicos de la gestión pública como la equidad, la igualdad de oportunidades, la solidaridad y la co-responsabilidad cívica de la ciudadanía.
Como cada vez trabajo más en proyectos de innovación pública, y también lo he hecho bastante en el ámbito privado, me interesaba profundizar en las diferencias que existen entre ambos. He estado afinando y matizando estas singularidades para poder adoptar un enfoque distinto al que seguía con las empresas, y tener mejores argumentos para entender por qué se trata de dinámicas dispares que requieren una actitud y un tipo de consultoría distinta.
Intentaré resumir seguidamente las principales diferencias que percibo en la innovación pública, respecto de la privada, y que impactan bastante en mi forma de abordar los proyectos de consultoría:
1.- Marco regulatorio: El campo de actuación está muy constreñido a (definido por) la legislación. Los grados de libertad para experimentar en innovación pública están muy delimitados y no permiten moverse con la agilidad y el atrevimiento que permite la empresa privada (o al menos, algunas de ellas).
2.- Tempo electoral: Tenemos un gran problema con el ciclo electoral y las presiones políticas que éste genera para primar el corto plazo. En muchos casos el factor electoral aparta bastante a las administraciones de los objetivos genuinos por los que se debería innovar. Una gran contradicción que, según mi experiencia, produce esto es que a medida que nos acercamos a un cambio de legislatura, aumentan los objetivos y metas precipitadas, se aceleran las presiones por hacer cosas, pero el tempo burocrático sigue siendo el mismo, porque el marco regulatorio no ha cambiado.
3.- Legitimidad e inclusión social: Cualquier iniciativa innovadora que se quiera impulsar desde la Administración debe primar este valor básico que es uno de los que justifica que exista el sector público. Por eso hay que hilar fino para evitar desviaciones elitistas, muy propias de los expertos y la tecnocracia, que puedan producir el efecto de excluir a ciudadano/as del ejercicio pleno de determinados derechos. No basta con que los proyectos de innovación pública respeten la legalidad, sino que también deben ser legítimos políticamente, o sea, aportar valor a los destinatarios legítimos.
4.- Rigidez en la gestión de personas: Cuesta mucho activar mecanismos creativos para incentivar comportamientos innovadores porque el sistema de reconocimiento y recompensas de la Administración es extremadamente rígido. Todo está pre-establecido por ley, y tenemos un menú muy limitado (por decir algo) para premiar a los que innovan. Algunas empresas privadas padecen el mismo problema pero es innegable que el margen de flexibilidad que ellas tienen para experimentar aquí es mucho mayor.
5.- Percepción del valor público como señal de éxito: Esta es una cuestión que lo complica todo. En la empresa privada la cosas van bien si el cliente compra y paga. Esa es una prueba suficiente, en principio, de que percibe un valor. En el ámbito público se mide esto a través de mecanismos de participación ciudadana, como las encuestas o las propias votaciones, pero esto no siempre es un criterio definitivo. A menudo el impacto de una política pública no se puede medir en toda su complejidad a través de consultas populares (que sería el equivalente a la facturación de la empresa privada), bien porque exige de indicadores y evidencias más sofisticadas, o bien porque el tiempo para que se perciba el valor público aportado es a más largo plazo. Asimismo, medir la relación causa-efecto en el impacto/evaluación de un proyecto de innovación pública no es nada fácil porque cuesta aislar los factores que pueden explicar la mejora o empeoramiento de una situación como resultado de intervenciones activas. De hecho, pasa mucho que la Administración confunda correlación con causalidad, por esa impaciencia tan política o partidista de querer explicar situaciones con diagnósticos simplistas.
6.- Ambigüedad de objetivos y dificultad para asignar responsabilidades: Vinculado con el punto anterior, ya comentaba en este post: “Legibilidad del gobierno público”, que la ciudadanía tiene que ser capaz de saber qué y cómo evaluar las políticas públicas (y los proyectos de innovación asociados a ellas) con arreglo a unos objetivos y responsables claros. Si esa condición no se cumple, si las responsabilidades públicas aparecen diluidas, entonces es imposible asignar reputación a nadie en función de los resultados conseguidos. Esa ambigüedad (y solapamiento) explica que el fracaso de una determinada política sea tan difícil de atribuir con justicia a alguien, o que el éxito se lo adjudiquen de forma oportunista muchos falsos salvadores.
7.- Colaboración vs. Competencia: La Administración Pública funciona como un monopolio en la provisión de muchos servicios (al menos, por ahora) así que debe aprender a competir contra sí misma, que siempre es más difícil a si se tiene un competidor claro que le pise los talones. Por mucho que se insista en esto, no basta: Las administraciones no deberían competir NUNCA entre ellas. Ni siquiera deberían hacerlo con el sector privado. Tampoco hay que obsesionarse con ser diferentes o mejores a entidades homólogas, sino con satisfacer plenamente las expectativas de los colectivos beneficiarios. Claro, no soy ingenuo y sé que hay una guerra por la atención, así que las luchas y egoísmos partidistas pueden generar un efecto parecido al de la competencia entre empresas en los mercados. Las empresas apelan a estrategias de todo tipo para superar a un competidor, como ocurre (a niveles penosos) entre los partidos para captar el voto. Sin embargo, y reconociendo eso, sigue siendo patético que ese comportamiento destructivo se traslade a la administración pública. Así que en un entorno que no debería ser competitivo, las motivaciones para mejorar son distintas a la empresa privada y estarían más basadas, como ya he dicho, en que la Administración aprenda a competir contra sí misma, o sea, en activar mecanismos de auto-mejora constante bajo control ciudadano.
8.- Garantismo conlleva burocracia: La Administración es garantista, tiene que serlo, y eso genera normas, o sea, burocracia. Por ejemplo, si no queremos corrupción con los recursos públicos, tenemos que aceptar cargas adicionales de fiscalización. Si el dinero con que opera la Administración es de todos, eso necesita mecanismos de control, o sea, normas y burocracia. Las empresas privadas también fiscalizan, y burocratizan, pero son libres de decidir el grado en que se controlan porque es su dinero. Por eso hay que entender (a mí me ha costado), que en la Administración nunca vamos a poder tener la misma flexibilidad que en el sector privado; pero a cambio de ese peaje, deberíamos ser capaces de conseguir que el dinero público se gestione con imparcialidad y equidad, además de que se rindan cuentas de cómo éste se usa.
9.- Burocracia vs. Innovación: Reconocido lo anterior, una cosa es aceptar que haya más burocracia, pero otra pasarse tres pueblos. Las cargas administrativas en la gestión pública son brutales e inaceptables. Consumen tanto tiempo que lo/as funcionario/as viven atrapados en el círculo vicioso de los trámites urgentes, y apenas pueden dedicarse a reinventar sus formas de hacer, o sea, a innovar. Un problema añadido que yo he observado es que los cargos directivos consumen mucho tiempo en actividades de representación, de imagen política (bodas-bautizos-y-comuniones con estrés electoral) que producen mucha dispersión y aportan poco valor a su trabajo. La agenda de toda una semana se puede convertir en una cadena de actividades de ese tipo asignadas y convocadas por sus superiores. Tanta dispersión es una losa para centrarse en mejorar lo importante, lo que hace que la agenda de innovación siempre se posponga. Esto también puede ocurrir en el sector privado, pero se corrige rápido si la empresa no factura lo suficiente. Las inercias en la Administración, incluso ante evidencias palpables de que hay que cambiar cosas, son bestiales.
10.- El “riesgo aceptable” es demasiado conservador: Xavier Marcet decía que gestionar el riesgo con dinero público exige un plus de responsabilidad, y tiene razón, pero también que si queremos innovación, hay que asumir que no hay innovación sin riesgo. En la Administración hay tal miedo al “factor mediático” que se ha instalado una aversión al riesgo que hace prácticamente imposible experimentar más allá de lo medianamente aceptado por las costumbres. Entiendo que el espíritu garantista, como dice Marcet, debe contener los riesgos, pero solo los innecesarios. Una cultura tan conservadora se convierte en una losa para explorar soluciones creativas a los viejos problemas. Da la impresión que los políticos y funcionario/as están más preocupados por la reacción de los medios que por conseguir un impacto favorable en la ciudadanía (algo que a veces se consigue en contra de los medios).
11.- Crear vs. Consolidar: En la política se ha instalado (como en toda la sociedad, no iba a ser distinta) una obsesión por crear cosas nuevas sin dar tiempo a consolidar las cosas que ya se hacen bien. Ese interés por crear suena positivo para la innovación, pero no lo es, porque ésta necesita un ciclo de maduración para dar resultados. No sé cuántos (buenos) proyectos de innovación he visto abandonarse sólo porque el político o la política de turno (y su partido) necesitan dejar su impronta y demostrar que están ahí para cambiar lo que hizo el anterior. Esto ocurre también en la empresa privada pero no existe el “ciclo electoral” y los resultados (dinero) mandan.
12.- Los proyectos públicos se eternizan sub-financiados: Ahora parece que me contradigo respecto del punto anterior, pero es que ocurren las dos cosas. Hay pocas organizaciones públicas que siendo deficientes o innecesarias, se cierren o dejen de existir, por no ser innovadoras. Es raro que alguna cierre por su pobre desempeño, como sí ocurre con las empresas (no subvencionadas) que no innovan a tiempo o demuestran no satisfacer a sus clientes.
13.- Transparencia: A la empresa privada también le viene bien, pero a la Administración ya se le exige. No es optativa, aunque para alguno/as parezca que sí. La transparencia tiene efectos muy positivos pero también contraproducentes en la innovación pública. No son lineales, ni todo es oro. Según mi experiencia, puede alimentar comportamientos conservadores, de excesiva prudencia. Esto es complicado de explicar en pocas palabras, así que lo dejo para otro post.
José Antonio Rojas Delgado
Gracias, Amalio, por compartir tu saber.
Yo estoy aprendiendo de tí, y aquí quiero compartir lo que creo saber, y en todo caso mi profana y modesta opinión.
Los ciudadanos no son clientes. Ni siquiera son esas entidades que los funcionarios públicos (yo solo soy un interino) deberíamos considerar como partícipes de la innovación pública. En mi opinión los ciudadanos son los grandes jefes, porque son los que pagan nuestros sueldos cuando pagan sus impuestos, y los que nos demandan a cambio servicios eficientes acordes a esos pagos.
¿En qué términos se mide esa eficiencia? Pues, sigo con mi opinión, en que su coste esté de algún modo bien empleado.
¿Y cómo se aumenta la eficiencia? Pues, como en cualquier empresa privada, contablemente hablando hay dos medios de “aumentar beneficios”, uno aumentar los ingresos y otro disminuyendo los gastos.
El aumento de los ingresos de la empresa pública se traduce, vía innovación, en un aumento del valor público.
La disminución de gastos de la empresa pública se traduce, también vía innovación, en una optimización de los procesos, organización, normativa, … todos aspectos internos y difícilmente reflejados en un aumento del valor público percibido a corto y medio plazo.
Hay quienes dicen que esta disminución de gastos no obedece, en realidad, al concepto de innovación porque:
1.- No es un cambio significativo, no supone un antes y un después. Y en efecto el cambio puede llegar a ser tan sutil y pequeño que el ahorro en hora/funcionario se pierda entre tanto trabajo pendiente de hacer o entre tanto repaso del informe antes de entregarlo o entre tanta revisión del mismo expediente a ver si está bien registrado en la hoja del Libre Office Calc.
2.- Que la idea impacta en la realidad mediante el ahorro en hora/funcionario y se refleja en un aumento de la calidad del trabajo del funcionario y también en poder darse un respiro verdadero a media mañana para que cuando estés en la cafetería puedas hablar de otros temas y desconectar, y no de que no has podido repasar el registro del expediente porque se ha colgado el Libre Office. Un cambio que el colectivo ciudadano, o no lo percibe en absoluto o, de percibirlo, lo valora mal.
3.- Y finalmente porque el cambio en realidad se refleja a largo plazo en la pérdida de puestos de trabajo, por acumulación de esa eficiente ociosidad en algún funcionario o funcionaria del departamento. Un cambio que el colectivo ciudadano no percibe en absoluto, ya que el sueldo del funcionario cesado va a parar a otras partidas presupuestarias cual margarina que pasa de una tostada a otra sin dejar rastro demostrable, o el funcionario es trasladado a otro departamento donde ayudará colaborativamente con la ineficiencia de sus compañeros, y deja de ayudar a sus excompañeros que pasarán a heredar su ocioso desempeño funcional y dejarán de tener solo sus, hasta aquel momento, bondadosas funcionalidades.
… y argumentan que, en tanto que no es innovación, no es ni siquiera considerable estudiar su viabilidad.
Bueno, opino que si no es innovación, llamémosla “mini-innovación”, o “mininnovación”, definida como pequeños cambios internos que aumentan sutilmente la eficiencia del puesto de trabajo de funcionario y suponen, además de una cierta liberación de presión para el trabajo del funcionario, un aumento de la calidad en los resultados y una mejora presupuestaria a largo plazo tan difícilmente calculable que no es percibida en absoluto por el ciudadano.
Yo opino que la disminución de gasto en la empresa pública, conseguido a través de esta “mininnovación”, es tan fin lucrativo para la Administración como lo es su equivalente para la empresa privada, aunque el lucro público se mida en valor público y no en dividendos.
Amalio Rey
Gracias, José Antonio por tu generoso y fundamentado comentario. Es un placer leer aportaciones así. Estoy básicamente de acuerdo con lo que dices. Habrá pequeñitos cambios que podríamos definir como “mejora continua”. Después tendremos intervenciones que tengan un impacto significativo en la eficiencia, pero que en su mayoría no llegan a ser paradigmáticas, tan radicales, y por eso las llamamos “innovaciones incrementales”, que nunca, nunca, deben despreciarse, porque el cúmulo de ellas termina notándose muchísimo. Algunos cambios en la gestión de esa eficiencia podrían ser innovaciones “radicales” pero, de momento, me cuesta verlas en la administración, donde es tan difícil cambiar de esa manera. Un saludo, y gracias de nuevo
Nacho Muñoz
Gran artículo de Amalio e interesante debate.
Sin querer en exceso en él, sino más bien hacer alguna aportación breve y recalcando aspectos que me parecen interesantes de entre todos los puntos, abro estas tres líneas:
1. Politización perniciosa del empleado público. Es una cara fea de todo este asunto, pero es en la administración local donde más he notado los efectos perniciosos de la política partidista. No hablo de motivación intrínseca o extrínseca (acertadísimo apunte de Alberto), sino torpedeos de los procesos de innovación que se ponen en marcha, por parte de empleados que no casan con el color del equipo de gobierno.
No digo ni mucho menos que sea una constante en la administración, más bien creo que al contrario. Sin embargo, es una variable con la que hay que contar siempre. Asunto feo, pero desgraciadamente presente.
2. Delegitimización de la oposición y los medios. Todo proceso de innovación es un proceso cargado de incertidumbres, en un marco abierto de toma de decisiones que se desarrollan en un work in progress que, si bien la empresa privada tolera adecuadamente, la pública tiene contrincantes imbricados en el propio sistema que lo dificultan.
Cuando un proyecto se percibe como abierto, sujeto a cambios y con decisiones que no dependen de un plan estratégico, sino de (por ejemplo) las decisiones que tome la ciudadanía en un proceso de participación ciudadana (o cualquier otro modelo de decisiones abiertas), la oposición (casi) siempre y (una parte de) los medios aprovechan para sacar la carta de la “improvisación”, “desplanificación” o “desorganización” para deslegitimar todo el proyecto, con el indudable impacto que tiene el proyecto para la opinión pública y la consecuente herida que le genera.
3. RPT estrechas de miras. Si la ausencia de equipos o departamentos de innovación en las empresas privadas es mayor a la deseable, en la administración pública aún más. Los empleados públicos se integraron en la administración para tareas de gestión cotidiana, donde la innovación no ha sido (salvo excepciones, siempre!) algo que haya que gestionar.
Las RPT definen el marco funcional del empleado público y los sindicatos están siempre ahí esperando a que, ante cualquier exigencia extraordinaria a lo establecido en la RPT, se negocie y regularice la situación laboral con ajustes económicos y retributivos. La motivación intrínseca es un aliado incuestionable para saltarse estas rigideces, pero esas estrecheces están ahí y juegan en contra.
Un abrazo!
Amalio Rey
Gracias, Nacho. Muy buenos, y oportunos, los tres puntos que añades.
Totalmente de acuerdo. Alguien podría decir que en las empresas también se producen “peleas entre facciones”, y es así, pero en la Admon Pública española ese conflicto está embebido a fuego porque hay un sentido de lo público profundamente inmaduro (por decir algo). Vivimos en un escenario de descrédito continuo entre los partidos en su guerra por la atención. No importa si “el oponente” propone algo nuevo, si la propuesta de innovación es buena para la ciudadanía, porque en realidad lo que importa es cómo influye eso en la imagen pública y el reparto de las cuotas de poder. Y después, como las responsabilidades son poco “legibles”, se diluye todo, es complicado saber quién acertó y quién no. De hecho, el impacto de esa innovación en los votos está (desgraciadamente) muy mediatizado por otros factores que los innovadores no controlan.
Y en cuanto a las RPT, me alegro que la menciones. Las iba a incluir en el post, pero evité meterme en ese berenjenal, pero muy probablemente esto de las RPTs es de las cosas mas obsoletas y que más daño hacen a la gestión de personas en la Administración. Las RPTs son fotos fijas, mientras que la naturaleza del puesto de trabajo es dinámica. Las RPTs no capturan la necesidad de transversalidad, del trabajo en equipo (y de procesos) y del perfil polivalente que se necesita para dar respuestas más flexibles a los retos de la innovación. Son moldes rígidos, corsets, que legitiman el inmovilismo. Ya lo hemos hablado en un proyecto que estoy trabajando ahora: mientras haya RPTs como las de ahora, es difícil que la innovación se institucionalice en la gestión pública.
¡¡un abrazo!!
Amalio Rey
Transcribo aquí una réplica que ha hecho Máximo Fraile Escrich, en el blog de Novagob, donde se abrió una línea de debate sobre este post. Me parece interesante lo que plantea, por sus discrepancias respecto de lo que yo planteo aquí:
Comentarios de Máximo Fraile Escrich:
Buen día y semana amigos/as innovadores:
Como creo que voy a discrepar de varios de los puntos propuestos por Amalio, voy a ver si os voy planteando las discrepancias de una en una.
Vamos a por la mayor: Diferencias entre innovación publica y privada: ¿Que diferencia de principios encontrais entre las empresas y estos a los que nos debemos del articulo 3 de la Ley 40/2015? Echarle un vistazo y me decis por favor si no son, si los cumplimos, los mismos que en una empresa privada si a la eficiencia le llamais beneficios, e incluis la Responsabilidd ASocial Corporativa en las empresas. Por favor leamos, aprendamos y apliquemos los principios a los que nos debemos los empleados de las administraciones, políticos y funcionariales.
¡Como me gusta, Amalio que veas en el marco regulatorio una actuación constreñida, para poder llevarte la contraria y explicarlo! ¡ Es todo lo contrario, amigos/as!, me lo habies leido en otras ocasiones: “La mejor revolución es la que se hace a traves del BOE” (Ramon Rubial, expresidente del PSOE en una entrevista de radio hace muchos años y que entonces me hizo pensar mucho), o de una ordenanza municipal. Aqui van las tres mayores innovaciones en las adminitraciones en el siglo XXI:
Ley antitabaco: el tabaco mata a mas de 50.000 españoles al año, restringir los lugares de consumo ha reducido este y aunmenta los abandonos
Directiva de Servicios, la D 123/2006, que cambió el estatus de autorizaciones por el de Declaraciones responsables. Esto que parece nada, ha supuesto una autentica revolución mental para los empleados publicos que estabamos acostumbrados a que sin nuestra firma, sin nuestra autorización, no se abria ni un quiosko de prensa, y ahora la actividad privada puede inicar su actividad si declara que cumple requisitos: ¿Cuantos miles de € genera esto en IVA, cotizaciones a la SS, beneficios y salarios cada mes que se adelanta el inicio de una actividad. Carné de conducir por puntos:¿Cuantas vidas no ha salvado en estos años? Estabamos en ¿4000 muertes al año? Y una mas Ley de Dependencia, para mi el gran logro de Jose Luis Rodriguez Zapatero, aunque con la debilidad que no contempló como financiarla y asi estamos.
Y para que no penseis que es que esto son solo grandes normativas, vamos a ayudarle a Ana con lo de trabajar “unas administraciones contra otras”: la mayor innovación en la reingenieria de los procedimientos que realizamos previa a su certificación con ISO 9002 en el Ayuntamiento de Logroño fue, Ana, la de acordar con el gobierno de La Rioja, la encomineda de gestión de los Informes de actividades Molestas, Nocivas Insalubres y Peligrosas, que duplicaban tecnicos municipales y autonómicos, a solo informes de los tecnicos municipales = con un acuerdo de colaboración (volver a leer los principios a los que nos debemos, art 3 Ley 40/2015) se suprimió la duplicidad y se ganó aproximadamente un mes en las autorizaciones entre que los expedientes iba, se veian, se informaban y se devolvian al ayuntamiento desde la CCAA. Gracias a esta y otras medidas de reingenieria de los procedimientos, a los pocos años Logroño – La Rioja, salia como uno de los tres lugares de España en que era mas facil abrir una actividad económica. Supongo que no hace falta que os diga que la resistencia de los funcionarios del gobierno de La Rioja a dejar de hacer sus informes fue muy grande, y que pudimos salvarla gracias a que el Consejero de Administraciones Públicas y Medio Ambiente era un señor llamado Manuel Arenilla, con una mente brillante y abierta a ……la colaboración entre administraciones ¿No hacen UTEs las empresas privadas? ¿Que son los consorcios sino UTEs para innovar en la gestión?
En fin, que mañana sigo leyendo el post y seguiremos analizando puntos. Puede que como dice el anuncio de wolldam no todas las cervezas sean iguales, pero las innovaciones, con mente abierta, con benchmarking, fundamental (no se si esta entre los puntos que no he acabado el post al ver que tenemos tela que contar) “innovar = hacer algo distinto a lo que hacemos en nuestra organización aunque ya este inventado en otras”. Ya llegaremos al tema de la motivación y el reconocimiento.
Buen día amigos/as innovadores, sigo intentando evidenciar que no hay diferencias entre la forma de actuar de las administraciones y las empresas privadas, grandes multinacionales incluidas.
Tempo electoral, esta claro que influye y muchisimo en la dinamica de las administraciones, pero……¿no creeis que los concesionarios de coches “juegan” con los tempos para conseguir sus objetivos a final de año? (estoy calentito, compre cohe el 7 de noviembre, con fecha entrega 11 de enero y tras varios retrasos de fecha, sigo esperando). Lo mismo en banca: ¿no jugaron todo lo que quisieron con hipotecas sin contrastar o ser rigurosos en ingresos de los que se hipotecaban, dando hasta el 120 % del valor de la vivienda, ¿eso es buena innovación y planificada? Lo sensato creo que es dar el 80 % del valor de la vivienda = innovaron con los pies, o con los objetivos de productividad (ya llegaremos a la productividad)
Asi que en el tempo, nos influye muchisimo a las administraciones, pero no nos engañemos, tambien en la empresa privada.
NOTA: ¿Que os ha parecido la innovación normativa del ayuntamiento de Barcelona y otros 20 de los alrededores que ayer mismo innovaron al acordar que a partir del 2019 no circulen los coches mas contaminantes? sencillamente excelente y mas al hacerlo con un plazo para dar solución a esos coches
Hola de nuevo, como tenemos muchos, vamos a comentar hoy dos, que el siguiente de Legitimidad e inclusión social, tiene mucha tela que cortar para evidenciar que no hay diferencia, que cada partido politico en el gobierno actua como cualquier empresa dirigiendo sus servicios, sus innovaciones, mimando a sus clientes para fidelizarlos lo mas posible en las siguientes elecciones, como las empresas para que les sigan comprando
Amalio nos deja en el post, el debe ser….no basta con que los proyectos innovadores respeten la legalidad, sino que tambien deben ser legitimos politicamente, o sea aportar valor a los destinatarios legitimos.
Desde mi punto de vista, todos los ciudadanos somos destinatarios de los servicios públicos, unos con unas necesidades, y otros con otras. Y como decia los equipos politicos de gobierno, si son buenos, como los de las empresas, generan y potencian servicios de fidelización, tan legitimos politicamente unos como otros. Y la evidencia es que, aun habiendo cambiado a distintos partidos, mantienen esas innovaciones no suyas. Pero vayamos a las evidencias con las que justifico estas afirmaciones:
Innovación normativa: Impuesto/tasa del Ayuntamiento de Barcelona a los bancos (no si tambien a propietarios particulares) por los pisos que tengan vacios sin alquilar: ¿Va dirigido a algun tipo de cliente?, yo creo que si.
Innovación normativa: Cración de las “chiqui becas” = ayuda/subvención a las familiar para pagar la guardería privada, iniciada por gobiernos del PP, nosotros la trajimos de Valencia a Logroño y supongo que esta en mas ciudades. ¿A quien se dirige y trata de ofrecer un servicio innovador (no me penseis con mente corta, Innovar = cambiar la forma en que en tu organización) el partido de centro derecha = a la clase media en la que trabajan los dos miembros de la unidad familiar y a los cuales no tiene muchas opciones de ofrecer servicios de fidelización y “se supone” que son los mas afines. Igualito, igualito que un banco te da mas ventajas cuanto mas fidelizado estas. Evidentemente, el PSOE cuando ha gobernado en Logroño, no ha quitado las chiquibecas.
Asi que yo no veo diferencia en la innovación, la diferencia esta en que segun la ideologia del partido de gobierno, y sobre todo en la ideologia mayoritaria en la sociedad, en los clientes ( a mi no me importa hablar de clientes y de accionistas), pues como los partidos quieren ganar las elecciones, van a adaptar sus servicios, sus innovaciones, a la mayoria social, que afortunadamente en nuestro pais es de centro, de un poco centro izquierda, al menos hace unos años cuando lo seguia
Saludos de este viejo funcionario de Rioja, elaborado con uvas seleccionadas de tres oposiciones, envejecido en barricas, 3 años de roble sindicalista y 14 años en barrica de roble político, envejecido 15 años en botella de funcionario, ademas de entre 1 y 2 años de jercicio libre como veterinario.
¡ Y mañana hablamos de rigidez de las personas y sistemas de reconocimiento, mi tema preferido! y con el que espero ayudar a Ana a acabar con el cafe para todos………si abraza la religión de la gestión como prioridad
Amalio Rey
Mi respuesta a los comentarios de Máximo Fraile Escrich:
Máximo:
Bienvenidas las diferencias, si son para depurar argumentos:
1) Si “eficiencia” y “beneficios” son palabras equivalentes, o sea que las podemos sustituir como si fueran lo mismo, apaga y vamos. No tienen nada que ver, ni por el significado, ni por el impacto que tienen en la naturaleza de la gestión.
2) La RSC en las empresas ya sabemos lo que es, una declaración de intenciones (la mayoría de las veces retórica) que siempre está sujeta y condicionada a la obtención de beneficios lucrativos. No conozco ninguna empresa que perdure con una gran RSC si no es rentable y no genera pasta a sus accionistas. Sin embargo, conozco mogollón de empresas rentables pero con una RSC penosa. Ahí se ve lo que realmente importa y decide en la empresa. Al sistema público, por definición, se le exige unos valores y unos principios de “responsabilidad social” (equidad, igualdad, solidaridad, etc.) que ni por asomo se le reclama a la empresa privada. Eso marca una enorme diferencia.
3) Claro que tienen que haber normas, pero no en exceso. Que el BOE sea una buena cosa (por cierto, bastante mejorable) por eso de la transparencia, o que la Ley anti-tabaco haya sido de las normas más justas y oportunas que hayamos podido aprobar, no justifica en absoluto que tengamos que aceptar como buena la hiper-regulación (y no me refiero tanto a la social, sino a las normativas de gestión interna de lo/as funcionario/as). ¿quién en su sano juicio puede criticar el rol normativo de la Administración a través de intervenciones sociales activas? pero una cosa es eso, y otra la colonización que hoy sufre la práctica administrativa pública por parte de la judicatura y del derecho administrativo más ortodoxo. En mi opinión, en la Administración se prima en exceso el control en detrimento de la promoción y el dinamismo en la capacidad de respuesta, que exige más flexibilidad.
4) Todos los ejemplos que pones, Máximo, sirven para demostrar que en la AAPP también se innova, pero ¿quién niega eso? La diferencia no está en que no se innove, sino en que los medios y los fines son distintos. Nadie dice que en las AAPP no se innove. Por supuesto que se hace, pero mucho menos de lo que debería hacerse. Ahí tenemos las críticas que recibe de la opinión pública y el descrédito de las instituciones públicas. Las empresas están más presionadas a hacerlo porque el mercado es implacable. Si no innovas, vas a dejar de facturar pronto. La Administración disfruta de un monopolio en muchos servicios, que le protege en cierto modo de no ser tan dinámica, ni eficiente, como debería.
5) Es cierto que todo el mundo juega con los plazos y el horizonte temporal. Cada año las empresas tienen que ajustar facturación e informes financieros a final de año, pero la sostenibilidad y el balance global manda. Las empresas que no cuiden eso son castigadas por los clientes o sus accionistas. Una cosa es el “tempo presupuestario” que tiene su sentido en la gestión pública (y sería el equivalente al empresarial), y otra el “tempo electoral” que responde a intereses partidistas o personalistas. Este desvirtúa los objetivos de bienestar y los fines para los que existe el sector público, y es una aberración. Ocurre mucho, pero insisto, es una aberración, que no se pueden permitir las empresas.
Máximo:
Comento otra vez a tu nueva entrada que acabo de ver ahora. Yo hablo en el post de “lo que es”, lo que realmente está sucediendo, y también sobre “lo que debe ser”, para compararlos. Y “lo que debe ser” no es una quimera ingenua, ni una p… mental, sino un objetivo, un modelo a perseguir a consciencia. Si, como dices, los partidos gestionan el gobierno como una empresa, ¿es eso correcto, deberíamos aceptarlo, es el único modelo posible? Lo que quiero decir, y era el objetivo de mi post, es que si aceptamos (como tu tesis) de que la innovación pública y privada son lo mismo, entonces veríamos como normales actuaciones que son aberrantes. Si aceptáramos tu premisa, no cambiaríamos nada. Que se primen los objetivos equivocados no significa que tengamos que darlo como el único modelo posible. Es precisamente contra eso que va mi post: ¡¡la innovación pública no puede funcionar igual, ni perseguir los mismos objetivos, que la privada!!
Es inaceptable que un partido “sub-optimice” a costa del bien común, del bienestar general. Sin embargo, cualquier empresa puede sub-optimizar el rendimiento global de un mercado con el fin de maximizar sus beneficios, y la mayoría vería eso como una estrategia inteligente. Desde el primer momento que veamos eso como normal y razonable (“total, es lo que se ha hecho siempre”), entonces mejor nos dedicamos a otra cosa. Innovar significa cuestionarse lo que se hace mal.
Máximo, los “servicios de fidelización” que generan los equipos políticos de gobierno serán legítimos, si realmente lo son. “Legitimidad” significa que se acepta una decisión por ser justa y razonable, sin necesidad de recurrir a la coacción. Si el sector público existe para corregir las imperfecciones del mercado e introducir principios como los de igualdad de oportunidades, solidaridad o equidad (de esto no se preocupan los mercados, ni las empresas privadas), entonces su actuación será legítima en la medida que persiga y consiga potenciar esos principios. Si hace lo contrario, si privilegia a los poderes fácticos (que sería el equivalente empresarial de mimar a los clientes que más pagan) entonces lo que es legítimo en las empresas, no lo es en la gestión pública. Las “innovaciones normativas” que pones de ejemplo (tasa a los bancos, chiqui-becas, etc.) serán legítimas si corrigen desviaciones del mercado en favor de los valores públicos que he comentado antes. No es que estén dirigidas a un determinado “cliente” (verlas así ya condiciona mucho que podamos hacer un análisis higiénico), sino que deben orientarse a la creación de “valor público” entendido como aquel que no puede aportar el sector privado. Tampoco es cierto (y ya lo cuento en el post) que demasiadas innovaciones se mantengan con los cambios de gobiernos. La tendencia es a desmontar todo lo que se pueda del equipo anterior para marcar diferencias. Y lo que no se desmonta es porque no le dejan, no porque no quieran.
Discrepamos, Máximo. No se puede/debe gestionar el gobierno como una empresa. Hablar de “clientes” desde la AAPP es obsoleto y contraproducente. Encaja bien en tu interpretación, pero no en la mía. Tu lectura consagra una forma “posibilista” de aceptar la gestión pública. Es fácil que así pasemos de los “clientes” al “clientelismo”. Claro que hay tendencias ideológicas en las políticas públicas (sería de locos no reconocerlo), pero por encima de eso está la protección de los valores universales para los que tiene sentido el Estado y la función pública (equidad, igualdad de oportunidades, solidaridad, legalidad, transparencia, ética, etc.). Esos son los que hay proteger, y no es ingenuo perseguir eso.
Eximius
Muy buen texto, ójala te lea alguien de COTEC y algun@ de l@s asesores de Manuela Carmena….
Jesús Jorge de Felipe
Una pregunta que necesitaría una respuesta antes de entrar a ver en qué se diferencia la innovación pública y privada, sería 1) qué se entiende por innovación y sobre qué se puede y se debe innovar en la administración pública, y 2) si la administración pública tal como se entiende, estructura, y organiza debe y puede pretender innovar.
Sería interesante identificar ejemplos relevantes de innovación en la administración pública y si merecen la pena por su impacto social analizar cómo se han generado, desarrollado y alcanzado.
No vaya a ser que como es verdaderamente muy difícil innovar de verdad en una empresa privada, especialmente dentro de sus estructuras de negocio existente, y no hacemos más que acumular fracasos con ese propósito, aunque le llamemos a veces erróneamente aprendizaje, vayamos a pretender que la administración pública en su candidez vaya a comprarnos la misma o mayor dificultad de innovación cambiándole las definiciones, los procedimientos, y el marketing del envoltorio.
La innovación, el design thinking, el lean start up, crowdsourcing, visualización, mindfulness, etc. y todas las nuevas herramientas y aproximaciones críticas con la racionalidad ilimitada y los procedimientos lineales que se han venido desarrollando son muy valiosas y útiles, pero estamos creando una nueva marea de confusión en la que se va a acabar pescando solo en río revuelto hasta que un paradigma alternativo cambie de nuevo la dirección del péndulo.
Amalio Rey
Jesus Jorge, entiendo tu desconfianza, pero esto de la innovación es más sencillo de lo que parece. Se ha mitificado en exceso. ¿qué es innovación pública? Definamoslo: Crear “valor público” haciendo las cosas de un modo (significativamente) diferente.
¿y qué es crear valor público? Mark Moore, un guru del tema, lo definía así: beneficio que perciben los ciudadanos por las prestaciones que reciben de las organizaciones públicas si estas significan: (a) una respuesta adecuada a una necesidad o problema relevante para ellos, (b) una apertura de nuevas oportunidades vitales actuales o futuras, o (c) un aporte sustancial a la construcción de comunidad, ciudadanía, equidad o capital social.
Sabiendo eso, lo que hay que hacer es organizarse mejor y diseñar/gestionar políticas publicas que permitan “institucionalizar” ese proposito. Fíjate que hablamos de hacer las cosas de un modo “significativamente” diferente, o sea, tiene que haber una novedad significativa en los cambios producidos, y lo que es más importante, un impacto en la ciudadanía que aporte valor, que sea percibido por ella como una mejora para su bienestar. Este último requisito complica las cosas porque como dije en los puntos 5 y 6 de mi post, medir la percepción de valor público no es una tarea tan fácil.
En lo que yo no tengo la menor duda es que la Administración necesita innovar, porque se ha quedado desfasada de su tiempo. Eso es difícil que alguien lo discuta.
Julen Iturbe-Ormaetxe
Aquí creo que es donde la “innovación de usuario” tiene muchísimo que decir porque cada vez es más evidente que hay actividades de las que la ciudadanía puede apropiarse. Esa corresponsabilidad entre una y otra parte me parece clave. Hay gente que quiere (no solo funcionariado) y no se le deja hacer. Innovar, en este caso, más que en el fondo en las formas. Recursos hay tantos como personas (bien entendido el concepto de recurso). Eso sí, me temo que se ha perdido una cierta confianza entre instituciones y gente de a pie. El hueco para algo que queda más cerca de la democracia directa también puede que acabe por reclamar su hueco: un nuevo escenario de “administración pública colaborativa”, por seguir con el símil de la economía colaborativa… bien entendida.
Da para mucho esto. El cuento de nunca acabar, quizá.
Amalio Rey
Sip, Julen. Tú que estas ahora en ese tema con lo de las bicis, me parece super interesante que haya gente investigando más en “innovación de usuario” para el sector público. Se está haciendo un poco, como sabes, en “innovación social”, y tiene bastante que ver, pero me gustaría que se explore más ese tema vinculado a la generación de valor público.
Alorza
Excelente reflexión.
Añado un elemento, positivo:
14.- Motivación intrínseca vs. extrínseca: las personas que trabajan en la Administración pública desean que se cumplan las finalidades para las que se han creado, porque son fines compartidos por cualquiera. Cuando te dedicas a mejorar la vida de tus conciudadanos, no te hace falta que venga el Director de RRHH a venderte la moto del valor de tu trabajo: ya lo sabías.
Amalio Rey
Fijate, Alberto, ahi me gustaría matizar. También en los empleados privados se dan las dos motivaciones, la intrínseca y la extrínseca (de hecho, buena parte de las políticas de gestión de los llamados RRHH en las empresas insisten, con razón, en potenciar la parte intrínseca). Y para complicar las cosas, resulta que en la Administración Pública se hace muy poco por visibilizar y poner en valor eso de que el funcionario “se dedica a mejorar la vida de sus conciudadanos”, como si se dara por hecho. Es una paradoja. Las empresas se preocupan más por invertir en motivaciones intrínsecas (dado que se se supone que en ellas solo importa el dinero) mientras que la Administración lo descuida, porque se da por hecho en su ADN. Lo que estas diciendo tú se llama “vocación pública”, pero ese no es un valor que venga de fábrica, asegurado, en todo/as lo/as funcionario/as. Hay que cultivarlo y estimularlo. Si no fuera así, entonces no hacía falta resolver el punto-4 que comentaba en mi post, el de recompensar a los que innovan. Ojalá que la inmensa mayoría de lo/as funcionario/as supieran, como dices, “el valor de su trabajo”. Tendríamos muchísimos problemas resueltos. Pero no es así. De ahí que creo que una de las líneas de trabajo más urgentes e importantes que tenemos es esta: ¿cómo ser más creativos y eficaces en desarrollar la “vocación pública” entre las personas que trabajan en la Administración? [esto no está para nada resuelto, ni puede darse por dado, como sabes]
Alberto Ortiz de Zarate
Desde luego, Amalio, ese problema está ahí.
Lo que vengo a defender es que en lo público es posible encontrar una valor final intrínseco, mientras que en la privada es más difícil y, en muchos casos, imposible salvo autoengaño.
Me explico. El problema en la Administración es que muchas veces se diseñan puestos y unidades que no permiten entender su aporte de valor. En el diseño organizativo hay una gran esperanza de mejorar esto. El reto es pasar de “órganos de control” a “unidades de servicio”. Pero en cuanto levantas la cabeza del papeleo, puedes ver al final un servicio útil para tus conciudadanos.
En la empresa privada, depende del tipo de empresa. Es difícil invocar la motivación intrínseca cuando fabricas Coca-Cola o vendes en Zara. Por eso los departamentos de RRHH hacen encaje de bolillos.
Ah, y de hecho yo no soy muy partidario de “recompensar a los que innovan”, sino de crear entornos que favorezcan la innovación. La innovación es recompensante por sí misma.
Sin enrollarme mucho, además creo que poner el foco en el rendimiento del individuo es, en la Administración, contraproducente de manera global. Mejor el recurso al equipo de personas, con un diseño organizativo en torno al sentido.
Amalio Rey
Alberto, en principio estoy de acuerdo, pero creo sinceramente que puede haber motivación intrínseca sin autoengaño en la empresa privada. De hecho, hay gente contenta (intrínsecamente) en lo privado por el tipo de trabajo que hacen, por las condiciones que se le dan, por la libertad y flexibilidad que se les da, incluso por el valor que crean (imagínate gente que fabrica -buenos- zapatos o que sirve en un restaurante del que los usuarios salen felices). Saben que al final los beneficios van a unos dueños, pero la parte que les toca (siempre que estén bien pagados) les colma y les realiza. No sé si yo me conformaría con eso, pero sé que mucha gente sí.
Pero resulta que en la Admón no tendríamos, como bien dices, ese último problema de la apropiación privada de los beneficios, sin embargo, hacemos muy poco para poner en valor la apropiación pública. Quizás nos acomodamos al darlo por hecho.
Gracias por aportar la perspectiva del “diseño organizativo”. Me parece un enfoque clave. El enfoque de los “organos de control” no permite mirar hacia afuera, ni ver el impacto de lo que hacen lo/as funcionario/as.
OJO al dato: Cuando digo “recompensar a los que innovan” no estoy hablando, que conste, de dinero, ni de más salario. Sino de, por ejemplo: a) más formación, b) más progresión de carrera, c) más visibilidad y reconocimiento, d) mas retos y proyectos motivadores.
Discrepo, Alberto, con que: “la innovación es recompensante por si misma”. Ojala fuera así porque entonces no harían falta políticas, ni estrategias de innovación, compañero. Es que “innovar” no es (en tus términos, una actividad autotélica) como practicar el sexo: ¿conoces alguna política social que se dedique a impulsar, fomentar y recompensar a la gente a que haga más sexo? => No hace falta, es un disfrute en sí mismo, y eso no pasa (ni de coña, con perdon) con la innovación. Ésta requiere esfuerzo, toma de riesgos, buscarse problemas con el statu-quo y un largo etcetera. Eso hay que estimularlo y premiarlo de alguna manera.
Lo de que “la innovación es recompensante por si misma” solo me vale para los frikis como tú y yo, y si llevamos eso al extremo, sólo seguiran innovando los de siempre.
“Crear entornos que favorezcan la innovación” incluye también (necesariamente, aunque no es ni mucho menos lo único) introducir mecanismos de estimulo y reconocimiento a los que lo hacen. Que los que innoven asciendan y sean reconocidos hará que los otros le sigan. Cuando innovar sea como hacer sexo, entonces ya no hará falta, pero ahora mismo sí, porque estamos a años luz de eso 🙂
Alberto Ortiz de Zarate
Bueno, disculpa por lo poco que he matizado. No me dan más los pulgares
Desde luego, intrínseco-extrínseco es un continuo con 2 polos y no una variable dicotómica. Quería resaltar que es más fácil en la pública: es ahí donde está ” la chispa de la vida”.
Te diré que es tan cierto que la innovación cuesta como que la innovación apetece.
Amalio Rey
Vale, lo comprendo. Con que participes en la conversación, ya está muy bien. De acuerdo con tu matización, y es cierto lo que dices de que la innovación cuesta y apetece, pero el ratio coste/disfrute depende de cada persona, y donde tenemos que incidir es en esa mayoría de personas que perciben más costes. A esas personas hay que ayudarlas, “empujarlas” de algun modo 🙂