Cuando la promesa de “formar líderes” se usa como reclamo educativo
POST Nº607
En esta semana me he vuelto a encontrar hasta tres programas educativos, algunos de prestigio, que usan como promesa que van a “formar a líderes”. Lo reconozco, es un claim que me pone muy nervioso 🙁
Cuando en su momento me pregunté, en aquel post que tanto jaleo produjo, si ¿debemos ser tan radicales en la innovación educativa?, dije que no me sentía cómodo con el concepto de “Escuelas de Liderazgo” porque cimentar la educación en esa promesa es un error dado que el liderazgo sano y constructivo no es buscado, sino atribuido. Eso de “Serás un líder ¡¡y lo sabes!!” puede derivar, como decía una amiga, en una falta de humildad profundamente desagradable, y en la búsqueda de una meta que distrae de los objetivos que debería perseguir una educación auténtica. Genera unas expectativas y una presión que no son buenas para nadie. Ni para la escuela, ni para el alumnado, ni para la sociedad.
Además, es un propósito muy discutible. Lo he dicho muchas veces. No sé si las personas que pasan por una determinada escuela son líderes o lo serán. Ya se verá si el contexto en que trabajen y las circunstancias en que vivan, así como su actitud, llegan a activar de verdad esa habilidad. Nada de eso es algo que se pueda controlar desde una escuela. Los líderes no se forman de un modo deliberado, ni se fabrican desde el aprendizaje formal, sino que emergen como resultado de unos hechos que hacen que sean reconocidos como tales por los demás.
John Kay explica, en su libro “Obliquity”, la paradoja de que a menudo la mejor manera de lograr cualquier objetivo complejo, desde la felicidad hasta la prevención de incendios forestales, es la vía indirecta. O sea, igual consigues más y mejores líderes sin proponértelo explícitamente. Por otra parte, como nos recuerda Bob Kraut, “el liderazgo es una actividad, no un rol«, así que nadie es líder-para-todo, sino que, bajo ciertas circunstancias, se puede liderar una determinada actividad y en otras ser uno más, mientras lideran otro/as.
Por esa razón, siempre me ha gustado más hablar de “sentido de la iniciativa”, que de “ser líderes”. Creo que es muy positivo, y más honesto, que los programas educativos apuesten por fomentar el sentido de la iniciativa, o sea, la capacidad de tener criterio propio y de intervenir con intencionalidad para impulsar los cambios que uno/a se propone.
Dice William Deresiewicz, en su estupendo libro “Excellent Sheep: The miseducation of the american elite”, que he reseñado en posts anteriores de este blog, que las escuelas que certifican a sus estudiantes para ejercer el liderazgo, lo hacen para pertenecer a las élites, porque “lo que importa al final es que sean jefes de algo, de cualquier cosa”.
El autor recuerda, por ejemplo, que “Harvard es para líderes” es el cliché que circula por Cambridge. De hecho, cuando un oficial del dpto. de admisión de Harvard visita una escuela secundaria, busca candidatos “con potencial de liderazgo”. En Princeton, por su parte, dicen: “Preparamos jóvenes para convertirlos en líderes…”, pero, en realidad, lo que estas escuelas quieren decir con eso, según Deresiewicz, es que los graduados van a formar parte del top de la sociedad, como socios en una gran firma de abogados, senadores o CEOs, o dirigiendo una gran institución. Se puede ofrecer eso, porque el sistema está montado de un modo que alimenta el círculo virtuoso de la reputación, pero de ahí a que fabriquen líderes genuinos, hay un trecho.
El reclamo educativo de “formamos líderes” acentúa una cultura obsesionada con el pedigrí. Lo que vende es que puedes conseguir un título que impresione y que ayude a trepar en la escala jerárquica de la sociedad para conseguir más estatus. Por si todavía lo dudas, según recuerda Deresiewicz, la forma de demostrar ese “potencial de liderazgo” en las solicitudes de ingreso a estas universidades de élite es demostrar tu capacidad para convertirte en jefe de algo, de cualquier cosa, bien sea un equipo, un club, una asociación de estudiantes. Lo importante es ir a la cabeza y destacar sobre los demás.
Además de “fomentar el sentido de la iniciativa” que, ya dije, sería para mí un reclamo educativo honesto, creo que lo que un buen programa tiene que hacer, y prometer, es que va a contribuir a la formación de “buenas personas”, individuos íntegros, que aprovechen su reserva de talento, que adquieran las herramientas necesarias para tratar de ser felices consigo mismos, y de esa forma, sentirse realizados. Esa sería la promesa educativa que a mí más seduciría al elegir un programa para mis hijos, pero, curiosamente, ninguna escuela habla de esto, ni lo plantea explícitamente así en su propuesta de valor.
En esa misma línea, Deresiewicz se pregunta: ¿Por qué en lugar de formar a “líderes” no nos proponemos formar a ciudadanos proactivos? Lo que significa, ni más, ni menos, que formar a individuos que se cuestionen el poder en lugar de competir por convertirse en parte de él.
Y… ¿por qué no tomarse más en serio eso de que “los buenos líderes piensan bien”? No hablo sólo en términos académicos, sino personas que son capaces de reflexionar críticamente sobre las organizaciones o la sociedad a la que pertenecen, o sobre su propia vida. Personas que tienen lo que se pudiera llamar “mentes resistentes”, que son capaces de hacer preguntas en vez de solo responderlas, que pueden formular nuevas maneras de ver y hacer las cosas, “en lugar de simplemente ponerse al frente del rebaño que se dirige hacia el precipicio”. Los atributos cruciales son coraje e imaginación, y buena parte de eso no se aprende en la escuela, aunque ésta le puede dar un buen empujoncito.
Antes de terminar, me viene a la mente una perlita que me regaló el bueno de Ricardo Amaste cuando, haciendo un poco de frontón sobre este tema, me dijo: ¿Por qué la gente está dispuesta a pagar importantes sumas de dinero para aprender a cómo ser líder o directivo, y no para aprender a cómo dejar de serlo? Richi, por entonces, ya se había imaginado al IE y el IESE explotando el nuevo nicho de los “MBA de desliderazgo” :-), porque el mercado busca negocio en cualquier sitio, incluso contradiciéndose, pero, no es ninguna tontería lanzar un programa educativo que ayude a liberarnos de la obsesión a querer ser líderes (al menos como se ha entendido este término toda la vida) y seguro que disfrutaríamos como unos gorrinos en un charco. No vamos a ganar un duro, pero igual tendría que estar subvencionado con fondos públicos, como se hace con otros programas para atajar las adicciones 🙂
Antes de terminar, os dejo con este bonus track de Richi, que me parece muy pertinente, para desmontar el reclamo publicitario de las “escuelas de liderazgo”:
“Creo que una (la) base del problema es un modelo social que precisa de líderes y directivos (¿buenos? o ¡malos!) y que genera ese sentimiento aspiracional hacia la cúspide del escalafón como lo exitoso, desde la educación más temprana (¿qué hay más dañino que las rondas de elegir para conformar el equipo de futbol en el recreo?), en vez de potenciarse el sentimiento de equipo, de comunidad y apoyo mutuo. Quizá por eso desaparece la educación para la ciudadanía y la filosofía de los Curriculum académicos. Quizá por eso al pensar en otros modelos educativos se habla demasiado de las nuevas escuelas de management en plan artycool y tan poco, por ejemplo, de las escuelas libres (…) El liderazgo esta sobrevolado, es una conveniente falsa verdad”
Por cierto, sé que hay gente seria y competente que estaría de acuerdo con esta idea, pero seguirá usando la creación de líderes como reclamo educativo porque supone que es un buen eslogan para vender. A mí me parece un error dejarse secuestrar por lo que parece funcionar sin plantearse si se hace lo correcto. Esto plantea la paradoja de que, copiando malas fórmulas sólo porque venden, esa supuesta “escuela de líderes” no estaría liderando 🙂
antonio angel perez ballester
Hola Amalio. Tus entradas las veo cuando puedo y las leo hasta el final si el contenido me aporta «en lo que estoy» en esta etapa de mi vida.
Te doy las gracias porque estas reflexiones sobre liderazgo me parecen sencillamente profundas y disruptivas y me invitan a salir de mi camino.
En esta etapa de mi vida defiendo el liderazgo emergente o natural que surge desde la transformación personal y mueve a otros a crear nodos y realizar como dice Felix Castillo, microrevoluciones transversales. Tus reflexiones completan mucho -para mí- este punto de vista.
Me o quedo y lo mastico.
Me alegra que estés de vuelta y tan lleno.
Un abrazo
Amalio Rey
Gracias, Antonio!!!
Así es, el liderazgo necesita de una transformación natural, que aflore de forma auténtica. No se puede, ni se debe forzar…
un abrazo
Iván
Tema con mucha miga Amalio. Supongo que para todos estos saraos hay muchas miradas . El tema de liderazgo siempre me ha parecido enormemente complejo. Tengo pendientes unas interesantes lecturas sobre el tema. Estoy desde hace meses leyendo con mucha calma el libro «Let my people go surfing» sobre el modelo de gestión y liderazgo de Patagonia. Por cierto, te recomiendo el libro «El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas» de Chris Lowney. me gustó mucho cuando lo leí hace años. Fue un libro muy importante que leí tras haber tenido una mala experiencia.
Amalio Rey
Claro que hay muchas miradas, Iván. Interesantes, como siempre, los libros que estas leyendo. El de Chris Lowney me atrae más, porque siento una especial debilidad por la mirada de los Jesuitas. A ver si lo consigo. Gracias!!
Adriana Vázquez
Antonio totalmente de acuerdo contigo. Me ha encantado tu post
Julen
Joder, Amalio, estamos de revival. Allá por ¡¡¡2006!!! escribí una serie de artículos (tres en concreto sobre el asunto de por qué esta obsesión por líderes). A lo mejor tengo que repasar algunas de las cosas que escribí para ver si el el tiempo las aguanta o el contexto las hace obsoletas. En cualquier caso, estoy con Ricardo, el liderazgo está sobrevalorado.
Puedes echar un vistazo a los artículos desde este enlace(por cierto manejábamos entonces el concepto leaderless). Ciao! 😉
Amalio Rey
jjj… Julen, si es que ya te lo he dicho, tú eres un adelantado!!! Y no lo digo con retranca, sino convencido, de verdad, que es así.
Estos temas del papel que juega el liderazgo, por cierto, no añejan. Si repasas lo que escribiste, es bastante probable que mantenga actualidad. Lo de «leaderless» suena cojonudo… pero, oye, a veces me parece cada vez más complicado que se nos entienda. Nadamos como los salmones, colega 🙂
Jesús de Felipe
Sí, efectivamente el uso y abuso de la comercialización en general de soluciones mágicas de gestión apegadas a las modas de cada momento sigue en su apogeo. Sin embargo, el ruido y el abuso de la formación en liderazgo, además de la polémica confusión sobre qué es liderazgo, no debe hacernos olvidar que sí existen prácticas, heurísticas, y criterios fundamentales para desarrollarlo mejor y que hay materiales disponibles y lugares en donde se puede aprender algo, además de lo más importante: reflexionar continuamente y críticamente sobre la propia experiencia. Por ejemplo, me parecen en este sentido valiosas las aportaciones de Ronald Heifetz y su entorno. https://www.hks.harvard.edu/faculty/ronald-heifetz.
Un saludo.
Amalio Rey
Hola, Jesús:
Es cierto que hay prácticas y métodos de formación para desarrollar habilidades y competencias que mejoran el «potencial de liderazgo» de las personas. Ya se verá, después, si esa capacidad potencial se concreta en un determinado contexto y es reconocida por los demás. Puede que mejore las probabilidades pero no «crea líderes» per se. De todos modos, el tema de fondo es que, insisto, plantearse la formación de líderes es un objetivo perverso. ¿Por qué? porque yo prefiero que la gente lo descubra sin proponérselo. Veo raro, contraproducente, que la gente se plantee formarse para ser líder. La gente que se plantea eso como objetivo suele ser un poco chunga. Yo me entiendo 🙂
Jaír Amores Laporta
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
No puedo estar más de acuerdo. Parece que el retiro te ha sentado bien. Por lo menos, a mí me parece que los artículos están ganando en profundidad. Enhorabuena!
Sobre lo de formar líderes, solo me cuadra si les enseñan a liderarse a sí mismos, que eso sí que hace falta, y mucha.
Un saludo desde Las Palmas!
Amalio Rey
Gracias, Jair. Sip, el retiro me vino muy bien. Tomar distancia permite rellenar el pozo. Totalmente de acuerdo contigo de que lo principal es aprender a «liderarse a sí mismo». Un saludo