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Bienestar, Pensar bien, Salud

8 sesgos cognitivos que explican por qué bajamos la guardia con la Covid

por Amalio Rey 17/01/202117/01/2021
Sesgos cognitivos

POST Nº 648

Cuando en plena Pandemia, la gente se quita la mascarilla o la lleva de forma descuidada, decide asistir a una reunión de grupos grandes, elige un restaurante con un salón interior, pequeño y mesas muy próximas, u obvia respetar el distanciamiento social, está tomando decisiones basadas en una incorrecta evaluación de los riesgos, que es algo que los humanos tendemos a hacer mal.      

Después, hay comportamientos abiertamente negacionistas. Personas que se resisten de forma deliberada a cumplir las medidas de prevención porque no reconocen que el Coronavirus sea un peligro real, menospreciando cualquier evidencia y explicándolo todo con tesis conspiranoicas. Estos individuos se perpetúan en la negación, son los “covidiotas” (“covidiots”, en inglés, es el nuevo término), que disfrutan yendo contra la corriente, ignorando todas las precauciones como si fueran inmunes a la enfermedad y, lo peor, creando muchos problemas a los demás.

Para colmo, el Coronavirus tiene unas características que facilitan la adopción de estas actitudes irracionales. La amenaza es invisible, no hay señales físicas que se vean, lo que complica aún más la percepción del riesgo. Y en un escenario así, tan incierto y ambiguo, nuestra reacción más común tiende a simplificar, o sea, usar atajos mentales que pueden generar excesos de confianza. Veamos entonces por qué, a pesar de las evidencias, seguimos tomando decisiones individuales que son colectivamente desastrosas para la gestión de esta Pandemia. Parte de la respuesta está en los llamados sesgos cognitivos.  

¿Sesgos cognitivos?

Los sesgos cognitivos son una interpretación equivocada e irracional de la información que usamos para tomar decisiones. Atajos o trampas mentales que nos llevan a hacer lecturas erróneas de esas señales. Por ejemplo, exagerar o menospreciar una determinada información que influye en la probabilidad de acierto de esas decisiones.  

Que usemos heurísticas simplificadas es normal. Una reacción natural del cerebro para ahorrar energía. Si tuviéramos que activar un pensamiento sofisticado y analizar demasiados datos para todo, sería agotador. Así que echamos mano de rutinas mentales, métodos informales basados en la intuición y la experiencia, que acortan el camino y operan en piloto automático. Hasta ahí, todo bien, en favor de la eficiencia. El problema aparece cuando esos atajos nos llevan de forma frecuente a cometer errores que son sistemáticos, de un tipo parecido que cumple ciertos patrones.

Eso ocurre con más frecuencia de lo que creemos, y afecta el comportamiento social frente a la Pandemia. Se han hecho estudios que tipifican los sesgos que llevan a las personas a ignorar normas y recomendaciones de prevención. Esas heurísticas erróneas también explican en parte la reticencias a la vacunación.

Este asunto de los “sesgos cognitivos” es algo que me fascina desde hace tiempo. Estoy obsesionado con ayudar(me) a “pensar bien”. De hecho, tengo un ensayo en barbecho sobre este tema. La semana pasada descubrí un vídeo muy sencillo y didáctico del Dr. Craig Kaplan, en el que explicaba cinco sesgos cognitivos que afectan nuestro comportamiento ante la Covid. Me vi reflejado en algunos así que me puse a investigar más, sobre todo para aplicarme el cuento. Eso me permitió profundizar en algunos de ellos y ampliar el número de sesgos. Hay muchos, pero voy a explicar solo ocho de ellos:

1. Sesgo Optimista
2. Sesgo de Representatividad
3. Sesgo de Disponibilidad
4. Sesgo de Fatiga de Precaución
5. Sesgo de Conformidad o comportamiento de rebaño
6. Sesgo de Confirmación
7. Sesgo de Autojustificación o Disonancia Cognitiva
8. Sesgo del Síndrome de la Cabaña

Todos ellos están detrás de la mayoría de los comportamientos de descuido o falta de prevención ante la Pandemia. Confío en que entenderlos te va a ayudar a descubrir posibles errores en la percepción de los riesgos y también, a usar mejores argumentos para persuadir a las personas que son más descuidadas. Veamos cada uno por separado:

1. Sesgo Optimista

Este sesgo consiste en pensar que es menos probable -de lo que es- experimentar un evento negativo. Los seres humanos (que no padecen ninguna patología psíquica) tendemos de forma innata a pensar positivamente sobre nosotros y el futuro, así que tratamos de apartar de la vista los peores escenarios. Ser optimista es positivo para reducir el estrés y la ansiedad, pero puede generar un exceso de confianza.

El (exceso de) optimismo se lleva mal con la prevención. Las personas muy optimistas nunca se preparan para lo peor. Presuponer, per se, que no se van a contagiar es “poco realista”, pero mucha gente cree eso, lo que hace que les cueste tanto tomarse en serio los riesgos.

Si uno se considera mejor, más fuerte y resistente a la Covid19 que el promedio, entonces es más probable que se descuide más que el promedio, porque supone que la ocurrencia de ese evento negativo para uno es mucho menor que para los demás. Cree que controla, pero no controla nada. Y es posible que, efectivamente, tenga menos probabilidades que ciertos tipos de personas, pero el error es este: un riesgo bajo no significa que el riesgo sea insignificante. Las suposiciones en exceso positivas pueden producir errores de cálculo lamentables.

El sesgo optimista es adaptativo y se refuerza a sí mismo. Pongo un ejemplo. Cada vez que realizas una actividad con cierto nivel de riesgo como, por ejemplo, asistir a una fiesta con un grupo de amigos en un espacio interior, y no pasa nada, no te contagias, entonces es probable que ese resultado positivo envíe una señal que refuerce la idea de que tu decisión fue correcta. Fuiste afortunado/a, pero eso no significa que la decisión fuera acertada. A más fiestas asistes sin contagiarte, más “evidencias” infieres de que no hay riesgo, más te confías y más repites. Hasta el día en que, por fin, te infectes, por exceso de optimismo.    

Este sesgo es de los más difíciles de identificar y gestionar porque ser optimistas, como ya dije, es algo bueno para un pensamiento saludable. El reto está en saber discernir entre las situaciones en que ser optimista es beneficioso y aquellas en que resulta más prudente contemplar también los malos escenarios.   

2. Sesgo de Representatividad

Este sesgo está relacionado con el anterior, porque refleja también un exceso de optimismo. Consiste en dar por hecho que, por nuestras características, no pertenecemos al tipo de colectivos que pueden ser afectados por la enfermedad. Comparamos nuestro perfil con el de los individuos que más se enferman y/o fallecen, y de ahí inferimos que no somos representativos del tipo de persona que es perjudicada por esta patología. Es el típico razonamiento de: “No soy viejo, ni estoy enfermo, así que incluso si me infecto, no me hará daño”.

Si miramos los datos en frío, es cierto que ser joven y no tener patologías de riesgo reduce la probabilidad de sufrir consecuencias serias. Pero eso nunca se sabe porque la Covid19 usa unos mecanismos bastante confusos para producir más o menos daño. Cada organismo es un mundo y hemos visto reacciones inexplicables. Así que si la gente se compara con el perfil de las personas que más mueren, es posible que algunos salgan bien parados, pero eso no los salva de ser un “dato anómalo”, de esos que se alejan del centro de la Campana de Gauss. Incluso, peor, cabe la posibilidad de que -por falta de información sobre nuestra propia salud y/o genética- estemos dando por hecho que no somos “representativos” cuando en realidad lo somos. Ante la duda, mejor ser prudentes, ¿no?      

Este exceso de confianza se aplica tanto a nosotros mismos como a la percepción del riesgo que corren nuestros seres queridos, a los que (también por el sesgo optimista) inmunizamos por arte de magia. Nos cuesta imaginar que pueden ser un perfil representativo. No queremos pensarlo, así que nos agarramos a las estadísticas gruesas, sin tener en cuenta los matices. Pensamos erróneamente que estamos mucho más protegidos que los demás. 

3. Sesgo de Disponibilidad

Tendemos a pensar rápido. Echamos mano de lo primero que nos viene a la mente, de los ejemplos que tenemos más a mano. Eso hace que nos basemos en la información a la que podemos acceder de manera inmediata, que se recuerda más fácil. Este sesgo consiste en interpretar la posibilidad de algo según la disponibilidad de ejemplos y evidencias que manejamos, que hemos vivido, aunque estos no sean una muestra fiable de las probabilidades reales de que ese suceso ocurra.

En el caso de la Covid19, si conocemos en persona a poca gente que se haya infectado, y menos aún que haya fallecido, es habitual que subestimemos la prevalencia de la enfermedad. Que haya noticias alarmantes, con estadísticas duras, mitiga este sesgo; pero nunca es igual a los ejemplos reales de personas que conocemos. Si no nos ha golpeado cerca, tendemos a minimizar el peligro. A más reciente y en un entorno más próximo (por ejemplo, un familiar o un gran amigo), más sensibles somos al riesgo, y al revés. 

Leía esto en un artículo de UX Collective, refiriéndose a Estados Unidos: “En este momento, menos del 0.07% de la población ha muerto por Covid. Para conocer a alguien que ha fallecido, estadísticamente hablando, tendríamos que conocer a unas 1.500 personas. La mayoría de la gente no tiene un círculo social tan grande y por eso termina subestimando la posibilidad de estar expuesta al virus”.

4. Sesgo de Fatiga de Precaución

De este sesgo apenas se hablaba pero ha ganado protagonismo precisamente con la Covid. Jacqueline Gollan, profesora de la Universidad Northwestern, acuñó ese nombre , y me parece que es de los que más afectan. Pienso en mí mismo. Consiste en relajar la precaución por cansancio o desgaste de hacerlo durante tanto tiempo. Como explica el Dr. Kaplan en su vídeo: “al principio estábamos en alerta máxima, pero pronto aprendimos a desconectarnos” porque “es demasiado agotador mantener ese nivel de alerta”.

Así ha sido. Lo que al principio eran señales peculiares, extraordinarias, que atraían una gran atención; con el tiempo se fueron convirtiendo en permanentes, y los humanos tendemos a “ignorar las señales constantes” porque las incorporamos como normales. Meses de precaución y ansiedad van agotando la paciencia, y hacen que las personas sean cada vez menos estrictas para mantener la disciplina de las pautas de prevención.

Algunas personas, de tantos repetirlas, han convertido estas normas en hábitos; pero muchas otras no y las siguen considerando extrañas. Se fueron adaptando a la nueva anormalidad, dejaron de alarmarse, y se relajaron. La Covid se ha convertido en parte de nuestras vidas, y eso puede hacerla parecer menos amenazante. Y verlo así es un error. Ahora hay más exposición y es igual de peligrosa.

5. Sesgo de Conformidad o de comportamiento de rebaño

Este es un sesgo clásico, como el que viene después. El Dr. Kaplan lo resume en esta frase: “copiar al vecino”, es decir, hacer algo principalmente porque otros lo están haciendo, en lugar de seguir las propias creencias. También se le llama: “Pensamiento de Grupo” (Groupthink), una disfunción social de la que he hablado ampliamente en mi blog de inteligencia colectiva.

Claro, el efecto neto de este sesgo en la prevención ante la Covid depende del contexto en el que nos movamos mayormente, porque podemos imitar comportamientos que favorezcan o perjudiquen. Si tenemos amigos y/o vecinos a los que vemos con frecuencia, que son descuidados, negacionistas o que subestiman sistemáticamente el riesgo de la Pandemia, es posible que les copiemos. Pero si, por el contrario, es gente precavida, también.

Este efecto se amplifica por la presión social. Se da mucho entre los adolescentes, pero también en otros contextos en los que hay comportamientos tribales. Por ejemplo, si hay un grupo de colegas sin mascarillas, o con ellas pero sin respetar el distanciamiento, puede dar cierto reparo ser el único que se la ponga o que dé un paso atrás para alejarse de los demás. Otro: nos invitan a una cena con un grupo de amigos, y sintiendo que corremos un riesgo, decidimos ir por no quedar mal. Ser aceptado, no parecer el raro o tiquismiquis, hace que se mimeticen y rebajen las precauciones.

Se dio un comportamiento de rebaño cuando tantas personas salieron a los supermercados a acaparar alimentos y papel higiénico: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. O cuando llegamos a un sitio, y vemos que la mayoría está relajada, sin cuidar las pautas de precaución, y entonces inferimos de ello que es el comportamiento adecuado: “tanta gente no puede estar equivocada”, pensamos. Y al revés, las primeras personas que empezaron a ponerse mascarillas en España fueron tildadas de raras y demasiado alarmistas, pero lo que ellas hicieron fue guiarse por su propia información, en vez imitar a los demás. Y tenían razón.    

6. Sesgo de Confirmación

Este sesgo es uno de los clásicos, de los más frecuentes. Consiste en la tendencia a buscar, interpretar y ponderar selectivamente aquella información que respalda nuestros prejuicios y creencias. Y por el contrario, a ignorar aquella que la contradice.

Esto es típico de los negacionistas, pero también de la gente escéptica que, a pesar de las múltiples pruebas, sigue repitiendo que la Covid19 “es como una gripe”. Al pensar así, solo se fijarán en las noticias y opiniones que refuercen esa creencia, aunque sean referencias aisladas que vayan en contra de las tantas evidencias científicas que demuestran lo contrario.

Más ejemplos. Si una persona presupone que la mayoría de la ciudadanía está rompiendo la cuarentena, tenderá a fijarse solo en las noticias que hablan de infractores y sanciones por no respetar el confinamiento, obviando la información que da cuenta de la inmensa mayoría que sí cumple. Si piensa que el uso de mascarillas no ayuda a atenuar la propagación del coronavirus, será más sensible a los hechos que apuntan en esa dirección y descartará los que demuestren lo contrario, para así reforzar sus creencias. Este sesgo atrapa a las personas en prejuicios equivocados y no les permite modificarlos según la nueva información.

En un artículo de The New York Times ponían este ejemplo que es bastante ilustrativo: si estas convencido de que es seguro salir a comer con amigos, tal vez hagas una búsqueda por Internet (si es que la haces) con esta pregunta: “¿Comer con amigos afuera es seguro durante la crisis del coronavirus?”. Plantearlo así podría dar como resultado artículos que tiendan a reforzar la percepción de seguridad; pero si la pregunta cambia a: “¿Qué peligros hay de comer fuera durante la crisis del coronavirus?”, entonces las respuestas recogidas serían mucho más cautelosas y podrían contradecir tu suposición inicial.

7. Sesgo de Autojustificación o Disonancia cognitiva

Es una heurística de autoengaño. Consiste en crear coartadas, justificaciones, para sentirnos bien ante un comportamiento que intuimos que está mal, y que efectivamente está mal.

Por ejemplo, sabemos que es muy arriesgado ir a una fiesta con un montón de compañeros de la universidad, pero nos creamos unas racionalizaciones para convencernos de que es una buena idea. Queremos hacerlo, así que buscamos la forma de acallar la voz sabia que nos dice que no debemos. Nos inventamos razones del tipo:  “se están pasando con los riesgos”, “no es para tanto” o, simplemente, exageramos la recompensa para minimizar el coste o peligro: “esta es mi única oportunidad ahora para encontrar pareja”. De esta manera, terminamos aplacando el impulso de precaución y atreviéndonos a asumir más riesgos de los convenientes.    

8. Sesgo del Síndrome de la Cabaña

El síndrome de la cabaña (“cabin fever” en inglés) es un término popular que describe la sensación de inquietud, casi claustrofóbica, que sienten algunas personas por estar demasiado tiempo en un lugar aislado, sin socializar, debido a la soledad y el aburrimiento.

La experiencia del confinamiento, y las limitaciones de movilidad posteriores, además de producir irritabilidad e insatisfacción, generan en las personas una mayor necesidad de romper la rutina, de salir y escapar de los lugares cerrados. Como explica el vídeo del Dr. Kaplan, la acumulación de restricciones, esa sensación de sentirse enjaulados, hace que muchas personas estén “hambrientas de estimulación”, y eso los puede llevar a tomar decisiones imprudentes, pasando de un extremo a otro: de estar encerradas a querer comerse el mundo descuidando las precauciones.

Antes de terminar, me gustaría insistir en que no se trata de vivir en un estado crónico de miedo y ansiedad. Buena parte de los sesgos cognitivos que describí antes también pueden funcionar en sentido contrario, o sea, llevarnos a exagerar la amenaza a niveles que sean tóxicos. De lo que se trata es de ser prudentes, evitar los excesos de confianza y mantener hábitos preventivos guiados por una cautela razonable, capito?  

NOTA: La imagen es del álbum de Finnblik en Pixabay.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de suscríbete a este blog” que aparece en la columna derecha de esta página. También puedes seguirme por Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva

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2 Tags: atajos mentales, covid, creencias, errores de prevención, heurísticas, medidas de precaución, pandemia, pensar bien, prudencia covid, rutinas mentales, sesgos, sesgos cognitivos, trampas mentales

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