El papel como refugio y cortafuegos

POST Nº 657
En un post anterior ya expliqué por qué debes desconfiar de los GAFA. Citaba entonces a Franklin Foer, corresponsal de The Atlantic, avisando que “cuando externalizamos el pensamiento a las máquinas, en realidad estamos externalizando nuestro pensamiento a las organizaciones que dirigen las máquinas”. Esta idea que es bastante obvia, en la práctica no lo es porque -como pasa con el fallido sentido común- termina omitiéndose dentro del pringoso entramado de normalización que sufre la gestión de los datos privados con el uso omnipresente de las plataformas digitales.
Dice Jorge Carrión que Amazon parece barato, muy barato, pero que “lo que no pagas en dinero, lo pagas en datos”. Por ejemplo, gracias a eso, el gigante del comercio electrónico sabe casi todo lo que leemos o regalamos. Y a partir de esa información tan sensible como las cosas que compramos o los libros que preferimos, le es fácil abrir nuestro cerebro, deducir nuestro perfil de preferencias y saber cómo pensamos.
Evgeny Morozov, el conocido estudioso de las implicaciones políticas y sociales de la tecnología, recuerda que si toda la información que damos a Google, Amazon o Facebook nos la hubiera pedido algún gobierno, ya lo hubiéramos denunciado ante los tribunales internacionales, pero que, sin embargo, se la cedemos “graciosamente”, y ellos la convierten en millones… “y en poder”. Según él, estamos privatizando nuestra intimidad: se la estamos regalando a empresas privadas dirigidas por una junta de accionistas con intereses muy privados, y gracias a eso, “ya tienen más información que cualquier gobierno”.
Google, alerta Morozov, ya es nuestro principal, y en algunas áreas único, mediador con la realidad: desde toda la información del buscador hasta los mapas, la publicidad, el correo -un espacio que se supone íntimo en todos los grados- y la mayoría de nuestras interacciones digitales, que a su vez colonizan de forma implacable a las analógicas. Facebook, con su WhatsApp, también dispone de un archivo infinito de conversaciones, de evidente naturaleza personal, que es nuestro “correo” más espontáneo y el que mejor dibuja el mapa de relaciones por el que se despliega nuestra existencia.
Pues bien, si a todo eso le sumamos la tentadora posibilidad de leer e-books o libros en formato digital en plataformas tipo Kindle, también de Amazon, entonces le damos una vuelta de tuerca más a la feroz “dataficación” de nuestras vidas. Yo soy más de leer libros en papel, y siempre he apreciado la magia de tocar las texturas, lo que se siente cuando agarras un libro o cambias de página con la mano; pero no había pensado en esta otra ventaja que tan bien explica Franklin Foer: leer en analógico es de las pocas opciones que nos quedan para escapar del control de datos.
Como dice Foer, si las empresas tecnológicas aspiran a absorber la totalidad de la existencia humana en su redil corporativo, la lectura en papel es uno de los escasos resquicios de la vida que no pueden integrar plenamente, así que quizás terminemos refugiados “en el santuario del papel” para que sepan algo menos de nosotro/as, para poner cortafuegos a sus ojos vigilantes. Sería nuestra vía de escape de un sistema cada vez más invasor, un refugio que podríamos ocupar conscientemente.
El papel -en forma de libros, revistas y periódicos- “es la costura que podemos habitar”, el lugar más allá de los monopolios, donde no dejamos un rastro de datos y no nos siguen la pista. Pero hay más ventajas. Las páginas en analógico, además, nos permiten en algún momento del día desconectar de las máquinas y ocuparnos de nuestra esencia humana. Cuando nos refugiamos en el papel, podemos (claro, solo si queremos) estar apartados de las notificaciones, los sonidos metálicos y otras urgencias que distraen nuestros pensamientos, un sistema perverso que intenta meternos 7×24 en el ecosistema vigilante.
Recuerda, cada vez que leas en dispositivos digitales conectados a alguna plataforma, tus datos estarán siendo monitorizados -durante o después- por algún algoritmo. Es un paso más para que “alguien”, desconocido y a saber con qué intereses, te conozca mejor. Leer en papel, por el contrario, es la opción que nos queda para escapar del Matrix.
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Teresa Zorrilla
Otros argumentos más para leeer libros en papel.
Creo también les gustará el libro de EL INFINITO EN UN JUNCO, de Irene Vallejo, editado por Siruela.
Como dicen un camino amarillo adoquinado de lecturas.
Amalio Rey
Hola, Teresa, me alegra verte por aquí. El libro de Irene Vallejo lo tengo en cola. Mucho interés de leer ese ensayo. Un saludo!!
Julen
El problema, Amalio, es que la compra del libro en papel que has realizado deja una huella digital sí o sí. El campo de compra queda registrado. Tú, una persona con una tarjeta de crédito, has comprado determinado libro. ¿Lo pagaste en papel? La tienda registará tu compra en su sistema informático para que «te atiendan mejor» la siguiente vez. No es tan fácil, me temo.
Amalio Rey
Hombre, Julen, la compra y lectura de libros en analógico no tiene nada que ver con lo que estoy diciendo por dos razones: 1) Compra: puedes hacerlo en una librería, en un lugar físico (que es donde mejor se puede comprar un libro, si está catalogado) o en tiendas digitales dispersas, en lugar de que lo hagas siempre en el mismo sitio, Amazon, que es la situación a la que me refería, y la que implica el verdadero peligro porque si la mayoría de los libros son e-books comprados en Kindle, los datos que alimentan el algoritmo son cada vez más completos para «modelar» cómo pensamos, 2) Lectura: si lees en analógico, nadie sabe el ritmo, las páginas en las que te detienes más, las ideas que subrayas, mientras que si lo haces en digital, usando plataformas que te permiten guardar lo marcado, ahí estás alimentando al ecosistema de vigilancia con más datos. Lo que yo haga con mis libros en papel, las cientos de marcas que les hago, no lo sabe nadie. Ahí están ocultas en mi librero.
Julen
De acuerdo con lo segundo. Pero lo primero, el acto de compra, es ya muy difícil que no deje huella digital, aunque lo hagas en la tienda del barrio. El registro de que hemos comprado nos identifica en cuanto a gustos.
Respecto a lo segundo, para evitar que dejemos trazas digitales tendríamos que dejar de publicar los posts que tú y yo publicamos sobre los libros que leemos, ¿no? jejejejeje
Amalio Rey
Pero, Julen, que dejes huella digital en la tienda del barrio tiene un impacto irrelevante en la vigilancia porque esa tienda dispone de una proporción residual de los datos que explican tu patrón de compras, ni tiene poder para aprovecharse de ellos. Y si compras siempre con la misma tarjeta, esos datos los concentra el banco, que sí puede reunir un cúmulo crítico de información sensible, pero que (de momento) no tiene el poder de los GAFAM para vigilarnos. Por cierto, usar dinero en efectivo (¡¡otra vez el papel!!) empieza a convertirse en una forma de resistencia ante la dataficación invasiva. Si compras en efectivo y/o en distintas tiendas, el Matrix se debilita, y sus algoritmos son menos efectivos para «modelarnos».
En cuanto a lo segundo, jjjjj… tienes (en parte) razón, y créeme que ya había pensado en eso. Pero digo «en parte» porque si yo publicara en mis reseñas del blog el montón de notas que meto en mis libros analógicos, otro gallo cantaría. Ahí apunto detalles y observaciones que jamás me atrevería a llevar a este blog. Esas quedan ocultas en el librero, para mí y solo para mí…..