Benidorm Fest y el viejo dilema de Multitudes vs. Expertos
POST Nº 676
No sigo Eurovisión. Tampoco me atraen tanto los festivales tipo Benidorm Fest. En cambio, sí que me interesa el debate generado por la elección de la canción ganadora este año, porque encierra algunos aprendizajes sobre un tema que he investigado mucho y que trato en mi libro de inteligencia colectiva, que estará en librerías en marzo, y que se resume en esta pregunta: ¿expertos o multitudes? Dedico a este asunto un capítulo entero, intentando responder a estas dos cuestiones: ¿se puede prescindir de los expertos y confiar en la opinión colectiva masiva para cualquier tema? Y de no ser así, ¿cuándo es mejor confiar en las multitudes y cuándo en la opinión de los expertos?
Me apetece analizar lo ocurrido desde la teoría que propongo en mi ensayo pero, como ando escaso de tiempo, voy a hacerlo simulando una entrevista ficticia que me haría un medio de difusión, suponiendo que alguno creyera que puedo aportar pistas que ayuden a entender mejor este lío. Me invento unas preguntas y yo mismo me las respondo. Allá vamos:
1. ¿Cuáles son las claves, desde la inteligencia colectiva, para resolver esta controversia?
El debate que se ha generado es un dilema típico de «expertos vs. multitudes», que es un clásico de la inteligencia colectiva. Para enfocar esto de manera ordenada, yo me plantearía ―simplificando― cuatro preguntas:
- ¿Qué objetivos definen el éxito del método usado para seleccionar la canción? ¿Qué tendría que ocurrir para que consideremos que se ha utilizado un buen método?
- ¿Se necesitan expertos para elegir una canción que nos represente en Eurovisión?
- ¿Cómo tendría que funcionar un «panel de expertos» para que su dictamen sea percibido como legítimo?
- ¿Cuál sería, entonces, el método de selección óptimo para un concurso como este?
Voy a responder ahora a cada una de estas preguntas, hilando los argumentos que las conectan.
2. ¿Qué define el éxito del método usado para seleccionar la canción?
Esto es importante. Si queremos saber si un método de decisión ha sido acertado, hay que saber primero qué objetivos se perseguían con él. Los objetivos pueden ser fallidos, disparatados. También ambiguos, lo que complica la evaluación. Es lo que yo llamo «definir el éxito», y en este caso no está tan claro. Pregunto:
¿Lo que buscábamos con este concurso es elegir 1) la canción con más probabilidades de ganar en Eurovisión o, 2) la que mejor represente las preferencias de la sociedad española?
Es fácil contestar que queríamos los dos, pero, en caso de conflicto ―suele haberlo―, deberíamos saber cuál pesa más. Mi opinión aquí es que, tratándose del concurso que es, el segundo objetivo debería ser un requisito y ponderar más. Pero, indudablemente, otros pueden inclinarse por un criterio más competitivo (y resultadista), y definir el éxito del método de selección según el puesto que la canción elegida ocupe finalmente en Eurovisión.
Según estos últimos, si Chanel termina ganando el concurso europeo, eso demostraría que el método fue el correcto. Pero para los que piensan que es más relevante la calidad del proceso seguido y el grado en que la opinión pública española se siente identificada con la canción que la representa ―es decir, que sea un proceso justo, representativo y legítimo―, el resultado de la competición no haría que cambien de opinión. En definitiva, lo que quiero decir es que todavía no tengo claro qué se buscaba ―principalmente― en ese proceso de selección, y eso condiciona mi capacidad para evaluarlo.
3. ¿Se necesitan expertos para elegir una canción que nos represente en Eurovisión?
Esta es, probablemente, la pregunta más importante. Según la teoría, en temas técnicamente muy complejos, que requieren conocimientos especializados, si la multitud carece de ellos ―como suele ser habitual cuando hablamos de la opinión pública en general―, la agregación estadística propagará la tendencia errónea de base. Desde esa perspectiva, hay muchas situaciones en las que sería bastante más sensato consultar a especialistas.
Recordando el famoso ejemplo del «buey de Galton» (aquí, un vídeo que lo explica de una manera muy sencilla), dice Cass R. Sunstein que no sería lo mismo pedirle a una multitud que estime el peso de un buey—algo que cualquiera puede hacer a simple vista— que preguntarles sobre el número de átomos que hay en el animal. La respuesta promedio en el segundo caso sería un mero ejercicio adivinatorio, con un resultado totalmente fallido. El propio Sunstein llevó a cabo un pequeño experimento en este sentido: pidió a un grupo numeroso de profesores de derecho que adivinaran el peso del combustible empleado en determinado transbordador espacial, y la respuesta promedio se alejó por mucho de la correcta sencillamente porque esos profesores no sabían nada de transbordadores espaciales.
Pues bien, reformulemos ―a la luz de este ejemplo―la pregunta que hice antes: ¿se necesitan conocimientos técnicos, de especialistas, para elegir una canción? En principio parece que no pero, claro, otra vez depende de qué criterio prima en esa selección. Si dijéramos que se busca la pieza musical de más «calidad artística», porque importa mucho la sofisticación, tal vez los expertos tengan algo que decir, y aun así me cuesta definir esto de «calidad artística» si no es desde la más profunda subjetividad. Pero si lo que prima es el gusto, qué canción prefiere la gente, la opinión de los profesionales solo puede servir como recomendación, pero no para decidir. Como suelo decir en estos casos, importa muchísimo más el conocimiento «vivencial» (el que tiene cualquier persona como preferencia musical) que el «experto».
Volviendo a mi pregunta 2, en la que incidía en la importancia de definir qué entendemos cómo «método exitoso», si el objetivo principal del concurso es elegir la canción que mejor represente el sentir mayoritario de la sociedad española, los expertos no tienen nada que decir ahí. La canción que salga ganadora será la más popular, elegida por lo/as televidentes y punto.
Pero si importara más elegir la canción con más probabilidad de ganar, se podría creer que la «opinión experta» aporte algún valor pero, en la práctica, tampoco es así. Nadie ha demostrado todavía que los expertos sean más capaces de mejorar esa probabilidad que el voto popular.
Un argumento que podría favorecer el método mixto, el de introducir también la voz profesional, es que así usamos el mismo sistema que sigue la final de Eurovisión: el 50% de los puntos los asigna un jurado profesional, que vota el día anterior (al visualizar el ensayo general antes de la gala), y el otro 50% a partir del voto de los espectadores emitido por llamadas telefónicas y SMS. Parecería lógico que si lo importante fuera aumentar la probabilidad de ganar en la final, sigamos el mismo método, pero resulta que «replicar» es un imposible, porque los jurados (ese 50%) no permite eso, dado que el nacional y el europeo están compuestos por personas distintas y, como comentaré más adelante, no parecen haber criterios claros y uniformes para que esa selección use el mismo marco de referencia en ambos casos.
4. ¿Cómo tendría que ser un «panel de expertos» para que su dictamen sea percibido como legítimo?
Dejando claro que el método seguido en la final de Eurovisión (y la utilizada en su versión española) introduce un «factor experto» que parece totalmente innecesario, y que lo más legítimo sería que la decisión se base solo en la votación popular ―porque se trata de elegir la canción que más gusta a los telespectadores―, veamos cómo tendría que ser un «panel de expertos» si realmente fuera necesario.
Se tendrían que dar dos requisitos, como mínimo, para validar la opinión experta en un concurso como este:
- un método de selección de esos profesionales que sea transparente, imparcial, y aceptado por todos
- unos criterios para votar entre canciones que sean también conocidos.
A más «a puertas cerradas» es un mecanismo ―como es el de expertos― más luz y taquígrafos necesita. Sobre todo, cuando tiene un peso tan determinante en la decisión final. Y esto, insisto, se aplica a cualquier decisión que demande legitimidad. Lo de elegir una canción para Eurovisión es casi anecdótico al lado de otras decisiones realmente trascendentales que se siguen tomando por unos cuantos iluminados que nadie sabe bien cómo fueron elegidos y qué criterios ponderan.
Es obvio que RTVA no cumplió ninguno de esos dos requisitos. No sabemos cómo, ni por qué, han sido seleccionados cada uno de los profesionales que conformaron ese jurado. Además de que se han descubierto hechos (para mí, débiles) que ponen en duda su imparcialidad, está claro que si el mecanismo no es transparente y consensuado, se multiplica la probabilidad de que haya fuertes «sesgos de selección» que pongan en duda su legitimidad. Para colmo, solo eran cinco personas, que es una cifra baja y fácil de manipular, a si fueran veinte o treinta. A más voces, más diversidad y más se anulan los sesgos.
En cuanto al segundo requisito, tampoco han trascendido los criterios que siguió ese jurado para votar. Si no hay criterios claros y transparentes, más arbitrariedad. Si queremos reducir la subjetividad (una pretensión habitual que se espera de los expertos), hay que negociar primero unos criterios que introduzcan racionalidad y que respeten todos los miembros del jurado: ¿alguien sabe qué criterios siguieron para considerar que una canción era mejor o peor que otra?
De hecho, cuando uno ve el resultado, pone aun más en duda el funcionamiento de ese jurado. Existe el mito de que los profesionales son «más sabios» que las multitudes al elegir entre opciones. Y una de las cosas que me han gustado de este episodio es que las masas ―tan vilipendiadas y acusadas de poco inteligentes― optaron por opciones igual o más innovadoras y sofisticadas cultural (y socialmente), que las elegidas por los llamados expertos. Solo hay que ver la letra de la canción de Chanel, y compararla con las propuestas alternativas de Tanxugueiras y Rigoberta Bandini, para darse cuenta. No es que Chanel haya sido rechazada por la multitud, porque también entró en el podio de la opinión popular, pero la intervención tecnócrata del jurado distorsionó el resultado final al castigar en exceso (e inexplicablemente) a la opción gallega, que fue la preferida de los telespectadores.
5. ¿Cuál sería, entonces, el método de selección óptimo para este concurso?
De acuerdo a todo lo dicho antes, y a la luz de lo que dice la «teoría de la inteligencia colectiva», estas serían mis recomendaciones:
- Con el voto del público bastaría. La «capa experta», dada la naturaleza de este concurso, es innecesaria, y solo genera desconfianza.
- El «panel demoscópico» debería pesar más que el «voto público» por teléfono, porque es estadísticamente más representativo de la población española, mientras que el segundo puede distorsionar un poco por el efecto de las minorías hiperactivas.
- Para que el «panel demoscópico» sea creíble (la confianza es clave para la legitimidad), habría que hacer pedagogía de cómo se elige la muestra, y que el método sea auditable.
- Si se insiste en un método mixto, en el que los expertos tengan algún peso aunque sea minoritario, deberían respetarse tres condiciones: 1) un panel formado por un número elevado de expertos (20-30 en lugar de 4-5), para anular sesgos, 2) un método de selección que sea consensuado y transparente, 3) unos criterios uniformes para votar entre opciones, que además de ser previamente negociados, permitan complementar las posibles carencias de la opinión popular
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