¿Neoluditas rompiendo telares en las fábricas de #IA?

POST Nº 723
Hablaba estos días con amigos sobre los #luditas, ese movimiento de artesanos ingleses que allá por el siglo XIX protestó contra la industrialización rompiendo telares. Esas protestas contra las máquinas que se introdujeron en la industria textil duraron, en su mayor intensidad, unos cinco años. Se dice que desde 1811 a 1816.
Nos quedamos después con el significado más reduccionista de aquello => «LUDITA: Persona opuesta a las nuevas tecnologías, que se resiste y tarda en adoptarlas en su estilo de vida», que se suele usar con un sentido despectivo para acusar a alguien de viejuno tecnológico 🙂
Lo curioso es que he leído que el historiador Eric Hobsbawm consideró a ese movimiento como una forma de «negociación colectiva por disturbio». Algunos dudan de que hubiera hostilidad a las máquinas propiamente dichas (yo intuyo que sí), pero tengo claro que fue una manera de conseguir una mejor posición negociadora frente a la ruptura tan brusca que esa disrupción tecnológica produjo en el balance entre capital y mano de obra.
Pues bien, mi amigo me decía que, a raíz de mis críticas a cómo se usa la #IA (yo, más que crítica, diría que profunda llamada a la prudencia) no me enfadara si me llamaban «ludita», porque es una manera de resistencia que hoy adquiere mucho sentido. Mi primera reacción fue tomármelo en broma: «¿Yo, ludita?». Pero, después, más en serio, reparé en que es perfectamente posible que nos veamos en un escenario de «neoludismo», de un movimiento activo de personas que salga a la calle a manifestarse y que, incluso, opte de nuevo por «romper telares» en los centros de datos donde se «fabrica» la IA.
Igual que pasa con las protestas contra la #MasificaciónTurística, algo impensable hace diez años, puede ocurrir que los colectivos vulnerables por esta disrupción (que cada vez son más) decidan organizarse con acciones de este tipo, para mejorar su posición negociadora «por disturbio», como decía Hobsbawm. No lo veo descabellado. Incluso lo aplaudiría en muchos supuestos porque, como ya sabemos, a menudo la sensibilidad de las élites solo se despierta a las bravas.
Habrá que hacer ver, de una manera que se note, que lo que le conviene a gente como #Musk no tiene por qué convenirle a la humanidad. Que los riesgos que toman las élites los terminaremos pagando todos/as. Que la tecnología no debe tener una agenda propia, sino que debe ser controlada por la sociedad organizada. Que los datos que regalamos a las máquinas no se quedan en un limbo neutral de bits y cables, sino que van a los dueños de esas máquinas, a los que a su vez les conviene actuar por libre, para acentuar su poder. Que esa asimetría se cuece en salas oscuras, que no audita nadie, y en las que el dinero es una tentación difícil de contener sin unos buenos guantazos de sentido común, que nadie va a poder dar si no sabe qué pasa ahí dentro. A eso súmale el absurdo geopolítico, la carrera frenética entre super potencias para ver quién la tiene más grande con la IA, siendo Europa la más criticada (fuego amigo, incluido) cuando es la única que pone algo de sensatez en el tablero. En fin, se cuaja la tormenta perfecta para cometer estupideces. Y tenlo claro, clarísimo: ¡¡No se van a autorregular ni hartos de vino!!
Sé que si vuelve un movimiento así, «rompiendo telares», no va a parar el uso de la #IA y podría parecer que de nuevo ha sido derrotado, pero ni estoy defendiendo que se prohíba un avance tecnológico así, ni los efectos de esas revueltas serían los mismos. Hoy vivimos en una sociedad más sensible a esas señales. Las protestas masivas tendrían un eco diferente a entonces. Tal vez servirían para corregir el rumbo.
La disrupción tecnológica de la industrialización textil produjo, como ya dije, una ruptura grosera en el equilibrio entre capital y trabajo. Esa situación se repite hoy con la #IA, pero es más transversal y con un impacto a escala exponencial. Remueve la esencia que nos hace humanos, la inteligencia, y esto es un asunto serio. Debería serlo para ti, para mí, para todos/as. Ese desequilibrio, a partir de cierto grado, es material inflamable. Si mucha gente percibe que la están exprimiendo, que están vaciando de contenidos su fuente de sustento, saldrá a la calle. Es absurdo pedir a millones de personas que se reinvente con tanta precipitación.
Tengo que reconocer que a mí me produce bastante perplejidad que la gente se identifique tanto emocionalmente con los personajes de las películas que defienden lo humano frente a los robots, que de esas tenemos unas cuantas; y después no sepa ver que el entusiasmo acrítico que muestran por la IA puede estar «larvando» el mismo resultado que defienden «los malos» de esas pelis. No es raro que sientan rabia y tristeza al ver a esos humanos devaluados por las máquinas, y al mismo tiempo se apunten con alegría al desenfreno de la automatización que vivimos ahora. No entiendo esa desconexión, pero sé que no va a durar mucho.
Creo francamente que no estamos tan cerca todavía de ese momento de inflexión en el que los avances en la #IA dejen de ser tan molones para tanta gente y se revierta la opinión pública en contra de eso. Que dejemos de verle la gracia a esta borrachera de innovación autorreferencial y genere rechazo suficiente para la movilizacion ciudadana. Pero ese momento, sin ninguna duda, llegará.
Ante un escenario así, no dejo de hacerme estas preguntas: Que un puesto de trabajo, o una tarea, sea realizable por una máquina, ¿es razón suficiente para que lo haga la #IA o tendríamos que ponderar también otras cuestiones?, ¿Es posible que aparezca algún movimiento que salga a la calle a protestar y «rompa telares» de la #IA? ¿Qué maneras tendría la ciudadanía para rebelarse contra tanto determinismo tecnológico? ¿Habría partidos políticos que pierdan elecciones por dar barra libre, sin regulación, a la #IA?
Si los gigantes tecnológicos se siguen haciendo los suecos, y no regula la clase política, habrá que hacer algo, digo yo…
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