POST Nº 703 Esta semana lo vi, lo acabé de ver en Zaragoza. Tanto que me animé a contarlo en Twitter con cierto alborozo y resulta que bastante gente se apuntó a la fiesta con RT y «me gusta». El titular sería este: Estamos...
Escribo para comprender
POST Nº 703 Esta semana lo vi, lo acabé de ver en Zaragoza. Tanto que me animé a contarlo en Twitter con cierto alborozo y resulta que bastante gente se apuntó a la fiesta con RT y «me gusta». El titular sería este: Estamos...
Lo cuenta, y muy bien, Gutiérrez-Rubí. Elogiar la lentitud en política es una idea muy sugerente porque hoy ser lentos es el peor insulto que te pueden hacer. «Si tarda, no vale», pero «tener prisa, en política, es el camino más directo hacia la arbitrariedad». Más de lo mismo con la crispación y agresividad verbal del lenguaje político. El sistema de incentivos de la democracia actual fomenta la precipitación, el ruido, la sobreactuación.
Suena brillante la capacidad de saber jugar a dos papeles: estar dentro, aparentando ser de la tribu, mientras trabajas para fichar a más gente hacia la opción antagónica. El problema es que la mayoría de las veces esto no funciona
Si el narcisismo de los individuos adultos es más preocupante que el adolescente, el «narcisismo colectivo» debería alarmarnos más que el individual. Cada vez aparecen más comunidades cerradas en sí mismas, que amplifican un yo identitario con ensoñaciones de superioridad.
El debate generado por el método de elección de la canción ganadora que representará a España en Eurovisión 2022 encierra varios aprendizajes desde el punto de vista de la inteligencia colectiva. Recuerda el viejo dilema que se resume en esta pregunta: ¿se puede prescindir de los expertos y confiar en la opinión colectiva masiva para cualquier tema?
Se puede ayudar a la gente ―desde el diseño urbanístico― a vivir con la ambigüedad, la contradicción y la complejidad, y a beneficiarse de ellas
El filósofo Amador Fernández-Savater, en un artículo publicado en elDiario.es, echa mano de Foucault y su interpretación del poder como un «campo social de fuerzas» que, en lugar de emanar concentrado desde una especie de «sala de mandos», se alimenta de las múltiples relaciones que atraviesan nuestra experiencia de la cotidianeidad, desde la educación, a la ciudad, la sexualidad o el trabajo.
Se puede fallar estrepitosamente en algunos pronósticos puntuales pero si el análisis se hace bien y las decisiones se alinean con los sucesos más probables que nos convienen, el acumulado de resultados en el tiempo va a ser mucho más positivo que si nos creemos a pie de puntillas el mantra de la aleatoriedad y el “déjate llevar que no vas a poder prever nada”.
Un grupo de 17 investigadores de distintas disciplinas, desde biólogos, ecólogos y ambientalistas hasta psicólogos, antropólogos y expertos en asuntos públicos, acaban de publicar un artículo en la prestigiosa revista científica PNAS cuya tesis principal es que el impacto de las redes sociales y las tecnologías de Internet en los ecosistemas de información y en el bienestar humano es un asunto tan trascendental y urgente que merecería ser reconocido e investigado como una “disciplina de crisis”.
Una tesis comunicativa dice que si uno tiene que expresarse en un espacio ajeno, diferente, debe adaptar su lenguaje al del colectivo receptor, para ser bien acogido y que se le entienda. Planteada así, suena bastante razonable y costaría ponerla en entredicho. Sin embargo, tanta empatía produce efectos menos deseables que convendría tener en cuenta.
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