Decrecimiento (post-118)

Concebir la opción de decrecer en vez del “cada-vez-más”, y de aminorar la marcha en lugar del “cada-vez-más rápido” se antoja un desafío complicado para los que nos dedicamos a la innovación.
¿Cuándo paramos? ¿Cuándo descansamos? Estas cuestiones se responden por las tesis de la Filosofía del Decrecimiento y del Movimiento Slow que comento en un artículo que escribí hace poco para emotools titulado “Decrecimiento y lentitud”.
Se me ocurrió hablar sobre esto después de leer “Menos es más”, el título de la versión castellana del libro de Nicolás Ridoux sobre la filosofía del “decrecimiento”, que critica la desmesura del “cada-vez-más”, e invita al lector a convertirse en “objetor del crecimiento”.
Por añadidura, las críticas que he ido leyendo hacia la obsesión por el crecimiento me han llevado a un territorio contiguo, a descubrir y a reflexionar sobre temas conexos como el del culto a la velocidad, un tema que voy a tratar en el siguiente post.
Mientras escribo me doy cuenta que tengo más preguntas que respuestas, porque incorporar conceptos como “lentitud” o “decrecimiento” en la lógica del innovador (y más el primero que el segundo) se antoja un desafío complicado, pero que intuyo vale la pena, como mínimo para entrenar el espíritu crítico. En este post voy a centrarme en la llamada “Teoría del Decrecimiento”, y en el siguiente hablaré del “Movimiento Slow”.
El afán de crecimiento crónico en la empresa
El mundo de la empresa ha elevado a categoría de dogma la necesidad del continuo crecimiento. La consigna ha sido siempre: “tienes que crecer, si no creces es mal síntoma, estás perdido”.
Así es como tantas empresas, buscando el crecimiento perpetuo, terminan llegando a su tamaño de incompetencia o acelerando un crecimiento rápido que esconde multitud de pecados.
Me gusta mucho la distinción que hace Julen Iturbe cuando afirma que “una organización que crece puede que no se desarrolle. No son verbos que quieran decir lo mismo. Crecer es cantidad, desarrollarse es calidad”.
Así que podemos concluir que una empresa puede “desarrollarse”, crecer en calidad, sin que para ello sea un requisito aumentar el número de empleados y/o su facturación.
A estas alturas parece una obviedad, pero no lo es, porque ahí seguimos viendo a las Escuelas de Negocio, y a los analistas del mercado, dando la lata con el imperativo de crecer y criticando a los modelos de emprendimiento que optan genuinamente por mantener un tamaño mínimo viable que les permita conciliar calidad y personalización del servicio con una gestión más humana de sus relaciones.
Modelos alternativos: redes de personas
En el mundo de la consultoría, la alternativa a las grandes marcas (las “Big Five”) es cada vez más evidente. Ya tratamos el tema en nuestro monográfico anterior de emotools dedicado a “reinventar la consultoría”. Empezamos a ver cada vez más iniciativas que apuestan por modelos de servicios basados en redes y con estructuras ligeras.
En nuestro grupo de “consultores artesanos” venimos discutiendo esta cuestión desde hace algún tiempo, con la idea de repensar modelos que eviten la vocación de crecimiento indefinido que tanto daño ha hecho en este sector.
Se trata de evitar lo que me gusta llamar “la trampa industrial”, una especie de bucle o círculo vicioso que sigue este ciclo: 1º) Quieres ser más grande (per se), 2º) Buscas más facturación, 3º) Aumentas los costes de estructura para satisfacer esa demanda creciente, 4º) Necesitas facturar más para cubrir esos costes adicionales, 5º) Renuncias a elegir proyectos y clientes por el estrés de facturación (“todo me vale, a todo digo que sí”), 6º) “Paquetizas” para vender más de lo mismo y así aumentar margen, 7º) Más “productos” estandarizados y menos soluciones a medida.
Ese camino conduce al volumen por el volumen, abandonando cualquier esfuerzo por construir una identidad fuerte, y perdiendo todo el control sobre el tipo de organización que realmente se quiere ser.
La alternativa que propongo es, sin castigar la flexibilidad, ni aumentar en exceso los costes de estructura, crecer hasta un tamaño mínimo eficiente (lo más pequeño posible) que dote a la organización de un “núcleo” clave de conocimientos, y a partir de ahí aumentar la capacidad de asumir proyectos más complejos con la ayuda de redes externas de profesionales, con las que se mantenga una relación de confianza y a largo plazo.
Crecimiento y PIB
Llevemos ahora este análisis micro a escala país. Dejemos la empresa, y vamos a pensar en el crecimiento como política a nivel macro.
Lo primero que hay que decir es que la obsesión por el crecimiento ha terminado colonizando las formas de hacer gobierno, gracias al creciente dominio de la Economía sobre la Política.
Esto ha conducido al pensamiento único de mirar al Producto Interior Bruto (PIB) como indicador definitivo de prosperidad de un territorio. Bajo esa premisa, si el PIB no crece se interpreta como una tragedia social.
Todo se mide por el PIB, que resulta de la suma de “todos” los bienes y servicios producidos por un país durante un año. Pero ya sabemos que “elementos de una riqueza incontestable, como el voluntariado, el trabajo doméstico, la transmisión de conocimientos o el nacimiento de un ser humano”, no están incluidos en el PIB.
Todo el mundo cita el caso de Bután, país que desde 1972 mide su “salud” como nación mediante el BNB: “Bienestar Nacional Bruto”, y rechaza tomar al PIB como referencia para valorar su desarrollo. Se trata, obviamente, de un caso muy peculiar, no extrapolable a las sociedades de occidente, pero sí un referente que invita a buscar métodos más holísticos, menos economicistas, para calibrar el progreso humano.
¿Qué plantea, entonces, la Teoría del Decrecimiento?
Lo primero que habría que aclarar es que el “Decrecimiento” no significa crecimiento negativo, ni una recesión o depresión, sino “desacostumbrarnos a nuestra adicción al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de esa ideología productivista que está desconectada del progreso humano y social”.
La situación que estamos viviendo ahora no es de una sociedad de “decrecimiento”, sino en “recesión”, porque la primera implicaría una apuesta voluntaria por renunciar a parte del consumo, mientras que la segunda es un resultado impuesto como un “mal necesario”.
Estamos hablando, en definitiva, de un cambio de paradigma que pasa a nivel individual por practicar una “sencillez voluntaria”, y que también se puede trasladar a las empresas en forma de una mayor “sobriedad empresarial”.
Voy a resumir las ideas expuestas en el libro de Nicolás Ridoux y que permiten comprender algunos de los fundamentos de la llamada “Teoría del Decrecimiento”:
- “La sencillez voluntaria consiste en una reducción importante, voluntaria, de nuestro consumo” = Algo que, como se ve, va en dirección contraria a las recetas que se nos venden para salir de la crisis, o las medidas que se están tomando para que la gente compre más coches, y más de todo, con el fin de reactivar el consumo, y con ello las ventas.
- Tenemos que criticar la desmesura, y ese mal hábito de “negar la finitud” de los recursos con que contamos a base de recetar nuevas soluciones tecnológicas, en lugar de poner freno al consumo compulsivo.
- Este modelo defiende la búsqueda del “Ser” más que del “tener”, de “menos bienes pero más vínculos”, de un estilo de vida más frugal que se tome en serio los valores humanistas. Todo ello se puede resumir en la idea de: “trabajar menos para vivir mejor”.
- La “objeción al crecimiento” reconoce la necesidad de compartir como solución a la generación de más puestos de trabajo, y critica la “loca competencia de todos contra todos” en la que estamos inmersos.
- Propone producir menos, pero de otra forma y mejor, cambiando cantidad por calidad, y denuncia que las empresas están demasiado al servicio de la eficacia pura, sin cuestionarse el sentido de esa eficacia, produciendo cualquier cosa mientras sea rentable: “el sentido de lo que hacen no les preocupa”.
Sin duda que toda esta reflexión es muy oportuna en tiempos de crisis como el que estamos viviendo. Nicolás Ridoux recuerda que, en momentos como estos, el crecimiento puede no ser la solución sino el problema, si se asume como dogma, como pensamiento único.
A propósito de la crisis, Jordi Roca Jusmet, en su interesante artículo “Ante la crisis: ¿viva el crecimiento económico?”, opina de forma parecida: “Por lo que se refiere a las respuestas a la crisis, la peor reacción a mi entender es la de olvidarse de las críticas al actual modelo económico –en cuanto a su sostenibilidad y sus pobres resultados sociales- y, en aras de un supuesto pragmatismo, dar prioridad al estímulo económico a cualquier precio” (léase estímulos a la reactivación del consumo)
Descárgate el artículo completo en PDF
Amalio
@andres schuschny: Lo de responder a la gente los comentarios es una actitud vital, pero más que eso, un disfrute. Mi blog pretende ser un espacio para la conversacion, es lo que mas me gusta!! Me aburre escucharme y leerme, lo que quiero es charlar, conversar, y que ideas como las tuyas y las del resto de los que se pasan por aqui enriquezcan el debate. Mi tiempo es tambien finito (jjj), pero aunque a veces respondo tarde, esto de comentar los comentarios es una prioridad, un hábito que no quiero perder por nada del mundo. No solo porque «debo», sino y sobre todo, porque «quiero».
@Juan Jose Gutierrez: ¡¡que bonito Temuco!! Un paseo por el sur de Chile es una de mis asignaturas pendientes. Te aseguro que no pasará mucho tiempo para que lo haga. Tuve una amiga que me hablaba mucho de Temuco, y estoy seguro que tiene que ser un lugar muy especial. A ver cuando puedo volver a Chile, pero esta vez al Sur. Será un placer vernos. He visto tu presentacion y es realmente muy interesante. Me alegro que estés impulsando los conceptos artesanos por esos lares. Ya sabes: «Artesanos de todos los países, unios»… Un abrazo
juan Jose Gutierrez Alvarez
Amalio, hermoso Santiago e Iquique, centro y norte…yo estoy en el sur Temuco, asi que bienvenido cuando armes viaje.
Como te prometí, te comparto mi presentación http://juanjogutierrez.blogspot.com/2009/12/pare-de-emprender-y-reflexione.html, donde hago un enlace a un post tuyo sobre «menos es más».
un abrazo
Jj
Andres Schuschny
Amalio, gracias por tu respuesta. Efectivamente tenemos la responsabilidad de promover y concientizar al respecto. Celebro y agradezco el tiempo y la dedicación que te has tomado en responder todos los comentario. A veces, en mi blog me cuesta responder a todos pues el tiempo vital es finito y por eso valoro tu actitud. un abrazo
Andres
Amalio
@juan jose: Pues mira, una alegría para mí que el post haya sido como el “agua fresca”, tan bienvenida. Estuve en Chile hace muchos años (Santiago e Iquique), y guardo un bonito recuerdo. Pronto espero volver. Un placer poder ayudarte en tu presentación. Gracias a ti.
@andres Schuschny: Andrés, después he descubierto por @balapiaca (Iñaki) lo que ha escrito Carlos Taibo sobre “decrecimiento”. Creo que es un tema que necesita una reflexión de 360º, y por supuesto, desde la empresa. Hace tiempo vengo insistiendo en que el crecimiento como objetivo es un error, salvo contadas excepciones. Pero en las escuelas de negocio hay obsesión con esto, y así nos va. Tienes razón, hay un incremento de la complejidad, y no es tema fácil, pero creo que no tenemos que esperar nada, y seguir dando el peñazo con esto… hasta que se nos escuche. Estamos metidos en un círculo vicioso horroroso, autodestructivo, y eso hay que explicarlo bien alto. Tú y mucha gente está metida en esto, en colaborar y levantar la voz con los mejores argumentos posibles. Tenemos que explicar, persuadir y demostrar.
@Antonio Ramirez: Gracias, Antonio. Creo que lo valiente será llevar todo esto a la práctica. No me resulta tan difícil expresar estas “ideas contrarias”, pero reconozco que el desafío está en integrarlas en el día a día, y dar el ejemplo. Lo de que es estúpido crecer por crecer, lo tengo más que asumido. “La trampa industrial” es un ciclo perverso que descubrí hace unos dos años, y que tengo bien tipificado como algo que no va conmigo, ni con el modelo de empresa que busco. Pero integrar otros hábitos de “sencillez voluntaria” en mi vida cotidiana es más complicado, requiere más valentía, por utilizar la misma palabra que has usado. Me lo estoy planteando seriamente por ser más congruente con lo que predico, y créeme que no es fácil con el bombardeo al que estamos sometidos. En cualquier caso, un poco de downsizing estoy seguro que me reportará más felicidad, y es eso lo que busco.
@Miguel: Me ha encanta’o, Miguel, que te haya encanta’o la entrada. Lo del “tamaño mínimo eficiente” es vital que lo pensemos. Cada sector tiene una dinámica distinta, y una racionalidad económica diferente. La tecnología subyacente puede exigir economías de escala, y entonces ahí hay que crecer, o mejor, el “tamaño mínimo eficiente” puede ser mas elevado, asi que tendras que crecer mas… para alcanzarlo. Pero por suerte, estamos presenciando grandes transformaciones en la tecnología que permite reducir bastante esos “minimos. De hecho, en muchas actividades una sola persona puede llegar a ser eficiente, aunque lo ideal es crear redes de personas, o empresas pequeñas con un “core” robusto que se complemente con el apoyo de redes.
@Jesus Fdez: Hola, amigo. ¡¡Claro que complicado!! A ver, tienes en parte razón en lo que dices pero voy a matizar. Algunos empresarios inician su negocio con la meta clara de construir una empresa grande, muy grande (a eso le llaman “ambición sana” en las fabricas de emprendedores, aunque ya ves, le pongo muchas comillas), quieren crecer “per se”. Los conozco desde que son pichones de empresarios. Se lo han enseñado así, desde que su padre hablaba de cosas como el IBEX, donde están los grandes, y solo los grandes. El tamaño es un atributo de poder, y de ego. Y esa motivación influye más de lo que tú te imaginas. Pero también los hay, y tienes razón, otros que terminan superados por los acontecimientos, y sobre-crecen por éxito, hasta que descubren que se han convertido en algo que no querían ser. Estos segundos muchas veces empujados o mal aconsejados por consultores o inversores oportunistas a los que lo único que les interesa es el “escalado” del negocio para entrar cuando es pequeño y salir pitando cuando es grande llevándose su bolsa de plusvalía.
Si “te abres un hueco” porque tu proyecto funciona, y quieres mantenerte, habrán unos casos que eso exija crecer pero en muchos otros no. Es posible que “mantenerte” exija más calidad que cantidad (“desarrollarte” en lugar de “crecer”).
Por otra parte, no veo “estabilidad” en las alturas. Más bien en ser pequeños. Lo que pasa es que tenemos un problema de gestión de la pequeñez. No sabemos gestionarla bien porque nos han enseñado que ser pequeños es malo, y eso nos pone nerviosos. Alguien nos contó que si eres pequeño, eres el más vulnerable de todos, pero esa es una historia antigua, una foto vieja que tenemos que cambiar. Creo que estas más inestable si eres demasiado grande.
Lo pequeño es bello, emocional y objetivamente bello… en estos tiempos. Pero además, perfecto para la resiliencia… Gracias, amigo, como siempre es un placer que me visites con tus interesantes reflexiones
@Iñaki: Lo del PIB es la lectura macro de todo esto, pero creo que la solución está en nosotros, en nuestros hábitos personales diarios. La “revolución” tiene que empezar por nosotros mismos, por lo que compramos y dejamos de comprar. Tengo un post en proceso sobre eso. “Bajarse de la Noria unilateralmente” genera nervios, muchos nervios, pero después te das cuenta que no pasa nada. ¡¡Allá ellos que siguen girando sin sentido!!
Si tienes claro qué es lo verdaderamente importante: aumentar la frecuencia y calidad de los estados de flujo, mejorar tu calidad de vida y contribuir a los demás con lo mejor de ti, entonces se acaban los pajaritos. Pero para eso hay que tener criterio propio y el coraje de salirse del rebaño.
Insisto, hay muchas formas de “bajarse de la noria”. No se trata de abandonar, sino de cambiar cantidad por calidad. Estamos en un momento que empieza a ser posible eso. Y en la empresa, más que ser “competitivo” como objetivo, hay que tener “sentido de propósito” y generar valor. La clave está en competir con uno mismo, pero con sentido de propósito siempre. Gracias, Iñaki, un honor tenerte por aquí.
Iñaki Ortiz
La clave está en esa idea que apuntas de sustituir el PIB por el Bienestar Nacional Bruto. El indicador de éxito no debería ser el beneficio económico, sino la calidad de vida, que no pasa necesariamente por trabajar más, producir más y consumir más. Y esto vale para las personas, las empresas y los países.
El problema es que vivimos en un mundo en competencia y es complicado bajarse de la noria unilateralmente, porque los que no se bajen te pueden barrer del mapa. Aplicado al mundo de la empresa, el quid de la cuestión está en ser competitivo sin caer en el desarrollismo y la sobreproducción.
Tal vez sea más fácil llevar a la práctica el modelo en la consultoría que en la producción industrial, donde rigen las economías de escala.
En cualquier caso, es un tema apasionante y, llevado al nivel macro, es evidente que o decrecemos voluntaria y racionalmente o lo haremos por la fuerza de las circunstancias, ante el agotamiento de los recursos y el cambio climático.
Jesús Fernández
Hola, Amalio.
Bonito, pero complicado, me temo. El círculo vicioso del crecimiento existe, pero en las empresas no empieza, en mi opinión, por donde lo has empezado. No es que se quiera crecer por prurito, «per se»… Al menos en mi experiencia, funciona así: tu proyecto de empresa funciona, te haces un hueco en un sector… pero mantenerte cuesta, la competencia es agresiva, el sector exige y te obliga a soportar cada vez mayores costes de estructura… tu competitividad decrece, se ve amenazada… necesitas recuperar márgenes y por ello absorber los costes de una estructura exigida…
Ergo… CRECER. Ya está. Has caído en la red.
Creo que la perversión empieza cuando ansiamos estabilidad. La estabilidad consume extraordinarios recursos muy poco creativos y, por tanto, inevitablemente llenos de desperdicio entrópico. Porque la mayoría de las veces, el esfuerzo de crecimiento se centra simplemente en no dejar de ser lo que era cuando era más pequeño, en recuperar lo perdido. Curiosa paradoja.
Decía que complicado… y me explico: las personas nos movemos por activación emocional. Así que, por hacer una analogía… quizá tras muchos años de feliz matrimonio, una familia estructurada, un trabajo globalmente satisfactorio, un grupo de amigos de toda la vida y en general una vida razonablemente acomodada, te pares a pensar y concluyas que muchas de las costumbres y de las cosas que has ido acumulando son en realidad triviales, que pueden desaparecer de ti. Pero esa sensación, ¿no tiene que ver con la seguridad de que si las necesitas estarán, de cualquier modo a tu alcance? ¿Qué sucedería si, de repente, tu matrimonio se rompe, pierdes tu trabajo, un hijo tiene una dificultad grave… o te vuelves a enamorar? ¿No vuelven a ganar valor las cosas que en el idilio vital lo habían perdido?
Pues hagamos la traslación a los proyectos empresariales y veamos cuáles de esas situaciones son frecuentes y cuáles no…
Vale, esto último es muy discutible… Pero es lo que me ha venido a la mente al leer tu post… y así lo he volcado. Saludos.
miguel
Me ha encantado la entrada. Nunca había leído sobre decrecimiento desde ese punto de vista. Muy interesante tu reflexión acerca del tamaño mínimo eficiente de las empresas, muy en la lógica del caracol ;p.
Saludos.
Antonio Ramirez
Felicidades por tu valiente post.
No es facil ir en contra o manifestar abiertamente ideas contrarias a las enseñanzas de las Escuelas de Negocios, donde se predica con el crecimiento para permanecer en el tiempo.
En cuanto a la «trampa industrial» a la que haces mención no puedo estar más de acuerdo, lo has clavao.
A destacar: «crecer hasta un tamaño mínimo eficiente (lo más pequeño posible) que dote a la organización de un “núcleo” clave de conocimientos,..»
Andres Schuschny
Casualmente la semana pasada estuve con Carlos Taibo conversando sobre este tema en el http://forodelcambio.org .
Me encanta el enfoque que haces desde la perspectiva de la empresa y su incremento de complejidad.
El tema del decrecimiento dará mucho de qué hablar en los años venideros. Hay que esperar a que las teorías de desacople terminen fracasando. Me refiero a los que creen que se puede seguir creciendo sin mayor daño al medio ambiente y sin afectar el estilo de vida de la época. Como vos creo que el futuro plantea una forma diferente de hacer, consumir, producir y vivir. Para ello es necesario promover una transformación cultural hacia un sistema de valores mucho más consciente y responsable, es decir un modelo mental de interaccion social basado en la acción responsable descentralizada. Creo que hacia allá vamos y en eso estamos. Felicitaciones.
Abrazo
Andres
juan Jose Gutierrez Alvarez
Hola Amalio, me ha encantado tu post y ha sido como un vaso de «agua fresca» en un día de calor ( aunque escribo del sur de Chile, que sol no he visto en estos días), tus ideas me estan inspirando para una presentación que realizare en brevedad..te compartire los resultados. Gracias 😉