Pensar con prototipos: me uno a la reflexión (post-178)
Estamos asistiendo a una reflexión intermitente a cuatro bandas que me tiene totalmente absorbido.
Hoy mismo tengo muchos marrones pendientes, pero este tema me fascina, así que los dejo a un lado y escribo este post a toda prisa.
Pensaba limitarme a comentar en los posts de los autores, pero para no abusar de su confianza con comentarios demasiado extensos, he preferido crear mi propia entrada.
Me interesa que la gente que pasa por aquí descubra, si aún no lo ha hecho, los artículos que han ido publicando Antonio Lafuente (“Taller de prototipado en Medialab Prado”, Juan Freire (“Pensar con prototipos. Recuperar el bazar”) y Julen Iturbe (“Prototipos de felicidad en el bazar”) , y David de Ugarte (“4 ideas medievales que pasan por modernas y que pueden hundirte en la crisis”).
El interesante artículo de David de Ugarte abrió, en cierto modo, la caja de pandora porque invitaba a repensar algunas ideas que tenemos del mercado y reivindicaba la noción del bazar como espacio colectivo de encuentro, más allá de un lugar para las transacciones monetarias.
Juan Freire, en su post, propone una lectura menos ideologizante del mercado, y abre la posibilidad a que dotemos de contenidos propios a la idea del bazar como expresión del tipo de “mercado” (en minúsculas) que queremos, y que es distinto a ese en mayúsculas que predica la jerga de la economía y la política oficial.
Es un debate que me apasiona porque está repleto de paradojas, y no son solo semánticas. La metáfora del bazar vs. la catedral es muy potente, y la uso a menudo en mis conversaciones. Igual que ocurre en las organizaciones, creo que hay “mercados-catedrales” y “mercados-bazares”, y esa distinción conviene que la hagamos.
Si bien la reflexión entre Antonio, David, Julen y Juan se me hace particularmente interesante por conectar esa idea del mercado-bazar con la noción de los prototipos, a mí me queda grande seguir por ese camino, que dejo a los maestros, y quiero centrarme en el segundo punto, en la propuesta que hace Juan Freire de “pensar desde los prototipos” en lugar de “pensar (solo) desde las ideas”.
Hace tiempo vengo insistiendo en el papel relevante que tienen los prototipos para la generación y perfeccionamiento de las ideas. Eso vengo haciéndolo desde que descubrí el Pensamiento de Diseño (si te interesa, puedes consultar varios posts que he escrito sobre el tema aquí) y por eso he levantado la oreja de inmediato al escuchar la palabra “prototipo” en boca de estos pensadores. Solo falta que se una a la reflexión Ramón Sangüesa para que cuaje la tormenta perfecta.
Pues nada, dejo a un lado el debate sobre los mercados, y me centro en las ventajas de pensar “desde los prototipos”. Para eso lo primero que haré es insistir en uno de los conceptos del Pensamiento de Diseño que considero más útiles: “Build to think vs. Build to communicate”.
La noción del prototipo y del prototipado ha cambiado para siempre, al menos en la narrativa digital y adoptando una perspectiva de innovación. Los que lo vemos así, no concebimos al prototipo como una representación previa de la producción en serie, ni siquiera como una “herramienta para comunicar” algo que ya se ha pensado (“Build to communicate”), sino como un vehículo que ayude a pensar y que por tanto es totalmente abierto (“Build to think”).
De acuerdo con la propuesta de Juan Freire de concebir a los prototipos como una “representación visual de soluciones”, pero que son abiertas, imperfectas, incompletas y una más de las alternativas.
En el debate colectivo se pueden, y se deben, construir muchos prototipos, que ayuden a tangibilizar las ideas, a verlas y “tocarlas” mejor. Pero después, en un ejercicio de convergencia, de valorización de la diferencia, buscar la fusión (“y en vez de o”) entre esas representaciones visuales. También podemos ir directamente, y quizás es lo mejor, al “prototipado colaborativo”, en el que amasamos entre todos la arcilla, y trabajamos con materiales honestos, con todos sus condicionamientos REALES.
Pensar “desde las ideas” es mucho más fácil que “desde los prototipos”. Seguramente porque las ideas aguantan de todo, son presa fácil de las pajas mentales y de los encoñamientos ideológicos. Pero si te metes en el taller, y empiezas a emular o simular las posibles soluciones con materiales reales, rápidamente se nota quién propone con los pies en la tierra, y quien solo busca la dialéctica sobre el sexo de los ángeles.
Antonio Lafuente no puede explicarlo mejor al sugerir que Medialab trabaje desde la “cultura del rigor, del compromiso y de la producción”, definiendo la palabra “prototipar” como el mejor contenedor para:
- Minimizar la tendencia al vaporware que muchas veces se percibe en las discusiones informales y abiertas, especialmente en los ámbitos de las humanidades y las ciencias sociales
- Eliminar la sospecha de que trabajamos al margen de la realidad, inmersos en una burbuja de correligionarios, un discutidero académico, un chiringito de geniales u otro garito tecnofílico, hay que encontrar la forma de contactar con los colectivos de concernidos/afectados/interesados.
- Discutir mucho sobre materiales, diseño, plazos, costes o distribución como requisito para hacer cosas como un lápiz o un mapa. Todo es producido desde una circunstancia concreta y local. Y así, cada producto nace del contraste de criterios entre los que lo piensan y los que lo hacen y, desde luego, entre los que lo fabrican o comercializan y los que lo usan o consumen.
Me encanta la idea integradora de Antonio de que “La cultura de la producción implica una economía del conocimiento que vertebre una pluralidad de actores que transitan por los espacios de la academia, la fábrica, el mercado o las finanzas”.
Tanto Lafuente como Freire proponen un concepto que me parece vital, el de “prototipado expandido”. Yo le llamo “experiencial”, porque es un reajuste drástico de la noción del prototipo como comunicador de objetos.
Lafuente habla de “ensanchar la funcionalidad del Prototipo de lo meramente artefactual hasta lo simbólico, para que sirva como “representación visual” de servicios, instituciones y redes: “Expandir la noción de prototipo no es sólo liberarla de sus sesgo objetual e ingenieril, sino también abrirla a la participación ciudadana, los problemas locales y la economía del don”.
Juan Freire disecciona dos formas de «producción» del pensamiento crítico: desde las ideas, en abstracto vs. desde los hechos, «pensando con las manos» o «con prototipos» y opina (desde su propia experiencia) que «pensar (solo) desde las ideas» conduce habitualmente a la confrontación entre posiciones intelectuales aparentemente opuestas sin oportunidad de diálogo y empatía.
Comparto con Julen Iturbe muchas de sus dudas respecto de la capacidad real que tenemos, como microbios no-organizados que (todavía) somos, para ennoblecer la palabra “mercado”; pero discrepo con su afirmación de que el “prototipado se diluye en una economía digital”.
Por seguir su propio lenguaje, desde mi defensa de la intolerancia a la intolerancia no veo ningún problema en prototipar con bits en lugar de átomos, para ayudar a “visualizar” mejor.
Voy a concretar más esto con ejemplos sencillos. Cuando hablamos de “prototipado expandido”, hablamos de Storytelling o de hacer un video que sirva como “prototipo para pensar” y no solo “para comunicar”, que es para lo que históricamente se han concebido los prototipos.
En el mundo digital, los prototipos son “sucios”, “imperfectos”, “abiertos” y “colaborativos”; eso quiere decir que se conciben para pensar.
No entiendo por qué hay que ver a los prototipos como un “producto inherente”. Asociar la noción del prototipo que proponen Lafuente y Freire con la visión industrial de la búsqueda de eficiencia es, desde mi punto de vista, una visión reduccionista y obsoleta. Hay una ruptura cultural entre esas dos formas de concebir al prototipado que tienen muy poco que ver entre sí.
¿Por qué pensar en el “prototipo” necesariamente como el paso previo a una producción en lote, o en serie?
Pensemos por ejemplo que un artesano puede “prototipar” también dentro del proceso de liberar su creatividad, y que eso incluso puede ayudar a vertebrar dinámicas de inteligencia colectiva. Le muestra su prototipo a un colega del taller y le pregunta: “oye, cómo lo ves, esto es lo que se me ha ocurrido, qué cambiarías…” y entonces el colega artesano introduce sus manos en la pieza y le aporta su diferencia. Juegan juntos con el “prototipo” que les ayuda a pensar mejor.
Pues bien, donde yo he puesto ahora una pieza de cerámica, algo tangible, tú puedes poner un video, un podcast, una historia cualquiera en forma de “prototipo experiencial”, no hecho de átomos, sino de bits.
En el discurso y debate digital también necesitamos pasar “de la mente/corazón al hecho real y tangible”. El encoñamiento de las ideas abusa de prescindir de variables que están en la realidad, y con las que hay que contar.
Si te metes en el taller a prototipar (entiéndase, construir algo que emule, simule o visualice una posible solución a un problema dado), vas a tener que trabajar con las limitaciones de materiales y los condicionamientos que impone la realidad. Se acabó la milonga semántica ideologizante. Queda mucho espacio para el ingenio y la imaginación todavía, pero las condiciones de contorno se hacen más palpables.
Si falta un material, falta. Si no tienes el Torno adecuado, entonces tienes que inventarte otra cosa pero no puedes seguir quejándote con la coartada eterna del IF que no se va a dar. Porque al final tienes que llegar a algo, tienes que construir algo reconocible y usable, y eso nos hace a todos más realistas sin necesariamente perder la imaginación.
Ramon Sangüesa
Me aproximo tangencialmente mientras preparo una serie sobre prototipado:
http://fluxchange.typepad.com/ramonsanguesa/2010/11/el-dise%C3%B1o-es-visto-por-algunos-no-s%C3%B3lo-como-una-habilidad-profesional-sino-una-competencia-humana-b%C3%A1sica-se-ha-dicho-que.html
Ramon Sangüesa
Muy interesante la discusión.
Ya dejaré caer algún post comentando nuestras últimas experiencias y discutiendo por qué a veces se relaciona todo esto con la eficiencia y la optimización (aunque no sea esta nuestra línea de trabajo).
También creo que comentaré algo sobre ciertas oposiciones que quizá no lo sean tanto como lo de prototipo digital/no digital.
Amalio
Gracias, Ramón. A ver cuando publicas ese post, porque tú sabes mucho de esto.
un saludo!!
Marga Moya
Tema complicado… para mí un prototipo, es el primo hermano de un posible modelo, y así como creo que son muy útiles, porque si tienes un modelo siempre sabes hasta dónde puedes llegar… también intento correr lejos de ellos, para poder ver más allá.
Claro que también pienso que mi propia mente – quizás un mapa mental prototipado- sin quererlo se mantiene fiel a todo aquello que socialmente y culturalmente le han inculcado y junto con unos cuantos genes heredados siempre acaba siendo muy cercana a unos modelos concretos de pensamiento y personalidad.
Saludos,
Marga Moya.
Amalio
Marga:
Es que el entuerto o conflicto se resuelve (un poco, al menos) cuando introduces dos ingredientes en la gestión de prototipos: 1) Algo abierto, que solo sirve para pensar, porque si lo “cierras” mucho, entonces no vas a poder “ver más allá”, 2) Hacerlo colaborativamente, amasar la arcilla o la pieza entre varios manos (y con ello, entre “culturas y genes” distintos). Lo potente del concepto, para mí, está en que jugar con cosas reales, y tener que superar restricciones, hace que la gente sea más realista: hacer más que hablar. No sé, quizás es que yo estoy un poco cansado del parloteo que no aporta valor.
Saludos!!
Julen
Mi idea de fondo es que el prototipo, cargado de conocimiento que se explicita en gran parte digitalmente, «no puede no ser». Es decir, que «se diluye» porque no puedes no prototipar. Los costes tradicionales de los prototipos físicos lastraban su poder. Hoy, en cambio, «escribes, luego prototipas» 😉
Amalio
Julen:
Madruguero, como siempre, eh??
Sí que puedes «no prototipar». De hecho, creo que se prototipa poco, y se habla mucho. La cultura digital tiene una parte muy de parloteo «reflexivo pero no practicante». Por otra parte, en tu post vinculabas el tema con la producción en serie y la busqueda de eficiencia, y eso no lo entendí bien, no veía la relación con la perspectiva en que Juan y Antonio proponen el concepto, y de cómo el Design Thinking visibiliza el prototipado.
De hecho, es posible que no escribas antes de prototipar. Se puede correr el riesgo de que al escribir, te posiciones en exceso. Verbalizas, taggeas y clasificas semánticamente. Sin embargo, la «cultura del boceto» que es una manifestación del prototipo (y de la que Sennett, como sabes, toma prolija nota), o si quieres, el «habito del esbozo sobre la servilleta», puedes ser una práctica sana para evitar las trampas de la escritura, demasiado precisa y puntillosa. Un boceto en una servilleta es más abierto y visual 🙂
facilitymanager
No fué todo lo que describes, lo que se hizo con el protoipo de Julen sobre Consultoría Artesana, y que luego todos los artesanos lo pusieron » a tierra» en sus congresos?
me parece que algo de eso hubo, no?
Como arquitecto, me encantan los prototipos. Toda la carrera vivimos de ellos, lástima que la vida corriente, te cambien las habilidades. Gracias por recordármelo.,
Alberto
Amalio
Alberto:
No lo se. Creo que #Redca es un proyecto colectivo, en el que se prototipa constantemente, y de manera colaborativa. Por eso hablamos tanto de «talleres», porque la idea es que vayamos aprendiendo a medida que vamos haciendo y viendo las cosas. La Declaración Artesana fue el primer paso, fijó ciertos principios que sirven de guía para construir multiples prototipos que son los «talleres», y que como tales, se van transformando desde que surge la idea hasta que se desarrolla el taller mismo.
Lo interesante del concepto de Prototipo es que: 1) Ayuda a visibilizar lo que te traes entre manos, 2) Es abierto e imperfecto, porque es un vehiculo para pensar e innovar, 3) Verlo, tocarlo, interactuar con él no solo estimula la creatividad, sino que te ayuda a gestionar mejor las restricciones. Si alguien quiere proponer cambios, que meta la mano en la pieza, y «se explique haciendo».
Un abrazo, compañero….
Anna
Dices que «al final tienes que llegar a algo, tienes que construir algo reconocible y usable, y eso nos hace a todos más realistas sin necesariamente perder la imaginación». Y añado que, precisamente para eso, es necesario no perder la imaginación. Me gusta sustituir ese IF del que hablas y que nunca va a llegar por el «¿Y si?» en los proyectos. Os contaba en la última jornada de #redca que es un momento mágico cuando un equipo de proyecto empieza a plantear abiertamente esa pregunta, la traducción de que es posible hacer las cosas de otra manera. Y es que podemos ser grandes cocineros con ingredientes escogidos y selectos al estilo de los chefs renombrados, o podemos intentar cocinar platos sencillos pero sabrosos con los recursos que tenemos a mano, como la cocina más modesta pero nutritiva que hacemos cada uno de nosotros en casa. Y en todo este lío de cacerolas, la imaginación es como la sal: imprescindible en todos los platos.
Amalio
Anna: Imaginación para buscar «lo deseable» y realismo para «lo posible». Tensa paradoja que conviene asumir. Tu «¿Y si», que es mi «¿Y por qué no»?», tiene mucho sentido en la fase de imaginación, pero el prototipado ayuda a concretar, a pensar (e imaginar) colaborativamente y también, a disipar la entropía del parloteo infertil. A medida que vamos metiendo las manos en la pieza, ella cobra vida propia y le quita el micrófono a quien gusta hablar y hablar sin hacer