De la imaginación a la acción: lo macro, lo micro, el caos y el (des)orden (post-520)
Tuve en estos días un intercambio bastante intenso con el bueno de Ricardo Antón, a raíz de un post que publiqué en esta casa: “¿Qué puede hacer el diseño por la democracia?”, que a su vez me llevó a una interesante entrada en su blog de Colaborabora: “Presentes especulativos, eventos inesperados y futuros soñados”. Si quieres más contexto, antes de seguir, te sugiero que le eches un vistazo a ambos textos y a los comentarios que se publicaron en las dos entradas.
No está de más decir que siempre es estimulante tener estos rifi-rafes con Richi porque es un tío auténtico, con una mirada muy complementaria a la mía, y una gran generosidad para el dialogo. Me ha hecho pensar sobre la cuestión que planteaba y prometí responderle con más tranquilidad, así que aquí estoy publicando este post desde un hotel de Madrid, en el que he troceado su extenso comentario en distintos párrafos (sus ideas aparecen en rojo), a los que respondo por separado como si tuviéramos una conversación:
RICHI: En este hilo de conversación que nos traemos, que comenzó con tu post, y ahora se traslada aquí, hay una idea-sensación que defiendes de manera tajante que me parece ¿peligrosa?, porque además, es bastante recurrente, que las cosas en pequeño y para gente acostumbrada o amante de lo extraño, pueden ser de una manera, pero que si queremos escalar, ir a lo masivo, a lo general, si queremos tener verdadero efecto, jugar en serio, las cosas deben ser de otra manera, mucho más ordenadas, procedimentales.
Lo único realmente “peligroso” es el pensamiento único. Además, este tema es tan complejo que no creo que ninguno de nosotros por sí solo tenga “LA” respuesta perfecta. Ya yendo al grano, respecto de lo que comentas de lo pequeño-grande, ahí me enroco: para escalar con criterio se necesita orden, estructura y procedimientos. Es de las pocas cosas que tengo claras. OJO, se “juega en serio” a cualquier nivel. Lo micro merece también hacerse muy bien; pero a más escala, más costes de coordinación si quieres generar efectos acumulativos. Y a más costes de coordinación, más necesitas generar automatismos por diseño para hacer esos costes asumibles a través de, llamémoslas así, “rutinas participativas“.
Para entender esto te invito a tomar como ejemplo el proyecto que citaste de “Madrid Ciudad de los Cuidados”, que tanto te gusta. Desde el mismo momento que el Ayuntamiento de Madrid se plantea un proyecto como ese ya está intentando institucionalizar unas prácticas y sistematizar unos procedimientos. En la propuesta se habla explícitamente de “maximizar eficacia”, y yo lo aplaudo, porque no hay otra manera de que las llamadas políticas municipales incidan en la realidad. El primer paso del proyecto, que es construir el “Mapa de Cuidados” de la ciudad de Madrid, tiene una intención evidente de poner orden dentro del caos, para reducir redundancias y descubrir demandas desatendidas. Cuando se habla de una cosa tan estupenda como “articular formas de cuidado colectivo de la salud” o de “diagnósticos participados”, se está pensando en programas que nos liberen del marco estrecho (y financieramente limitado) de los “servicios sociales” de carácter público, y para eso se necesita una sociedad civil más organizada. Se habrá feminizado la política en la medida de que los cuidados pongan el foco en las personas, en el barrio, en la vida cotidiana, pero volvemos de nuevo a la importancia del orden y de un eficaz diseño de interacciones. Sin ello, esa estrategia-macro (lo es por definición, porque aplica a una gran ciudad) no conseguirá facilitar que lo afectivo aflore en los dispositivos comunitarios a menor escala, que es donde pueden manifestarse los afectos.
RICHI: Una tesis [la tuya] que dice que en lo macro difícilmente caben los cuidados porque es complejo tenerlos en cuenta e implementarlos…
Los “afectos” genuinos solo caben, y se manifiestan, en lo micro. Otra cosa es que desde lo micro se genere una sensación general de estar acompañados (“cuidados“) a nivel macro cuando, por ejemplo, creemos tener unas instituciones que nos arropan. Lo único que podemos hacer desde lo macro son dos cosas: 1) Crear las mejores condiciones posibles para que los afectos afloren y se manifiesten en lo micro [o casi me conformo con que no se obstaculicen], 2) Conectar experiencias de micro-afectos, propiciar ecosistemas donde esas comunidades se encuentren e intercambien cuidados, pero al final los afectos y los cuidados son por definición vivencias cercanas, intimas, casi artesanales. No veo nada macro ahí. Podemos tratar de “emocionar” las políticas, feminizarlas, dotarlas de más humanismo, pero eso es otra cosa. Creo que ahí coincidimos.
RICHI: [Planteas una tesis] que aunque defiende las inteligencias múltiples, las minoriza y/o fuerza a plegarse a mecanismos en los que unas inteligencias determinadas son ya preponderantes porque son desde las que se han diseñado los dispositivos; que sitúa el arte, la poética, lo simbólico como algo muy sugerente, pero que no sirve para transformar efectivamente la realidad; o que tolera e integra ciertas dosis de caos y desorden, si se trata de un caos controlable, implícitamente ordenado y que resulta productivo.
Si es eso lo que has percibido, entonces me he expresado mal. También podría decirte que en tu exaltación del impacto de la imaginación y tu hipercrítica al realismo me ha parecido ver que había un rechazo de fondo a otros tipos de inteligencias más racionales. Yo más que ver unas inteligencias más preponderantes que otras, abogo por reivindicarlas todas.
En cualquier caso, no me identifico con la interpretación excluyente. Tampoco entiendo por qué lo planteas como un “O” en lugar de un “Y”. He escrito bastante en este blog sobre el papel transformador del arte y de los artistas [Ver, por ejemplo: “¿El artista como catalizador de innovación?”]. Creo en ello con toda sinceridad, pero me repito: el arte, la poética, solos NO sirven para transformar la realidad si no los haces acompañar de una sistemática, de un cierto orden, de una estructura de acción, que son lógicas bastante más aburridas y menos especulativas que las artísticas. Lo que quiero decir es que con el arte y la imaginación no es suficiente, del mismo modo que probablemente tampoco lo sea con el realismo sin dosis de imaginación. No es inteligente tener que elegir entre uno u otro porque para transformar se necesita de los dos, de imaginación y de orden. Ya te dije que es el típico proceso de divergencia-convergencia, que se necesitan mutuamente. En la divergencia se requieren unas habilidades (y a veces, unas personas) muy diferentes que en la convergencia. Por eso me encantan los equipos ambidiestros que combinan perfiles de “geniecillos” con “hormiguillas”, especuladores con optimizadores y exploradores con explotadores. Necesitamos de todos ellos para que la imaginación tenga impacto.
RICHI: Al final, para defender tu modelo utilizas como pantalla frases o calificativos que deslegitiman al otro, como: “Cuando digo esto, no suele gustar a Frikilandia”, “lírica utópica”, “consignas voluntaristas”… situándote a ti mismo en el lado del rigor y lo socialmente útil y al otro en posiciones de masturbadora autocomplacencia…
Lo de frikilandia, efectivamente, sobra. Es un exceso. Es descalificador. Sin embargo, lo de “lirica utópica” o “consignas voluntaristas” no descalifica a nadie. Para mi hay una lírica que contribuye efectivamente a la acción, y otra lirica que dispersa, distrae, marea, se plantea imposibles para después no conseguir nada por haber puesto el objetivo demasiado elevado. La segunda, como práctica lúdica es perfectamente legítima, faltaba más, pero procuro alejarla de la acción. Y “consignas voluntaristas”, obviamente las hay. Hay gente que se siente más cómoda instalada en su ideal purista, teóricamente incontestable, aunque la realidad se empeñe en seguir su curso en otra dirección. Que no quiere exponerse a las contradicciones y dilemas de la vida práctica, así que se construye su propio paraíso inexpugnable (e imposible) desde el que atrincherarse. De esa manera se sienten aburridamente coherentes. Por cierto, no es tu caso 🙂
RICHI: Bajo mi punto de vista, las artes o la imaginación no son un estado de excepción o un entorno paralelo en el que aislarse. Como te decía en una de las respuestas, no se trata de “saltar por los aires” el sistema EN la imaginación, sino de hacerlo “saltar por los aires” CON la imaginación. La imaginación no como refugio (que a veces también conviene que lo sea, para recuperarse y coger fuerzas), sino como instrumento lleno de posibilidades y potencias.
Por supuesto que no veo la imaginación (sólo) “como refugio”. Si lo pensara así, no estaría perdiendo un segundo en escribir esto. Me parece bien usar la imaginación como palanca creativa para la transformación porque ayuda a pensar fuera de la caja y cuestionarse premisas excesivamente prudentes, pero llegado el momento, hay que aterrizar aquello para poner conectar con esa masa crítica de personas (sí, por supuesto, es también una cuestión de cantidad) que sea capaz de inclinar la balanza a favor de lo nuevo. Si quieres escalar, tienes que bajar a tierra. Si quieres impactar, necesitas negociar significados para hacerlos más inclusivos, y eso demanda dosis de pragmatismo y de implementación real que con perdón, nada tienen que ver con recrear mundos imposibles o altamente improbables.
Me repito: no habrá actuación con impacto que ignore la realidad preexistente. En las artes sí, en la transformación política no. Por ejemplo, a mí me encanta el diseño especulativo porque su naturaleza crítica abre a nuevas posibilidades. Permite cuestionarse premisas dominantes y hacer preguntas que la mayoría no se hace. Todo eso aflora dilemas y fricciones que ayudan a pensar mejor, y a no dejarse atrapar por lo meramente utilitario o funcional. Aumentar las probabilidades de sorprendernos es muy saludable pero no me interesa como un fin en sí mismo.
RICHI [Nota del autor: esta observación no iba en el texto que he troceado aquí pero sí en otro comentario y la incorporo porque me parece bastante interesante]: Cuidado con confundir caos con desorden. Es como aludir a la anarquía como sinónimo de falta de gobierno. Trampas del lenguaje, construcciones falaces del imaginario simbólico y la subjetividad colectiva que bien se encargan de inocularnos las instituciones del sistema dominante. Eso nos lleva al terreno resbaladizo de las normas, los procedimientos, las metodologías, lo planificado. Un terreno que actualmente habito, espero de forma transitoria hacia la posibilidad del dar lo mejor de una misma y recibir lo que cada cual necesita.
Igual que no se debe confundir caos con desorden, tampoco hay que renegar per se de las normas y metodologías. ¿qué tiene de malo, por ejemplo, fijar unas reglas de interacción que sirvan como mecanismo de autorregulación? Sin ir muy lejos, los estudios de la Nobel Elinor Ostrom demuestran que la viabilidad del gobierno de los bienes comunes depende precisamente de la existencia de unos arreglos institucionales y de unos contratos con normas claras. Las normas no son un invento exclusivo del “sistema dominante”, así que el problema no está en defender o criticar las normas, sino en cómo y quiénes las fijan. A esto añádele otra motivación más para apelar a ellas: los espacios participativos sin normas, que dejan todo a la espontaneidad, terminan favoreciendo a los más fuertes, que navegan con ventaja en entornos desregulados. Lo que propongo es trasladar el poder a normas autogestionadas para que no dependa de la arbitrariedad de personas. Por otra parte, “institucionalizar” es un verbo tabú y puedo entender por qué, pero no se trata de que las nuevas propuestas sean apropiadas y desvirtuadas por las instituciones preexistentes, sino de crear unos contenedores estables que permitan embeber lo nuevo en la práctica cotidiana. Se trata de ir normalizando lo que hoy asusta por parecer demasiado revolucionario.
RICHI: Tú dices que “especular lo hace cualquiera” y que “hay mucho artista de la especulación”. Pero yo la verdad es que lo que percibo como hegemónico es más bien lo contrario, un mundo de órdenes, protocolos, indicadores, de planes estratégicos y acciones supuestamente aplicadas. Lo veo por ejemplo claramente en el modelo educativo que se está imponiendo (y la educación es desde donde se configura en gran medida el mundo futuro). Una educación casi completamente orientada a ser empleadas (en trabajos que por otra parte, ya no existen).
Claro que especular (y criticar) lo hace cualquiera que tenga un poquito de ingenio, y de eso vamos sobrados en Celtiberia. Por supuesto que pienso eso. No hay que ir muy lejos, basta con escuchar un programa de tertulianos en la radio o si prefieres, esa charlatanería populista con que se expresan alguno/as bajo el excitante fragor asambleario. Lo más complicado de todo es implementar y pasar a la acción para demostrar que esas ideas funcionan. La cosa se complica de verdad cuando tienes que negociar espacios comunes dentro de un entorno repleto de restricciones [porque OJO, lo del “paradigma de la abundancia” es otro de los mitos que solo se aplican al conocimiento y con matices, porque yo casi todo lo que conozco es escaso]. No puedes llegar con tu idea pisando a la gente para imponer la tuya. Tienes que ceder en cosas, entender que a más exquisito te pongas en tus óptimos, menos inclusivo vas a ser.
RICHI: Llegados aquí, entiendo que estamos en la típica encrucijada en la que compartiendo el fin, no compartimos la estrategia. Yo no me voy a poner maximalista, y creo que lo interesante es la suma y el cruce de posibilidades, porque tampoco tenemos certezas de cuál es la mejor vía para conseguir cambiar el sistema, y tampoco las tenemos sobre cómo sería el nuevo sistema que proponemos ¿un sistema? ¿infinidad de ellos?
No estamos en una encrucijada, sino en un terreno intermedio en el que podemos ponernos de acuerdo perfectamente si, como dices, “sumamos y cruzamos posibilidades”. En definitiva, tenemos miradas complementarias. Como me gusta decir, nuestro óptimo posible estaría en algún punto del hilo que trazaría entre tu visión y la mía. La solución necesita de las dos perspectivas.
RICHI: Estoy de acuerdo en que la imaginación no es más importante que el conocimiento; y entiendo que Einstein utilizaba esta frase para provocar, del mismo modo que lo he hecho yo, para lanzar una alerta, para despertar un malestar. Porque vivimos en un mundo en el que la posibilidad de imaginar nos está siendo arrebatada. La potencia transformadora es la combinación de imaginación y conocimiento, a veces juntos, a veces por separado, siempre en pos de un objetivo común. Para que esa suma multiplicadora pueda darse, son necesarios los dos componentes; y ahora mismo, el que está en peligro de extinción es la imaginación (no negaré que el verdadero conocimiento también está amenazado, siendo suplantado).
De acuerdo con lo de Einstein, y está bien como provocación (y nada más, porque eso de que “la imaginación es más importante que el conocimiento” es el típico cliché que la gente repite y repite sin preguntarse si tiene sentido). Sin embargo, yo sigo sin ver tu diagnóstico de que “vivimos en un mundo en el que la posibilidad de imaginar nos está siendo arrebatada”. Me parece, con perdón, un poco victimista: ¿qué impide a la gente imaginar? ¿a alguien se le prohíbe que se monte su película como quiera? ¿no estamos ahora en la época del post-it, del piensa out-of-the-box, donde cualquier cosa se puede proyectar en un canvas? Seré un ingenuo, pero pienso que es muy difícil “arrebatar” la capacidad de imaginar como tú planteas, y menos me parece que esa capacidad esté “en extinción”.
Yo creo, por el contrario, que nunca hemos vivido en una época donde la imaginación y la creatividad sean tan bien acogidas y se fomenten más. Y ahí probablemente esté la jodida trampa, porque al sistema le viene estupendo tenernos entretenidos con ejercicios imaginativos sabiendo que después hay un enorme gap entre esos sueños y su concreción en la realidad. A más bonita sea la ensoñación, a más maximalista y radical sea el imaginario construido respecto del marco posible, más nos encerramos en nuestra cápsula y menos se nos entiende.
Nuestro mayor problema, insisto, no es de imaginación, sino de implementación. Necesitamos más gente que implemente las buenas ideas que ya tenemos que gente imaginando soluciones milagrosas. Es más, buena parte de esa imaginación que echas en falta aflora de manera natural haciendo cosas, prototipando alternativas de solución mediante una práctica reflexiva activa, lo que te obligará a reconocer de algún modo las condiciones de contorno.
Lo que yo veo es que, como siempre, el diablo está en los detalles, y esos detalles sólo se descubren cuando uno somete las ideas al duro test de la realidad, con unas restricciones que obligan a modular los sueños.
RICHI: Bajo mi punto de vista, en este proceso de negociación o reconocimiento mutuo de estrategias, si el dispositivo de intervención que propones, para ser eficiente, no puede incluir cuidados y afectos macro y micro, inteligencias no homologadas y artefactos simbólicos posibilitadores de nuevos relatos; creo que es un dispositivo que tiene probabilidades muy altas de no sólo no funcionar para lo que pretendes(mos); sino que además, puede llegar a ser contrarrevolucionario, por funcionar como inhibidor de potencias. Creo que el dispositivo, tiene no sólo que perseguir un fin (los qué), sino ejemplificarlo en sí mismo (los cómo), como sucede por ejemplo con el software libre y sus 4 libertades. Qués y cómos de la mano. Y si hacen falta estructuras para lo macro, no tienen por qué ser estructuras necesariamente macro y desde luego, no creo que sean las que ahora conocemos.
Hay que explorar espacios para los cuidados y afectos, pero también hay que reconocer que el dispositivo macro que sirve de molde o estrategia para el escalado tiene su propia lógica, y no puede ser gestionado, ni interpretado, con las “expectativas afectivas” que priman en los dispositivos comunitarios de pequeña escala. A más macro, más tienes que activar automatismos, normas y protocolos, que nadie dice que no se puedan negociar desde un paradigma de los cuidados y un relato más humanista, pero que una vez acordados, deben contribuir a que el sistema adquiera un mínimo de eficiencia que lo haga sostenible a gran escala, o como suelo decir, que minimice el “desgaste evitable”, que en los procesos colectivos suelen ser todavía demasiado elevados.
Por eso yo insisto en que hacen falta diseños específicos para lo macro, para el escalado, y al mismo tiempo concuerdo contigo que es bastante probable que esos dispositivos no sean como los que ahora conocemos. Por ejemplo, la posibilidad que expuse en mi post de rediseñar contextos (políticos) que introduzcan “trazas estigmérgicas” que sirvan como mecanismo implícito de coordinación me parece fascinante. Es un camino que todavía tenemos que andar, y por eso me interesa tanto explorar la inteligencia colectiva (a gran escala) como un desafío de diseño.
RICHI: Y luego está todo el tema del orden, el azar, lo probable. Como bien dices, el azar no se gestiona, simplemente se está (o no) abierto al azar, lo improbable, lo invisible, lo inesperado… Gran parte de nuestro trabajo consiste en poner las condiciones para que tenga cauce de posibilidad aquello que parece imposible, que es muy poco probable. Y creo que eso se consigue más desde el habitar que desde el gobernar (como dice Amador Fernández Savater en uno de mis textos favoritos de últimamente: ‘Del paradigma del gobierno al paradigma del habitar: por un cambio de cultura política’). Atreverse a habitar. Atreverse a habitar el terreno de lo improbable y hacerlo practicándolo en lo cotidiano.
Estamos de acuerdo en eso. Pero si creas condiciones para que aflore lo improbable, tienes que estar dipuesta a encontrarte con sorpresas desagradables, a menos que tengas una estrategia para facilitar entornos que favorezcan ciertos eventos más que otros, lo que significa salirse del azar. Si quieres actuar con criterio, o sea, si pretendes conseguir determinados objetivos (supongo que en esas estamos), tienes que trucar el espacio de experimentación para que, sin matar la sorpresa, haya más probabilidad de que emerjan ciertos tipos de comportamientos que deseas estimular. En una época donde este palabro ha caído en desgracia, yo sigo creyendo en la estrategia. Pienso que sin estrategia no hay coherencia, ni efectos acumulativos. La estrategia no significa controlarlo todo, sino trabajar para aumentar las probabilidades de que se den unos resultados o comportamientos más que otros. Lo que pasa es que tal vez ni sepamos bien lo que buscamos, y eso no se va a resolver por arte de magia sino poniendo el foco en buenas preguntas y, por supuesto, deliberando y construyendo de forma ordenada en torno a ellas. Claro, la imaginación también ayuda a esto, tanto en las preguntas como en las respuestas, pero al final vas a tener que pasar por el funnel, el embudo, y converger en torno a unos pocos objetivos claros. Sin eso, no apalancas el esfuerzo, ni generas efecto multiplicador.
RICHI: Para ir terminando, entiendo que tú por tu lado tienes miedo de lo contrario, de que los dispositivos más especulativos se queden en las nubes y no terminen de aterrizar de ningún modo; lo que también puede resultar frustrante y contraproducente por generar ilusiones equívocas, falsas expectativas. Quizá de tu miedo a lo excesivamente desordenado, especulativo y utopista, y de mi miedo a lo excesivamente planificado, sistematizado y previsible, debamos ver como extraer el miedo, para sentirnos más libres y desprejuiciados. Y así, tratar de encontrar la justa medida.
Ese temor existe y con razón. Es cierto que han habido excesos en ambos sentidos pero siento más frustración cuando veo a gente buena, con una imaginación desbordante y las mejores intenciones, perdiéndose en detalles puristas, obstinándose en colocar el listón en lugares imposibles, o queriendo imponer nuevas reglas de juego sin ningún fundamento que los respalde en la realidad. También, y esto es importante, desgastándose en empujar el carro sin coordinarse, sin un orden o estructura que permita acumular energías en la misma dirección.
Para mí, y este es el mensaje principal que intento transmitirte: el reto de organizarnos mejor para una acción transformadora es más urgente, y más deficitario, que el de imaginarnos respuestas nuevas.
Creo que integrar el prototipado en la práctica política transformadora ayuda bastante a encontrar la justa medida porque combina especulación con práctica reflexiva. Pero siempre corremos el riesgo de quedarnos atrapados en la iteración de prototipos a pequeña escala, en el “piloto” eterno. Yo eso lo he visto mucho porque prototipar se ha vuelto algo relativamente barato, y da una extraña sensación de que estas cambiando algo sin cambiar realmente nada. Mientras “los buenos” sacian su imaginación jugando a los prototipos en plan casero, “los malos” se ocupan de la política en mayúsculas que cambia las leyes y que realmente incide en nuestras vidas. Yo tampoco quiero eso 🙁
En fin, ideas buenas tenemos a montones. Prototipos molones, también. La carencia mayor está en la implementación, en sistematizar procesos, en el escalado, en extender rutinas participativas que martillen al sistema con criterio y de forma regular ahí donde tiene sus puntos débiles. Por eso reivindicar tanto la imaginación no es para mí, ahora, la mayor prioridad, aunque sea algo que jamás deba descuidarse.
Nota: La imagen del post pertenece al album de Emilio Quintana en Flickr. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscribirse por mail” que aparece en la esquina superior derecha de esta página. También puedes seguirme por Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva.
Iñaki Ortiz
Un debate apasionante entre el orden y los procedimientos por una parte y la creatividad y la imaginación por otra. Como bien dices, la imaginación es más sugerente y el orden más aburrido, pero creo que necesario en el ámbito de la transformación social.
Me gusta el discurso de Richi. Reconozco que tiendo a la anarkia. Los corses me estorban. Pero si hablamos de implementación de las ideas a escala social, no se me ocurre otra manera que la estrategia y lo que tu llamas el diseño del escalado.
Lo que me cuesta es visualizar (o imaginar) cómo se concreta ese diseño. Supongo que ahí está la madre del cordero.
He reflexionado (y creo haber aprendido) mucho con la lectura de este post y los que le han dado origen. Muchas gracias por compartir tanta sabiduría.
Amalio Rey
Gracias, Iñaki. El orden es más aburrido, y parece cosa de carcas. Yo lucho contra eso porque me parece que nos hace daño. Todo depende del tipo de orden que se quiera promover. El discurso de Richi es atractivo y transmite mensajes que yo compro. A mí también me atrae la Anarquía, aunque no lo parezca. Pero al final siempre terminamos trabajando con “moldes sociales” (prefiero llamarlos así, y no corsés). Tú has trabajado en políticas públicas, y en proyectos que intentaban impulsar cambios en la administración (hablo en pasado, pero también puedo hacerlo en presente), y sabes que “implementar ideas a escala social” necesita estrategia y cierto orden. Se basa en la repetición y en una sistemática coherente.
El diseño del escalado es un reto complejo. Algo avanzaba de eso en mi post sobre qué puede hacer el diseño por la democracia. Te pondré un ejemplo concreto. Cuando #Podemos discute con tanta pasión cómo aprobar sus decisiones en #VistaAlegre2, está incidiendo en el diseño. Hay una pelea dura entre dos posturas, una que insiste en las caras y otra en las ideas, una que habla de personas y otra de listas en bloque. Que se decida un método o el otro para agregar decisiones va a influir seguramente en la naturaleza que adopte esa organización. En una sociedad tan inter-dependiente como la que vivimos, no queda otra que negociar reglas de convivencia. No se puede dejar lo más importante a la improvisación. Un saludo
Guillermo
Hola Amalio,
Leyendo tu artículo recuerdo al maestro Nelson Medinilla de la facultad de informática que nos hacía reflexionar sobre la cuestión de porqué en cualquier proyecto de ingeniería estaba clara la necesidad de procedimientos y orden y no estaba tan claro en el entorno TIC. No tendría sentido construir un rascacielos sin planos y sin un lenguaje común basado en patrones. ¿Porqué entonces en la ingeniería del software mantenemos discusiones sobre procedimientos si o no, planificación si o no, etc. etc.? Porque la ingeniería del software no es una ingeniería, aunque empieza a serlo, con la entrada de los patrones de diseño, pero eso es otra historia. De todos modos dejo la discusión que tuvo Medinilla con un acérrimo defensor del eXtreme programming
http://is.ls.fi.upm.es/docencia/proyecto/docs/xp.html
Dejo esta referencia porque no se si estarás de acuerdo conmigo en que está muy relacionado con lo que planteas en este artículo. Los procedimientos, la planificación y el orden no es que sean necesarios para crear impacto real, son imprescindibles por nuestras limitaciones, porque sería demasiado complicado y en algún momento imposible llevar a cabo proyectos de cierto nivel. Una idea que también me dio el maestro Medinilla es que a problemas complejos son necesarias soluciones complejas … esto nos lo decía para que entendiéramos porqué apareció la orientación a objetos en el software, pero eso es otra historia.
Me quedo pensando en que si, a partir de lo que se plantea en el artículo, es de recibo pensar en ingeniería social … sonar suena fatal, aunque es evidente que algo de eso hay.
Saludos
Amalio Rey
Guillermo, perdona, pero me había saltado tu comentario sin darme cuenta. Es interesante lo que cuentas de Medinilla. De acuerdo con que “el orden es imprescindible por nuestras limitaciones” y que hay mucho de “ingeniería social” en las soluciones que necesitamos. Un saludo
Julen Iturbe-Ormaetxe
Se me nublaba un poco la vista y los últimos párrafos han ido un poco más en diagonal, pero por simplificar, comparto dos ideas. La primera, hay veces que algo se convierte en “sistema” y entonces deja de parecer que hay “sistemática”. Incluso a veces se fomenta la falta de sistemática porque insistir en ella causa el efecto contrario. Traducido a lenguaje simple: donde fueres haz lo que vieres (pero no insistas en explicármelo, que ya lo veo).
La segunda idea es la que tiene que ver con lo pequeño. No me apeo del burro. Hay que reconquistar lo pequeño como lugar natural para ganar poder. El método inductivo también funciona. No soy de insistir en lo grande. Ya llegará. Los humanos imitamos, insisto.
No llego mucho más allá. Hostia, vaya conversación 🙂
Amalio Rey
Que bueno, Julen, ¿terminó usted con la vista nublada, maestro? Que pena, igual te has perdido lo mejor, que dejé para el final para los más pacientes 🙂
Intuyo que un texto tan largo no se lo va a leer ni el tato, pero he querido ser fiel al relato completo y no me importa que esto se quede en documentar una conversación que disfruté en sí misma, porque me hizo pensar bastante.
Respecto a tus dos ideas:
1) Lo de “sistema” y “sistemática” suena bien, pero no me acabo de enterar. Sospecho que puede haber chicha interesante en ese juego de palabras, pero no sé… para mí un sistema genera siempre una sistemática y ésta de tanto repertirse crea un sistema. Se puede explicitar o no, pero hay que trabajar siempre en ese sistema/sistemática, que es lo que intento explicar en el post.
2) Por supuesto que hay que reconquistar lo pequeño como lugar natural para ganar poder. No te apees del burro. Yo también apuesto por eso. Pero eso no es incompatible con trabajar al mismo tiempo en una nueva narrativa de lo grande. En definitiva, pienso que necesitamos también un diseño específico para el escalado. No veo que eso vaya a construirse por generación espontanea desde lo pequeño. Hay una cierta desconexión, un gap, entre lo micro y lo macro que nos obliga a pensar o rediseñar a los dos niveles. Quedarse sólo en lo pequeño da un poder nada desdeñable, pero sería un error no tener una respuesta que funcione para intervenir también en lo macro.
Julen Iturbe-Ormaetxe
Por aclarar lo de “sistema” y “sistemática” lo entiendo como que el primero puede prescindir de lo segundo porque opera en un plano inconsciente, en “automático” por decirlo más fácil. La sistemática quizá haya sido parte del camino para llegar al sistema, pero cuando este opera a pleno rendimiento no hace falta insistir en los procedimientos y las normas. Las cosas “suceden porque sí”. Siempre recuerdo una empresa con la que estuve trabajando que insistían en no explicar nada respecto a temas de mejora continua a las nuevas incorporaciones aunque era una de sus características más destacadas. ¿Por qué lo hacían? Porque sencillamente no querían “comer la cabeza a nadie”; se trataba sin más de que harían lo que vieran. Y si ya había grupos de mejora en los se participaba de forma natural, quienes llegaban hacían lo que hacían sus colegas de trabajo.
De todas formas, hay mucha miga en vuestra conversación. Da para otro libro 😉
Amalio Rey
Julen, pero es que muchas de las cosas “que suceden porque sí” merecen ser cambiadas (cuando son el resultado de hábitos y costumbres poco saludables), y en ese caso: ¿cómo lo haces si no te empeñas en introducir, usando tus palabras, una “sistemática”? Por otra parte, mi impresión es que buena parte de esas cosas que achacas al “porque sí” son el resultado de alguna intención, de una influencia, de un “molde social” promovido por cierta cultura o determinadas instituciones. El “porque sí” es relativo, así que a veces se puede cambiar.
Pero suponiendo que hablamos de sistemas “buenos”, que hay que reforzar (y no cambiar), es evidente que cuando la “sistemática” se convierte en “sistema”, por supuesto que no hay que insistir más en los procedimientos porque están embebidos en la cultura, en las “costumbres”. Sería redundante explicitar cosas que ya están incorporadas como tácitas. Pero el problema se da cuando esas rutinas no están creadas, y entonces hay que crearlas y reforzarlas, introduciendo un “sistema” basado en normas, procedimientos, etc.
El “haz lo que veas” no es intrinsecamente bueno, ni malo. Todo depende, como dije antes, de si lo que se hace es lo correcto y es bueno imitarlo. Pero si quieres “transformar”, lo que habitualmente se busca es generar nuevos hábitos. Para eso hay que rediseñar rituales e insistir en ellos hasta que la gente los adopta (o no).
Sip, mucha miga tiene esto 🙂