Los escolares finlandeses NO deciden cómo y qué aprenden

POST Nº615
Leí ayer, en un titular de El País, que “Los escolares finlandeses deciden ya cómo y qué aprenden”. No soy finés, ni tengo a mis hijos estudiando allí, pero me inquietó que eso fuera así porque sé que se tiende a copiar bastante el modelo educativo del país escandinavo, que, por cierto, se cuenta por aquí de forma incompleta e inexacta, además de que se obvian factores contingentes a su cultura e historia tan particular.
Explicaba Ilona Taimela, coordinadora de la Semana de la Educación de Helsinki, que lo de dar tanto protagonismo al escolar es porque “ellos tienen que ser responsables de su propio aprendizaje para que sean autosuficientes como trabajadores”. La frase que he subrayado me puso de los nervios porque siendo cierto que los niños y niñas deben adquirir cuotas de responsabilidad en todos los ámbitos, me pregunto: ¿es sensato hacerlos responsables, a esas edades, de lo que deben aprender? Después veremos que no era así y que solo se trataba de un titular pensado como gancho periodístico 🙁
A mí me gustan muchos aspectos del sistema educativo finlandés. El primero de todos, que sea 95% público. Ese es un rasgo esencial que aplaudo con entusiasmo porque contribuye a reducir las diferencias sociales. También, que ese dinero público se invierta bien, con criterio y eficacia. Asimismo, estoy a favor de promover el aprendizaje P2P basado en proyectos multidisciplinares, porque ayuda a aplicar los conocimientos a la resolución de problemas reales, como funciona la vida misma.
Sin embargo, en los análisis realizados sobre el éxito de la educación finlandesa se mezclan factores y no se aíslan variables para poder llegar a una conclusión fiable de que esos resultados se deben, por ejemplo, a que sus niños y niñas no hacen deberes, o a otras innovaciones pedagógicas puntuales que tanto destacan los medios. Los resultados de PISA, por ejemplo, no permiten sacar conclusiones de nada. El propio artículo recuerda que Finlandia comparte liderato en esa prueba con países como Singapur, Japón o Taipei, que siguen un modelo educativo que es la antítesis del escandinavo, porque se basa sobre todo en fomentar la cultura del esfuerzo.
Al mismo tiempo, hay muchos mitos y afirmaciones exageradas sobre sus prácticas pedagógicas. Por ejemplo, es incierto que los alumnos finlandeses no hacen tareas, aunque prescindan de los polémicos “deberes diarios”. Tienen unos plazos para entregar trabajos, y eso les obliga a organizarse en casa con ayuda de sus padres. Tampoco es verdad que no usen libros en papel. En el tema de la evaluación, más de lo mismo. A mí no me convence la idea de eliminar las evaluaciones porque éstas siguen teniendo un papel que jugar como dispositivos de comprobación de que unas habilidades y conocimientos mínimos se están asimilando bien. Pero es que el sistema educativo finlandés, al contrario de lo que se dice alegremente, también evalúa y aplica exámenes.
No se obsesionan con poner una calificación (cosa que me gusta) pero, como bien aclara el artículo, la evaluación les sirve para “comprobar que no hay problemas de comprensión y, si las hay, tomar medidas”, analizando la progresión y pudiendo poner una nota que refleje el resultado del aprendizaje, que es algo obligatorio a partir de 9no grado (15 años). O sea, hay mecanismos para evaluar. Otra cosa es que sean creativos en el diseño de esos mecanismos para que cumplan realmente su objetivo y se adapten a los nuevos tiempos.
Muchos sospechamos que el éxito finlandés obedece sobre todo a un factor del que se habla menos, y que tiene mucho más que ver con la buena educación tradicional que con el fetichismo de la innovación pedagógica, como es recuperar y poner en valor el papel determinante del maestro o maestra, una profesión que en Finlandia está priorizada y enriquecida al máximo. Ya lo explicamos en otro post: el liderazgo y la autoridad del maestro o maestra es insustituible, porque inspira, orienta, canaliza y ayuda.
De eso se aseguran estupendamente los finlandeses, así que algún día tendremos una investigación europea que demuestre que esa ha sido, con diferencia, la razón principal de su éxito educativo. El artículo de El País apunta en esa dirección cuando dice, como ya sabíamos, que “los maestros gozan de una gran reputación e históricamente de la confianza de los padres” dado el exigente proceso de selección (y de dignificación de su trabajo) que se sigue en ese país para optar a una plaza docente.
Volviendo al susto que me pegué con el titular, después comprobé que era impreciso cuando afirma que “los niños deciden qué y cómo aprenden”. Por si lo creías, el alumnado no elige las materias y el conocimiento que van a adquirir. Sólo se les empodera en la elección de los retos en los que van a aplicar el conocimiento que reciben siguiendo un plan pensado orgánicamente por adultos expertos.
Que los alumnos decidan trabajar un caso basado en Justin Bieber, como un ejemplo que se pone, no significa que van a recibir clases o dedicar horas del currículo a estudiar la vida del cantante pop canadiense porque pidan eso. Que Valentín, un niño finés-ecuatoriano, proponga y haga el trabajo que le apetezca sobre la historia de Egipto es una cosa, y otra que decida los conocimientos mínimos que debe adquirir sobre ese momento histórico.
No hay que ser paternalistas, pero tampoco voluntaristas irresponsables. Cuando los alumnos fineses, al comer en el colegio, recogen el almuerzo y limpian la mesa, es porque primero algún adulto se lo ha enseñado, y le ha hecho ver que eso debe ser así. Con toda seguridad alguno/as no lo entendieron al principio y se quisieron saltar las reglas, así que algo tuvieron que hacer los adultos para que esas rutinas fueran interiorizadas porque los menores no descubren eso sin ayuda, orientación, creación de espacios facilitadores o, en última instancia, algún tipo de premio o penalización.
Me parece perfecto que sean los menores, trabajando en equipo, los que acuerden el reto (proyecto) de aprendizaje, pero definir los conocimientos de base y las capacidades que se buscan desarrollar con ese reto es una decisión de adultos. Está muy bien, además, que ese aprendizaje por proyectos consista en retos que se puedan vivir o palpar a través de experiencias reales, como vivir sin electricidad o construir una pirámide de leña, y que ellos llaman “proyectos de fenómenos”.
Estoy de acuerdo también con que hay que priorizar el desarrollo de habilidades y competencias (p.ej. aprender a comunicarse, pensamiento crítico, trabajar en equipo, etc.), y que la buena educación no consiste en repetir conceptos y palabros como unos papagayos. Pero, al final, el diablo está en los detalles y la calidad se decide en las proporciones. La propia pedagoga finlandesa entrevistada matiza tanta euforia innovadora con un “Hay que encontrar el equilibrio. Algunas cosas se aprenden como antes”.
Menos mal, porque, digan lo que digan, el conocimiento sigue siendo importante, dado que es la materia prima que alimentan y procesan las capacidades. Ejercitar la memoria también sigue siendo necesario, por muy denostada que esté esa función en los tiempos actuales, dado que a más elementos una persona sea capaz de recordar sin tener que ir a Google, más piezas va a poder conectar o combinar en su proceso de construcción mental de soluciones.
Insisto, la educación no sólo debe dedicarse al desarrollo de habilidades y competencias, aunque sea lo principal. Las competencias son rutinas heurísticas que procesan conocimientos y estos se localizan mejor y más rápido gracias, en buena medida, a lo musculada que esté la memoria. Por eso, frente a los excesos de la llamada revolución educativa, yo defiendo los modelos híbridos, y he escrito bastante sobre eso.
antonio angel perez ballester
Muy oportuno,Amalio. Habia leído esa información y me supo un poco superficial. Gracias.
Jorge Martinez
Quizas añadir, en relación con el liderazgo, que el profesorado del sistema público es elegido directamente por la directiva del centro educativo y que el modelo en Finlancia es municipalista y el nuesto es Jacobino…..
Amalio Rey
Gracias, Jorge, por el apunte. Interesante…