12 sesgos cognitivos que debes conocer sí o sí

POST Nº 712
En mi post anterior expliqué cómo prepararse para evitar la trampa de la desinformación. Una de las claves que compartí, dándole mucha importancia, fue la de alfabetizarse en sesgos cognitivos. Recomendaba empezar por aprender a identificar esos sesgos y, después, crear rutinas de respuesta para corregirlos o mitigarlos. No me importa repetirme con esto: es súper útil dedicar tiempo a dominar una buena colección de esos sesgos (ampliamente documentados), dado que ayudan a entender por qué no pensamos bien.
Por si no lo sabes, los llamados «sesgos cognitivos» son atajos o trampas mentales que nos llevan a hacer una interpretación equivocada e irracional de la información que usamos para tomar decisiones. Por ejemplo, exagerar o menospreciar una determinada información que influye en la probabilidad de acierto de esas decisiones.
Como siempre explico, que usemos heurísticas simplificadas es normal. Una reacción natural del cerebro para ahorrar energía. Si tuviéramos que activar un pensamiento sofisticado y analizar demasiados datos para todo, sería agotador. Así que echamos mano de rutinas mentales, métodos informales basados en la intuición y la experiencia, que acortan el camino y operan en piloto automático. Hasta ahí, todo bien, en favor de la eficiencia. El problema aparece cuando esos atajos nos llevan de forma frecuente a cometer errores que son sistemáticos, de un tipo parecido que repite ciertos patrones. A esas situaciones más habituales me voy a referir en esta entrada.
Decía, además, que el menú de sesgos cognitivos es abundante. Hay casi un centenar bien identificados. De todos modos, creo que basta con conocer y practicar con una docena de ellos para afinar de manera poderosa el filtro crítico. Comparto aquí el listado de mi Top12, explicando brevemente cada uno. Antes quiero aclarar que algunos de estos sesgos están entrelazados, a veces parecen redundantes, pero tienen sus propios patrones. No importa tanto el nombre que les ponemos sino la lógica mental que activan.
1. Cherry picking o Sesgo de confirmación
Este es probablemente el sesgo más frecuente y de los más dañinos. Consiste en favorecer, interpretar o recordar la información de manera que confirme tus creencias preexistentes o hipótesis, ignorando o descartando información que contradiga esas creencias. «Cherry picking» es la expresión en inglés usada en los medios para referirse a la «falacia de la prueba incompleta», esa práctica de escoger ciertos datos para validar una afirmación en desmedro de otros. La metáfora de «recolectar cerezas» sugiere el caso de una persona que solo nos trae las cerezas más maduras y jugosas de su invernadero ―después de descartar la mayoría que no lo es ― y de esa manera nos hace pensar erróneamente que cultiva frutas en condiciones excelentes. Pero resulta que esa muestra no es representativa de cómo son habitualmente las cerezas que produce.
Recuerda, se puede manipular la percepción seleccionando solo la información que respalda un punto de vista. Este sesgo es uno de los principales culpables de la extensión generalizada de las fake news y del auge de las conspiraciones. Por eso, si ves que en las historias que te cuentan no hay un análisis equilibrado de pros y cons, que el relato se regodea en los pros escogiendo solo las «cerezas» que interesan e ignorando los cons que la contradicen, entonces ponte en guardia y activa los filtros.
2. Sesgo de disponibilidad
Esto ocurre cuando echas mano de lo primero que te viene a la mente, de los ejemplos que tienes más a mano, para tomar una decisión. Eso hace que te bases en la información a la que puedes acceder de manera inmediata, descuidando otra que puede ser más importante. Es la tendencia a sobreestimar la probabilidad de eventos que pueden recordarse fácilmente o que son vívidos en la memoria, aunque puedan ser poco probables en realidad.
Esto nos pasa muchísimo, porque es lo más natural. A más impactante es una noticia o una experiencia personal, más la recuerdas y más fácil es que eches mano de ella para decidir. Y eso es peligroso porque lo que más recuerdes no tiene por qué ser lo que más ocurra. Suponte que ayer viste en la TV una noticia de un accidente de avión, y eso te lleva a sobreestimar el riesgo de volar, que los accidentes de avión son más habituales de lo que realmente son.
La manera de gestionar esto bien es acostumbrándote a pensar en términos de probabilidades, y eso a veces demanda un poquito de investigación. En el ejemplo anterior, bastaría con que busques estadísticas de accidentes aéreos para darte cuenta que son extremadamente raros, a pesar de lo impactante que fue la noticia. No te quedes con la información más reciente y llamativa. Consulta estadísticas.
3. Sesgo de retrospectiva
Este sesgo consiste en percibir eventos pasados como más predecibles de lo que realmente eran antes de que ocurrieran, lo que puede llevar a sobreestimar la capacidad de previsión, y también, a una asignación incorrecta de responsabilidades.
Es fácil recrear el éxito «a toro pasado» con historias bonitas y aleccionadoras. A partir de un resultado conocido, nos inventamos todo lo demás. Por ejemplo, una cadena de decisiones premeditadas que no se dieron, porque lo que en realidad ocurrió fue una combinación de casualidades o el efecto de un contexto único que no es replicable a otras situaciones que el narrador o narradora pretende contar como una estrategia. Y si salió mal, entonces se achaca de manera injusta a alguien por no haber previsto algo que, si lo miras bien, era objetivamente muy difícil de anticipar con la información que se tenia entonces.
Lo peor de este sesgo es que induce a aprendizajes que son falaces. Esas lecturas tramposas a posteriori proponen recetas de aplicación general que no lo son.
4. Efecto halo
Este efecto se da cuando haces que tu opinión sobre un sujeto u objeto dependan de la impresión que te causó una característica concreta. A partir de esa característica, tiendes a estereotipar las demás. Por ejemplo, y esto ocurre mucho, si una persona te parece físicamente atractiva, tiendes a presuponer que tiene más características positivas o, como mínimo, estarás más predispuesto/a a descubrirlas. Y al revés, imagínate que tienes una compañera de trabajo que mantiene su mesa muy desorganizada. Ese rasgo concreto te hace suponer que su desempeño en otros aspectos laborales (por ejemplo, competencia técnica o trabajo en equipo) también son deficientes, incluso sin tener todavía evidencias de eso. Ya te aviso yo que se han cometido muchas injusticias y decisiones desafortunadas por este error.
5. Sesgo de encuadre
Consiste en sacar conclusiones según cómo se presente la información. Unos mismos datos pueden llevarte a pensar una cosa u otra en función de cómo se enmarque el problema. Por ejemplo, una persona te dice que otra es muy antipática, y eso fija un «encuadre» que va a condicionar tu mirada. Después, al conocer a esa persona, sientes que te cae mal pero sin saber el por qué.
Imagina que un tratamiento tiene una tasa de supervivencia del 90%, que sería lo mismo que decir un 10% de mortalidad. Siendo ambas afirmaciones estadísticamente equivalentes, el primer dato se plantea de una manera (en positivo) que genera menos dudas que el segundo (en negativo). Este cambio de encuadre se usa mucho por las marcas en la publicidad y en el etiquetado de productos. También ocurre cuando una noticia se presenta como el efecto natural de un conjunto de circunstancias, más que como el resultado de acciones y decisiones humanas, que eran evitables. Pasa también con la tecnología y la supuesta imposibilidad de regularla. Sin ir muy lejos, la narrativa que rodea a la inteligencia artificial (IA) la presenta como una evolución ineludible del progreso humano que no se puede contener ni regular. Cuando damos este marco por válido, nuestra respuesta (y la de los legisladores) se vuelve meramente reactiva o pasiva, incluso cuando la IA implique grandes riesgos éticos y sociales.
6. Sesgo de creencia
Se da este sesgo cuando juzgas la calidad de un argumento no por la fuerza con que apoya la conclusión sino por lo plausible que te parece ésta. Si crees que la conclusión es correcta, tenderás a dar por válido el argumento aunque sea débil o incorrecto desde el punto de vista lógico.
Por ejemplo, lees un estudio científico bien documentado que concluye que un suplemento vitamínico no es efectivo para mejorar la salud de las personas, pero tú llevas tomándolo durante muchos años y crees firmemente en sus beneficios. Dada esa creencia, en lugar de evaluar la calidad y las evidencias que aporta el estudio, lo rechazas de plano dando por hecho que «tiene que estar equivocado». Niegas su validez porque no encaja con tu punto de vista preexistente en lugar de darle una oportunidad a una evidencia que pudiera ser cierta.
7. Sesgo de supervivencia
Este sesgo es muy frecuente en las noticias y en el relato del éxito. Consiste en basar las conclusiones de cómo funciona un proceso solo en los individuos o casos que sobrevivieron, pasando por alto los muchos que no lo consiguieron. La muestra en la que se basa el análisis se limita a los casos de éxito, usando solo los datos «supervivientes» porque son los únicos observables o los que conviene considerar para confirmar una tesis.
En los libros de Management es muy habitual que se caiga en este sesgo. Se dan por buenas unas determinadas prácticas, que se «venden» con alegría, únicamente a partir de unos cuantos casos de empresas a las que les ha funcionado, sin considerar la experiencia de muchas otras que fracasaron en el intento. Cuando eso ocurre, lo más seguro es que el éxito conseguido por las empresas citadas no se debió a esa práctica, sino a otras razones o a una combinación más compleja de factores. No se puede decir algo definitivo de lo efectiva que es una técnica de gestión si no se prueba en una muestra aleatoria de empresas.
8. Sesgo de anclaje
Este sesgo se da al juzgar una situación en base a una información recibida previamente. Confías demasiado en la primera información (el ancla) que recibiste, incluso aunque pueda ser imprecisa o irrelevante. Es la tendencia a aferrarte a ese primer dato, en vez de valorar otros que también son importantes.
Un ejemplo clásico es el siguiente: ves en la tienda una chaqueta con una etiqueta de 200€, y después te dicen que está rebajada a 120€. Aunque este precio sea más alto que el que estabas dispuesto a pagar, el «ancla» de 200€ hace que te parezca una buena compra, sin fijarte en más detalles para asegurarte que vale realmente lo que pone en la oferta.
9. Efecto del falso consenso
Incurres en este sesgo cuando crees que tus hábitos, valores y creencias están más extendidos en las demás personas de lo que realmente están, lo que te hace generalizar y suponer erróneamente que la mayoría coincide contigo. Esta creencia equivocada te lleva a hacer afirmaciones rotundas sobre supuestas «preferencias mayoritarias» de las que no existe evidencia alguna.
Imagina que eres un activista comprometido con una determinada causa, participando en protestas, reuniones, etc. Debido a tu alto grado de implicación y al círculo social que frecuentas, estás convencido de que la mayoría de las personas en tu comunidad comparte tu visión y apoyo hacia esa causa. Sin embargo, una entidad independiente aplica un encuesta a toda la población, y demuestra que la mayoría tiende a la indiferencia.
Si eres un usuario habitual de la red Truth Social, la red de Donald Trump, lo más probable es que llegues a pensar que el magnate va a ganar las elecciones por goleada, porque la inmensa mayoría que se expresa ahí coincide con esa preferencia. No es una muestra fiable para sacar conclusiones.
10. Sesgo resultadista
Este sesgo se manifiesta cuando las personas evalúan la calidad de una decisión únicamente a partir del resultado final, en lugar de considerar el grado de acierto del proceso seguido para tomar esa decisión. Se puede ser terriblemente injusto y desafortunado cuando se interpretan situaciones con este filtro, y es algo que nos pasa mucho, sobre todo cuando tenemos altas expectativas de lograr algo.
Si podemos ponernos de acuerdo en cuál es el mejor método para actuar en una situación, después solo deberíamos juzgar si el camino que se ha seguido se ha ajustado efectivamente a ese método. Limitar la evaluación al resultado es a menudo engañoso —e injusto—, ya que este puede haberse debido a factores ajenos a la intervención (por ejemplo, a la suerte) o incluso podría demostrarse a posteriori que ese resultado no fue tan acertado como habíamos pensado cuando lo consideramos inteligente.
Esto es extensible a la evaluación de resultados deportivos, políticos y empresariales, entre otros. En el futbol es pan de cada día. Si el equipo pierde, aparecen culpables rápidamente. Y si gana, se celebran hasta los errores. Hay poca objetividad en la asignación de méritos si no evalúa el camino seguido.
11. Sesgo del evento más reciente
Es la tendencia a dar mayor importancia, a ponderar en exceso los eventos recientes respecto de los más lejanos en el tiempo, incluso cuando estos sean más frecuentes, lo que lleva a hacerse una idea falseada de qué es lo más probable.
Imagina que eres la directora de una empresa y estás evaluando el desempeño de dos personas que trabajan en ella. Una ha ido excepcional durante la mayor parte del año, pero en las últimas semanas ha cometido algunos errores. La otra tuvo un desempeño mediocre hasta el mes anterior, pero en las últimas semanas ha demostrado una mejora notable. Si caes en este sesgo, podrías penalizar en exceso al primero y celebrar demasiado los resultados del segundo, en lugar de considerar el desempeño general en todo el año. Esto pasa mucho en las relaciones de pareja o al valorar el comportamiento de nuestros hijos.
Hay que evitar que la información más reciente, al estar más fresca en la memoria, sea percibida como la más relevante. Una manera de hacerlo es documentar el desempeño durante todo el período y entonces hacer un análisis objetivo de lo que dicen esos datos.
12. Sesgo de generalización precipitada
Consiste en extraer conclusiones de lo que ocurre en un grupo grande a partir de unos pocos datos, a menudo ejemplos e historias aisladas, que son meramente anecdóticos. Las noticias que manipulan usan mucho esta técnica: relatan cuatro o cinco anécdotas para «demostrar» que se da una situación, y se generalizan las conclusiones sin ningún fundamento estadístico.
Imagina que asistes a una conferencia de un profesor que es particularmente aburrido y poco interesante. Debido a esta mala experiencia concreta, concluyes que la universidad va fatal y que todos los profesores son aburridos y poco apasionados por su materia. Este sesgo se da porque es más fácil y rápido hacer generalizaciones basadas en experiencias limitadas que recopilar y analizar datos más amplios y representativos. Lo segundo demanda mucho más trabajo.
Para terminar, estoy convencido de que si logras manejarte bien con esa docena de sesgos, podrás corregir muchas heurísticas defectuosas que se desatan con las prisas. Al principio, es posible que te parezca complicado adquirir habilidades en esto. Pero una vez que aprendas a identificar las señales de cada sesgo, te saltarán las alarmas y sabrás activar el filtro. He pasado por ese aprendizaje, y lo sigo haciendo. Tengo ya mis trucos, mis rituales para detectar y evitar una buena cantidad de estos atajos. Y si decido no corregirlos (también puede ocurrir), al menos lo digo, lo reconozco.
¿Y tú, qué tal vas con los sesgos? ¿Te has sentido familiarizado/a con alguno de estos? ¿Recomiendas alguno diferente que te parezca importante?
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Julen
Y ahí siguen presentes… ¿cada vez más? O sea, ¿estamos involucionando?