Relocalización (post-121)
¿Eres de los que compran, se gastan su dinero, y nada más?.
Bueno, es una opción, pero, también hay otra: ser compradores reflexivos.
A veces no somos conscientes de que buena parte del sistema capitalista se esculpe en el profano acto de la compra, cuando decidimos adquirir una cosa u otra, o cuando optamos por un proveedor u otro.
Siguiendo la reflexión de dos posts anteriores Nº118 (sobre el decrecimiento) y Nº119 (sobre la lentitud), una de las ideas que me han parecido más interesantes de la filosofía del Decrecimiento, por ir en sentido totalmente contrario a los reclamos de la globalización, es su propuesta de:
“Acortar la distancia entre productor y consumidor a favor del desarrollo humano, ‘RElocalizar’ la economía como el proceso inverso a ‘DESlocalizar’”
Entre los experimentos del Decrecimiento están todas las iniciativas para relocalizar la economía. Por ejemplo, el fomento de producciones biológicas y artesanales locales para generar circuitos cortos entre productor y consumidor.
Como reflexión en torno a la deslocalización, insisten en que “el consumidor de productos de bajo precio no parece darse cuenta de que él mismo está a punto de crear las condiciones de su futuro desempleo” y por eso proponen:
- Desintoxicarse del hábito del “precio más bajo posible” y ¡¡comprar menos pero mejor!!
- Proveerse lo máximo posible en los mercados de productores locales o participar en un huerto colectivo = Comprar preferentemente productos locales y evitar los fabricados lejos
- Evitar compras en las Grandes Superficies = “la Gran Superficie es, por desgracia, una concentración de horrores: empleos precarios, transportes por carretera necesarios para este tipo de distribución, mercancías cada vez más baratas traídas del otro lado del mundo, hay que ir en coche siempre, menos variedad, más uniformidad”.
Los precursores de este pensamiento sostienen que, a consecuencia de las políticas agrícolas de los últimos 30 años, nuestras regiones se han híper-especializado, metidas de a lleno en el productivismo. Como alternativa sugieren el concepto de “eco-región” para restaurar la autonomía alimentaria y favorecer los intercambios internos.
Esto suena a autarquía, y no encaja con la doctrina moderna, pero si lo analizamos bien, tiene mucho sentido:
Queremos importar de lejos para pagar menos y así comprar cada vez más; pero lo mismo tendríamos que comprar menos pero mejor, en la esquina de casa o de la misma huerta.
Ahora que hablamos tanto de la «deslocalización» como un fenomeno irreversible, incontestable, porque la economía mundial será global en todos los órdenes, de nuevo vendría bien echar el freno, y cuestionarse las premisas que están detrás de todo esto. Por favor, ¡¡al menos pensemos si es cierto!! No repitamos como papagayos lo que nos cuentan.
Por eso me encanta la idea de la «relocalización», como concepto que rompe el mimetismo mental de la huida de la industria. Es cierto lo que dice esta gente. La relocalización es posible si miráramos a otras variables distintas al precio.
Pero maticemos. Hay gente que no tiene más remedio que buscar lo más barato, porque lo que gana ni siquiera le alcanza para cubrir sus necesidades mínimas comprando-todo-barato. La «sencillez voluntaria» que recomienda la Teoría del Decrecimiento es un consejo que ahí sobra, y que incluso puede molestar, así que me lo ahorro.
Pero no es el caso de un montón de personas que compran barato solo porque quieren tener mas de todo, y ni siquiera se preguntan si necesitan todo eso que compran. Consumismo estupido, de rebaño.
Soy el primero que he caído en ello, así que no hablo desde un pedestal. Pero por suerte voy revisando esos hábitos, y estoy contento por ello.
Si estas dispuesto/a a consumir menos, puedes comprar mejor. Y si quieres comprar mejor, lo más probable es que debas hacerlo a productores locales.
Eso reforzará, además, un ecosistema de relaciones más humano, más cercano, donde productor y consumidor se conozcan, y contribuyan a una mayor confianza colectiva. Sentido de pertenencia se llama eso.
Si solo nos fijamos en el precio, o en el envoltorio, lo que estamos haciendo es votar por la perpetuación del modelo consumista. Pero si en el acto de compra fueramos capaces de considerar otras variables como:
- Los valores que defiende la empresa que vende el producto o servicio
- La cercanía del productor
- El valor real que nos aporta ese producto
- Las cosas buenas y genuinas que nos perdemos al poner nuestro dinero ahí
- Lo que aporta a nuestra salud y bienestar integral y,
- En qué medida esa compra beneficia a mi comunidad más próxima.
entonces, otro gallo cantaría.
Es evidente que con ser «compradores reflexivos» no va a ser suficiente para curar al Capitalismo de todos sus males, pero nos quitaríamos muchos disgustos e injusticias de encima. Empezando por acallar un poco la cantaleta de la deslocalización con que nos tienen adormecidos y asustados.
La relocalización depende en gran medida de nosotros, como consumidores responsables, y no de esa carrera frenética por bajar costes a cualquier precio.
Andres Fuentes
Me parece brillante que allá por 2009 ya comentaras este tipo de iniciativas, he encontrado este blog de casualidad y seguimos debatiendo sobre los mismos temas habiendo avanzado relativamente poco al respecto
Hoy mas que nunca deberíamos mirar por la soberanía alimentaria y darle voz a aquellos agricultores y ganaderos que no tienen los medios para llegar a los estantes.
En mi caso apoyo a estos valientes de: https://tiendadefruta.com, http://www.quesoslajarradilla.com o naranjaslola.com
Un saludo amigos!
Jorge
Mientras tanto, te dejo aquí una iniciativa que por lo que veo es parecida (aunque creo que no ecológica), en Barcelona:
http://www.disfrutaverdura.com/
La web es bastante «smart», presenta el tema de forma atractiva y actual; eso sí, la definición como «club» y los precios le dan un aire como más… exclusivo, menos sencillo, campechano y directo. Y la distancia de envío comienza a no ser tan local…
Jorge
Por supuesto, Amalio, hablaré con él y le mandaré un enlace a este artículo a ver si se anima a comentar algo por aquí.
Amalio
@Jorge: Genial el ejemplo que has puesto. Me ha gustado mucho, es una descripcion formidable de las oportunidades que tenemos para la «relocalización» apelando a formulas que reduzcan la cadena. Te agradezco mucho que la compartas con nosotros. Intentaré difundir tu aportacion por Twitter porque creo que vendría bien que otros la conozcan. ¿Invitarías a tu amigo a que cuente de primera mano su experiencia aqui? Me encantaría… ¿O me pasas su contacto y le mando algunas preguntas? Gracias de nuevo por la rica conversación que generas….
Jorge
Otra interesante vuelta a la tortilla. Tengo una experiencia conocida que concuerda completamente con la deseabilidad de lo que comentas, y además con su rentabilidad y contemporaneidad.
Un amigo, ingeniero agrónomo, volvió de Holanda tras sus estudios de agricultura biodinámica con una idea interesante: iba a montar una finca y a vender los productos directamente a la gente, no sólo sin intermediarios sino sin tienda propia. El cliente paga por adelantado (es decir, invierte) una cantidad fija a la semana, y a cambio el agricultor se compromete a llevarle cada martes (u otro día acordado entre todos) una caja con verduras variadas, según la época. La distribución se hace por nodos: el agricultor cosecha un día las verduras, y al día siguiente las reparte entre X puntos de reparto, donde luego los vecinos cercanos van a recogerlas. Con las verduras viene una carta donde el propio agricultor describe las verduras, adjunta una receta a modo de sugerencia, y cuenta los trabajos que se han hecho esa semana, anécdotas, etc.
Resultado:
– El precio NO es superior al de la verdura del supermercado. Básicamente, porque ningún intermediario se ha quedado con nada.
– El beneficio que se lleva el agricultor es mucho mayor, por la misma razón.
– Se optimiza el transporte en varios cientos por cien, si lo comparamos con lo que supone comprar manzanas de Nueva Zelanda.
– La calidad y frescura del producto es enormemente mayor. La lechuga que te estás comiendo estaba la tarde anterior aún creciendo en una tierra perfectamente sana.
– La satisfacción de los clientes es infinitamente superior. No es sólo que la comodidad de este sistema es mucho mayor, sino que conocen la finca y al propio agricultor, y pueden valorar su trabajo más allá de lo económico. De hecho, pueden ir un fin de semana a trabajar al campo si les apetece.
– Se consumen productos locales y de época. Una delicia renunciar por una vez al «consumo bajo demanda» y dejarse sorprender por los ciclos naturales.
– Se rehabilita el tejido productivo local. A este hombre le están ofreciendo campos cercanos de forma gratuita, simplemente a cambio de que los ponga en producción.
El caso es que sin hacer publicidad de ningún tipo, en pocos meses la demanda era mucha más de la que podía absorber él sólo. Luego dirán que no hay oportunidades de trabajo y de innovación, hasta en sectores tan básicos como la agricultura.
Paradójicamente, estas redes de «cajas», ya bastante consolidadas en centroeuropa, funcionan muy bien con las mismas nuevas tecnologías descentralizadoras y globalizadoras: los productos complementarios (lácteos, verduras, frutas, cereales, carnes…) procedentes de distintas fincas se agrupan como una red, de forma que en un sistema un poco más avanzado, el consumidor puede seleccionar y pagar desde una web los productos que quiere recibir en su casa, sabiendo que todos provienen directamente de sus productores, sin intermediarios, con gran calidad (sellos ecológicos, etc) y desde un radio razonablemente cercano.
Creo que es un buen ejemplo de cómo evitar un «progreso» sin pies ni cabeza, pero sin caer en una regresión primitivista.