Optimismo ilusionista vs. Destrucción creativa (post-306)
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Iba hoy a escribir de otro tema, pero de nuevo se me cruzan historias a las que prestarles atención. Ayer asistí a un evento en el que ponentes, moderadores y políticos repitieron varias veces que necesitábamos escuchar buenas noticias y nos invitaban a transmitir un mensaje optimista. Echando un vistazo al TL veo que la gente busca lo mismo porque “necesita ilusión”, así que cualquier historia, frase o cifra medianamente positiva se celebra con inusitado entusiasmo.
Lo entiendo. Me parece natural para como está el patio. Pero a veces tengo la sensación de que la cháchara positivista funciona como un mecanismo de fuga para no asumir la realidad. Quizás forzamos una ilusión falsa al estilo de los malos libros de autoayuda para dopar al espíritu.
Sé lo que ayuda vivir con ilusión. Faltaba más. Pero uno tiene ya sus años para saber lo frustrante que puede ser el optimismo ilusionista, y su efecto pernicioso de posponer decisiones valientes que hay que tomar aquí-y-ahora.
Lo que yo digo es que las malas noticias no son necesariamente nocivas si aprendemos a interpretarlas. Y lo que tenemos ahora son muchas malas noticias. Es lo que hay, y creo que es sano para nuestro futuro que las escuchemos con atención, para metabolizarlas de una vez y por todas. Francamente, no quiero que me “ilusionen” si no hay nada sólido de fondo, si rasco un poco y me doy cuenta que las supuestas soluciones son comida para hoy y hambre para mañana.
Hoy he leído con suma atención un post de Alberto Sicilia (alias Principia Marsupia o @pmarsupia) en el que nos resume en 20 claves para comprender la situación económica de España la cruda realidad a la que nos enfrentamos. Todo es interpretable, y más en economía, pero la mayoría de lo que cuenta son hechos meridianos y cifras inapelables. Tómate tu tiempo si quieres para leer el texto de Alberto, y vuelve porque yo sigo con mi argumento.
Hablando de realismo responsable (y no de optimismo ilusionista), creo que es urgente que comprendamos, pero de verdad, que lo que estamos viviendo no es algo coyuntural, sino una crisis sistémica que obliga a replantearnos hasta los cimientos. Asumámoslo pero no para quedarnos paralizados, ni autoflagelarnos, sino para activar más que nunca la iniciativa personal. Hay que coger el toro por los cuernos, y para eso reconocer primero que hay un morlaco con claras intenciones de investirnos.
Las noticias son las que son, pero tenemos una oportunidad histórica de reinventarnos. Y por eso es un buen momento para echar mano de la que es para mí la mejor definición que existe de innovación, que popularizó allá por los años 40 Josep Schumpeter, al describirla como un proceso de “destrucción creativa”. El economista austriaco la usó en términos muy capitalistas y desde una lógica liberal que hoy se ha demostrado fallida; pero yo rescato el concepto y lo reinterpreto para recordar que no hay “creación” si no se “destruye” primero.
Todo proceso genuinamente innovador necesita una fuerte dosis de valentía para enfrentarse a los protectores del régimen obsoleto que hay que echar fuera y que van a resistirse al cambio. Que nadie se piense que vamos a poder impulsar un nuevo modelo de crecimiento en España si no identificamos y no nos enfrentamos a los poderes fácticos que están haciendo lo imposible por preservar sus privilegios. Esa es la razón de por qué la verdadera innovación en cualquier industria (perdonadme el símil económico) nunca viene de los líderes sino de la periferia, de agentes emergentes que aportan la frescura y el atrevimiento necesarios para romper las reglas de juego.
Cada día estoy más convencido que los políticos y la élite corporativa que tenemos hoy no nos van a sacar de la crisis, ni de coña. Son incapaces de pensar fuera-de-la-caja, y estamos en un momento tan complejo que solo salimos si somos ingeniosos y valientes. Estos señores están atrapados por sus bucles partidistas y el corsé de los mercados. Y no es demagogia, es una evidencia. No van a innovar de verdad, con la profundidad que reclama la crisis, porque eso significaría tirar piedras en su propio tejado. Son ineptos pero no idiotas. Son reformistas de salón y no emprendedores políticos como los que necesitamos.
Lo de Bankia es ya la gota de impunidad que colma el vaso de la paciencia colectiva. Es una bofetada al sentido común que se resistan a investigar y depurar responsabilidades. Huele a podrido, pero que esas cosas ocurran tampoco me sorprende.
La clase política-corporativa, la que legisla y define las reglas de juego del tablero en el que nos movemos como peones, convive día a día mucho más cerca de los lobbies de poder (entiéndase banqueros, mandamases profesionales, grandes empresarios, asesores chupa-bote, cuarto poder y élite institucionalizada) que de los ciudadanos que les votan. La capacidad real que tenemos la gente-de-andar-por-casa para hacerles entender que queremos cambios estructurales con calado social es residual e insignificante. Y menos ahora que no tienen que negociar nada, y saben que están a tres eternos años de elecciones generales, el único hito al que los #PPSOEyCía le tienen un poquito de respeto porque puede condicionar al 50/50 su poltrona.
La gente de la calle, como tú y como yo, no pintamos nada frente al inmenso poder que tienen los lobbies que se reúnen semanalmente con ministros, diputados y cortadores-del-bacalao. Valemos sólo cada cuatro años, dentro de unas reglas electorales muy mediatizadas, pero la realidad es que ahora mismo somos un cero a la izquierda.
Así que la única manera que tenemos de hacernos notar, de que se acuerden de nosotros, es respirarles al cogote. Me explico. Que cuando estén en sus reuniones secretas con la élite insultante que diseña el futuro de 40 millones de españoles, que sepan que los estamos vigilando, que les vamos a exigir que hagan lo correcto, y que sentimos rabia por la impunidad con que se protegen unos a los otros. Que no estamos de coña, que estamos cabreados, muy cabreados, y eso lo tienen que percibir en todas partes: en las redes sociales, en las conferencias de prensa (a ver si los periodistas se espabilan y dejan de ser tan dóciles), en el parlamento y también en la calle.
Vamos a tener que poner chinchetas en los sofás para que Celtiberia se levante de su larga siesta. Necesitamos con urgencia movilizarnos a favor de cambios estructurales que destruyan creativamente lo obsoleto, y no más (falsas) buenas noticias para doparnos. De ilusión nadie vive si los hechos dicen insultantemente lo contrario.
Araceli Pérez
Muy buena entrada, Amalio.
Desde el inicio de esta crisis el poder económico y político se ha empeñado en adocenarnos con campañas más ilusorias que ilusionantes para acallarnos: un gobierno que quiso hacernos creer que “esto lo arreglamos entre todos”; un grupo de ONGs que asegura que “somos así” de solidarios, mientras se dejan esponsorizar por empresas de dudosa ética, implicadas en industria armamentística o explotación infantil; universidades que olvidan el rigor científico y acogen en sus cátedras cursos de felicidad; multinacionales y congresos de “la felicidad”,… ¡La lista es interminable!
Entiendo qué quieres decir al aplicar el concepto de “destrucción creativa” de Schumpeter a los nuevos tiempos. Ni la “destrucción”, ni la “revolución”, en este sentido no implica inmediatez ni violencia. El propio sistema nos inmoviliza en su empeño por mantener un equilibrio morboso. El desarrollo sostenible, el decrecimiento, o el bien común ya no son alternativas filosóficas sino la vía necesaria para salir de esto, Los cambios de paradigma, la reestructuración, reingeniería de procesos, estructuras y sistemas empiezan en nuestras cabezas primero y en nuestras acciones después. Sin ese cambio perceptivo y conceptual nada es posible.
Gracias de nuevo, Amalio, por esta reflexión tan interesante. ¿Qué digo? ¿Reflexión?. ¡Voy ahora mismo a por las chinchetas!
Saludos
Amalio
Hola, Araceli:
Gracias por pasarte. Efectivamente, tenía un párrafo en el post sobre aquella campaña del “Esto solo lo arreglamos entre todos”, pero se me hizo muy extenso, y la quité. Es un poco eso. También vemos muchas incoherencias en el “mundo solidario” con ONGs que parecen convertirse en una fuente de ingresos. Todo eso hay que denunciarlo, para cambiarlo. El sistema tiene que depurarse, y las crisis ayudan a eso.
Pronto repartimos cajas de chinchetas por todos los barrios españoles, ya veras. Esto de seguir practicando el “sofing” como si nada pasara allí fuera no puede ser…
Saludos
Alejandra
ya lo dice el dicho, el pesimista cree que el viento no va a cambiar, el optimista que el viento va a cambiar y el realista ajusta las velas 😉 Ajustemos velas!!!!!!
Amalio
Alejandra: Una mezcla de todo, así es. Pero el “ilusionismo”, desde luego, no nos ayuda en nada. Un saludo!!!
Alejandra
Nos hemos dejado engañar por los gurús del positivismo
Josean Rodriguez
Lúcido como acostumbras, Amalio! Estoy de acuerdo, no necesitamos que esa ralea de politicuchos y gestores que nos gobierna pretenda ilusionarnos…solo les pedimos honestidad y diligencia. Con eso sería suficiente
Como personas, profesionales, efectivamente necesitamos reiventarnos y entender el nuevo paradigma económico. Sin embargo en la receta que propones no estoy del todo de acuerdo, el “destruye” parece que invita a las barricadas y a la bronca y en mi opinión la verdadera revolución está en la ética del individuo. La que por ejemplo tu practicas desde este tu blog.
Desde la ética podemos hacer muchas cosas, como no poner nuestro dinero en manos de indeseables, despreciar a la Bolsa, no consentir la corrupción en ninguna de sus formas, comprometernos con causas justas, ser generosos…tantas cosas. Si fuésemos capaces de ponerla en práctica todos, ya creo que sería eficiente para cambiar mucho del horror corrupto e ineptitud que estamos padeciendo…Y no, no creo que pensar esto sea utópico. Estamos en el camino, cada vez más cerca además de lograrlo..Esto es lo que me ilusiona a mí.
Abrazo
Amalio
Estimado Josean:
Agradezco que hagas una referencia crítica a “la receta” que propongo, porque me va a permitir explicar mejor lo que quiero decir con “destrucción creativa”.
No hablo de violencia. Ya sabes que es un recurso que no me gusta, ni respaldo. El término “destrucción” es metafórico (hasta cierto punto), y quiere decir: quitar del medio, sustituir incompetentes y cómplices, eliminar lo que se ha demostrado que no funciona, renovar la clase política y el liderazgo empresarial. Si somos realistas, estamos hablando de “destruir” cosas que no sirven, que nos hacen daño, que nos llevan por la calle de la amargura.
Schumpeter, que no era sospechoso de ser un guerrillero, ni terrorista, cuando hablaba de “destrucción creativa” se refería a que los emprendedores aportan vitalidad al sistema, porque proceden de la periferia, y no del núcleo acomodaticio. Pero esto que comentas, semántica aparte, es fundamental que lo dejemos claro. Se trata de “destruir”, lo siento que lo diga así, porque no te creas tú que los poderes fácticos se van a ir así de fácil, van a renunciar a los privilegios de los que gozan. Nada de eso, van a hacer lo posible y lo imposible por evitarlo. Ha sido así a lo largo de la historia, así que con alguno(s) vamos a tener que ponermos muy cabreados. Están muy creídos, Josean. Van muy sobrados. Sino, no se explica que tengan la soberbia de hacer lo que están haciendo con Bankia, el caso Divar y un largo etcétera. No podemos estar toda la vida aguantando esta letanía, colega. Así que insisto en la idea de “respirarles en el cogote”, y si no hacen caso, entonces compañero, tendremos que hacer algo para que se asusten de verdad. Porque la impunidad que estamos viendo no tiene nombre, ¿estas de acuerdo? Un abrazo
Juan Antonio Martinez
Buen post!
Creo que lo que nos falta es dar una palmada, remangarnos las mangas de la camisa y decirnos “por donde empiezo”, y darlo todo para conseguir lo que queremos… pero la sociedad de hoy nos ha preparado para el resultado rápido en poco tiempo.
Nadie nos va a regalar nada, y necesitamos la mentalidad del que empieza una carrera o un proyecto de varios años, y que sabemos que nos costara sangre, sudor y lagrimas conseguirlo.
La semana pasada leí una noticia que me resulto muy significativa: Los chinos en Barcelona rozan el pleno empleo (en trabajos que cotizan a la Seguridad Social). De aquí podemos interpretar lo que queramos pero evidentemente por precarios que sean estos trabajos de estas personas se estan autorealizando personal y profesionalmente.
Dejo solo una pregunta. ¿Estamos dispuestos a trabajar en trabajos dignos pero inferiores a nuestro perfil profesional, en un periodo de crisis?
Amalio
Gracias, Juan Antonio. Lo de la palmada es muy sugerente. Creo que sí, que es “el puntito” que falta. De acuerdo con que no estamos preparados para una carrera larga, un proyecto de varios años, pero es lo que toca. No hay otra opción. Esto no se resuelve con un “resultado rápido”.
El tema de los chinos es super complejo, pero soy de los que piensan que tenemos cosas que aprender de ellos. No me cierro en banda, hay que observarlos con interés y curiosidad.
un saludo