Incertidumbre, identidad y buffers (post-407)

El mapa no es el territorio, nos dicen con razón. Los viejos planes estratégicos que lo preveían todo y fijaban cada punto del itinerario, están devaluados porque pronto se quedan obsoletos. Cada vez es más difícil saber lo que va a pasar. A más complejidad, más incertidumbre.
Pero aunque cambian los escenarios, seguimos necesitando un rumbo, un “espacio de creación” que tenga cierta coherencia. Por eso, al contrario de lo que muchos creen, la solución no está en improvisar o dejarse llevar mimetizándose en el entorno. Yo, a estas alturas, tengo claro que un futuro impredecible nos obliga a prepararnos mejor.
“Prepararnos mejor” significa, para mí, dos cosas:
- Saber, entre tanta turbulencia, qué no vamos a cambiar porque define esencialmente nuestra identidad o naturaleza, con la que nos sentimos en armonía.
- Crear “buffers” que nos protejan temporalmente de la fricción causada por eventos bruscos e inesperados que estén por llegar.
Insisto en la paradoja: para poder ser flexibles y adaptativos sin morir en el intento (e ir a la cama con la consciencia en paz), conviene definir primero unas constantes identitarias que no son negociables. Lo que he dicho antes vale tanto para personas como organizaciones.
En un entorno de tanta incertidumbre, la mejor brújula que existe es la gestión por principios. Es esencial dedicarnos tiempo para reflexionar sobre dónde están nuestros límites, para explicitar esos “core values” o “códigos de conducta” que nos servirán de referencia ante tanta agitación. Si se definen bien esos límites, si existe un marco ético y de prioridades, es mucho más fácil navegar en la complejidad sin castigar la capacidad creativa personal. Y en las organizaciones, tener esa referencia es esencial porque así la gente sabe de antemano qué se espera de ella, y puede ser flexible dentro de ese framework sin temor a equivocarse.
El trade-off más eficaz es reducir el número de “principios” (eso que queremos que sea constante y no negociable) para que sean unos pocos, pero buscando a cambio que sean más sólidos, realistas y creíbles. En fin, “less but better” (menos pero mejores).
No ponerse un corsé, nunca son buenos, pero sí fijar unos asideros desde los cuales agarrarnos para poder volar con autonomía sin miedo a estrellarnos. Mientas más claros los límites, más virguerías se pueden hacer dentro del espacio de creación sin temor a meter la pata. Yo tengo la sensación de que vivir sin puntos de anclaje termina confinando (paradójicamente) esa libertad que tanto se busca. Y mientras más sencillos y cristalinos sean esos principios, menos necesidad de prohibir(nos) cosas. O sea, prohibir bien permite prohibir poco.
En cuanto a los “buffers”, el ejemplo más gráfico es la distancia de seguridad que se guarda cuando conducimos por una carretera, aunque algunos imprudentes tiendan a ignorarla. Como dice Greg McKeown, ese espacio lo dejamos “por si acaso”, porque pueden darse situaciones imprevistas. A más complejas e inciertas sean las condiciones de la conducción, más espacio hay que dejar; y eso es exactamente lo que hay que hacer para gestionar la vida hoy en día.
Fijar principios y construir buffers requiere cierto enfoque estratégico y preventivo, así que ya sabes, improvisar está bien cuando no queda más remedio o te apetece hacerlo por disfrute (sarna con gusto no pica), pero procura responder a la incertidumbre con más preparación.
Nota: La imagen del post es de la galería de Alterna en Flickr