#Brexit: Legitimidad y eficacia de los Referéndums (post-504)

Nos hemos despertado hoy conmocionados con el resultado del #Brexit, hasta el punto que estoy leyendo a gente que afirma que la propia convocatoria del Referéndum era inapropiada. A pesar de sentirme contrariado con el desenlace, discrepo de esa opinión. La legitimidad del referéndum del #Brexit no puede ser puesta en duda en ningún caso. Tampoco su oportunidad.
Quien conozca la realidad británica sabe que éste era un dilema que inquietaba a una parte significativa de la población desde hace bastante tiempo. Así que si algo afecta de una forma tan determinante a la ciudadanía, como es la pertenencia a la UE, es lógico que se haga la consulta, y que sea ella la que se pronuncie de forma soberana. El mismo criterio que usamos en su momento para reconocer la validez del referéndum de Escocia debe aplicarse a la consulta del #Brexit.
Pero el #Brexit pone en evidencia la tensión que siempre existe entre legitimidad y eficacia en los Referéndums. Por una parte, y ya lo expliqué en el párrafo anterior, es incuestionable el derecho de la gente a pronunciarse (y decidir) sobre las cosas relevantes que les afectan. Esa es la quintaesencia de la democracia y de la legitimidad que se invoca en su nombre. Pero por otra, se plantea la duda razonable de si el británico o británica de a pie está preparado/a para tomar una decisión técnicamente tan compleja, y tan trascendente a largo plazo, cuando eso requiere manejar muchos datos, entender mecanismos sofisticados de cómo funciona la Unión Europea, y estudiar el impacto de interdependencias actuales y futuras, algo que probablemente no esté al alcance de un votante común. No es solo una cuestión de desconocimiento, sino también de tiempo para informarse, algo que a menudo no se hace.
La duda que ponen sobre la mesa estos procesos es si la legitimidad puede estarse consiguiendo en detrimento de la eficacia, o sea, si podemos conformarnos con una opinión colectiva legítima que nos lleve a una mala decisión. Este es un dilema que, por definición, es irresoluble, porque pensar en una solución alternativa basada en expertos, en una especie de “comité de sabios”, también plantea serios inconvenientes. Por otra parte, tampoco me atrevería a descartar de que se trate de un falso dilema, o sea, que bajo ciertas condiciones (de diseño del proceso) sea posible conciliar legitimidad con eficacia. Yo no tengo (todavía) una respuesta definitiva a esto, y ya hice mis conjeturas al respecto en este artículo: ¿Cómo esperas que la gente común entienda temas complejos?
Que se ponga en marcha un proceso de consulta popular me parece, en este caso, correcto y legítimo, pero tengo serias dudas de si el “mecanismo de agregación” (método para convertir el conjunto de preferencias individuales en una decisión colectiva) utilizado en el #Brexit es el más idóneo. Me voy a repetir en los argumentos que expuse en este otro artículo.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea me parece un cambio demasiado serio, estructural y de impacto a largo plazo (afectaría a varias generaciones), para que una decisión de ese enorme calibre se tome por una mayoría simple de más del 50%. Sé que este es un asunto delicado que puede dar para un largo debate, y hay mucha teoría al respecto, pero mi intuición me dice que una decisión de esa naturaleza debería requerir el respaldo de una mayoría cualificada, o sea, de una súper-mayoría, y no basta para eso una mayoría simple, como ha sido el caso. No sé dónde poner los mínimos porque para eso están los expertos, pero creo que siempre por encima del 60/40.
Lo digo porque lo que hoy es ese frágil 52-48%, mañana puede ser 48-52%. Resulta inquietante imaginar que con que solo cambie de opinión un 1% de los votantes británicos, el futuro de su relación con la UE cambiaría radicalmente. Un resultado tan ajustado es demasiado inestable para todo lo que se juega. En el Referéndum de Escocia también se planteó así, pero a mí me parece un grave error que en casos como éstos se invoque una mayoría simple con márgenes tan estrechos. Insisto, cuando el impacto de una decisión colectiva puede afectar a varias generaciones, como es el caso, hay que elegir un mecanismo que proteja al sistema de los impulsos coyunturales. Para eso existe el sistema de mayoría cualificada, que reduce notablemente la probabilidad de tomar una mala decisión. Este es un ejemplo de lo que decía antes, de que tal vez hayan soluciones de diseño que nos ayuden a atenuar la tensión entre legitimidad y eficacia.
Aunque los referéndums suelen tener razones de fondo que los justifican, no hay que ser ingenuos porque también es verdad que a menudo el proceso de llegar a ellos se acelera, e incluso se hace posible, por la influencia de un montón de fuerzas e intereses de dudosa calidad democrática. Ahí tenemos, por ejemplo, el papel que juegan líderes carismáticos o partidos demagógicos que solo se mueven buscando más cuotas de poder, y también grandes medios de difusión que son manejados por intereses opacos a los que les conviene un determinado resultado. En el #Brexit, el impacto de estas dos fuerzas (liderazgos y prensa) parece haber sido determinante. Pero no hay que exagerar. Si hay un desencanto e inquietud estructural, tarde o temprano va a salir a la superficie reclamando un canal de expresión. Por otra parte, la manipulación de líderes y medios sólo tiene un efecto decisivo cuando las posturas están equilibradas, es decir, cuando la consulta es muy disputada; porque si hay una preferencia de base muy clara, es difícil que esos agentes puedan revertir la situación.
Antes de terminar, no quiero olvidar un último asunto relacionado con el #Brexit. Todos los análisis que he leído coinciden en reconocer que el procedimiento para la salida del Reino Unido de la Unión Europea está rodeado de incógnitas. O sea, que el protocolo es ambiguo, y se presta a muchas interpretaciones. No lo entiendo. Si creas una organización, o un club, tienes que prever siempre procedimientos y normas para quien quiera abandonarlo. Si decides entrar, también puedes querer salir. Algunos prefieren la política del avestruz evitando dejar esta cuestión clara creyendo que así impiden que se considere como una opción, pero la vida no funciona así. Además de irresponsable, es un signo de arrogancia dar por hecho que lo que uno crea es demasiado bueno para que nadie quiera dejarlo. El #Brexit refleja eso, y deberíamos aprender de lo que está pasando.
Es incomprensible que la UE no tenga definido y legislado, de forma cristalina, el procedimiento y las condiciones de salida de cualquier miembro, porque esas pautas condicionan la evaluación que se haga de si conviene salir o no. Los costes que implica salir van a afectar, y mucho, el balance neto que cada ciudadano/a se haga para tomar la decisión de si conviene irse. Que las condiciones de salida sean ambiguas abona el camino al populismo y la demagogia, como parece haber sido el caso.
Manel
Las reflexiones que haces sobre los referendums serian aplicables también al caso del referendum para Cataluña, y que el estado tenga arbitrado un procedimento democratico, pacífico y ordenado para que un pueblo decida sobre su futuro y su separación del estado para constituir oto.
El Brexit plantea tambien otros interrogantes, el pueblo ingles ha votado mayoritariamente por el Brexit pero Escocia por el “remain” que ocurrirá? como se solucionaran estas contradiciones?
Amalio Rey
Manel, como ves, tenemos muchas preguntas por responder. El tiempo dirá…
Las analogías entre el #Brexit y #Cataluña son significativas, sobre todo vistas desde la especial sensibilidad (electoral) con que se ha juzgado el #Brexit desde España 🙂
Víctor GC
Te paso enlace a un artículo que aborda el tema que tratas.
https://sistemaencrisis.es/2016/06/25/el-brexit-y-la-decision-colectiva/
Amalio Rey
Gracias, Victor. He leido con mucho interés tu artículo, y te he dejado algunos comentarios (más bien preguntas) en tu propio post. Me ha gustado.
Amalio Rey
Iñaki, y ya para complicarlo todo, echale un vistazo a esto para que veas lo arriesgado que es confiar decisiones transcendentales a ÷ tan vaporosos: http://www.guerraeterna.com/cuantos-britanicos-deberian-arrepentirse-del-voto-por-el-brexit/
Iñaki Ortiz
Ya, pero desinformación, manipulación y mentiras hay en todas las elecciones (de hecho, son el pan nuestro de cada día). Por esa regla de tres, ninguna elección sería válida. En mi opinión, es muy sano que el pueblo decida las cuestiones importantes, y muy paternalista no dejar que lo haga porque no está preparado.
Amalio Rey
Iñaki, querido, no hablo de que el pueblo elija no sea bueno. Lo he dejado claro. Lo que digo, y me repito, que decisiones de cambio tan tremendas necesitan un mayor margen de confianza. Yo vuelvo a preguntarte si tiene sentido esto: 1) Las encuestas demuestran que la opinion publica puede moverse entre el Si/No con un margen de hasta el 5%, 2) Hay un ÷ relativamente alto de indecisos, 3) Se toma la decision con un 1% de diferencia, 4) el resultado no se puede cambiar en 20 años =》Oye, ¿como encajas eso? Por favor, tendras que reconocerme que algo gordo no encaja en ese escenario, no?
Iñaki Ortiz
Está claro que el sistema no es perfecto, pero si la opinión está dividida aprox al 50% siempre va a haber una mitad que va a quedar insatisfecha.
En estos casos sería bueno explorar vías de acuerdo que no satisfagan plenamente a ninguna de las dos partes, pero que sean admisibles por ambas. Es un poco lo que pasaba con Gran Bretaña en la UE, que estaba con un pie dentro y otro fuera. Ahora será al revés, estará con uno fuera y otro dentro.
Amalio Rey
Nunca estuve de acuerdo con los privilegios que tenía UK dentro de la UE. No me parece buena idea esa solución hibrida de un pie dentro y otro fuera. No se puede estar en un sitio aprovechandote de lo bueno, de forma selectiva, y no aceptando lo malo. Eso produjo grandes costes a la construcción europea. UK ha sido siempre, con perdon, un grano en el culo en el camino de “mas Europa”. Si ahora acordamos que hay que darle mas a cambio de menos, pues mira, me bajo del carro. Si te vas, te vas. Si crees que a tí solito te va mejor, porque no quieres compartir y no te apetece perder ningun tipo de autonomia, eres libre de hacerlo, pero no pidas que te den palmaditas y te ayuden solo en lo que te conviene. La UE necesita consistencia, coherencia. Eso no se consigue tratando a los socios como niños malcriados. Hace falta más disciplina federativa.
Víctor GC
Y a mí ese artículo me sigue sin quedar claro porque establece una correlación que puede tener otra causa. De hecho la devaluación de la libra beneficia a las exportaciones por lo que es correcto que aquellos que más exportan les beneficiará en detrimento de aquellos que más importan. Si bien hay efectos contrapuestos, múltiples retroalimentaciones positivas y negativas no está tan claro como el autor del artículo ese nos hace a entender. Realmente es una decisión que escapa a nuestro conocimiento por eso está bien que las tome una colectividad cuanto mayor mejor.
Y como han dicho más abajo desinformación y manipulación hay por ambos lados por lo que los efectos tienden a cancelarse.
Amalio Rey
Victor:
Sip, es posible que los sesgos tiendan a cancelarse cuando opina la ciudadanía, y que la alternativa de hacerlo por expertos o políticos también induzca a otros tipos de sesgos. Pero lo que intentaba sugerir con ese articulo es que la opinión es cambiante, que hay un % vaporoso, y que por eso era más razonable usar mayorías cualificadas (“super-mayorías”) para protegernos de impulsos coyunturales. En el artículo se ve que hay gente que está “despertando” despues del Referendum por cosas que no le habian explicado bien, por mentiras, o por apatías. Esas posturas pueden explicar un % significativo de voto erroneo, en cualquiera de las direcciones (no juzgo el resultado).
Iñaki Ortiz
Amigo Amalio:
Comparto mis opiniones al hilo de tu post:
– No creo que la noticia del #brexit merezca conmocionarnos. Lo que me conmociona, en primer lugar, es que no seamos capaces de acordar y aplicar las medidas necesarias para ralentizar el cambio climático y, después, que estemos en manos de las grandes empresas multinacionales, y que en Europa las decisiones se tomen por unos organismos sin legitimidad democrática, y que el fascismo este ganando terreno en Europa, y que en España sigamos votando a unos políticos que han sido pillados repetidas veces llevándose el dinero de todos y utilizando las instituciones del Estado en beneficio propio, etc. Te confieso que no es mi primera preocupación que Gran Bretaña forme parte o no de Europa. Me parece estupendo que lo decidan los ciudadanos de aquel Reino.
– Me parece peligroso poner en duda que la gente pueda decidir democráticamente sobre las cuestiones que le afectan, por más que evidentemente no estemos preparados para ello. Si estuviéramos preparados no tendríamos los representantes políticos que tenemos, pero cualquier alternativa a poderlos elegir democráticamente me parece peor a lo que tenemos. Y si podemos decidir sobre quién nos gobierna, creo que por la misma razón debemos poder decidir sobre cualquier tema que nos afecte. Claro que podemos equivocarnos, pero los expertos también se equivocan. ¿Quién sabe en realidad si es mejor para Gran Bretaña formar parte o no de Europa?
– No comparto lo de las mayorías cualificadas. Me vale el 51/49. El 51 tiene más derecho que el 49 a que se aplique su opción. Ahora bien, estoy de acuerdo en que cuestiones tan complejas como la entrada o salida de un pais en la Unión Europea no pueden decidirse todas las semanas. Una vez tomada una decisión de tanto calado, no debería volver a plantearse durante un largo periodo de tiempo, que podría ser tal vez una generación (20 / 25 años, o el periodo que se acuerde de forma, también, democrática). Podría volverse a plantear la cuestión si se produjera un cambio significativo de las condiciones de contexto, como ocurre ahora en el caso de Escocia. Trayendo el tema más cerca, si el 51% de los catalanes optaran por la independencia (que está por ver), no estaría mal que probaran qué tal les va, que los del 49% ya llevan bastante rato saliéndose con la suya. Y eso no tiene por qué condicionar el derecho de futuras generaciones a revertir la decisión, si así lo desean y España les vuelve a admitir (sería buena señal de que en España ya se habría superado el trauma y las ansias de venganza).
En fin, me fío más del pueblo por mal informado que esté, que de sus “representantes” por más conocimiento que aparenten tener.
Amalio Rey
Querido Iñaki:
Ok con tus dos primeros puntos. Respecto del 3ro hay algo que no me encaja: ¿te parece proporcionado que la opinion del 1% de la poblacion, un porcentaje incuestionablemente endeble y voluble (a los cambios constantes en lad encuestas me remito), condicione a un pais durante ¡¡20-25 años!!? Es decir, un ÷ que puede cambiar en dos dias (ya veras con el #Brexit) ¿puede imponer un cambio que dure un cuarto de siglo? Piensalo un poco colega, a ver si te parece justo y razonable. Un abrazo
Iñaki Ortiz
Entiendo el argumento. Por algo se inventaron las mayorías cualificadas. Incluso para cambiar la Constitución.
Que no me gusten las mayorías cualificadas puede ser un trauma mío, de la infancia, de la juventud y de siempre. Me explico.
Estoy tan acostumbrado a votar con los que pierden (desde mi primera vez: con 18 años vote NO a la Constitución), que tengo la sensación de que si algún día gano será por la mínima. Y si ese día la mínima no vale, me puedo dar por jodido a perpetuidad.
Por cierto, se puede vivir perdiendo las elecciones. Incluso se lo recomiendo a los que están acostumbrados a ganar de toda la vida.
Amalio Rey
Qué bueno, Iñaki. Te comprendo perfectamente porque yo también soy de los que votan a los que pierden. Política y futboleramente hablando, si me permites la frivolité. Tambien reconozco que exigir mayorias cualificadas para impulsar cambios resulta antipatico para los que queremos cambios, entre los que me incluyo. Pero al mismo tiempo entiendo que no se puede torpedear el statu-quo a la ligera, porque los “costes del cambio” pueden ser brutales, y eso hay que meterlo en la ecuación. Vuelvo al ejemplo del #Brexit. Una relación que lleva casi 40 años (UK-UE), construida ladrillo a ladrillo, con enormes costes, no puede depender de la opinión voluble del 1% de la población. Eso no se sostiene, y hay que reconocerlo. Fíjate, para ser coherente. Yo era partidario de que Escocia ganara la independencia, era el resultado que quería (ya ves, otra votación perdida), pero siempre me pareció injusto que el resultado dependiera de una mayoría simple, aunque eso beneficiara el resultado que deseaba. Mi opinión no obedece a mis preferencias por determinado resultado, sino que busco mejorar el mecanismo.
iñaki ortiz
Hoy sí que estoy conmocionado. Estoy acostumbrado a no coincidir con la mayoría, pero lo de ayer supera los límites de mi entendimiento. Menos mal que al menos en Euskadi votamos diferente. Así pasó, por ejemplo, con la Constitución o con la OTAN. Y así nos pasa con los partidos, que los que gobiernan en España son minoritarios en Euskadi. Parece que nuestra voluntad no encaja bien en el Reino de España. Tal vez, los británicos tuvieran el mismo sentimiento con respecto a Europa.
Perdona, Amalio, por este desahogo.
Amalio Rey
Vaya, Iñaki, anoche he pensado en tí, ¡¡y en mi!!
Seguimos, para variar, en el lado “perdedor” de la fuerza. He recibido varios mensajes hoy, comentando el resultado de las elecciones generales con una idea de fondo: “¿Querías un ejemplo de estupidez colectiva?, pues ahí lo tienes”, y yo honestamente, me niego a hacer esa lectura. Me aferro a pensar que la gente toma decisiones, por lo general, de forma sensata. Esa sensatez incluye las emociones, que valen tambien. Que el resultado me disgusta porque no coincide con mi forma de ver las cosas, no debería ser argumento para pensar que es estúpido. Quizás el estúpido soy yo (¿?) en pensar eso. A ver, lo mismo se está obligando a la gente a elegir entre susto y muerte, y así nos va. Te juro, Iñaki, que ahora mismo me siento saturado. Voy a dejar pasar unos días para examinar los resultados de las elecciones generales desde el prisma de la inteligencia/estupidez colectiva, y me pronuncio. Desahogate, amigo…. y si esta casa sirva de algo, vente a conversar 🙂
Francesca
Hola Amalio, solo quisiera hacer un apunte rápido al tema, sobre todo porque, de alguna forma, hemos hablado de estos asuntos últimamente.
No estoy de acuerdo cuando dices “Es incomprensible que la UE no tenga definido y legislado, de forma cristalina, el procedimiento y las condiciones de salida de cualquier miembro, porque esas pautas condicionan la evaluación que se haga de si conviene salir o no.”
El artículo 50 del tratado de la UE establece claramente que un país puede irse de forma unilateral ( http://eur-lex.europa.eu/summary/glossary/withdrawal_clause.html?locale=es) y así creo que debe ser. Una vez manifestado que te quieres ir, hay que pactar un nuevo sistema de relación de dicho país con la UE, que me parece lógico que se negocie y no esté preestablecido desde el principio, porque hay que intentar que se realice con el mínimo “sufrimiento” posible para todos y porque lo contrario parecería una amenaza.
Lo que pasa es que (como casi siempre) solo disiento contigo a medias, porque es cierto que hay algo que no está expuesto de forma “clara y cristalina”, pero en mi opinión eso es precisamente lo contrario: ¿qué implica para los ciudadanos de un determinado país pertenecer a la UE? Una vez contestada la pregunta, lo que nos jugamos si nos vamos está clarísimo.
Sobre lo que dices referente a los porcentajes, estoy de acuerdo en que un 48-52 demuestra que la opción ganadora (sea la que sea) es muy frágil y como todo cambio social implica un periodo de inestabilidad, la transición -cuando se haga, que primero debe ser aprobada por el Parlamento y luego solicitada a la UE- puede ser de todo menos sencilla. Pero en un referéndum, pedir cualquier porcentaje superior al 50% para la opción alternativa es favorecer al status quo y eso, así a bote pronto, no parece justo… ¿o sí? En todo caso, la respuesta es compleja, porque el recurso utilizado también lo es.
Un abrazo.
Amalio Rey
Hola, Francesca. Me alegra verte por aqui compartiendo tu sabiduria 🙂
Sobre el primer tema de las condiciones de salida. Estoy de acuerdo, tambien, a medias. Es cierto que el tratado plantea el asunto “a grosso modo”, pero explica muy poco el “cómo” y los costes que implica: ¿qué es reversible y qué irreversible, etc, etc.? Y como bien sabes, el diablo está en los detalles. No digo que haya que preverlo todo, pero la inmensa mayoría de los analistas coinciden en que hay muchos flecos críticos que no estan definidos, y que han sido aprovechados por los demagogos para prometer una transición y unas ventajas que probablemente no existan (debido a que las interdependencias creadas no permiten que le devuelvan lo que le gustaría a quien se vaya). Por otra parte, está bastante claro que la UE ha pecado de creer que esto de la salida no iba a ocurrir nunca. Pura política de la avestruz. Estamos viendo ahora los deficits de información que existen en ese caso. En resumen, teníamos ya la norma general, pero no estaba “operacionalizada” en detalles que pueden marcar la diferencia a la hora de medir los costes de irse.
En cuanto al segundo punto, que agradezco que lo comentes porque es tan delicado que me está costando que la gente se pronuncie.
Estoy de acuerdo que favorece el estatus quo, pero fíjate, me parece que no es descabellado que así sea. ¡¡la vida es eso!! => No tomas una decisión drástica, que va a cambiar radicalmente tu vida, si no estas muy segura, o dicho en lógica económica, si tus beneficios no son claramente mayores que tus costes. Si la diferencia no es significativamente clara, te quedas igual. Pues aqui pasa lo mismo. Cambiar un elemento tan crítico del estatus que genera unos elevadisimos costes (no solo economicos, sino emocionales, psicologicos, políticos, etc.) necesita un margen de seguridad (mayoría cualificada) que te proteja de los impulsos coyunturales. Estamos hablando de cambios que, además, son irreversibles.
Dilemas como los de Cataluña, Escocia o el Brexit son demasiado serios, demasiado dolorosos, para que se puedan resolver con margenes tan frágiles. Vuelvo a la vida misma, Francesca => Nadie decide un cambio drástico si no esta muy seguro. No lo hace cuando está a favor del cambio en un 52/48. Para eso se queda igual (quedarse igual no aumenta los costes que ya se asumen). Solo se atrevería hacerlo cuando, por ejemplo, empieza a sentirse mucho mas seguro de que va a tomar la decisión adecuada, y eso aumentaría necesariamente los porcentajes en favor del cambio, ¿como lo ves?
Francesca
Solo quisiera puntualizar una cosa del segundo punto, que parece el más conflictivo. Todo lo que tú rebates con argumentos individuales me parece perfecto y no tengo nada que objetar a eso… pero aunque el precepto sea “cada persona un voto” ¿crees que en este tipo de cuestiones las personas nos comportamos con total libertad, sin tener en cuenta la presión de la colectividad en la que nos movemos? en ese caso ¿por qué los partidos políticos gastan tanto dinero en actos masivos a los que acuden personas que saben perfectamente que, en un 99’9%, ya ha decidido votarles? ¿no será que la difusión de esos actos, el dar una imagen de que van a ganar, les ayuda precisamente a eso, a ganar?
Dicho esto, estoy completamente de acuerdo contigo en la necesidad de un mayor porcentaje para hacer un cambio que para no hacerlo, es solo que creo que vale la pena hablar de ello, ¡mejor ocasión no vamos a tener! 😉
Amalio Rey
Francesca, claro que existe lo que los científicos llaman la “influencia social”. Somos entes sociales, escuchamos, leemos, compartimos, hablamos. Así que nos dejamos influir por la opinión general. Que eso termine decidiendo el voto es cuestión de cada uno. Yo creo, honestamente, que solo decide si la cosa esta reñida. Porque si hay una inclinación de base significativa hacia una de las opciones, no hay manipulación que la cambie. No creo mucho en las conspiraciones.
Por supuesto que hay que hablar de los % que hace falta para cambiar cosas. Yo estoy abierto a conversar en base a todo tipo de argumentos. Lo que me sorprende es que haya tan poca gente que se atreva, o sea capaz, de explicar con buenas razones por qué la mayoría simple es suficiente para legitimar un cambio tan brutal. Y sin embargo, la siguen defendiendo. En fin, no debería sorprenderme, porque ya sé que las posturas se construyen a menudo desde el corazon, y no de la razón. A mí no me parece mal, somos seres humanos, pero que no me disfracen emociones con sentencias rotundas.
Francesca
Querido Amalio: Yo no pretendía hablar de conspiraciones. Hablaba de marketing. Un abrazo.
Julen
Para mí hay tres elementos que conviene explicar (publico post en breve):
1- las personas deciden de diferentes maneras y una de ellas no tiene que ver necesariamente con la razón
2- existe complejidad dinámica y una pregunta como la que se hace en un referéndum (sí/no) es una simplificación extrema
3- la UE representa dos conceptos a la vez, uno positivo como idea de unión y otro negativo como burocracia desalmada
Tema bonito para debatir 🙂
Amalio Rey
Buenos elementos, Julen. Comparto contigo mis intuiciones sobre cada uno de ellos, por si te sirve:
1- Hace tiempo quiero escribir un post sobre este asunto. Prometo hacerlo, pero adelanto aquí mi opinión. Creo que la racionalidad está sobrevalorada. Y negar la importancia de las emociones en una decisión puede tener un coste brutal. Una decision racionalmente correcta puede convertirse en una tortura si contradice un sentimiento arraigado. Pero lo contrario tambien puede darse. Razón y corazón tienen su lugar (legítimo) en el algorimo de decisión, y negar eso es “maquinizar” la realidad. Menos mal que escuelas como las de Behavioral Economics están rescatando esa idea. Pero aún así, se sigue menospreciando que la gente pueda “decidir (también) con el corazón”, y sobre todo los economicistas (tribu a la que pertenezco) son muy reduccionistas a la hora de incorporar estas variables en sus modelos explicativos de cómo la gente decide. Precisamente porque es muy complicado hacerlo. A todo esto, la pregunta que me hago es si decidir con el corazón (basado en emociones) es eficaz. Sé que lo hacemos, pero insisto, ¿es eficaz? o sea, ¿conduce a las mejores decisiones?
2- Entre el SI y el NO podrían haber muchos estadios. Ahí entramos en un interesante asunto, del que hemos hablado bastante, y es el diseño del mecanismo de agregación, de cómo se decide, y por tanto qué opciones tenemos para decidir. Ese dinamismo y complejidad a la que te refieres choca con la necesidad de tomar decisiones sencillas, que sean entendidas por todos, para que puedan ser legítimas. Una cosa es la teoría, y otra la implementación. De hecho, si te fijas bien, los británicos ya vivían antes del #Brexit en una situación de “Si pero No”, porque eran unos socios con derechos singulares dentro de la UE. Eso ya planteaba una complejidad dificil de gestionar. En fin, lo que me pregunto es si podemos capturar tanta complejidad a través de un diseño participativo que sea manejable. Fíjate, Julen, que haya referendum o no, al final tienes que decidir entre SI o NO. Sea el pueblo o los expertos quienes lo hagan. Nadie te salva de eso: ¿o ves alguna solución de diseño que consiga enriquecer el mecanismo de agregación? No sé, tal vez… ¿una combinación ponderada entre expertos y crowd?
3- Totalmente de acuerdo con este tercer punto. Creo que es una simplificación achacar solo a la xenofobia y al racismo la decisión de los británicos. Lo que los mueve es más complejo. Pienso que la UE ha acumulado un descrédito importante como “burocracia desalmada”. Lo he vivido en persona con los proyectos europeos. Y lo que agrava el asunto es que tampoco ha sido capaz de “vender” bien, de hacer pedagogia de sus beneficios. En eso ha sido un fracaso colectivo. Como no nos pongamos las pilas, la percepción ciudadana del coste/beneficio de quedarse dentro puede ir a peor. No se explica bien lo que significa la UE, y de nuevo, volviendo a las emociones, hay muy poco de “corazón” en la relación de los ciudadanos con esa institución. Por decirlo de algún modo, no hay todavía “alma europea”. La gente sigue pensando en términos nacionales…