No es para tanto, si eso lo hacen todos… (post-508)
Te enteras un día que el ministro del interior conspira desde su puesto, con investigaciones financiadas con fondos públicos, para perjudicar a rivales políticos. Lees en las redes y escuchas en la calle reacciones como estas: Oye, no es para tanto, si eso lo hacen todos…los gobiernos.
Trasciende que tal partido se financia de forma ilegal y como práctica sistemática. ¿Qué dice la gente sobre eso? Pues oye, no es para tanto, si eso lo hacen todos…los partidos.
Lees en la prensa evidencias de algo que ya intuías: que un banco pone las condiciones más onerosas posibles en sus contratos de hipoteca primando su rentabilidad muy por encima de cualquier otro criterio de satisfacción al cliente. Como la gente ya ha perdido la capacidad de sorpresa y en este país tan del sur han conseguido acostumbrarnos a lo inaceptable: no es para tanto, si eso lo hacen todos… los bancos.
Te enteras que una gran empresa no paga sus impuestos como es debido e intenta burlar al fisco decenas de millones de euros por todas las vías posibles. Esa empresa parecía de las buenas pero hace trampas como las malas. En fin, no debería insultarnos porque evadir impuestos está al parecer grabado en su propia naturaleza: no es para tanto, si eso lo hacen todas… las empresas.
Escuchas en la radio que un político relevante ha cometido un grave hecho de corrupción y lo han pillado con las manos en la masa. Esta es de las cosas que por habituales ya no nos insultan, lo que resulta muy poco saludable para nuestra dignidad. Pero, oye, no te agobies que: no es para tanto, si eso lo hacen todos… los políticos.
Se comenta por ahí que un periódico o un programa de TV busca la audiencia como sea, llevando al límite y sobrepasando las pautas éticas que debería imponer y defender una sociedad que se respete a sí misma. A qué viene tanto ruido, si es que: no es para tanto, si eso lo hacen todos… los medios de difusión.
Que un miembro del gobierno no renuncie a su cargo después de descubrírsele un error político flagrante tampoco es para indignarse, porque lo hizo uno de los nuestros, a los que les permitimos todo. Pero además, oye, nadie dimite, por qué lo va a hacer él/ella, así que: no es para tanto, si eso lo hacen todos… los ministros.
En fin, podríamos seguir con este largo inventario de calamidades conformistas. Ejemplos tenemos de sobra, pero es hora de que nos cuestionemos esto si queremos llegar a ser políticamente maduros y democráticamente saludables algún jodido día.
En primer lugar, pues mire, no es verdad que lo hacen todos. Ni siquiera en la podredumbre que habita en la política, ni en el poder económico, me creo que todos los políticos, ni todos los bancos, sean lo mismo, ni caigan en las mismas inmundicias.
En segundo lugar, no nos engañemos. La cosa canta mogollón cuando el “eso lo hacen todos” se convierte en una variante del “a los míos todo, al enemigo ni agua”. Es común escuchar la coartada universal (así le llamo) para justificar nuestros propios comportamientos o para proteger a “los nuestros”. Un comportamiento del adversario que nos parece inadmisible y denunciable se convierte por arte de magia en un “de qué os ofendéis si eso lo hacen todos” cuando el mismo error es cometido por alguno de los nuestros. Eso es muy español, y lo vivo cada día en peñas con las que comparto complicidades ideológicas. No puede ser, porque esas incoherencias son las que sirven para empedrar el camino a la mediocridad que conduce a un Españistán territorio libre para la impunidad.
En tercer lugar, porque incluso reconociendo que fuera una práctica más habitual de lo que nos gustaría, eso no significa que esté bien. Que se haga mucho no implica que sea correcto, incluso aunque lo haga uno de los nuestros.
Del punto anterior viene el siguiente paso, el mecanismo legitimador de: “No seamos gilipollas, por qué exigirnos algo que ‘los otros’ no cumplen” y así se alimenta el espiral del despropósito. Como “nadie” cumple, no vamos a ser nosotros los primeros. Una carrera de marrulleros haciendo trampas para ganar como sea porque “todos” hacen lo mismo. Está claro que por algún sitio hay que cortar el circuito, y la única manera coherente de hacerlo es poniendo en valor unos principios y reglas de juego con independencia de lo que (supuestamente) hacen los otros. Se fijan unas normas y se hacen respetar por todos, sea quien sea el que se las salte.
Como perdamos la capacidad de sorprendernos y de indignarnos ante algo esencialmente incorrecto, por muy habitual que parezca, estamos vendidos. Y si no somos capaces de exigir a los nuestros lo mismo que exigimos a los rivales, apaga y vámonos. Cuando se dan esas incongruencias, el efecto Boomerang está garantizado. Y lo sorprendente es que esto todavía no se entienda.
Raquel
Hola Amalio, Estoy completamente de acuerdo con lo que expones. Además, Creo que a algunos nos invade un sentimiento de hastío, cansancio, tal vez un «total, pa qué» después de las últimas elecciones. Nos han vendido el gran fracaso del 15M y del nacimiento de nuevas fuerzas políticas por intentar regenerar nuestra vida política y los centros de decisión de este país. Nos dicen mejor malo conocido (y a lo q estamos acostumbrados) que super malo por venir…. Sin embargo, creo que se ha logrado bastante. A mí por ejemplo, me encantan plataformas como Change, o el surgimiento de nuevos medios como Mongolia, las PAH que siguen bien activas… Me ha hecho gracia tu expresión sobre los «medios de difusión» en lugar de «comunicación». Te adjunto, por si es de tu interés, una tribuna relacionada con el tema, sobre la banalización del mal, que escribió Jesús Ferrero en 2013 en El País y que he recordado al leerte: http://elpais.com/elpais/2013/09/04/opinion/1378285613_171940.html
Como siempre, me encantan tus posts y darte las Gracias por comartir tu conocimiento!!
Feliz verano
Amalio Rey
Desde luego, Raquel. Hay mucho hastio, cansancio, y eso es lo peor. El «total pa que» nos va a llevar por el camino de la amargura. Por supuesto que el #15m ha dejado su impronta. No ha sido para nada un fracaso. Feliz verano