¿Es la democracia directa tan mala idea? (post-507)
Quiero comentar un pésimo artículo publicado el pasado miércoles en El País por Jordi Pérez Colomé. Es un batiburrillo de ideas inconexas tan mal escrito que lo único que me mueve a hacer esta réplica es desmontar la endeble argumentación con que se pretende justificar la rotundidad del título: “La democracia directa no es la solución”. Puede ser una buena idea que lo leas primero, antes de seguir, para que juzgues por ti mismo/a.
Empezaré diciendo esto: que hayan referéndums/consultas interesadas y poco honestas no significa que el mecanismo tenga que ser así por naturaleza, como insinúa Pérez Colomé con los argumentos y ejemplos que usa en su artículo. Es curioso que entre los politólogos que cita, no hay ni una opinión que haga contrapeso en favor de las ventajas que puede tener la democracia directa, que también las tiene.
El autor empieza cuestionándose que la calidad de la democracia quiera vincularse a la realización de consultas o referéndums. Vale, no es el único factor que deberíamos usar para medir esa calidad porque también importa mejorar la democracia representativa; pero es razonable pensar que la posibilidad de que los ciudadanos se expresen con su propia voz sobre temas relevantes entraña una ventaja notable en términos de legitimidad (y del propio proceso de construcción de una autoestima política) frente a la mediación de representantes. Ceteris paribus, o sea, a igual calidad del sistema representativo, convocar a más (y mejores) consultas directas sobre temas relevantes se debería traducir en más (y mejor) democracia.
Aclaro. Nadie en su sano juicio pretende imponer una “democracia directa pura”, porque en las condiciones actuales no sería viable. Lo que aquí defiendo es una hoja de ruta que nos lleve a introducir cada vez más cuotas de expresión directa en los mecanismos políticos de decisión. Un sistema mixto que mejore la calidad de la democracia representativa pero que al mismo tiempo se plantee explícitamente el objetivo de transferir cuotas crecientes de decisión a los mecanismos directos.
Los ejemplos que se ponen en el artículo son sesgados. Por ejemplo, que en una consulta gane la opción defendida por la cúpula (como ocurrió en las de Podemos y PSOE a sus respectivas bases) no significa que sea deshonesta per se y debamos por eso poner en duda el mecanismo. Lo que hay que discutir es cómo se diseñan las consultas o referéndum, quiénes tienen derecho a convocarlos y bajo qué condiciones. Eso nos permitiría evitar que se celebren sólo cuando a las cúpulas les convenga con un fin “ratificativo” de una decisión tomada, sino que puedan ser impulsadas desde abajo por un mínimo fijado de promotores en cualquier momento, sea el tema y el momento favorable a la cúpula o no.
Que Pedro Sánchez diga que “El referéndum solo traslada a los ciudadanos problemas que deben solucionar los políticos” me parece de las frases más frívolas, soberbias e intolerables que le he escuchado decir a un político en los últimos tiempos. Estimado secretario general del PSOE, la democracia, desde el punto de vista epistemológico, es al revés. Son los ciudadanos los que trasladan a los políticos aquellas decisiones que no puedan tomar por su cuenta, es decir, que por la razón que sea no puedan someter a un mecanismo directo de decisión.
Lo que quiero decir es que la clase política, los partidos y demás órganos de representación son sólo un invento para suplir la dificultad práctica y técnica de que el pueblo decida todo de forma directa. El mecanismo natural, o “nativo” como diría un informático, es el directo, porque para eso se llama democracia (recuerdo la definición: “Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”), sólo que por razones de eficiencia y/o eficacia, no queda más remedio que confiar buena parte de las decisiones a intermediarios. Como se ve, a Pedro Sánchez le ha dado un ataque de corporativismo profesional que es muy típica en los “expertos” cuando ven amenazados los privilegios que les concede el statu-quo.
Dice el autor que “cuando la pregunta (de una consulta) es difícil, (los ciudadanos) prefieren que sean los políticos quienes la asuman. Para eso les pagan”. Soy de los que piensan que, efectivamente, la dificultad técnica de una pregunta importa y es un factor a tener en cuenta para valorar si debe ser examinada por (una gran diversidad de) expertos en vez de por la ciudadanía. Pero por encima de eso, lo que más importa es el impacto que puede tener esa decisión en la vida de la gente. Si un ciudadano común percibe que una determinada decisión le va a afectar mucho, muchísimo, incluso en varias generaciones, va a querer que le escuchen sin intermediarios porque se juega mucho en ello. Es la percepción de las consecuencias lo que importa en última instancia, incluso más que la complejidad.
Alega el autor que consultas como el #Brexit son “optativas” y que “ningún político está obligado a convocarlas”, así que “si lo hacen sólo es porque les conviene”. No le falta razón en lo del oportunismo de algunos políticos pero es incorrecto usar ese argumento para desacreditar a las consultas directas como mecanismo. A ver, ¿de qué estamos hablando? ¿de cómo conseguir más “calidad democrática” o de qué hacer para complacer los instintos egoístas de la clase política?. Que los políticos sean los que puedan decidir “optativamente” cuándo y cómo convocar referéndums es precisamente un síntoma de pobreza democrática. Que al político no le gusta perder el control, ya lo sabemos. Eso le ocurre a todos los tipos de “expertos”. Pero es obligación de un buen diseño social supeditar esa arbitrariedad al logro de un óptimo democrático. Por otra parte, los políticos honestos, que también los hay, suelen tener la suficiente humildad de reconocer que ciertas decisiones tienen tal entidad que sólo son legítimas por medio de consultas directas.
El autor entra después en una especie de bucle recursivo: “El organizador tiene ventaja siempre. Formula la pregunta, escoge quién puede votar, decide cómo se puede votar y establece qué día se vota”; y entonces de ahí Pérez Colomé llega a la conclusión de que las consultas “no son la solución” y se queda tan pancho; en vez de preguntarse si el problema es la consulta misma o cómo se diseñan. Además, no olvidemos que todo eso ocurre también en la gestión cotidiana de la democracia representativa, donde el organizador (o sea, el que tiene más representación o poder) controla hasta dónde se puede llegar según sus propios intereses. La alternativa que ofrece el statu-quo a la democracia directa está, como sabemos, plagada de defectos, así que también deberíamos poner eso en el balance si queremos hacer un juicio justo y equilibrado de los pros y contras de ambas opciones.
Por otra parte, los plebiscitos no siempre “se ganan porque las condiciones las ponga el organizador”, como afirma Pérez Colomé. Hay evidencias de varias consultas en las que el tiro les ha salido por la culata a sus promotores. Sin ir más lejos, eso le pasó al propio Cameron con el #Brexit, y estuvo muy cerca de ocurrirle con el referéndum de Escocia.
“La democracia ratificativa no es democracia directa” nos cuentan, y estamos de acuerdo, pero seguimos con el sesgo de base: no toda democracia directa tiene que ser “ratificativa”, y que eso ocurra depende de un buen diseño democrático. Que la élite política pueda manipular más o menos depende de las reglas de juego que se fijen para la participación directa de los ciudadanos en democracia.
Para terminar, me gustaría recordar que la democracia directa también puede ejercerse a través de pequeños ejercicios de consulta o plebiscitos sobre temas puntuales y de forma más sistemática. No hay que pensar sólo en eventos tan trascendentales como el #Brexit. Lo que hacen falta son mecanismos para abaratar los costes de las consultas y asegurar su integridad. También fomentar una cultura democrática de la participación para que la gente entienda que debe votar con responsabilidad, algo que recordemos, solo se aprende haciendo, o sea, participando en consultas. Estoy seguro que hoy en el Reino Unido, después de la experiencia del #Brexit, la gente es mucho más consciente de lo que significa ser parte de un proceso de democracia directa, y a partir de ahora se lo tomará más en serio.
Ese es el camino, que la gente se entrene en la cultura de decidir porque así lo hará cada vez mejor. Echar mano para todo de unos “empleados” como los políticos exime a la gente de sentirse más co-responsable del hecho democrático. Reducir las consultas ciudadanas a una bronca electoral cada 4 años me parece, como mínimo, conformarse con demasiado poco.
José Miguel Bolívar
El artículo me ha parecido francamente flojo y bastante tendencioso. Dicho esto, creo que la democracia directa «pura» es poco operativa pero perfectamente como modelo ideal. Personalmente, comparto la visión de Ismael Peña-López – uno de los poquísimos politólogos que conozco que no habita en los lugares comunes – sobre la democracia híbrida. Lo que está claro es que con los niveles de cultura política que tenemos, sumado al merecido descrédito de la clase política, estamos muy lejos de la situación ideal.
Lo que no se puede ni se debe perder nunca de vista, en mi opinión, es que la democracia representativa es una «concesión» pura y dura. La democracia representativa es una «delegación de derechos» que en su día estaba plenamente justificada por la complejidad física de las alternativas. A día de hoy, con Internet de por medio, lo primero que ocurre es que la democracia directa es posible por primera vez en la historia. Probablemente, como decía antes, no tenga sentido en estado puro, pero modelos híbridos como el que plantea Ismael tienen pleno sentido para mí. Una cosa está muy clara. Peor que con los políticos que tenemos es prácticamente imposible, así que nada se pierde con probar…
Abrazo, maestro.
Amalio Rey
De acuerdo, Jose Miguel. Ya dije en el post que la “democracia directa pura” no es viable en las condiciones actuales, y que vamos a necesitar por un buen tiempo de la “representativa”, que como sabemos es francamente mejorable. Yo lo veo como un viaje en la que hay que ir incorporando cada vez más cuotas de democracia directa. La gente va a aprender haciendo.
Haces bien en recordar la naturaleza “de concesión” que significa la intermediación política, y por eso resulta tan ofensivo que el líder del PSOE pueda largar una barbaridad como la que dijo. Un abrazo, maestro.
Nacho
A mi modo de ver, nos falta madurez como sociedad. Y eso se muestra en que no estamos preparados para una democracia directa y tampoco para una democracia representativa.
Hoy se ha demostrado que “nuestra” democracia representativa no es tal, tu votas a “X” para que baje el IVA, y va y no es que lo deje como está, es que lo sube. Y sin consecuencias oiga.
Si un representante elegido por el pueblo se sale de lo que dice el partido, se le multa, y se pone borde se le echa, pero que yo vote a los de la lista y a un programa dado, no a lo que luego ellos quieran decir que las circunstancias les obliga.
Pero claro, está parte la omite el artículo para defender que la democracia directa falla. Y como dices, falla pero se puede mejorar, como se puede hacer con la representativa, aunque hoy por hoy a quién puede hacerlo no le interesa.
Pero claro, hablamos de democracia directa. En Suiza, Suecia y otros países para mi modo de ver más maduros políticamente y más responsables de su voto (y no es voto contra el partido “X” y luego sorprendernos de lo que significa eso, como fue votar al PP por ir contra el PSOE y sorprendernos del tema del aborto, de lo poco que cumplieron de su programa), han votado que no a subir las vacaciones de 30 a 45 días, o de una renta mínima de 2250 €, y así otras cuestiones. ¿De verdad en España se votaría que no a medidas de ese calado? Me veo incluso con más días de vacaciones que laborales y con una renta mínima que ni Amancio Ortega.
En resumen, nos falta madurez como sociedad, como individuos (pese a tener gente muy válida y mur preparada), y eso se traslada a los políticos, que no son entes ajenos a nosotros y que cuando llegan, por su falta de madurez, de valores y muchos de preparación, se doblan a las exigencias de las cúpulas del partido, de Lobys y de otras fuerzas a cambio de beneficios que todos conocemos (trabajar luego en multinacionales, colocación de familiares, etc.).
Amalio Rey
Sip, Nacho, pero por algun sitio hay que romper el circulo vicioso de = somos inmaduros => no podemos tomar decisiones porque somos inmaduros => somos inmaduros porque nunca tomamos decisiones. La cultura de la responsabilidad y de la autonomia se entrena, se practica. Hay que empoderar. Lo que ocurre en Suiza es el resultado de la experiencia, de muchas iteraciones. Son responsables porque llevan muchisimos años de democracia directa. Ambos sabemos que los suizos no tienen nada en sus genes que los haga superiores desde ese punto de vista, no?
Nacho
Buenas noches Amalio,
Disculpa sino me he explicado bien, yo solo comparto una descripción de dónde estamos (mía personal, de inmadurez democrática como país).
La solución no la se, y sé que no es genético pero sé que es cultural, porque veo poca madurez en lugares mediterráneos, como Grecia e Italia y nosotros mismos, y veo más madurez en países como Inglaterra (me gusta eso de votar a mi representante y que el sienta el compromiso con quien le vota antes que con su partido), y me gusta que en Alemania y otros países un PP y un PSOE con todas sus diferencias puedan ponerse de acuerdo en unos mínimos para no dejar a un país a la deriva durante 9 meses. Ya ni hablo de que sus representantes dimitan por dignidad por “nimiedades” y aquí ni aunque atropellen a un policía o quiebren una comunidad entera.
No sé cómo llegar a eso, me encantaría, pero no veo que la solución sea mediante democracia directa (tampoco se me ocurre cómo, porque veo un círculo vicioso, como sociedad somos inmaduros, y de esa sociedad salen políticos inmaduros para trabajar en un sistema corrupto que no quiere resolver ni el problema de la corrupcion ni el de la inmadurez…).
También comparto que en este momento, la democracia representativa tampoco es solución, mientras en otros países con políticos de calidad podría serlo, pues si son buenos y hacen su trabajo, para que me van a consultar a mí que no se muchas cosas que me podrían hacer ir a votar, como la repercusión de aumentar los días de vacaciones o un SMI demasiado elevado.
Perdón por mi negatividad, en este tema veo las cosas muy “complicadas”, y no veo que os regeneradores sean mucho mejores que los que degeneradores.
Amalio Rey
Te entiendo, Nacho. Creo que te explicaste bien. Lo que pasa es que no podemos quedarnos con los brazos cruzados sin hacer nada. La gente no va a cambiar, ni madurar, si no se hace algo para eso. Estando de acuerdo que la democracia representativa ya ha tenido muchas oportunidades, funciona bastante mal, entonces es hora de explorar más caminos. Yo insisto en que la gente no madura si no adquiere responsabilidades. Al principio lo hará mal, no se lo tomará con la seriedad necesaria, pero con el feedback irá aprendiendo. Un saludo