Diez hábitos para cultivar el Pensamiento Crítico (post-512)
En tiempos de Internet, cuando cualquiera publica sin la intervención de editores y la responsabilidad de filtrar pasa a ser totalmente nuestra, es fundamental que se adquieran habilidades para discernir con criterio propio y evaluar la consistencia de los razonamientos a partir de evidencias y no prejuicios, ni falsas suposiciones.
El Pensamiento Crítico no significa, como dice Alfonso Romay, “criticarlo todo”, sino saber detectar dogmas u opiniones infundadas en nuestra forma de pensar y en las de los otros. Todo comienza practicando un sano escepticismo hacia las certezas absolutas y las afirmaciones rotundas; aprendiendo a distinguir los prejuicios y estereotipos del razonamiento basado en evidencias.
El Pensamiento Crítico es una manifestación de integridad intelectual que se cultiva a través de unos hábitos. Estos son algunos de los más importantes según mi experiencia:
1.- Pensar sobre cómo pensamos:
Lo primero es dedicar tiempo a observar cómo pensamos para detectar cuáles son nuestros sesgos más habituales, dónde tendemos a “cojear” para entonces activar mecanismos de corrección. Esto de pensar-sobre-cómo-pensamos es algo que damos por hecho y que hacemos demasiado poco. Ni en la universidad, que es el sitio idóneo para potenciar esa habilidad, se trabaja eso con la intensidad que se debería.
2.- Contrastar la información:
Ya sabemos que nuestro sistema educativo no hace suficiente hincapié en desmontar la absurda creencia, tan difundida, de que si algo está en Internet, es verdad. Tampoco debería ser suficiente que una persona tenga mucho prestigio o “marca personal” para aceptar lo que diga sin el más mínimo contraste. Incluso diría que a más carisma tenga esa persona, menos hay que bajar la guardia.
Raúl Hernández se quejaba con razón de que “nos creemos cualquier mierda” porque: “Nadie se para a cuestionarse las cosas. Tenemos el dedo rápido para replicar cualquier “información” con un mínimo de verosimilitud (y a veces ese listón lo ponemos muy muy muy bajo), siempre y cuando refuerce nuestras creencias previas. En el fondo da igual si es verdad o es mentira: parece verdad, y coincide con lo que pienso, así que adelante”.
Un tema importante es el de la credibilidad de las fuentes. Hay que exigir que se cite la fuente del estudio de donde salen los datos para poder ir a la fuente original y contrastar datos o examinar la robustez de las conclusiones desde nuestro propio punto de vista. Es arriesgado e irresponsable hacerse eco de afirmaciones de impacto en la reputación de personas y organizaciones sin contrastar primero la verosimilitud de los datos que se usan como argumento. Y que conste que esto vale tanto para juzgar a los tuyos como a un adversario o a alguien que te cae mal 🙂
3.- Adquirir cultura estadística:
El pensamiento crítico se basa en la evidencia, y ésta en el uso de datos relevantes y fiables. Los datos que se publican tienen un sustrato estadístico que hay que entender para no dejarse engañar. Por ejemplo, si no entiendes algo tan básico como la diferencia entre media, mediana y moda, y crees que da lo mismo el tipo de promedio que se utilice, entonces no vas a interpretar bien situaciones en las que la distribución no es homogénea como los ingresos. No hablo de dominar complejos modelos matemáticos, que también se usan en estadística, sino de adquirir una educación básica.
Voy a escribir muy pronto un post sobre la cultura estadística y los errores más comunes que cometemos por no formarnos en ella, pero está claro que nos vendría muy bien cultivar una actitud de cuestionamiento crítico a las afirmaciones sin base estadística o hacia los datos mal tratados.
4.- Identificar y minimizar las falacias argumentativas:
Esta es, a mi juicio, de las cosas que más necesitan formación a todos los niveles. Ya contamos con un cuerpo teórico-práctico muy interesante para tipificar los distintos “sesgos cognitivos” o “creencias irracionales” en las que caemos con más frecuencia los humanos. Se ha avanzado mucho en esto, y yo mismo me descubro cayendo una y otra vez en alguna de esas falacias gracias a que las conozco, y por eso puedo corregirlas. Por eso, insisto, es tan necesario sistematizar alguna formación sobre estas distorsiones del pensamiento, y que se reciba a lo largo de la vida para que nunca se nos olviden. Tiene un valor tremendo aprender a descubrir esas falacias en uno y en los demás, y creo que es de los hábitos más saludables para la mejora continua del Pensamiento Crítico.
5.- Consultar variedad de fuentes:
Es un hábito muy saludable acostumbrarse a consultar fuentes diversas antes de formarse una opinión propia sobre temas relevantes. Mientras más variadas sean las inclinaciones (por ejemplo, ideológicas) de esas fuentes, mejor, así que es bueno buscar y poner atención en las evidencias y puntos de vista que contradicen a los nuestros. No despreciar, ni ignorar, las opiniones divergentes. Conocer todas las perspectivas robustece la elección propia.
6.- Identificar los conflictos de intereses:
Voy a detenerme en este punto. Hay mucho publirreportaje camuflado que obliga a estar alertas. Incluso periódicos supuestamente serios como El País se apuntan cada vez más a disfrazar mensajes interesados de sus anunciantes en formato editorial. El famoso “Branded Content”, del que hablé ampliamente en este artículo, es uno de los eufemismos más descarados que se han inventado. Esta práctica crece a medida que los medios están más secos de financiación, así que desconfiar es lo más fiable.
Cuánto me gustaría a mí que cualquier cosa que se publique incluya una nota al final del texto advirtiendo los posibles conflictos de intereses que puede tener el autor, autora o medio con el tema tratado como se hace en los artículos académicos serios. Pero sabemos que eso no se hace. Por ejemplo, qué esperarías tú que diga un estudio financiado y publicado por los promotores de viviendas sobre la evolución futura de los precios de las casas, ¿crees que van a decir que los precios van a bajar?. O qué sentido tiene que los medios de difusión repitan como papagayos, sin matización, ni advertencia alguna, el nombre “Libertad para Irak” que puso el ejército norteamericano a su operación de invasión, como si se tratara de una insignificante denominación militar: ¿Nadie se pregunta en estos medios que el nombre contiene en sí mismo un mensaje que busca quebrar las resistencias éticas a la invasión? Qué credibilidad puede tener la opinión de la presidenta de la Asociación Española de Anunciantes (AEA) cuando afirma que “suprimir la publicidad de TVE fue un error de una magnitud tremenda” si es que ella representa a los que viven de la publicidad 🙂
En fin, hay conflictos de intereses en todos los sitios, y habitualmente se ocultan. Y no todo es mala fe o mentira deliberada, sino que pueden haber incentivos inconscientes que contribuyan a sesgar el punto de vista. Yo me reconozco un perro sabueso con este tema porque no quiero que me tomen el pelo. Siempre me pregunto: ¿qué interés personal (o corporativo) puede tener esta persona para defender esa postura con tanta pasión? Y para responder a eso a menudo hay que investigar, cruzar datos y no soltar el hueso hasta que das con la verdad.
7.- Hacerse las preguntas adecuadas:
Muchas veces el pensamiento acrítico obedece a que no nos hacemos las preguntas adecuadas dejándonos atrapar por el paradigma dominante. Un problema aquí es aprender a identificar y cuestionarse las premisas y supuestos que subyacen y condicionan las formas de examinar un determinado problema. Pensar “fuera de la caja” no es nada fácil, pero hay que intentarlo. Cuestionarse el porqué de las cosas siguiendo el principio socrático es un hábito que hay que alentar y practicar desde niños.
8.- Pensar de forma ordenada:
El pensamiento crítico necesita un método, una disciplina, porque usar atajos suele ser la posición más cómoda y la que más fácil nos lleva al conformismo intelectual. Hay que ser exigentes y disciplinados a la hora de establecer relaciones causales para que se ajusten a la realidad. La cultura estadística que comenté antes nos enseña, por ejemplo, a entender que “correlación no implica causalidad”, un principio que si se entendiera bien nos salvaría de buena parte de las manipulaciones de las que somos víctimas.
9.- Usar la intuición, pero informada:
Hay que esforzarse en buscar la información relevante que se necesita para poder comprobar la validez de una conclusión. A más rotunda sea una afirmación, más deberíamos contrastarla. No hay que abusar del “sentido común”, ni de la intuición. En un post que escribí hace algún tiempo (“Ciencia vs. Sentido Común: Todo es obvio si conoces la respuesta”) que reseñaba el libro de Duncan J. Watts, sociólogo de la Universidad de Columbia, “Everything is obvious: How common sense fails us”, recordaba su tesis principal de que el sentido común está sobrevalorado, y que un uso equivocado de él va en detrimento del pensamiento crítico. Sé que hay momentos en que hay que echar mano de la intuición, pero me gusta hablar de “intuición informada”, o sea, la intuición entra en juego solo después que has recopilado toda la información posible que pueda ayudarte a hacerte un juicio.
10.- Formarse en el método científico:
Hay que fomentar el pensamiento basado en la evidencia para minimizar la influencia de la subjetividad en nuestros juicios. El método científico ayuda mucho en la búsqueda del rigor. Por ejemplo, el “principio de reproducibilidad” que dice que un experimento tiene que poder repetirse en lugares indistintos y por un sujeto cualquiera, es una práctica saludable para desmontar tesis pseudo-científicas o fraudes en el uso de los datos. Toda persona formada en el método científico siempre se hace esta pregunta: ¿cómo se han obtenido esos resultados y qué pasaría si replico el experimento? Sobre esto ya he escrito en este post, que es de mis favoritos: “¿Qué podemos aprender de los científicos?”.
Por terminar. Nada de eso es suficiente sin humildad intelectual, que es una precondición para no confiar en exceso de nuestras suposiciones. Tenemos que ser capaces de reconocer nuestras limitaciones para esforzarnos en la búsqueda de perspectivas contradictorias o complementarias.
Gonzalo del Val
Quiero leer despacio el artículo o texto de la “Diez hábitos para cultivar el Pensamiento Crítico (post-512)”, pero como pensador independiente o casi mejor “libre-pensador”, me parece que el progreso, la modernidad y las modas culturales imperantes, nos acercan a una alfabetización “nueva”, tan cuestionable como cualquier otra culturización, alfabetización y por ende, imposición de una cultura ajena…
Ningún pueblo, cultura o imperio a “culturizado” por filantropía y menos por “deportividad”, el proceso culturizador ha supuesto siempre “Sangre, Sudor y Lágrimas”… y siendo más honestos guerras, persecución y denostación de la cultura previa, tanto si esta fuera más avanzada o más primitiva…
Esto es, ahora precisamos de tecnología informatizada casi para todo, tanto a nivel profesional, para la información e incluso para la relación interpersonal, pero la pregunta necesaria, al menos en mi opinión es:
¿QUÉ GANAMOS O PERDEMOS EN ESTA NUEVA CULTURA TECNOLÓGICA INFORMATIZADA?
A mi entender, poco o casi Nada…
1. Cada día hay más despersonalización individual.
2. El proceso de datos e información, nos cosifican y nos estandarizan como clientes, ciudadanos, personas o vete tu a saber qué…
3. La economía, los gobiernos y la cultura, si bien tratan de adecuarse a los criterios mayoritarios en algunos aspectos, obvian como habitualmente a minorías, otras culturas y por supuesto al pensamiento libre…
4. Y por último los logros de la globalización o información y economía global, lejos de aportar una mejora en la libertad y posibilidades individuales, como prometía, ha conseguido a hechos consumados que la población mundial cada vez sea más pobre, menos libre y más inculta…
¿Qué ha pasado con los valores liberales o humanistas?
¿Dónde han quedado los principios de libertad, igualdad y fraternidad de los ciudadanos y de la población mundial?
¿Cómo vamos a convivir con la robótica y los procesos informatizados, si no nos procuran comida, techo y dignidad “humana”?
Veo con cierta preocupación, que tenemos futbol, series televisivas, cine, entretenimiento, noticias y sabemos del tiempo y de los ecosistemas perdidos, además de las especies extintas o en peligro de extinción… sabemos mucho de procesos fabriles, cohetes y sondas espaciales y de cambio climático… pero la realidad es que NO HACEMOS NADA PARA REMEDIAR LOS PROBLEMAS Y DAÑOS AÑADIDOS DE NUESTRA FORMA DE VIVIR Y DE NUESTRO PROGRESO Y TECNOLOGÍA!!!!….
Conclusión, la película de los humoristas americanos “Hermanos Marx” en la película del tren que debe llegar a una estación a una hora determinada y en un día preciso, resulta una metáfora inigualable de nuestra situación humana mundial… Falta carbón en la locomotora y nuestro “cómicos” van desguazando el tren, vagones y demás… y se quedan solo con la maquina de vapor, gastando todo lo que arda del tren y pasaje, sea madera, equipaje, etc…
El tren llega a su hora, pero solo la máquina desguazada y una caldera de vapor…. vagones, pasaje y equipaje quedaron atrás, en una apuesta contra el tiempo, la humanidad y lo que es peor, contra “el sentido común” y la proporcionalidad de las acciones humanas…
Un éxito pírrico y por supuesto un viaje sin fundamento…
Al principio la película se presume cómica y para pasar un momento agradable, luego se convierte en un “esperpento” del progreso, la temeridad humana y una demostración o ejemplo claro de hasta donde llega el sentido poco común del progreso, la tecnología y cultura desarrollada… para conseguir un logro espúreo, inhumano y fatal…
Un tren fantasma que llega a destino, sin vagones, sin pasaje, sin equipaje, sin carga… solo tres cómicos, al mando del viaje, consiguen un éxito apoteósico… una película genial, cómica y humana, pero… que no da risa ninguna…
Un saludo
Gonzalo del Val
Guillermo
Un placer volver por aquí
Precisamente estoy en pleno proceso de análisis para ver como incorporar competencias transversales en la formación formal y tu artículo me lo quedo como referencia.
Comparto lo que para mi es el mejor compendio sobre pensamiento crítico en Eduteka.
http://eduteka.icesi.edu.co/modulos/6
Abrazos
Amalio Rey
Gracias, Guillermo, por compartir aquí ese enlace. Lo he visitado y tiene recursos interesantes. Un saludo
Manel
Anoto cada uno de los puntos que aconsejas, Amalio y me propongo, muy seriamente, muscularlos. Le veo una relación directa y complementaria a lo que aconseja D. Kahneman para contrarrestar la inercia del sistema 1 de toma de decisiones y darle más combustible al sistema 2.
Si me lo permites, yo añadiría otro punto, para mi uno de los primeros: “Averiguar qué es lo que me empuja a valorar, criticar o emitir una opinión sobre algo o alguien”. Ya que, desde mi punto de vista, el propósito determina absolutamente los métodos y recursos que se está en disposición de invertir para “objetivar” la información. Una muestra la tenemos en determinados tipos de periodismo que estamos soportando, uno de los ejemplos que nos das en este artículo.
Muy buen artículo. Un abrazo.
Amalio Rey
Manel:
Exactamente, Kahneman incide en eso, en la tendencia que tenemos a pasar al sistema-1 que es rápido, intuitivo y emocional. Para muchas cosas ese es el “modo” más adecuado, pero hay otras en las que conviene “pensar despacio”, es decir, ponernos en modo-2.
Lo que añades es super interesante, y es algo que me aplico a mí mismo desde hace tiempo. Fue un descubrimiento darme cuenta que desvelar esas motivaciones de fondo me ayudaba mucho a ser mas objetivo y estar más convencido de lo que decía o escribía. Siempre hay que preguntarse los por qué, y claro… lo más difícil es ser honesto con uno mismo a la hora de aceptar la respuesta.
Un abrazo
Julen
Este es uno de esos asuntos que hay que cultivar “activamente” porque, de lo contrario, acabamos reforzando un sistema que traga todo. Para mí hay dos grandes problemas para hacer realidad el pensamiento crítico: requiere tiempo (en vez de decir que sí porque sí, hay que cuestionarse si lo que vemos es “eso” o es simplemente un juego de la publicidad) y choca contra la moda por la que se nos exige continuamente emitir contenido, lo que hace que volvamos al problema anterior porque no hay tiempo para contrastar todo lo que leemos o vemos.
Otro asunto delicado es que cuando sintonizamos con alguien lo lógico es que nos fiemos de él/ella y ahí cae el sentido crítico. Pero esto, Amalio, es lo que nos hace humanos. Distinguimos entre con quién y con qué aplicar el pensamiento crítico y con quién y con qué, dejar que fluya emocionalmente 🙂
Amalio Rey
Julen, no se podía explicar mejor. Esos son dos grandes problemas para cultivar el Pensamiento Crítico pero permíteme comentarlos por separado.
Lo de que “requiere tiempo”, te recuerdo que eso ocurre con todos los hábitos. ¿cuántas veces hemos dicho que no practicamos deportes, ni hacemos ejercicio, porque “nos falta tiempo”? (no es tu caso, que conste). Si vemos al Pensamiento Crítico como un hábito que hay que desarrollar, con unas rutinas similares a las que seguimos para convertir el ejercicio físico en una práctica diaria, entonces podemos conseguir avances significativos. Insisto en la importancia de las “rutinas” como parte del desarrollo de un hábito. Por ejemplo, este post que he escrito se puede traducir perfectamente en un checklist que nos ayude a ser más vigilantes en lo que opinamos.
Y lo de la moda que nos exige continuamente emitir contenidos, igual por ahí tenemos que empezar a practicar el Pensamiento Crítico y cuestionarnos esa presión. Lo más probable es que haya que publicar menos cantidad pero más calidad, y estoy seguro que mucha gente nos lo agradecería.
El segundo punto que comentas de que es humano bajar la guardia con gente en las que confiamos, estoy de acuerdo. Ya sabes que hemos hablado mucho de eso, de en qué medida las ideas tienen reputación según quién las diga. Pero de nuevo creo que el rigor y la madurez intelectual es un músculo que hay que entrenar. Sabes que doy mucho la vara con que las ideas tienen reputación por sí mismas. Hay ideas buenas dígalas quien la diga, y gente en la que te puedes fiar también dice tonterías. Las emociones fluyen mejor con personas de confianza, pero hay reflexiones que demandan a menudo aparcar esas emociones para dejar, en la medida de lo posible, que aflore la objetividad. Otra vez digo que el reto consiste en desarrollar rutinas, en convertir esto en un hábito. Nunca seremos máquinas pensantes, ni queremos serlo, pero podemos intentar ser cada vez más justos en cómo examinamos las ideas 🙂