Pereza dialéctica, mundo blandengue

POST Nº618
A estas alturas ya hemos aprendido a reconocer nuestras “cojeras”. Seguimos esforzándonos en mejorar o disimular algunas pero tratamos en su mayoría de naturalizarlas porque son parte del conjunto que nos definen para bien o para mal como personas y profesionales.
Una de mis “cojeras” profesionales es sentirme relativamente cómodo en la contradicción. Si tengo una opinión que discrepa de la del cliente y empezamos el intercambio de argumentos, no soy de los que sueltan el hueso tan rápido. Me veo como un corredor de fondo que se ofrece al intercambio mientras sienta que todavía existe un espacio constructivo de entendimiento y se puedan seguir puliendo los argumentos. Lo que para muchos puede ser cansino o agotador, para mí es una fuente de disfrute y aprendizaje 🙂
Creo que hay mucha pereza dialéctica en este mundo blandengue, líquido y políticamente correcto en el que vivimos. Por una parte se dan eternos debates estériles y destructivos en Twitter – en los que yo me niego a participar – pero, por otra, veo que se extiende una actitud acomodada de evitar cualquier tipo de fricción en espacios donde sí cabría un diálogo creativo y enriquecedor. La gente a veces responde al primer intercambio pero abandona pronto cuando hay que profundizar en las siguientes rondas de argumentos que es cuando el frontón se pone realmente interesante y aparecen las ideas menos obvias.
Leía un artículo en El País que, refiriéndose al ejercicio físico, decía que “estamos programados para la pereza”. Según el autor, tenemos una mayor tendencia impulsiva, automática, al sedentarismo que a mantenernos físicamente activos. Desde el punto de vista de la evolución, ese comportamiento sedentario se explica como un “mecanismo de ahorro de energía” así que pensé que eso también se puede aplicar a la pereza mental 🙂
Más que ahorrar energía, lo que veo es que tendemos cada vez más a dispersar esa energía en varios frentes. Queremos estar a la vez en muchos sitios, saltar de una rama a otra con frecuencia, lo que nos impide profundizar en casi nada. A la segunda réplica pensamos que continuar el intercambio es descuidar otros temas a los que también queremos dedicarle atención así que abandonamos pronto.
Una de las interpretaciones más tóxicas de la discrepancia es juzgar la buena predisposición dialéctica como una señal de que “no sabes trabajar en equipo”. Cuando me lo han dicho me ha dolido mucho porque, además de ser injusto, sé que forzar la cohesión alienta el buen rollo pero destruye terriblemente la diversidad.
Es un error interpretar las opiniones resistentes al punto de vista mayoritario como un mero atrincheramiento caprichoso. A veces lo es, no lo niego, pero a menudo no. Por el contrario, tratar de complacer a los demás dejándote llevar por el Pensamiento de Grupo cuando no estas de acuerdo es la peor contribución que puedes hacer al “trabajo en equipo”. Defender con convicción una postura contraria pero bien argumentada no significa necesariamente “querer ganar” sino un intento loable de tratar de mejorar la solución a la que está intentando llegar el grupo. Es un ejercicio de compromiso y responsabilidad hacia el equipo en vez de una postura de desdén o arrogancia, como a veces se interpreta.
Recuerdo que tenía un cliente que solía decirme mucho “abre la cabeza, Amalio” cada vez que me resistía a dar por buena una opinión suya. Si me lee aquí espero que no se enfade porque se acordará perfectamente de estos debates pero también (gracias precisamente a ellos, entre otras cosas) del enorme cariño que le tengo. Cuando me lo decía, yo pensaba: oye, siempre está bien que uno se esfuerce por abrir más las entendederas para dejar que entren ideas nuevas que pongan a prueba las de uno, pero… ¿por qué aceptar como adecuada una opción que, por mucho que abra mi mente, sigo percibiendo como peor? De hecho, lo que yo veía es que a veces, cuando me decía eso, en realidad (como dice la Psicología) se estaba proyectando porque quien no “abría la cabeza” era él para tratar de escuchar e incorporar mis argumentos.
Ahora pienso que es probable que tenga clientes que no me volverían a contratar por ser un consultor, digamos, cabezota. Puedo intuir quiénes son en su mayoría por la experiencia de trabajo que viví con ello/as. Sin embargo tengo dos razones poderosas para creer que debo seguir siendo así:
- La inmensa mayoría de la gente que me sigue contratando dice que lo hace precisamente por eso, porque no procuro decir lo que quieren que diga sino lo que realmente pienso que va a ayudar a cumplir los objetivos que nos planteamos, así que mis contraargumentos les ayudan a cambiar o mejorar los suyos.
- Los que buscan trabajar con un profesional facilón me hacen el favor de no elegirme, porque a mí la controversia creativa es lo que realmente me hace crecer.
Una referencia en positivo de no-pereza dialéctica es mi buen amigo Ricardo Amaste. Aprendí mucho de los intensos intercambios públicos que he tenido con Richi en este blog y en redes sociales, con réplicas y contrarréplicas en varias rondas, soltando y cogiendo la presa cada vez con más refinamiento. Aquí tienes un ejemplo de nuestros divertidos debates. Me consta además que mucha gente los ha disfrutado mientras veía que el nivel subía y ninguno abandonaba. Esos debates han servido, al menos a mí, para afinar y completar argumentos de una manera brutal sobre temas que admitían amuchas lecturas.
El conflicto es algo natural. No hay que esconderlo. Lo demás es hipocresía y empobrecimiento. Si el conflicto no aflora en un proyecto delicado es porque se están haciendo las cosas demasiado de prisa o de una forma superficial. Si nadie se revuelve o se resiste en un proceso genuino de cambio o en una reflexión compleja es porque se está cambiando para no cambiar nada.
Soy un convencido de que las mejores ideas y soluciones afloran a medida que avanza y se profundiza el ciclo de escuchar-disentir-escuchar-converger-volver a disentir-volver a converger. Intento decir que la calidad del resultado (y del proceso, si se gestiona con sensatez) tiende a aumentar con el número de iteraciones. Por eso me gustaría que viviéramos la tensión dialéctica con más naturalidad, que no abandonáramos tan rápido, sobre todo en proyectos o temas que realmente vale la pena esforzarse en el refinamiento de los argumentos.
Juan
Genial post. Lo suscribo de principio a fin.
Así es, por desgracia.
La gente pasa de debatir o de argumentar. Vivimos instalados en lo que denomino el “indiferentismo social” y el “facilismo”. La gente lo quiere inmediato y fácil. Sin esfuerzo, por favor.
Si pensar es un lujo, de argumentar ya, ni hablamos. Y luego están los que además te tachan de “complicado”, “quisquilloso”, “guerrero” y otros calificativos.
La sociedad está llena de “amebas” flotando en un mundo cada vez más líquido.
Juanjo Brizuela
No sé si es causa o consecuencia pero lo que sí es cierto es que en este mundo de la inmediatez, de que lo queremos todo ya, el de las “fake news” (demuéstrame lo contrario incluso la mentira más atroz) o el de “no me hagas perder el tiempo que tengo mucho que hacer”, lo cierto es que la reflexión ha pasado a mejor vida y que quizá la mejor manera de refelxionar no sea el silencio sino precisamente el debate.
El caso es que, y fíjate lo que pasa en “nuestros espacios”, justo estamos para darle al “me gusta / Like” como mera respuesta a algo que tiene seguramente mucho más calado. En tu caso pues no, pero por ejemplo en mi blog, se ha perdido la capacidad de responder post. No sé si es porque los temas no enganchan o bien porque es cómodo leer y ya está. Personalmente me duele.
El caso es que “lo cómodo” se ha instalado definitivamente en nuestras vidas y eso realmente hace un daño a nuestra propia evolución como personas y como profesionales.
Creo que en otros lares ese poder de la conversación para “retorcer” argumentos se da más y efecitvamente es donde más se aprende: o uno se ratifica en sus argumentos o se es capaz de aprender, que hoy en día me parece también que lo hemos dejado de lado: aprender.
Amalio Rey
Hola, Juanjo:
¿Qué tal estas? te contesto ahora desde México… Ya sabes que en estos días crucé el charco 🙂
Lo que dices del «no me hagas perder el tiempo que tengo mucho que hacer» es tremendo. Creo que, en general, vamos muy perdidos con las prioridades.
En todos los blogs se ha perdido mucho vigor en las conversaciones. Este blog no se salva de eso. Si yo comparara el número medio de comentarios que se publican en mis posts ahora con los de hace 3-4 años, es que da pena. Nunca me excuso, ni busco pretextos. Seguramente parte de ese efecto se debe a que lo que escribo puede tener menos interés. Si miras el blog de, por ejemplo, Enrique Dans, sigue teniendo muchísimos comentarios. Sin embargo, creo que hay un comportamiento general que apunta a esa tendencia. La gente se ha quedado, como dices, con la práctica fácil de los likes. A mí me da mucha pena porque las conversaciones que pueden haber alrededor de un post son increíblemente inspiradoras. Yo he aprendido mucho con los comentarios (y las críticas) que me han hecho en este blog.
Lo de “retorcer” argumentos tiene un efecto en la musculatura mental que no deberíamos perder.
un abrazo!!!
David Soler
Buen post, Amalio. Estos días Titonet hablaba de algo similar, con otro enfoque y por otras razones, y venía a decir que cuando eres asesor/consultor y tu cliente acaba no aceptando ninguna de tus propuestas te acabas convirtiendo en un mero “gestionador” y a la larga resultarás caro y perderás al cliente porque siempre habrá alguien más barato que tu para gestionar. A mi me ha pasado con algún cliente… crónica de una muerte anunciada cuando solo gestionas y ahora con otro que al final.
Tu lo enfocas en el debate y en el que lleva “la contraria” que al final tiene el mismo efecto. Eres un pesado y siempre vas a la contra y acabas incomodando a tu cliente que, de hecho, quiere hacer lo de siempre y para eso ya no le vales. Creo que en el mundo de la consultoría y la asesoría hay mucho cliente perdido que quiere hacer muchas cosas en su mente pero pocas en la realidad y por eso no quiere discutir. Porque le pones ante su contradicción y eso le incomoda.
Amalio Rey
Hola, David:
A mí afortunadamente no me ha pasado eso. Creo que me quitaría del medio. Si veo que el cliente “no acepta ninguna de mis propuestas”, pongo en duda si realmente hago algo ahí. No soy un “gestionador”, de momento, ni creo que sea, como dices, competitivo en precio (ni en habilidades) para dedicarme a eso.
Pienso, además, que no puedo ir “siempre a la contra” con un cliente. Si eso ocurre, entonces no funciona, no podemos seguir juntos. Es un desajuste estructural. Reconozco que tengo poca paciencia para trabajar en una relación así. No aguantaría mucho. Tiene que haber un tipo de química que refleje sintonía de objetivos y metas. En mi post me refería más a cuando se producen contradicciones puntuales, temporales, etc. Pero, sobre todo, a la oportunidad que supone hacer muchas iteraciones (argumento-contraargumento-argumento) dentro de una reflexión que vale la pena. Nos hemos vuelto muy vagos y “líquidos”. Un abrazo, David
Julen
Supongo que es cuestión de buscar un cierto punto intermedio entre acomadarse y aceptar casi todo, y las convicciones personales mantenidas contra viento y marea. Creo que cada cual nos ubicamos en distintos puntos de ese continuo. Pudiera ser que los tiempos actuales nos conducen a las contradicciones de manera inherente: no hay forma de evitarlas porque el mundo que vivimos es así. En fin, seguro que el inconformismo hace falta frente a tanta manipulación mediática, conviene no dar por sentado mucho del pensamiento instaurado colectivamente porque nos iguala de la peor manera posible.
También en todo esto me da que la edad nos va situando en lugares en general menos flexibles. Me da que es ley de vida. Eso sí. seguro que un buen antídoto para iterar y pivotar (hablemos en términos cool jejeje) es conversar con personas diferentes y dejar que nuestras membranas permitan el intercambio de ideas.
Ánimo con la labor 🙂
Amalio Rey
Es eso, abrirse a hablar con personas diferentes y no renunciar a la posibilidad de que de ese dialogo afloren aprendizajes. Pero yo sigo insistiendo, Julen, en usar la palabra “pereza” porque creo que hay mucho de eso 🙂
jose maria sanchez burson
Querido Amalio, la pereza no sólo afecta a las conversaciones y a los debates, repercute sobre todas las actividades de la vida del hombre del Siglo XXI. Si te interesa profundiza en el tema, te recomiendo a mi autor favorito, Gilles Lipovetzky, en su último libro De la Ligereza, aborda como el mundo se ha hecho Light (ligero) ,o como explicaba en uno de sus primeros libros que me encantó, el crepúsculo del deber, los deberes indoloros, sobre la ética indolora de los tiempos democráticos.
amalio rey
Querido José Ma: una alegría verte por aquí. A mí también me gusta mucho Lipovetzky. Tanto él como tú tienen razón en quejaros de la “ligereza” del mundo actual. Siempre que leo y comparto estas ideas temo caer en la típica regañina de viejuno nostálgico pero no, no es el caso. Tenemos muchas razones para no estar conformes. Un abrazo