El lastre social del buenrollismo timorato (post-366)
Cada vez llevo peor el sobre-esfuerzo que supone aceptar ciertos cánones de la pseudo-socialización moderna según los cuales hay que eludir la discrepancia, guardar las formas al coste que sea, contemporizar con otros opinantes aunque digan una soberana tontería, y ser megaguays para favorecer el colegueo y el buen clima de la tribu.
Me encontré por casualidad un artículo publicado en 2006 por Mariano Maresca en El País que cuenta que allá por los años 80 “los medios indujeron la sustitución de la conciencia cívica de los derechos por una banalización universal en la que el relativismo pasó a significar que todo daba igual” y nos da una definición de buenrollismo que me viene perfecta para lo que quiero contar:
“El buenrollismo consiste en una edulcoración de la realidad, una evaporación del núcleo duro de los conflictos que permite presentarlos de una forma trucada, y que los lleva a una solución igualmente trucada”
En efecto, creo que ese buenrollismo impostado tiene un coste social sumergido del que se habla poco. Una de sus manifestaciones es el escapismo, la “táctica de la avestruz”, que termina desembocando (como dice Maresca) en un “nihilismo pasivo y débil”. Por ese camino se pierde carácter, la identidad no muscula, y tendemos a esconder la realidad hasta que un día nos estalla en la cara, cuando ya es demasiado tarde.
He buscado cómo define la Wikipedia la “corrección política” o lo “políticamente correcto”, y me resultó bastante sugerente esto: “aquello que podría causar ofensa o ser rechazado por la ortodoxia de un determinado grupo y suele utilizarse con un significado irónico por quienes expresan preocupación por que el discurso público, la ciencia o los ámbitos académicos puedan estar dominados por puntos de vista excesivamente acríticos con determinados postulados”.
En fin, que “ser correctos” a base de evitar la discrepancia en favor del buen rollo puede ser el camino más corto que lleve al llamado Group Think o “Pensamiento de Grupo”, donde la búsqueda forzada de la cohesión y el sentido-de-grupo conduce a peores decisiones.
Sé que a veces soy muy enfático cuando algo no me gusta o me produce rechazo. Algunos piensan que me gusta polemizar por el mero hecho de hacerlo, e incluso me han llamado “cansino” por seguir tirando del hilo en una controversia que creía que valía la pena. Reconozco que llevo especialmente mal la sociabilidad hipócrita, las incoherencias de libro y los paripés aduladores. Siendo consciente de que en mi actitud hay habilidades por desarrollar, y defectos que conjurar, mi forma de gestionar esa disonancia seguirá siendo en esencia la misma, o sea:
1.- Hay cosas importantes que hay que decirlas, como sea, porque es mucho mejor eso, que decirlas tarde. Me he arrepentido de no decir algo cuando debía por no saber expresar una idea según los cánones de comunicación aceptados. Esa tendencia se agrava cuando las normas para decir las cosas son muy estrictas. Cuando la forma oscurece y secuestra el contenido, cuando se enaltece la forma sobre el contenido hay muchas buenas ideas que dejan de decirse. Todos esperan que lo diga otro capaz de decirlo mejor, y al final no ocurre nada u ocurre tarde.
2.- Preservar el espíritu crítico y el pensamiento independiente es primordial en un contexto tan sujeto a presiones sociales. Yo intento aislarme primero y poner en cuarentena las verdades recursivas. Por contraste, la aceptación por los demás suele ser una preocupación típica del buenrollista, que lo lleva a veces a renegar de su propia forma de pensar.
3. A veces hay que levantar la voz, soltar un taco, enfadarse y elevar la intensidad de lo que se dice para que nos hagan caso. Si la mayoría está inmersa en un proceso de Group-Think es posible que no basten los buenos argumentos compartidos en tono distendido, sino que haya que romper el registro, mostrarse enérgicos y usar un lenguaje más directo para que la gente despierte y quiera escuchar puntos de vista que contradicen a los del rebaño.
4.- Lo que no hay que hacer es buscarse enemigos gratuitos. Ese es un mal negocio. Los cartuchos se gastan sólo en conflictos que realmente valgan la pena, pero el grado de relevancia lo juzgo yo según mis valores, y no por lo que opinen otros.
5.- Tendríamos que ser más constantes, insisto, más constantes en la reflexión, y no abandonar tan rápido cuando se intensifican las diferencias. Creo que se aprende mucho con la discrepancia amable y constructiva. Y me asombra la pereza intelectual que hay en los blogs y las redes sociales para seguir un diálogo intenso más allá de su tercer o cuarto acto, que es cuando empiezan a generarse las ideas más interesantes. Donde unos ven “ganas de polémica” yo veo “pereza”. Y no es un problema aislado, sino una metáfora de lo que nos está pasando en muchos órdenes. Sobran esprínters, y faltan fondistas. El personal se aburre rápido, y cambia de historia.
6.- Para discrepar debo aceptar que me discrepen. Esa es una regla de oro si quiero jugar limpio. Mi blog siempre está abierto a que me contradigan, y me repliquen. No me molesta en absoluto, sino todo lo contrario, porque no se trata de buscar ganadores/perdedores, sino de aprender algo nuevo o corregir una premisa que estaba equivocada. Lo único que pido es respeto y buenos argumentos. Nada de ataques personales.
Nota: La imagen del post es de Xavi Tolosa en Flickr.
gregorioalonso
Amalio, ¿no te estarás volviendo un poco superfical?
Saludos
Amalio Rey
🙂 Ya me dirás tú por qué…
Xenia García
Buenas, Amalio.
Me complace enormemente leer reflexiones críticas sobre el buenrollismo generalizado, aunque mi comentario suene un tanto a ese peloteo 2.0. que tanto veo últimamente 😉
El culto a una actitud positiva es cada vez algo más extendido. No sólo en el ámbito laboral, aunque fundamentalmente. Se premia el borreguismo. Y así nos va.
Hace un tiempo escribí algo sobre la obligatoriedad de ese pensamiento positivo en nuestro entorno….. Y desde luego, en mi oficina sí que forcé el debate. Me permito la licencia de dejártelo aquí http://www.xeniagarcia.com/disfraz-de-tu-sonrisa
Un saludo.
Amalio Rey
Hola, Xenia:
Nada de peloteo, mujer 🙂
La actitud positiva está bien, pero siempre dentro de una lógica que la sustente, y evitando la adulación hipócrita.
La llamada Psicología Positiva está de moda, y dentro de esa tendencia hay cosas útiles e interesantes, pero también muchas otras (muchas, pero muchas) que son una tomadura de pelo, además de empalagosas y falsas. Veo por tu post que has leido el libro de Barbara Ehrenreich “Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo”, así que ya no tengo que recomendartelo. Eso de “tener que parecer felices a toda costa” es un coñazo y un embuste que hace bastante daño.
un saludo
Raquel
Hola Amalio,
Estoy completamente de acuerdo con tu afirmación “sobran esprinters, y faltan fondistas”. en mi entorno de trabajo veo constantemente tomar decisiones en base a prejuicios, intuiciones o presentaciones powerpoint de cinco slides (4frases y 20imágenes) sin tomar el tiempo para reflexionar, analizar, probar, experimentar, investigar… Claro… Pero eso lleva tiempo y dinero del que hoy en día no disponen ni las multinacionales…. Y claro… Aquel que mejor sabe exponer, se lleva el gato al agua y el presupuesto, ah! Y el ascenso… En fin, creo que sobran “políticos” y faltan “funcionarios de carrera (y vocación)”
Comentarte que me encantan tus posts, aprendo un montón, y muchos de los comentarios de tus seguidores también.
Un abrazo
Amalio Rey
Hola, Raquel:
Mira que me suena eso de: “Aquel que mejor sabe exponer, se lleva el gato al agua y el presupuesto, ah! y el ascenso…”.
A eso habría que sumar: “aquel que sabe jugar a muchas cartas, que tiene capacidad camaleonica, que maneja bien los hilos del poder, que gestiona con eficacia la sonrisa plástica…” y un largo etcétera de las miserias corporativas, que me las conozco bien.
Muchas gracias, Raquel, por tus palabras. Eres muy generosa…
Un abrazo
Guillermo
Acabo de leer este artículo sobre Linus Torvald
http://ubunlog.com/linus-torvalds-nunca-dejara-de-insultar-a-los-desarrolladores/
Como resumen del artículo … Linus lo tiene claro, a él no le va eso de comportarse de manera profesional: «Si lo que quieres es que “actúe profesionalmente”, ya te digo que no estoy interesado. Estoy sentado en mi oficina casera vistiendo una bata de baño. De la misma manera en que no voy a comenzar a usar corbatas, tampoco voy a subirme al carro de la cortesía falsa, la mentira, las políticas de oficina, las puñaladas por la espalda, la agresividad pasiva […] porque en eso resulta el “actuar profesionalmente”».
Mítica fue también la mala leche de Steve Jobs, que se expresa muy sutilmente en esta cita
“Mi trabajo no es hacérselo fácil a la gente. Mi trabajo es hacerlos mejores”
Creo que la cuestión está en el lugar en el que se tiene el foco. En la mayoría de las empresas las estructuras están por encima de los objetivos, por eso Jobs o Torvald huyen de enfocarse en las estructuras y por eso Jobs decía esto sobre el enfoque.
“La gente piensa que enfocarse significa decir sí a aquello en lo que te enfocas, pero no es así. Significa decir no a otras cientos de ideas buenas que hay.”
… y para conseguirlo sin duda es necesario un ambiente basado en la franqueza.
Amalio Rey
Guillermo:
Muy, pero muy interesante el artículo que recomiendas.Te agradezco un montón que lo sumes a la conversación. Lo he leído con mucha atención, y pienso que el valor que tiene es que lleva el dilema a su máxima expresión, que nos obliga a incursionar en situaciones de frontera, que es cuando se ponen en duda las creencias que tenemos, y entonces hay que buscar nuevas respuestas.
El artículo comienza así, y cito: “Sarah Sharp, cansada de las palabras altisonantes de Linus Torvalds, ha iniciado una cruzada para promover un ambiente de trabajo menos hostil en las listas de correo de desarrolladores del kernel. Sharp, quien trabaja en Intel y ha hecho numerosas contribuciones al kernel en los últimos años, asegura que «Linus aboga por la violencia y la intimidación», además del «abuso verbal»”.
Pues mira, no sé realmente cuánto de “hostil” o “violento” es Torvalds en sus correos (y si Sarah Sharp tiene razón en sus quejas), pero algo he leído al respecto. También sobre lo arrogante y soberbio que podía ser Steve Jobs con la gente que trabajaba. A mí, en particular, no me gustan nada esos perfiles de personajes, ni creo que haga falta “hacérselo difícil a la gente” para que mejore, como parece afirmar Jobs. No, no me gusta ese planteamiento, porque me parece forzado, se incurre en cierta violencia, y en unos costes personales (algunos dramas) que no recoge ninguna biografía (o sí).
Una cosa es la franqueza, la autenticidad; y otra los límites que hay que respetar para que en un contexto de relación sistemática y continuada, la gente se sienta valorada trabajando en un ambiente que no se perciba como hostil o tóxico. Conozco a ese tipo de personajes, y creo que al final terminan haciendo mucho daño porque terminas tragándote sus libertinas dosis de soberbia a cambio de algo que ellos te venden, y que llaman “admiración”. Juegan con esa baza, con ese truco, y a mí eso no me va.
Estoy de acuerdo con Torvald que a veces no puedes decir simplemente “no hagas eso por favor” porque “la gente no te va a escuchar”. Esa idea concuerda con el pto-3 de mi post. Pero al mismo tiempo, rechazo su idea de que seamos “sensibles a su cultura, que incluye decir groserías”.
Pero al final, Guillermo, ese conflicto se debería resolver de un modo bastante sencillo (aunque ya sé que a veces no es posible): Si no soportas currar con una persona así, pues no trabajes con él, por mucha “admiración” que te venda como activo. Y si eso de las groserías lo llevas bien, pues oye… tú mismo 🙂
Gracias de nuevo por el artículo, que está muy bien. Es casi un “caso de estudio” del que se puede discutir muchísimo. Un abrazo
Guillermo
Ya sabes la ilusión que me hace que te guste mi referencia, porque te admiro … pero si me empiezas a insultar que sea con cariño 😛 😉
Siempre aconsejo la biografía de Steve Jobs de Walter Isaacson, no solo recoge “esos dramas” si no que da una perspectiva inmejorable del mundo de la tecnología a través de la evolución del propio Jobs, además de exponer la personalidad de Jobs sin tapujos … estoy convencido que el comportamiento de Jobs no tenía nada de afan de protagonismo y si con que era una persona obsesiva. Que quede claro que “no soy creyente”, ni de Jobs ni de Apple, parafraseando a Wozniak “creo en los sistemas abiertos, pero es que soy un geek” (hacker creo que decía Wozniak pero yo no estoy a ese nivel 🙂 ) .
Mucho peor que las groserías llevo (llevaba porque me he podido librar de ello) el “ambiente profesional” del que habla Torvald. En todo caso y en cuanto a los límites que planteas, entiendo que el nivel de grosería debe ir parejo al nivel de confianza y, por supuesto, en un ambiente exento de jerarquía porque si no estaríamos hablando de abuso. A estas alturas ni desde la admiración ni desde la jerarquía me insulta nadie porque me lo como, pero desde la confianza me pueden llamar hijoputa (pero siempre con cariño 😉 ) .
Amalio Rey
Hola, Guillermo:
Suelo desconfiar de las biografías autorizadas. Siempre están filtradas y sesgadas. Si bien Isaacson va más allá de lo que uno puede esperar en ese tipo de biografías, creo que el lado oscuro de Jobs es más intenso y chocante de lo que ahí se cuenta. Las personas “obsesivas” tienen eso. Yo no estoy tan convencido como tú de que Jobs no hiciera buena parte de lo que hizo por afan de protagonismo. Creo que tenía un ego que se lo pisaba, pero es cierto también que se mezclaba con su talante obsesivo.
De acuerdo con que el grado de confianza y complicidad puede convertir una “grosería” en un “ya sé como eres, te quiero igual” 🙂
Jorge
Hola
Entiendo el buenrrollismo como una expresión aguda del egoísmo….y en el marco del trabajo un forma de ejercer el poder sin la responsabilidad que conlleva.
El sistema educativo enseña de forma sistemática a lo largo de la enseñanza obligatoria a comportarse con códigos diferentes segun el contexto de poder…p.e. en el aula somos educados en la convivencia y en el patio expresamos nuestros sentimientos mas homófobos y xenófobos
Un abrazo gracias
Jorge
Amalio Rey
Hola, Jorge:
Sip, de acuerdo con que el buenrollismo (o buenrrolismo, con doble r, que es como habría que escribirlo) contiene dosis de “egoismo”. Pero también lo tiene aquel que es excentrico y anti-rebaño sólo por llamar la atención, que es una actitud que comentaba antes Andy.
Me parece muy interesante lo que comentas de que “el sistema educativo enseña de forma sistemática a comportarse con códigos diferentes según el contexto de poder”, y pienso que es desde esa disparidad de comportamientos entre el aula y el patio (como buena metáfora) donde se va cultivando el germen del buenrollismo. Pero igual pasa en los hogares, en la relación entre padres e hijos, y lo diferentes que pueden ser los hijos cuando se relacionan con sus amigos.
La pregunta que habría que hacerse es: ¿Cómo reducir esas disonancias, y que cada cual pueda ser auténtico/a, dentro de unos códigos de convivencia que contribuyan al óptimo social? Es un dilema que se antoja complicado de resolver, y tenemos mucho trabajo en ese sentido todavía por hacer 🙁
Un abrazo
xavier
Muchas felicidades por escribir lo que muchos pensamos!
No obstante, una vez hemos manifestado acuerdo con el texto, qué hacemos? La mayoría nada. Seguimos siendo cómplices del buenrollismo. Además conscientes de ello (peor todavía…).
El sentido crítico se ha de manifestar. Facta, non verba!
Gracias de nuevo y un abrazo,
Amalio Rey
Hola, Xavier:
Bueno, estos textos se escriben con unas expectativas bastante humildes. No creo que por leer esto vaya a conseguir cambiar a la gente. Pero al menos intentamos ganar conciencia del hecho, y nos movamos unos centímetros hacia un espacio de menos conformismo. Aunque no lo parezca, el mundo se mueve, y el sentido crítico terminará calando. Soy optimista 🙂
Rudolf
Que te voy a contar que tu no sepas Nathan…. eso lo llevo fatal, que no soporto el buenrollismo, lo políticamente correcto, la demagogia ni la insolidaridad egocéntrica que transforma algunos timelines en pseudo revistas “Hola!” y/o spots de desayuno-familia-feliz.
En una sociedad en que el “valiente” es un montado, que muestra sus excentricidades “porque puede”, donde el profesional hace de tripas corazón riendo chistes de clientes potenciales que maldita la gracia que le hace, o se aviene a esperar una hora a ser atendido porque no vale su tiempo lo mismo, donde el desacuerdo abiertamente manifestado está mal visto, donde se juega al poder de la influencia social – incluso utilizando tribunas hilo de comentarios de un post como este-, o cualquier otra… la libre expresión del criterio personal, aún respetando las formas, no se admite de buen grado.
Ya comentaba algo de mi hartura sobre esto en mi blog el pasado Noviembre, y hoy compruebo que la cosa va a más. (Acabo de borrar el enlace por pura paja mental 😉 Con 28 años tuve úlcera gastroduodenal, y el médico me indicó que mi capacidad de interiorizar era muy limitada, y si no quería volver a tenerla lo mejor era sacarlo fuera, y resulta complejo e interesante el camino interminable de mejora continua que llevo con la comunicación “social”.
Personalmente creo que ser hipócrita es muy sencillo, salvo que te pase factura el cuerpo o la mente, así como que la hipocresía, curiosamente, genera comunidad de práctica. Y si Arnold hizo historia con su famosa frase “Volveré!” el Dr. House dejo tranquila a media humanidad con aquella tan suya de “Todo el mundo miente”.
Comparto el párrafo final del comentario de Isabel, me parece genial:
“Creo que no hay que confundir el buenrollismo con la cortesía, que a su vez debe estar construida sobre la autenticidad y el respeto. Bienvenida la diferencia y la diversidad.”
Gracias por tu exposición, aunque ya lo sabes, lo suscribo al 100%.
Un abrazo.
Amalio Rey
Querido Rudolf:
Ya hemos hablado tú y yo de estos temas, compañero. Me alegro verte por aqui aportando tu perspectiva.
jjj… “timelines que parecen spots de desayuno-familia-feliz”…. que bueno.
Explicas muy bien algunas de las “condiciones de contorno” que hacen que la gente caiga en un buenrollismo impostado, aún cuando no le apetece hacerlo. Estoy de acuerdo en reconocer esos condicionantes, y sé que (profesionalmente hablando) todas las personas no gozan de los mismos grados de libertad para mostrarse auténticas y hacer uso de su pleno derecho a discrepar, si corresponde. “Ser valientes” para unos no es igual que para otros, ni tiene el mismo coste.
También me queda claro que “el desacuerdo abiertamente manifestado está mal visto”, pero ambos sabemos que a menudo se llega a un punto que el desacuerdo se plantea abiertamente, o no se asume como tal. Hay mucho listo y lista que mira hacia un lado, que se hace el sueco, cuando el relato crítico se vuelve demasiado blandito.
Ains, ains, que bueno esto: “resulta complejo e interesante el camino interminable de mejora continua que llevo con la comunicación “social”, porque me identifico perfectamente con lo que dices. Tanto en tu caso (que te conozco un poco) como en el mio. Y pienso que en esa linea dejas muchos hilos sueltos que bien se merecen una sentada, una reflexión más personal.
Creo que el problemon que tenemos por resolver, como se intuye de tu comentario, es qué podemos hacer para que la gente más jodida, más condicionada en lo profesional, pueda recuperar su derecho a la libertad de expresión, y no tenga que estar haciendo paripés buenrollistas cuando lo que desea (y le pide el cuerpo) es discrepar.
Un abrazo, amigo 🙂
Iván
Me gusta que seas políticamente incorrecto y que tengas la valentía de expresar tus opiniones. Lo de discrepar y no ir balando como el rebaño es sin duda más necesario que nunca. Un abrazo Amalio, y a seguir con tus miradas críticas
Amalio Rey
Ahí vamos, Iván, cultivando relaciones y haciendo buenos amigos 🙂
un abrazo…
Juan Carlos
Me c… en… tengo que estar de acuerdo! al 110%, entono el mea culpa, me ha faltado el puñetazo en la mesa en demasiadas ocasiones, pero estoy ensayando.
Amalio Rey
Hola, Juan Carlos:
Como bien ha aconsejado antes Alberto, no hay que abusar del puñetazo en la mesa. Es un cartucho que hay que guardarse para las ocasiones que las merezcan, así que no está mal ensayar 🙂 También creo, ahora que lo pienso mejor, que hay muchas pero muchas situaciones de hoy que merecen que nos cabreemos, y que se note 🙁
Alejandro Amo
Ostras… jamás pensé que leeria un artículo en esta línea. Buena falta hacen estas dosis de realismo. Yo también suscribo a tu hartazgo.
Saludos,
AA
Amalio Rey
Gracias, Alejandro. Ahí estamos compartiendo “dosis de realismo” entre todos. Saludos
Alberto Barbero
Creo que una cierta proactividad+ asertividad combativa es buena. Sobre todo si tienes tendencia a tener un estilo de comunicación más receptivo o incluso si te has acostumbrado a ser más pasivo y has perdido autoconciencia de ello. Es verdad que la comodidad y la pasividad son contagiosas pero también son infecciosas en el sentido de que casi sin darte cuenta puedes caer en cierta pasividad patológica. También veo, con José Miguel y contigo, que en el contraste de perspectivas se cocina la diversidad, el aprendizaje y la innovación. Así pues, ¡cuidado con el “buenrollismo timorato”!
Sin embargo, también habría que meter en la coctelera la observación de lo que funciona y lo que no en relación a ser persuasivos. En esto creo discrepar en cierta medida con lo que propones. Al menos en que no haya parte del “buenrollismo” que pueda cumplir una papel cuando tratas de buscar eficacia en la comunicación. Creo que es, como dice Isabel, una cuestión de autenticidad, respeto y cortesía pero creo también que es algo más…
En concreto, hay un uso del lenguaje que, en lo que yo conozco, concluyo que en general es más persuasivo. Está compuesto de poner más foco y tiempo en la escucha que en el discurso y argumento propio, de utilizar más condicionales en los tiempos verbales, de mencionar lo que el otro dice integrándolo en el propio discurso, de hacer pequeñas concesiones en el debate, de adaptar el estilo de comunicación al del interlocutor, etc. Por poner un ejemplo, lo de “levantar la voz y enfadarse” puede ser adecuado pero sin abusar de la dosis, eligiendo el momento adecuado, haciéndolo con el interlocutor que lo vaya a encajar bien y,sobre todo, más como excepción que como pauta…
Amalio Rey
Hola, Alberto:
Un placer verte por aqui participando, colega
No sé si es “patológica”, pero lo cierto es que hay mucha pasividad, sobre todo cuando se trata de discrepar con el poder y con gurús lustrosos que exhiben buenas marcas.
De acuerdo con el matiz de que ciertos elementos del lenguaje y de los gestos ayudan a que el mensaje sea más eficaz. Eso incluye la cortesía, el respeto, el cuidado de las formas y la escucha activa como atributos para ser más persuasivos. También eso que comentas tan interesante de “utilizar más condicionales en los tiempos verbales, de mencionar lo que el otro dice integrándolo en el propio discurso, de hacer pequeñas concesiones en el debate, de adaptar el estilo de comunicación al del interlocutor, etc.”
Estamos en esencia de acuerdo, pero el “buenrrolismo” tiene más que ver (por el sentido peyorativo que yo le veo) con el tipo de contenido conformista que destila, al margen de las formas que use. Es malo que la gente se obsesione tanto con ser aceptada, porque eso la lleva a un buenrollismo inzulso.
Y lo de “levantar la voz y enfadarse” es, lógicamente, un cartucho del que no se puede abusar. Tiene su momento y su sentido de oportunidad. Pero lo que digo es que no hay que temer de usarlo cuando hace falta, e incluso, en situaciones que uno sabe que determinado interlocutor puede que no lo encaje bien, pero no queda más remedio para encausar una reflexión colectiva que ha sido secuestrada por el macho alfa dominante de turno. OK, Alberto, como bien dices: son excepciones más que una pauta…
Un abrazo 🙂
Guillermo
Tu post me ha hecho recordar que escribí algo sobre “la polémica” en un blog que escribí por un estudio etnográfico sobre meneame y resulta que ese artículo “quedó pendiente” 🙂 …
http://meneante.blogspot.com.es/2010/03/ellos-y-nosotros.html
Siempre me interesó este tema desde el punto de vista pedagógico y en este sentido una de las limitaciones más importantes de nuestro sistema educativo es que, a diferencia de otros como el inglés, no nos enseñan a defender nuestras ideas ni a polemizar.
A partir del estudio sobre meneame, desarrollé la idea de que, a pesar de sus limitaciones, foros como meneame pueden funcionar como “escuelas” de aprendizaje para aprender a polemizar con sentido. ¿Qué opinas?
Amalio Rey
Gracias, Guillermo, por tu aporte.
He leído tu post, pero como ya te comenté en alguna otra ocasión, no me gusta Pierre Levy. Su forma de escribir me atiborra, es demasiado barroco para transmitir ideas que se pueden decir de un modo más directo y con muchas menos palabras. Mira que he intentado leerlo, pero lo siento, me agota.
De acuerdo con lo que comentas de fomentar la mirada independiente desde el sistema educativo. Pero aunque eso se consiguiera, el problema lo vamos a seguir teniendo en casa, en los hogares, porque como le comentaba a Jose Miguel, los padres y madres de hoy son los mismos que votan a los dos partidos mayoritarios de siempre, que endiosan los Trendic Topic y se guian por la publicidad de TV cuando toman una decisión de compra.
Meneame es un espacio que me gusta, a pesar de algunas criticas merecidas que recibe. Creo que aporta algo diferente porque los contenidos son elegidos por la gente, y no por un editor. Pero ahí también se replican paradojicamente síntomas de “pensamiento de grupo” porque uno se pone a observar las entradas que tienden a ganarse un sitio en portada, y te das cuenta que hay demasiado contenido frívolo, poco documentado y populista. Después lees los comentarios, que es donde se supone que debe darse la “escuela de aprendizaje”, y hay muchos trolls y ataques personales. Aunque repito, Meneame me parece un espacio que había que inventarlo si no existiera 🙂
Guillermo
A mi es que me gusta el enfoque literario que Lèvy da a sus ensayos, aunque reconozco que se vuelve un poco espesito … el franchute 🙂
No se si he llegado a compartir contigo el trabajo de fin de master sobre usuarios intensivos de meneame
https://dl.dropboxusercontent.com/u/30157936/GdePaz_TrabajoFinMasterDefinitivoLicenciado.docx
Espero que te guste 🙂 . Lo de hacer uso de sitios como meneame para aprender a “polemizar” es porque, como viene reflejado en el trabajo, en meneame aunque es cierto que hay “pensamiento de grupo” muy radical, también es cierto que se respeta cualquier comentario que esté bien razonado y argumentado, además en casi todos los ámbitos (en el trabajo hago referencia al entorno de las energías renovables) hay usuarios expertos del tema que facilitan que entiendas el problema en profundidad.
En cuanto a los trolls y ataques personales, también hay que aprender a salvarlos … y a distinguirlos.
Andy
El post me gusta, comparto esa filosofía pero dejando a un lado el “buen rollo”, me parece que hay gente que aludiendo a la sinceridad y a que pasan del “buen rollo forzado” no hacen más que interrumpir un “pensamiento de grupo” con “pensamientos individuales” que poco benefician al grupo, algunos de los comentarios seguramente si pero el conjunto es negativo.
Entonces podría parecer que lo interesante es ser polémico sólo cuando se trata de un tema importánte (como tú mismo comentas en tu post) pero “lo importante” es tan subjetivo que puede ocurrir y ocurre que lo que para unos es esencial para otros es trivial.
Puede haber un moderador que decida quien interviene y quien no (estoy pensando en una hipotética reunión de grupo) pero el moderador no puede intervenir en este caso y debe ser totalmente imparcial y objetivo (eso sólo es posible si es ajeno al grupo en mi opinión).
Gracias por compartir tus reflexiones Amalio.
Amalio Rey
Hola, Andy:
Bueno, yo creo que la gente tiene que aportar, precisamente, “pensamientos individuales” para que el grupo crezca, se enriquezca, y no termine siendo el típico rebaño.Pero entiendo lo que quieres decir, en el sentido de que a veces esa obsesión de parecer diferentes, llamar la atención, o como dices, “ser polémicos para parecer interesantes” hace que algunas contribuciones no aporten nada,y sean más bien exhibiciones de ego… con muy poca chicha.
Los moderadores ayudan a atenuar comportamientos de ese tipo, y en algunos grupos puede incluso funcionar la figura del “dictador benevolente”, o sea, una persona con credibilidad merecida, y una mirada independiente (sin los excesos de ego que comentamos arriba), que tenga un puntito ponderado de autoridad para reconducir la reflexión cuando se atasca o es secuestrada por personajes que buscan la polémica gratuita e irrelevante.
Gracias a ti Andy por pasarte. Me alegra verte por aqui 🙂
Isabel
Complejo este tema para conversarlo sin la frescura y la inmediatez del gesto. Me parece importante algo que señalas en el punto cuatro; “Los cartuchos se gastan sólo en conflictos que realmente valgan la pena, pero el grado de relevancia lo juzgo yo según mis valores, y no por lo que opinen otros”
Adoro el debate y la discusión (que no la pelea) tanto como odio las batallas dialécticas cuando no hay una ambición real y legítima de avanzar en el conocimiento sobre algo, y eso se traduce en que hace tiempo que no recojo cualquier guante porque la confrontación sin base y objetivos sinceros me resultan agoradoras. Prefiero reflexionar sobre el por qué de algunas posturas, empezando por la mía, aunque para eso tenga que alejarme de los argumentos aparentes y perderme buceando un poco en lo difuso.
Creo que no hay que confundir el buenrollismo con la cortesía, que a su vez debe estar construida sobre la autenticidad y el respeto. Bienvenida la diferencia y la diversidad.
Un abrazo.
Amalio Rey
Tienes razón, Isabel. Lo explicas muy bien. Si no hay una ambición legitima y sincera de avanzar en el conocimiento sobre algo, mejor “no recoger el guante”. Esas situaciones se dan más de lo que nos gustaría, y ahí el ejercicio de la dialéctica es una pérdida de tiempo, un desgaste superfluo.
Desde luego que la cortesía es un valor positivo, que hay que defender. Pero como dices, no es lo mismo que el “buenrrollismo”. Podemos ser corteses mientras decimos verdades duras e impopulares, pero las decimos. El practicante de la “buena onda” se obsesiona por ser aceptado, y eso hace que termine alimentando al rebaño.
Un saludo, y gracias por aportar tu punto de vista
Joanka
Hola Amalio,
Aún a riesgo de parecer un buenrollista o incluso un lameblogs, no puedo pasar por aquí sin dejar constancia que me ha encantado el post de cabo a rabo!
Hay situaciones que, a mi parecer, exaltan el buenrollismo a cotas vomitivas: el buenrollismo propiciado por la jerarquía laboral bidireccional. Existen seres que (más allá del tradicional peloteo) muestran una capacidad sobrehumana para adaptar su mente al pensamiento del ser que les manda olvidando ipsofactamente cualquier atisbo de discrepancia previa que pudiera existir; de la misma manera, existen jefes incapaces de decir que no de manera abierta, directa y sincera a sus colaboradores (cuánto detesto este extendido eufemismo para referirse a los subordinados!) y dan vueltas y vueltas con el objetivo de no herir a nadie en honor al sacro espíritu buenrollista!
Quienes me conocen saben que me encanta la discrepancia (por la riqueza que aporta la diversidad de visiones, pero también por el placer de polemizar) y que (casi) siempre digo lo que pienso sin pensar (demasiado) lo que digo. Y si ello me supone alguna enemistad, estoy dispuesto a pagar ese precio por seguir teniendo criterio propio y seguir manifestándolo.
Gracias, Amalio, por este gimnasio mental en forma de blog!
Un abrazo.
Amalio Rey
Hola, Joan:
Una alegría verte de nuevo por aqui, como en los viejos tiempos 🙂
El buenrollismo propiciado por las cupulas directivas o sociales es una operación muy bien montada por los listillos de los despachos. Es un viejo conocido para los que queremos ver más allá de lo que nos cuentan.
El peloteo y la adulación desmedida es algo que tampoco soporto.
A mi me gusta la gente que dice las cosas sin pensarlas demasiado. Es gente fresca y abierta.
Un abrazo, y muchas gracias, colega 🙂
Jose Miguel Bolivar
Suscribo hasta la última coma de lo que dices, Amalio. Estoy convencido de que al único sitio al que conduce la “corrección política” es a la mediocridad. Es cierto que habitar fuera de ella resulta en ocasiones incómodo, sobre todo al principio, porque “rompe” la expectativa general y colectiva de que “hay que ser majetes”. Cada uno tiene, afortunadamente en mi opinión, una perspectiva propia sobre los temas y es en el contraste de esas perspectivas donde reside el valor de la diversidad. Porque de la conformidad y el group thinking es extraño que salga algo valioso. De todos modos, para mí el buenrollismo es sobre todo un síntoma de un problema de más calado, que es la falta de criterio y de sentido crítico, lo que a su vez nos lleva al sistema educativo y a qué tipo de educación y que tipo de ciudadanos interesa al sistema en general. Como decía José Luis Sampedro, “Porque el sistema nos educa para ser exclusivamente productores y consumidores. Al sistema no le interesa que cada cual piense por su cuenta.Y si es importante la libertad de expresión, es mucho más importante todavía la libertad de pensamiento.”
Amalio Rey
Gracias, José Miguel. Totalmente de acuerdo con que hay una conexión muy estrecha entre “corrección política” y “mediocridad”. Y lo de “ser majetes” sale muy rentable a corto plazo, pero no pienso lo mismo a la larga porque tanta “adaptabilidad” se termina pagando en´términos de no pintar nada.
Sip, tenemos un problema de fondo mucho más sistémico, y en parte tiene que ver con la educación y cómo conviene que nos eduquemos. Cultivar el sentido crítico es clave, es una gran asignatura pendiente. También creo que eso se tiene que promover desde casa, y ahí tenemos un problema, pues se trata de los mismos adultos que adoran “lo liquido”, el fast-thinking, y buscan recompensas con demasiada impaciencia.
Un abrazo, maestro 🙂
Inés
Después de leer tu post me gustaría discrepar contigo, pero estoy totalmente de acuerdo. Hace pocos días presencié en una tienda una discusión ciencia vs misticismo sobre calentar el agua en el microondas, y una de las “tertulianas” acusaba al defensor de la ciencia como un “amante de la dialéctica”, como si fuera malo discutir una idea. En fin, me encomendé a Schopenhauer y salí de allí queriendo comprarme un microondas, jeje
Amalio Rey
Hola, Ines:
Esas discusiones “ciencia vs.misticismo” son un clásico. Aunque creo que son las que no suelen conducir a nada porque ambas partes se atrincheran, y en especial la de la mística. La diálectica es gimnasio mental. Ah, y el microondas una bendición 🙂
Alejandro Amo
Hay que ser un verdadero estúpido e ignorante galopante en física para tan siquiera insinuar que el agua (o cualquier cosa) calentada al microondas pudiera ser perjudicial para la salud humana.
Huye de esa gentuza, no sea que se contagie.