Falacias sobre las humanidades que no lo son (post-523)

Me despierto hoy con la siempre estimulante “Causas y Azares”, una lista de correos que me llega cada domingo con una selección de contenidos curados con mucho criterio por el bueno de Antonio Ortiz, y a la que por cierto siempre animo a suscribirse. En ella tropecé con un artículo publicado en El País por Jesús Zamora Bonilla (decano de la facultad de Filosofía de la UNED) con el título: “Cómo no defender las humanidades”, y un subtítulo que atrajo mi atención porque planteaba como mínimo una hipótesis interesante. Te recomiendo leer primero el artículo antes de seguir con este post.
Antonio presenta a Zamora Bonilla como uno de los pocos que lucha en contra de ese desolador lugar común que es ‘nos quieren quitar la filosofía de los planes de estudio porque es lo que nos hace ciudadanos críticos’, y aprecia el texto como una contribución a “una visión no mitificada de la educación”. En fin, vaya por delante que me atraen los contrapuntos y las opiniones que se salen del mainstream. Las busco con avidez, pero al mismo tiempo tiendo a activar con ellas el filtro para discernir si se tratan de argumentos que realmente aportan evidencias que justifiquen una mirada diferente o si solo son textos que buscan llamar la atención a base de titulares contraintuitivos. Y mi filtro se pone más mosqueado con los autores que tratan a los supuestos mitos con demasiada rotundidad o cierta chulería, como es el caso. Si el artículo en cuestión no hubiera tenido ese tono, igual ni me tomaba el trabajo de escribir esta réplica 🙂
Empecemos. Se cuestiona Zamora Bonilla que “saber historia, filosofía, literaturas clásicas (…) haya pasado a ser considerado de la noche a la mañana como un mecanismo imprescindible para el funcionamiento de las sociedades democráticas” y echa mano en su crítica de grandes filósofos que no fueron muy amigos del ideal democrático puro. A ver, la “formación humanística” impacta en la democracia vía fomento del pensamiento crítico. Que muchos grandes filósofos fueran elitistas (aunque los hay de todos los tipos, y esa diversidad es muy saludable) no significa que aprender de ellos vaya a penalizar el espíritu democrático sino que ayuda a pensar, a comparar argumentos, a tensar el músculo crítico. Es absurdo, por otra parte, no reconocer la importancia que tiene para el futuro de la democracia aprender de la historia, de nuestros errores pasados.
Por otra parte, nadie en su sano juicio piensa, como apunta el autor, que no recibir una formación humanística invalide a alguien para, por ejemplo, ser feliz o disfrutar de la literatura. Pero sí que creo que una buena educación en humanidades, combinada con otros saberes, aumenta significativamente las probabilidades de que la gente esté más predispuesta y “entrenada” para disfrutar más y mejor “las delicias que se ocultan” en la literatura, la historia, la filosofía y otros ámbitos del saber. Recibir formación en estas disciplinas no es una condición sine qua non para ser listo/a, ni estudiarlas nos salva per se de la imbecilidad, pero en términos de impacto social, sí que parece (modulo mi afirmación como el propio autor) que nos ayuda a ser más sensibles a contenidos e ideas que conectan con lo más profundo del ideal humano y de nuestros modelos de convivencia.
Si gracias a las humanidades puedo aprender a leer, escribir, expresarme y pensar mejor, como lo explico extensamente en este post, ¿cómo eso no va a ayudar a mi “realización como persona”? Solo me queda creer que Zamora Bonilla es de los que niega la mayor, o sea, de que las primeras vayan a contribuir a lo segundo. Está en su derecho, pero parece evidente que abrir espacios formales de educación/formación que expongan de forma sistemática y estructurada a niño/as, jóvenes, adultos, empresarios, etc. a los placeres ocultos de la gran literatura (por ejemplo, la poesía), a las complejidades de la historia, a los dilemas de la filosofía o a los matices que encierra la creatividad de las artes, contribuye en promedio (insisto, en promedio) a elevar la sensibilidad y el nervio humanista de una sociedad.
Zamora Bonilla cae una y otra vez en el sesgo de confirmación, o sea, solo ve lo que quiere ver en su empeño de escribir un artículo controvertido. Él sólo se fija en que las humanidades no nos han salvado de tener “una sociedad de consumidores pasivos o simples adoradores del dinero” como si la relación causa-efecto fuera tan directa y simple como eso. La conexión entre educación humanística y comportamiento social está, como todo el mundo sabe, mediada por un montón de otros factores que habría que estudiar a fondo. Pero al mismo tiempo yo me pregunto si alguien ha estudiado con datos (cosa que me parece difícil) hasta qué punto ese abordaje humanístico que tanto él critica nos ha salvado de males sociales mayores. Quién sabe, y acepto que es una mera hipótesis (como las del autor del artículo), cuántos problemones nos ha evitado como sociedad el aprendizaje de “tantas” disciplinas humanísticas en edades tempranas. Eso está por medir y valorar, y no digo más, pero si nos ponemos a especular, también valen las intuiciones desde este otro lado.
En cualquier caso, yo creo que al final es un reto de igualdad de oportunidades que, reconozco, es mi obsesión. Algunas personas no necesitarán educación, ni formación (me refiero a la formal, la reglada), de ningún tipo para adquirir las habilidades y conocimientos humanísticos que “necesitan” para profundizar en su ser y estar como personas sociales. Es posible que tengan la suerte de poder aprender eso en casa, que tengan un padre, una madre o una abuela que les abra la visión a otras realidades distintas a la hoja de cálculo. O incluso que descubran la pasión por la lectura, la historia o la filosofía de pura casualidad gracias a que había un buen librero en casa a disposición de todos. Pero no es de eso de lo que estamos hablando cuando se diseña la educación pública, no podemos dejar esa posibilidad en manos de la suerte o de los privilegios, sino de abrir esa exposición a mucha gente que no tiene la oportunidad de aprender esas habilidades de forma natural.
Al final es una cuestión de cantidades, o más bien, de exposición mínima necesaria. Sin poder demostrar esto, intuyo que la clave está en poner unos mínimos al que hoy muchos programas educativos no llegan. Necesitamos “unos mínimos” de formación humanística en todos los niveles educativos, incluida la universidad (en todas las carreras), para a partir de ese umbral, que cada uno les ponga después las capas adicionales que quiera.
El autor pone el foco donde no tiene que ponerlo. Para dar la impresión de que estamos sobrados de “humanidades” afirma que la mayor parte de lo que se estudia en primaria, secundaria y bachillerato son eso. Es verdad, porque es el momento de hacerlo, cuando se forma a niño/as y jóvenes en valores, y se intentan construir los pilares de una cultura general; pero el debate social ahora no se centra en pedir más humanidades en esos niveles educativos iniciales, que parecen suficientes, sino en: 1) que se mantenga igual y no se reduzca (en favor de saberes meramente utilitarios, cuando todavía no es momento para eso), 2) que se enseñe mejor, con un enfoque más significativo y aplicado. Así que en realidad, el déficit de educación humanística se da realmente en la etapa universitaria, y en los adultos profesionales, que es donde estamos echando la batalla los que defendemos más de esa formación.
Los argumentos de que en España tenemos “una cantidad no pequeña de asignaturas filosóficas” o de que somos uno de los países con “una mayor proporción de titulados en Filosofía” (por cierto, sin aportar un solo dato de esos que uno espera de alguien que pretende dar lecciones de rigor) parecen tirados por los pelos, y no sirven para concluir, como hace Zamora Bonilla, de que la enseñanza de estas materias no contribuye a tener ciudadanos reflexivos y críticos. Por cierto, como no me gustan las exageraciones, nunca diría que esa formación contribuye “de manera decisiva”, pero sí que hace bien su trabajo y que ayuda, y que me parece una razón suficiente para defender más humanidades en la educación universitaria. Y claro que yo tampoco tengo tan claro que dedicar más horas a esas materias vaya a mejorar mucho la situación, pero al menos pongo el foco donde hay que ponerlo, en la calidad y no en reducir esas horas como parece sugerir el autor como solución. En la misma línea, se queja de que la enseñanza a los jóvenes de lengua, literatura, historia o filosofía se ha hecho “tan rematadamente mal” que a la mayoría de ellos les ha aburrido, y entonces de ahí concluye que hay que dar menos horas, y menos educación de ese tipo. En fin, ¿hablamos de cantidad o de calidad? No voy a ser yo el que niegue que la formación humanística es francamente mejorable, pero de ahí a concluir que porque se da mal hay que recortarla, va un trecho. Ese es un diagnóstico muy superficial.
Y ya, para terminar, Zamora Bonilla introduce en su relato el delicado (y complejo) asunto de la “empleabilidad”, y lo despacha de nuevo con una frivolidad no apta de un filósofo. No solo elige la frase con pinzas para poder calificarla como falacia, sino que la analiza con un “se comenta ella sola”, sin dar el más mínimo argumento. A ver, la educación tiene muchos objetivos y uno de ellos es la empleabilidad, pero ése es solo uno de ellos. No se pueden descuidar otros objetivos menos utilitarios. Por otra parte, contraponer humanidades a empleabilidad es un absurdo del que se abusa. Dar por hecho que la formación humanística no mejora la empleabilidad es mucho (y mal) suponer. Ese sí es un mito que hace daño.
El autor, además, denuncia la posibilidad de que “el Estado cree muchos más empleos para titulados en humanidades”. No sé bien si lo que discute veladamente es la premisa del Estado creando empleos (o sea, más Estado) o si estos deben ser para personas formadas en disciplinas humanísticas. No voy a discutir sobre lo primero porque este post no va de eso, pero en cuanto a lo segundo, si necesitáramos más empleo público, ¿por qué no contratar a más gente formada en humanidades para puestos en los que esa sensibilidad aporte un plus? Nadie en su sano juicio va a defender la creación artificial de empleo público con el único propósito de colocar a los filósofos en paro porque, además, probablemente no haga falta. Para mí está claro que la Filosofía Aplicada tiene mucho que aportar en determinados puestos de trabajo y entornos laborales, entre ellos los públicos. Si existe el puesto vacante, si existe la demanda de ocuparlo, me parece interesante explorar la vertiente del profesional humanístico, como una opción válida, en lugar de seguir cerrándonos a la lectura más tecnocrática y economicista de la empleabilidad. Y todavía no he dicho nada de la falta de visión que tiene hoy la empresa privada, al menos la española (con algunas excepciones), para aprovechar las competencias humanísticas de esos perfiles profesionales.
Volviendo al artículo, aprecio que quien lo ha escrito sea un profesor de filosofía porque, en principio, eso nos salva de sospechar de que hay algún conflicto de intereses en su postura. Sin embargo creo que en su ánimo de escribir una pieza sexy ha abusado de los mismos lugares comunes que critica, sin datos, ni argumentos que lo respalden. Me ha parecido un texto superficial, que cae en el mismo “síndrome de Jorge Manrique” al que elude para descalificar la opinión contraria.
Por terminar, me gustaría aportar más argumentos de por qué defiendo tanto la educación/formación de humanidades en las universidades y en el ámbito empresarial. Como ya he escrito ampliamente de esto, dejo aquí varios enlaces, por si quieres profundizar en ello:
Aprender a pensar, escribir, hablar y a… aprender
Diez hábitos para cultivar el pensamiento crítico
¿Por qué necesitamos más humanidades en la formación empresarial?
15 materias que no vas a ver todavía en la formación empresarial
Déficit humanista en la formación empresarial
Diez cosas que echo en falta en la formación de directivo/as
Seis premisas de diseño para formar a líderes humanistas
Iván
Yo comparto tus miradas en defensa de las humanidades. Más allá de la barbaridad de quitarlas del sistema reglado educativo, creo que las humanidades te ayudan a entender el mundo en el que vives y a tu desarrollo como persona a nivel individual y como ser que vive en sociedad. La Historia o la Literatura son cada vez más necesarias y creo que deben acompañar a cada persona en el discurrir de su vida. Creo que en nuestro desarrollo como seres humanos debemos saber algo y tratar de comprender cosas, de nosotros mismos, de otras personas y del mundo en que vivimos, Por todo ello creo que áreas como la Filosofía, la Psicología y la Sociología son pilares básicos de la búsqueda de conocimiento, intentando encontrar respuestas y nuevas preguntas. A nivel del sistema educativo formal, creo que tanto la crudeza del mercado laboral y el avance de la tecnología hacen que se menosprecie a las humanidades.
Julen
Creo que en esto sobre la que comentas hay mucho de calidad/cantidad, como ya señalas. En la proporción está el gusto pero también y quizá más importante en cómo se aplica. Yo soy un convencido de la importancia del pensamiento crítico pero también es verdad que hay muchas formas de plasmarlo en la realidad y que, seguramente, no es tan fácil enseñar «verdades» que enseñar «gamas de grises». Insisto en que debemos encontrar las dosis justas, pero también es cierto que cada cual -personas individuales con un amplio rango de diferencias- interioriza a su manera.
Estudié psicología y seguro que mi sesgo está ahí. Esa fue mi elección. Después, claro está, con el paso de los años, me fui dando cuenta de que aquellos años hicieron de mí no tanto un profesional sino una persona. Y no me refiero a las aulas y la academia sino también, por supuesto, a las personas con las que compartí y sigo compartiendo conversación.
En tu expresión, las «humanidades» son más necesarias ahora que nunca. No, ahí no creo posible otra vía. Sin embargo, sí entiendo que hay que discutir y mucho cómo se trabaja ese pensamiento humanístico en la sociedad actual. Y aquí, claro, todo se complica…
Amalio Rey
Es cierto, Julen. Las humanidades, bien enseñadas, ayudan más que nada a entender las «gamas de grises». Lo de las dosis justas también, que no es fácil.
Tu experiencia con la carrera de psicología me dice mucho, cuando comentas que aquellos años hicieron de ti «no tanto un profesional, sino una persona». Cada vez me convenzo más que estudiar historia, literatura, filosofía, artes, etc…. nos ayuda a ser (ceteris paribus) mejores personas.
un abrazo
Pedro
Primero que nada te diré que he leído casi todos tus enlaces y que comparto, en general, tu opinión sobre el tema tratado.
Ahora bien, me da la impresión, tanto por el tono de tu crítica como, por los argumentos que utilizas para rebatir el artículo referido, que, tal vez, no has entendido bien su propósito, pues el autor avisa desde el principio de que su intención es, simplemente, la de cuestionar el simplismo de que más es mejor, lo cual no supone que lo contrario sea cierto, ni el apoya dicha opción; y, por otra parte, sabemos que su intención es la de entregar un segundo artículo donde abordar las razones por las que es bueno que las Humanidades formen parte de la Educación, lo cual, a mi juicio, despeja cualquier sospecha de que el autor apueste por los recortes.
Para acabar, no creo que el autor pretenda defender la deriva utilitarista que sufre la Orientación educativa, sino que, de nuevo, su crítica se cierne sobre lo endeble de aquellos argumentos que plantean medidas contrarias a lo que se supone que defienden, aunque, si te soy sincero, no he leído hasta la fecha que nadie defienda crear empleos públicos para filósofos, pero, claro, aunque uno tiene la costumbre de estar informado, tiene sus limitaciones.
Un placer, como siempre, leerte.
Amalio Rey
Hola, Pedro. Gracias por tu crítica y matización. Me viene bien para profundizar en algunos detalles en los que no entré en mi respuesta a Jesús. En primer lugar, sé que el autor no defiende reducir el número de horas de humanidades, ni defiende ningún recorte, pero deja una sensación bastante ambigua al no explorar bien modelos alternativos de explicación que sean más rigurosos a los que descalifica.
Pienso además, que se mezclan churras y merinas en toda su reflexión, lo que ayuda poco a despejar el diagnóstico. Me gustaría insistir que mi crítica a Zamora Bonilla no va porque haya creído que defiende los recortes, sino porque se obstina contra argumentos que no suelen plantearse así (por ejemplo, lo del empleo público para filósofos o que la gente presuponga que las humanidades nos hacen más felices), ni tampoco pienso que el verdadero debate esté ahí, en donde él ha puesto el foco. Lo que quiero decirte es que sigo teniendo discrepancias hacia su planteamiento, aún situando el objetivo de su artículo en el ámbito que dices, el de demostrar la endeblez de ciertos argumentos.
Mira, he leído varias veces el artículo para comprobar si he sido injusto. Creo ahora que podría haber hecho una crítica algo más contenida porque en general estoy a favor de que la gente revise y afine cualquier argumento. El ejercicio que hace Zamora Bonilla de replantearse argumentos (e hipotéticos lugares comunes) ya tiene valor en sí mismo y eso hay que valorarlo. Dicho esto, insisto en poner muchas pegas al artículo y explicaré por qué, a riesgo de repetirme.
Lo que yo pienso, en resumen, es que el artículo intenta explicar “cómo no defender las humanidades” de un modo en que “no defiende bien” las críticas que hace a esas formas de hacerlo. Lo que me chocó es, con perdón, exigir rigor con argumentos faltos de rigor, y que además se hiciera con cierta rotundidad (dije “chulería” en mi post, pero es un exceso del que me disculpo). Lo que al principio se planteó como dudas (“parece”), después se convirtió en premisas para descalificar opiniones. Eso fue lo que me chirrió.
Entremos ahora en las discrepancias de fondo. En primer lugar, que haya un sector relevante, y con poder, en esta sociedad que defiende la sustitución de las humanidades por disciplinas más utilitarias y economicistas es una evidencia, y no se debería poner en duda. No es paranoia, ni conspiranoia. Los que nos oponemos a esa propuesta tenemos muchos motivos para hacerlo, así que esto de los argumentos hay que tomárselo muy en serio.
Zamora Bonilla pone en duda (con el “parece” reiterativo) en el primer párrafo del artículo varias tendencias que se están dando con bastante claridad. Poner en duda es un ejercicio intelectual saludable, pero es que después casi las convierte en premisas para construir su contra-argumentario y descalificar opiniones que se basan en esas tendencias. Si algo “parece”, entonces es que “parece”, y eso exige humildad en la crítica.
Ahí van, a riesgo de repetirme, los argumentos que me parecen débiles y que hacen que no entienda bien por qué el autor pueda estar de acuerdo con mi crítica y al mismo tiempo con lo que dice en su artículo:
1) Los grandes filósofos decían cosas “de privilegiados” que no refuerzan hoy nuestro ideal de democracia => Pero si el impacto de las humanidades –OJO: incluimos ahí a la historia y a muchas otras, además de la Filosofía- en la cultura democrática no consiste en memorizar y casarse con lo que ellos dijeron, sino en discutir sus dilemas, conflictos, paradojas, etc.
2) Las humanidades no contribuyen a nuestra realización como personas (esto se defiende tal cual, porque se llama falacia a lo contrario) => Sip, claro que contribuyen, ayudándonos a leer más, a escribir mejor, a hablar mejor, a pensar mejor, e incluso, a aprender. Los argumentos que se utilizan para criticar esa idea me siguen pareciendo poco serios, del tipo: “conozco a muchísimas personas que”… ¿Tú conoces algún área del conocimiento que haga más felices, ni más listas a las personas per se?, así que apelar a ese contra-argumento es muy forzado.
3) Tampoco me convencen las razones que se plantean para cuestionar nuestra preocupación de que aprender menos humanidades puede perjudicar nuestra capacidad de pensamiento crítico. El autor también se cuestiona eso, y para mí ese es un mensaje equivocado, aunque sería largo de desmontar aquí.
También me ha chirriado bastante que en esas falacias se mezclen casi siempre cosas distintas, lo que no ayuda a discutirlas con seriedad. Por ejemplo: empleabilidad con generación de empleo público en humanidades (esto es muy peligroso mezclarlo porque ya tenemos bastante con uso y abuso que se hace de la «empleabilidad») , impacto de las humanidades en el pensamiento crítico con la pretensión de eliminarlas (no veo conspiranoia ahí, pero sí se desdeña por muchos ese impacto), el conocimiento de las humanidades con la felicidad, etc. Todo eso me parece demasiado enrevesado, y tampoco creo que sean afirmaciones que se den tanto del modo en que el autor las ha construido.
Jesús Zamora Bonilla
Hola. Mil gracias por comentar tu articulo. Quiza te asombre que te diga que estoy casi totalmente de acuerdo con casi la totalidad de lo que dices, entre otras cosas porque casi nada de ello contradice algo de lo que yo decía en mi articulo, el cual pareces interpretar como lo que no es (y que he intentado aclarar más de una vez a lo largo del texto): una justificación de que se «reduzcan las horas de humanidades» en la enseñanza, o algo asi. Yo estoy (¿cómo no voy a estarlo?) radicalmente de acuerdo en que la educación, básica y superior, tenga un fuerte peso humanistico y crítico. Con lo que no estoy de acuerdo es con determinados argumentos que se suelen utilizar para defender eso, y pienso que mi articulo supone una AYUDA en la consecución de ese fin, porque si se defiende algo con malos argumentos, quienes quieren oponerse a ello lo tendrán extraordinariamente fácil para rebatirlos. Es decir, me gustaria que se tomara mi articulo como una invitacion a desarrollar argumentos MEJORES, no tan fáciles de rebatir.
Un cordial saludo
Jesús Zamora Bonilla
Perdón, quería decir, en la primera línea, «por comentar mi artículo»
Amalio Rey
Tu amable respuesta, Jesús, me deja en una situación incómoda. Ahora me siento mal de cierta manera por haber sido tan incisivo. El modo conciliador en que respondes habla muy bien de ti y te lo agradezco de verdad. También que hayas comentado el post. Dicho esto, me gustaría que eso no condicione mi capacidad crítica para examinar tu artículo.
Efectivamente, me asombra que digas que estas casi totalmente de acuerdo con casi la totalidad de lo que digo porque yo sí que encuentro que varios de mis argumentos ponen en entredicho y discrepan con afirmaciones de tu artículo. No voy a entrar en detalles aquí de por qué digo que hay divergencias de fondo entre nuestras dos lecturas, porque eso lo hago al responder a Pedro, que he visto después que entra en esa cuestión.
No justificas la reducción de horas de humanidades y eso es completamente cierto. Ni creo, honestamente, que estés a favor de eso. Lo que pienso es que para criticar argumentos en defensa de las humanidades, por muy frágiles que sean éstos, hay que hacerlo con cuidado y muy bien, porque si no, el efecto que queda es el de menguarlas sin un refuerzo alternativo. Esa es la sensación que me quedó al leer tu texto. Leyéndote ahora entiendo cuál era tu objetivo, y es muy plausible y necesario discutir/desmontar los argumentos falaces “para que no sean tan fáciles de rebatir”, pero para eso se tienen que dar dos condiciones: 1) hacerlo con rigor, para que el contra-argumento sea mejor, 2) ofrecer modelos alternativos de explicación, en positivo. Lo siento, pero no veo que eso se haga en tu artículo, y por eso sigo pensando, muy a mi pesar, que no “ayuda” en términos netos al fin de defender las humanidades.
Quizás la idea de separar en artículos independientes la crítica de la lectura alternativa en positivo contribuya a esa sensación, y no sea desde mi punto de vista una idea afortunada. Pero en fin, es solo mi opinión, que vale lo que vale, o sea, muy poco. Gracias por la reflexión en todo caso. Me ha hecho pensar y refinar cosas. Esto hace la 2da parte de tu artículo más necesario aun. Lo espero con mucho interés 🙂
Jesús Zamora Bonilla
Nada, hombre, muchas gracias a ti. El problema, me temo, es que yo pienso que un mal argumento es un mal argumento, y si lo que defendemos lo defendemos con malos argumentos, la gente sospecha (con toda la razón del mundo), que en realidad lo estamos defendiendo por otros motivos menos confesables (p.ej., para garantizar que haya más plazas de profesores de humanidades).
Un cordial saludo
Amalio Rey
Gracias, Jesús. Espero humildemente que este intercambio nos haya servido para afinar aún más los argumentos. Nos viene bien a todos. Un saludo