A propósito de Qué-hay-de-lo-mío-2.0: 1ª parte (Post- 57)
Escribía un nuevo post sobre inteligencia colectiva, dentro de una serie que estoy preparando a partir de mi visita al MIT Center for Collective Intelligence en Boston, cuando me entró por RSS un artículo que a su vez me llevó a otro, y que me distrajeron del todo.
Estos post me resultaron tan oportunos para este blog, que decidí cambiar de chip y centrarme en ellos. Leerlos me ha conectado con ese espíritu Schumpeteriano de destrucción creativa y de resistencia al cambio que tiñe este largo y difícil camino hacia lo 2.0.
El primer post que vi es del maestro Julen Iturbe, a quien ya sabéis que admiro mucho por la brillantez de sus ideas y ese estilo tan franco y sin florituras con que siempre escribe.
El post de Julen hace un divertido contrapunto al segundo que citaré aquí de David Sánchez Bote. La aportación de David se titula “Quehaydelomio2.0” y su réplica o complementario de Iturbe no podía llamarse de otro modo que “Quehaydelomio1.0“.
Así que un post (el de Julen) me llevó al primero (de David), aunque lo recomendable es leerlos en sentido contrario para seguir la lógica de la conversación, y es en ese orden que planteo este post y el siguiente.
En Quehaydelomio2.0 David presenta un modelo inspirador, por su sencillez y elegancia, para describir distintos estadios y enfoques al concebir “lo 2.0” en cualquier organización.
Pero quizás lo que más valoro de este modelo es la facilidad con que provoca hacerse buenas preguntas.
Ya sabemos que un conocimiento mejor estructurado ayuda a levantar dudas más inteligentes, y es eso lo que me ha ocurrido al darle muchas vueltas al estupendo gráfico de David que reproduzco a continuación:
Ya veis que David propone dos ejes o criterios de taxonomía que, con su permiso, me tomaré la licencia de renombrar con las etiquetas de “Orientación” y “Profundidad“.
El eje vertical resume la orientación con que se adopta “lo 2.0”, distinguiendo si el foco se pone más “hacia dentro” o “hacia afuera“, mientras que el eje horizontal refleja la profundidad con que se introduce el dospuntocerismo, desde la mera aplicación superficial de las herramientas a un verdadero cambio cultural.
En post anteriores (ver, por ejemplo, post-52) vengo insistiendo en la segunda clasificación, y es probablemente lo que más repito cuando me toca dar la lata a cualquiera que me viene con el reclamo del tipo Oye-Amalio-hazme-algo-2.0.
Mi respuesta hasta ahora ha sido siempre la misma: ¿quieres herramientas sin replantearte la actitud de base? ¿Unas herramientas que cambien la superficie para, en realidad, no cambiar nada?
Pero escudriñando a fondo el modelo de David, me han poseído como el demonio nuevas preguntas.
Viéndolo así tan bien ordenado, ha sido más fácil cuestionarme cosas y contemplar nuevas opciones como éstas:
1) La alternativa de la gradualidad, del enfoque por estadios,
2) Las distintas sensaciones que puede tener un directivo al contemplar las recetas 2.0 hacia adentro y hacia afuera,
3) La relación compleja que se puede producir entre herramientas y actitud o cambio cultural.
El modelo de David tiene muchas lecturas pero a mí me sugiere una en particular y es esa visión más tolerante de acercarse a la empresa, pues reivindica la gradualidad e intenta sacar provecho de cualquier estadio en el viaje hacia lo 2.0.
Por eso no comprendo bien por qué Julen emplaza a David a “que diseñe tácticas y juegue a tender puentes” si en realidad es eso lo que, a mi juicio, insinúa el modelo.
De hecho, esa taxonomía por estadios ayuda, en parte, a calzar mi discurso en contra de los maximalismos y del “ombliguismo 2.0” en el que muchos de nosotros caemos llevados por el entusiasmo, y en ese sentido está “tendiendo puentes” con la cultura dominante. Hablo precisamente de eso en mi post-50.
Dicho esto a favor del modelo de David, hay en él algunas suposiciones que pondría (como mínimo) en duda y que me generan más preguntas que respuestas.
No me voy a poner quisquilloso, ni pretendo hacer una réplica academicista. Mis dudas son del consultor que brega día a día con los empresarios, y que se plantea estas mismas preguntas en el diálogo dialectico que sostiene con ellos.
Voy a resumir cuatro interrogantes o cuestionamientos que me sugirió el modelo de David, y que más que criticas (que no lo son!!) se trata de invitaciones a seguir pensando:
1) Hacia adentro vs. Hacia afuera: ¿qué es más difícil?
Si trasladamos al eje vertical (“orientación”) la lógica del horizontal (“profundidad”), deberíamos suponer que poner el foco “afuera” es una evolución superior a ponerlo “adentro”, y ahí no estoy de acuerdo.
¿Por qué? Pues porque veo que es más natural para los directivos de hoy usar “lo 2.0” en su orientación externa que interna, o como mínimo, son espacios distintos que no implican necesariamente estadios más o menos evolucionados como sugiere la flecha del gráfico.
2) ¿Mantener dos orientaciones cuando ya se ha producido el “cambio cultural”?
A medida que la organización adquiere una cultura 2.0, es decir, se mueve hacia la derecha del eje horizontal, la separación entre “lo interno” y “lo externo” pierde todo sentido, al menos en los términos que aquí se plantea.
La empresa que ya ha asumido el cambio cultural y abraza una “actitud 2.0” se vuelve tan permeable que resulta imposible dirigir el foco solo a una de las dos direcciones. Por lo tanto, en ese estadio avanzado, “co-creación” y “pertenencia” conforman un espacio común e indivisible.
3) Relación que se produce entre las Herramientas y la Actitud:
¿El eje horizontal se puede plantear realmente como un continuo-en-un-solo-sentido del tal modo que la actitud es consecuencia siempre de practicar primero con las herramientas, como sugiere el sentido de la flecha?.
A raíz de esta elucubración me asaltan dos preguntas: a) ¿En qué medida el enfoque menos profundo de centrarse primero solo-en-las-herramientas puede ayudar o frustrar el cambio cultural?, b) ¿Por qué descartar la opción de que algunas organizaciones (o personas) hagan el viaje al revés: del “cambio cultural” a las “herramientas”?
4) El lenguaje más efectivo:
Los términos “clientes internos” o “externos” me suenan algo rancios. Si con ello se pretende trazar puentes y hacerse entender mejor, pues adelante… pero preferiría usar vocablos menos anclados en la jerga de calidad como “hacia adentro” y “hacia afuera“.
Esto que parece una tontería nos lleva a otro debate, tan apasionante como los anteriores, y es el de cuál sería el lenguaje más tácticamente efectivo para difundir lo 2.0: ¿deberíamos reusar la terminología conocida para que nos entiendan, o renovar totalmente la jerga para evitar que contamine las entendederas?
Estos cuatro puntos los desarrollo y explico mejor en el siguiente post aunque ya os adelanto que esta reflexión va a conducir a más preguntas que respuestas, pero eso está bien porque es así como el conocimiento genuino se abre paso siempre.
Julen Iturbe-Ormaetxe
Estupendo que mantengamos estas conversaciones. Seguiremos retorciendo los argumentos. De momento, seguiremos leyéndonos. 😉