Habana Blues (post-185)
Me chiflan las pelis latinoamericanas. Disfruto a tope viéndolas. Tienen un puntito de Real Maravilloso que me alucina.
Pero hay un director español, Benito Zambrano, que ha sabido captar ese espíritu como pocos, siendo para mí el realizador extranjero que ha hecho el cine más cubano de todos.
Hoy quiero hablar de su largometraje “Habana Blues”, que cuenta la historia de unos músicos cubanos tentados por una casa discográfica española para grabar y actuar fuera del país.
No soy de los lloran, ni se ríen a carcajadas en el cine. Suelo ser bastante contenido, pero en esta película me brotaron un montón de emociones, se me aguaron los ojos y sentí un subidón de orgullo y de nostalgia, que se volvió a producir de nuevo el otro día, cuando repetí la cinta aprovechando que Ana no la había visto.
Lo de Benito Zambrano tiene mérito aunque jugaba con ventaja, porque vivió en Cuba unos años mientras estudiaba en su Escuela de Cine. La franqueza y el desparpajo con que se mueve Habana Blues solo puede conseguirse por alguien que ha vivido allí, despojado de la mirada de turista con que otros directores españoles han intentado capturar la realidad cubana, a mi juicio sin lograrlo por mucho éxito de taquilla que hayan conseguido.
Estamos de verano, así que quiero recuperar fragmentos de esa película en homenaje a Cuba, y a su gente tan espléndida. Combinaré trozos de la cinta con mis vivencias personales, a ver qué tal sale el experimento, que hago sobre todo para mí, por documentar mis recuerdos.
Cuba es un país de extremos, capaz de producir una sofisticada biomedicina de excelencia y de rechazar a los Beatles por “diversionismo ideológico”, de tener los únicos campeones olímpicos de raza negra en un deporte como la esgrima, enviar a más de 50 mil tíos a Angola o tener una de las mejores compañías de ballet clásico del mundo.
Conservo en mis recuerdos los kilómetros en bicicleta que hacía cada mañana para ir al trabajo. Iba de una esquina a la otra de La Habana, en una bicicleta china de mala muerte, sin desayunar, y estaba más flaco que el padre del portero de Aquí no hay quien viva. Aún así buscaba el modo de llevar a alguna chica de paquete porque era el modo más habitual de ligar por esos tiempos, aparte de las charlitas de semáforo mientras hacía botella (autostop). Que sudores aquellos, qué magia la de subir una cuesta empinada con un bombón detrás e ingeniándomela para mantener al mismo tiempo una conversación interesante. No se me daba mal, la verdad, el esfuerzo valió la pena muchas veces 🙂
Así que veo una bicicleta china, como en la película, y me transporto de inmediato a aquellos trajines mañaneros. También cuando escuchaba a esos músicos de Habana Blues intentando ponerse de acuerdo en plena recholata.
Por cierto, de las cosas más recomendables que ofrece la cinta es la diversidad de registros musicales que combina el realizador. No se acomoda a la imagen tópica de Cuba-solo-Salsa, y nos descubre la riqueza musical que allí se cuece. Por si te apetece ir haciendo boca, ésta es mi canción favorita de la banda sonora:
Si hay algo que distingue al cubano es su perenne optimismo y capacidad de dulcificarlo todo. Lo suyo es siempre ver la botella medio llena, y una prueba de ello es su conocida costumbre de decir “no es fácil” en vez de “es difícil”; o dedicarte un “mi amor”, “mi vida”, “mi cielo” o un “mamita, qué lindo tú habla” en medio de una acalorada discusión.
El cubano tiene un humor corrosivo e inagotable al desaliento, con doble sentido pero que también va con directas. La jerga de la calle es una pasada de ingeniosa. Pondré algunos ejemplos.
A morirse le llaman “entregar el carnet”, y al cementerio “Reparto Boca Arriba”. Si algo está muy complicado de resolver, entonces “está de madre”. Si no le quieren, se sienten “como un tareco”, y si están nostálgicos tienen “gorrión”. Para una edad como la mía existe la “Discotemba” (“discoteca solo para tembas”, es decir, cuarentones), y a la mujer madurita que va a Cuba por sexo le llaman “petrolera”.
Si un cubano de la calle te dice “tú no me calculas”, está avisando que evites meterte con él porque no le conoces. Si algo es “más rollo que película” equivale a decir que es puro marketing. Y el carpe diem en la isla se recita en clave musical: “olvida el tango y canta bolero”.
Por las calles de la Habana circula “el Camello”, un viejo camión transformado en autobús de grandes dimensiones. Los cubanos le llaman jocosamente “La película del Sábado“, porque en uno de sus largos trayectos se puede ver “Sexo, terror y violencia”, la misma calificación que ponen al comenzar la sesión nocturna del sábado en la TV.
Siempre que voy a Cuba me viene a la memoria una frase que escuché en boca de uno de los protagonistas de la película: “este país es de los mejores del mundo para perder el tiempo”, con lo bueno y lo malo que eso significa. A mí, desde luego, me entra un relajamiento que no es nada normal, el tiempo se detiene y todo parece adquirir otro significado.
Recuerdo que allá por el 93, cuando no había ni ron en la Habana (que es mucho decir), nos juntábamos los amigos en casa de mi hermana a beber Chispa de Tren, un preparado a base de alcohol de cocinar que se filtraba a través de las cosas más inverosímiles. Tenía un tufo insoportable y un sabor igual de malo, pero bastaba con acudir a proveedores de confianza y superar la prueba de los primeros tragos en que todavía estábamos sobrios. Después todo iba rodado, como no. Cuando teníamos visita de guiris, le poníamos al nombre un puntito anglosajón, Chisp’train, para maquillar su vulgaridad.
Cuba es campeón mundial en eufemismos políticos. A la crisis le llaman “período especial” (que no tiene nada de especial, porque es el estado habitual), a la prostitución “jineterismo” (si es practicada por profesionales cualificados, “jineterismo ilustrado”) y al robo en empresas estatales “faltante”.
El colmo lo escuché el otro día por un amigo cubano que estuvo en casa. Me contaba que el gobierno tipifica a los edificios en ruinas, que tienen cierto riesgo de derribo, bajo la categoría oficial de “estática milagrosa”. Y al parecer más de 30 mil personas en La Habana viven en algún edificio que sobrevive en estática milagrosa.
Pero fuera de la política, los cubanos no se cortan para llamar por su nombre a las cosas, sin florituras. Por ejemplo, “bajichupa” a la blusa sin tirantes que en riguroso castizo se le llama “palabra de honor”, “analfaburro” al estúpido e ignorante, “bajablumers” (algo así como baja-bragas) al ron casero de baja calidad, o “íntima” a la compresa femenina.
Con la comida hay también bastante cachondeo, a pesar de los pesares. En tono sarcástico los cubanos bromean sobre la variedad del menú doméstico en la isla:”hoy se puede elegir entre arroz con frijoles, frijoles con arroz, y si no frijoles e incluso arroz“. Si hay un asunto confuso o absurdo, es un “arroz con mango”, y si escasean los ingredientes para vestir los granos, pues comen “arroz con suerte”.
Son prácticos, como Tito en el film cuando para justificar su dudoso arreglo con la discográfica que le permitirá irse del país apostilla: “el artista puro ha muerto, ¿o hay que matarlo?”. Son emprendedores: “¿tú crees que todos los que han triunfado ha sido porque son buenos, o más bien porque han aprovechado las oportunidades?”, pero también idealistas y soñadores, como Rui, el alter ego de Tito en Habana Blues.
Un lugar aparte merece la inventiva. Cuando voy, que lo hago a menudo, llevo mi cámara en ristre, y no me pierdo una porque la Habana debe ser una de las ciudades más creativas y fotogénicas del mundo. Los inventos que ves por la calle (hijos de la necesidad) son impagables. “Comprar” o “adquirir” algo en Cuba es “resolver”, una categoría superior a comprar porque significa: “inventar incluso para comprar”. Por eso se suele decir que “un cubano es capaz de barrenar un pelo”.
El retrato quedaría incompleto si obvio la parte más triste de la historia: las familias fracturadas por capricho de la ideología. Las escenas de aeropuerto son insufribles. En Cuba si dices “me voy” (o “fulano se fue”) con determinado énfasis, no hace falta que digas a dónde, porque eso significa “fuera de la isla” y de forma irreversible.
Por eso a las madres y abuelas cubanas habría que hacerles un monumento, qué carácter y qué generosidad. La abuela de Tito en la película libera ese dolor contenido de la separación al gritarle: “vete por una puñetera vez, y no jodas más con el puñetero viaje”. Es una escena recurrente en estos casos: ella desea lo mejor para su nieto, le apoya en todo y con muchísimo cariño, pero eso significa quedarse sola. Intento ponerme en su lugar, y tiene que ser muy triste tanta impotencia. Ahí tienes un trozo de video con una canción que escenifica muy bien el sabor amargo de la despedida:
Como mis recuerdos se van emborronando, confieso que he tenido que echar mano en algún caso del Diccionario del Argot Cubano. Si quieres ver preciosas imágenes de la Habana, con un puntito nostálgico que alimenta, visita el álbum de Joan Mercadal. En mi Flickr tienes fotos que he hecho en algunos de mis viajes a la isla.
Me ha quedado un post demasiado largo, vale, lo sé… pero si has tenido paciencia para llegar hasta aquí, me despido, cómo no, con el tráiler, por si te animas a ver esta divertida película que entra muy bien en veranito. Tómate un Añejo 7 años y ya sabes, disfrútala con buena compañía:
Liver
Me gustó mucho esa película y otras que he visto sobre Cuba o los cubanos, también me ha gustado leerte, por tu sinceridad y por no hacer apologismo de nada.
Estuve hace años en Cuba, sueño en volver, adoro esa pequeña gran Isla y sus gentes.
Juana Corbalan
Hola Amalio, he pasado un buen rato leyendo esta entrada y viendo los vídeos.
Ahora, por supuesto, iré a ver la película.
Gracias por recordarnos esas maravillosas cualidades del pueblo cubano; yo siempre los admiré, y ahora las veo cada día con mi amiga Rosa, ( !!!de Camaweeeeey mi niña!!! que es un solazo, y cuenta cosas increíblemente duras de allí.
Saludos
Amalio
Juana:
Oye, inexplicablemente habia perdido este comentario tuyo, que ahora recupero. Disculpa, porque no me suele ocurrir. Menos mal que lo he visto de nuevo.
Gracias, me alegro que te haya gustado la entrada. ¿qué tal la película? ¿la viste?
Vaya, una amiga de Camaguey, que es Cuba profunda… muy auténtica. Pues nada, mi niña, un beso para tí y para Rosa. Es un país especial, y de gente admirable, sobre todo los que se quedan allí.
saludos
Raquel Busca Su Sitio
He de decir que había escuchado la banda sonora. Después de leer este (magnífico) post, ya sé que es lo que tengo que hacer esta tarde. Ver esta película sin falta, que pinta bien.
Amalio
Raquel:
Qué gusto saber que te he dado una buena idea para hacer esta tarde. Ya ves, para algo sirve que uno escriba historias. Espero no haber contado demasiado la película, vale?
Cuéntame después si te ha gustao tanto como a mí
un saludo, y gracias!!!
cumClavis
Me encantó esta película. Llegué a comprarme la banda sonora y coincido contigo en la canción [es muy emotivo este momento en donde los amigos se la dedican] Te ha quedado un bonito post Amalio, natural y azul como cielo de verano. Bonito ver la Isla desde tu perspectiva. Un abrazo
Amalio
Gracias, Manel, bonito gesto el tuyo de pasarte por aquí.
No me extraña que te haya gustado la película, “pega” mucho con tu perfil.
Un abrazo, amigo, y que sepas que me ha hecho ilusión saber que disfrutaste el post 🙂
Leila
Me ha encantado, Amalio! Me has teletransportado desde Damasco a esa Cuba que no conozco y que a traves de tus vivencias he sentido un poquito mas cerca.
Feliz verano 🙂
Amalio
Leila: ¿estas ahora en Damasco? mmm.. que envidia, mujer. No se estará nada mal por ahí callejeando y disfrutando del fattouche, tabbule, hummus, la kofta, una cervecita y un té árabe. Vaya, me estoy teletransportando de solo pensarlo. Sabes que me encanta esa zona, debo haber sido árabe en mi otra vida 🙂
Disfruta las vacaciones!!!
un abrazo
Leila
Guau, no sabia que estabas tan familiarizado con esta zona del mundo y su gastronomia. He estado en Libano primero, en un encuentro internacional sobre Palestina, con gente como Norman Finkelstein y Ramzi Baroud, y ahora estoy en Damasco con mi familia paterna. Esta siendo un viaje intensito, si te apetece leer alguna de mis anecdotas las estoy publicando aqui: http://unmundollenodemundos.blogspot.com/2010/08/verano-damasquino.html
Un abrazo,
Alfredo Artiles
Hola Amalio,
Como te decía en Twitter, ayer despedía a un grupo de amigos cubanos que pasaban unos días en casa. Como te imaginarás se queda uno casi como al partir de Cuba. Ver tu post en la mañana me ha llenado de energía positiva. Gracias!
Amalio
Alfredo:
Vaya, eso de que te “caigan” cubanos de visita es una historia que conozco, y que he disfrutado mucho. Te llenan la casa de recuerdos, aunque sea por la “bulla” que hacen, ¿a que sí? A medida que pasen los años veras que el efecto se difumina, y los contactos se reducen bastante. No sé, quizás es porque mi generación de amigos se ha dispersado por el mundo, muchos han emigrado, y nos hemos perdido la pista. Curiosamente las redes sociales me están ayudando a encontrar algunos, y eso siempre es una alegría.
Nos debemos una caña o un mojito en Córdoba o Malaga, paisano 🙂
jemarba
Perdón, en mi comentario anterior quería decirte Amalio, que tú ves la botella medio “llena”.
Amalio
No te preocupes, me había dado cuenta del matiz
un saludo, Jesús
jemarba
La frase que me encantaba, a pesar de lo que me suponía, en la visita que hice en el 83, era la que me decían las telefonistas cuando pedía una conferencia de larga distancia y no podías comunicarme. Me decían: “el teléfono está chivao”.
Por otra parte, no se me olvida un viaje de fin de semana desde la Habana a Varadero por la cantidad de personas que conocí en el traslado de ida y vuelta, que recogimos en el auto debido a que iban haciendo “botella”.
Desde luego Amalio has escrito un post en el que desde luego retratas tu Cuba natal con la perspectiva de ver la botella medio vacía. Yo, lamentablemente, soy de los que después de mi viaje, hace ya tanto tiempo, sigo viendo la botella medio vacía, a pesar de todos los pesares.
Amalio
Jesus:
En Cuba algo que se rompe está “chivao”, no funciona, como aquel teléfono. Asi que es habitual encontrarse casi todo bastante “chivao”.
¿1983? qué buenos años aquellos, los mejores que se vivieron por ahí, cuando la economía andaba boyante y gozábamos de la “tubería rusa” a pleno rendimiento. En los años 90 se produjo la debacle, pero obviamente la culpa no le tenían los rusos, y menos aún la Perestroika, como rezaba el discurso oficial. Algo parecido, salvando las diferencias, esta pasando aquí: se evaporan las ayudas europeas y volvemos a la cruda realidad.
Sí, Jesús, soy optimista por naturaleza. Vengo de Cuba, ¿recuerdas? 🙂 lo que no me impide darme cuenta que a la “geritocracia” que gobierna allí se le ha pasao el arroz hace muuuuucho tiempo, y que el modelo está agotado 🙁
Es la historia de lo que pudo ser y no fue, y eso siempre entristece…
Un saludo!!