Robert Kennedy y el PIB (post-259)
Estoy leyendo en estos días “El arte de la vida”, de Zygmunt Bauman. En el primer capítulo del libro tropecé con una breve historia que quiero compartir en este post.
Resulta que Robert Kennedy, en plena campaña electoral allá por marzo de 1968, lanzó una mordaz crítica a la idea falsa de usar el PIB (Producto Interno Bruto), y su crecimiento, como medida del grado de felicidad que puede tener un país.
Ya sabemos que el PIB es un indicador cada vez más cuestionado por el pensamiento alternativo, pero lo cierto es que el discurso oficial sigue usándolo como principal referente para saber si las cosas van bien o mal. Yo diría que es el dato socio-económico que más seguimiento tiene por la prensa, la clase política y la tecnocracia económica, junto al paro y ahora la insufrible “prima de riesgo”. Asimismo, que el debate sobre su pertinencia empieza a entrar con timidez en las instituciones.
Lo que Robert Kennedy dijo aquel 18 de marzo de 1968 llamó mi atención por dos motivos: el sentido común de sus argumentos, dado que está bien explicado para el más sencillo de los ciudadanos; y el drama que entraña pensar que esto lo dijo un hombre que pudo ser Presidente de Estados Unidos.
Pues nada, ahí te dejo la cita de Kennedy:
Nuestro PIB tiene en cuenta, en sus cálculos, la contaminación atmosférica, la publicidad del tabaco y las ambulancias que van a recoger los heridos en nuestras autopistas. Registra los costes de los sistemas de seguridad que instalamos para proteger nuestros hogares y las cárceles en las que encerramos a los que logran irrumpir en ellos. Conlleva la destrucción de nuestros bosques de secuoyas y su sustitución por urbanizaciones caóticas y descontroladas. Incluye la producción de napalm, armas nucleares y vehículos blindados que utiliza nuestra policía antidisturbios para reprimir los estallidos de descontento urbano. Recoge (…) los programas de televisión que ensalzan la violencia con el fin de vender juguetes a los niños. En cambio, el PIB no refleja la salud de nuestros hijos, la calidad de nuestra educación, ni el grado de diversión de nuestros juegos. No mide la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de nuestros matrimonios. No se preocupa de evaluar la calidad de nuestros debates políticos, ni la integridad de nuestros representantes. No toma en consideración nuestro valor, sabiduría o cultura. Nada dice de nuestra compasión ni de la dedicación a nuestro país. En una palabra: el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida
Leía esto, y me sorprendía que un candidato presidencial norteamericano, en tiempos tan oscuros para la política de ese país como los años 60, fuera capaz de ser tan visionario. También es verdad que Robert Kennedy cayó asesinado pocas semanas después de haber dicho estas palabras, y como dice Bauman: “de haber declarado su intención de restituir la importancia de lo que hace que la vida merezca la pena”.
En fin, cualquier coincidencia no es pura casualidad. Y si no, que se lo pregunten a Mr. Obama: ¡¡es el sistema, estúpido!!
Julen Iturbe-Ormaetxe
Bienvenido a las lecturas de Bauman. Eso sí, creo que las ideas se repiten en sus libros con demasiada frecuencia. En la línea de lo que apuntas de indicadores, quizá tengamos que reconocer que lo que si algo es realmente en nuestras vidas, casi con toda seguridad ¡no lo podamos medir! Porque será nuestra percepción lo que cuente, ¿no? 😉
Amalio
Sip, tienes razón con lo de las repeticiones. Pero eso mismo pasa con muchos otros buenos sociólogos, incluyendo a nuestro amigo Sennett. Se pillan una idea nuclear, y la menean a fondo. Supongo que la presión de los editores para que publiquen también influye en que se repitan.
De acuerdo en parte con el tema de los indicadores. Hay partes de nuestra percepción de la felicidad que son comunes, y otras muy personales. Tendríamos que hablar mucho más de las primeras, en lugar de conformarnos con un sistema de indicadores construido desde un sistema de valores que necesita una urgente revisión. Resulta que después son esos indicadores los que se usan para validar “oficialmente” si estamos haciendo las cosas bien o mal. Por otra parte, ya sabes que la importancia que le doy al individualismo es bastante relativa, creo que por ese camino vamos muy jodidos. Conviene construir también consensos colectivos en relación con las percepciones que nos afectan a todos, no?