Lo que Amanda Palmer aprendió en la calle (post-357)
Llego algo tarde a este vídeo pero vale la pena. Publicado en marzo de 2013, va por más de 2 millones de reproducciones. El eje central del relato no es un argumento fácil, de esos fast-food que pululan por la red. Tiene muchos matices hasta el punto que conviene verlo varias veces. La puesta en escena es sublime, y eso lo hace tan plausible como inquietante, según los prejuicios de cada uno.
Amanda Palmer me parece una artista brillante por polifacética y fuera de lo común, aunque no soy fan de su música, mezcla de punk y cabaret, como ella misma explica. Tampoco creo que me vaya a comprar un disco suyo después de ver este vídeo, porque mis referencias musicales van por otro sitio. Pero esta TED-Talk me ha tocado la fibra y me puso las neuronas a mil. Es un material que podrían repasar, una y otra vez, aquellos economistas que sólo usan el lado izquierdo del cerebro a la hora de valorar el sentido de los intercambios.
De todo lo que cuenta, lo que me ha parecido más provocador es su reflexión sobre lo que significa pedir ayuda (“Hicimos de pedirle ayuda a la gente un arte”), que no se trata de mendigar sino de crear comunidad, o como alguien puntualiza en los comentarios: “No hay vergüenza en pedir, si uno está dando tanto”. Tiene bastante que ver con la idea de superar el sentido del ridículo, que es algo que no debería paralizarnos si uno confía en lo que hace.
Confieso que a mí el tema se me da mal, pero Amanda Palmer me ha hecho ver el acto de pedir como un sano ejercicio de humildad. Un reconocimiento genuino de nuestra propia vulnerabilidad. Y su relato es coherente cuando dice que pedir es mirar a los ojos, dar y recibir sin miedo, y sobre todo: no sentir vergüenza por eso.
El problema viene cuando se navega por aguas infestadas de estereotipos. Entonces lo más fácil es sentir que estamos haciendo algo mal. Las anécdotas que comparte de la etapa que hizo de estatua (“la novia”) en la calle, antes de triunfar como músico, son elocuentes. Algunos le gritaban que se buscara un trabajo, y aunque ella creía en lo que hacía, tuvo momentos en los que llegó a dudar de si realmente: ¿estaba pidiendo, o estaba trabajando?
En el vídeo cuenta cómo de esa etapa le vino la inspiración para su modelo de relación actual con sus fans. Amanda Palmer lo cuenta así: “No es fácil pedir. Los artistas no quieren pedir. Pedir es contra-intuitivo para alguien que es bueno de verdad, que lo vale. Pedir te hace vulnerable. Pero el mismo acto de pedir a la gente, me había conectado con ellos, y cuando conectas con ellos, la gente quiere ayudarte”. Así que cuando le preguntan cómo ha hecho para que tanta gente pague por su música, ella contesta: “No hice que pagaran, se lo pedí”
La propuesta profesional de Amanda Palmer se basa en la creación de un ecosistema, que le aporta valor mientras ella se lo devuelve cultivando relaciones verdaderas, viviendo la vida al máximo de los sentidos, ofreciéndose, dando y recibiendo, pero sobre todo… disfrutando el camino, y no con un fin utilitario como estrategia.
Ella construye complicidad y gratitud en el espacio público desde la simetría. Conciertos gratis espontáneos, Tuitear no sólo sobre las fechas de los conciertos sino sobre “temores, resacas y errores” o en defensa de una causa aparentemente irrelevante como que permitan a un artista (el del sombrero y cajón del vídeo) que trabaje en la calle.
También me atrae su interpretación de la figura del artista que triunfa, y de cómo se puede gestionar la cercanía con naturalidad aún en esas circunstancias. Ella se ve como una “conectora y abridora”, y no como una estrella intocable, ni una celebridad que se ama a distancia. Amanda estuvo mucho tiempo, incluso cuando ya era muy conocida, quedándose a dormir en plan Couch surfing en casas de fans, para no perder el contacto con ellos (“me encanta ese tipo de cercanía al azar”). Mientras que algunos perciben como un riesgo el contacto directo o el uso de las redes sociales, ella lo ve con la misma confianza con que en su momento se le acercaba la gente en la calle mientras estaba subida a la caja haciendo de estatua. Ese paralelismo construido desde las vivencias personales me seduce.
El video de Amanda Palmer admite muchas lecturas. Se puede aprovechar desde distintos prismas. Uno de ellos es buscar una respuesta a esta interrogante: ¿Cómo hacemos para que la gente pague por las cosas…? Su propuesta de “pidiéndoselo” es inspiradora, es una opción más, pero solo para aquellos que sepan hacerlo. A ella le ha funcionado, hasta el punto de que ya triunfó en Kickstarter, rompiendo records de recaudación de fondos vía financiación colectiva y demostrando que existen caminos alternativos para producir música sin pasar necesariamente por las viejas discográficas.
Reconozco que su modelo roza límites controvertidos, como el debate que hay que impulsar sobre las supuestas simetrías que existen en las relaciones de crowdsourcing, donde los retornos a menudo son poco equitativos entre las partes. En esa línea, sin embargo, creo que es muy interesante algo que sugiere el vídeo: Una relación puede sentirse como muy justa entre dos personas, pero ajena (o injusta) por otras. Es cierto, suele ocurrir, y entonces yo me pregunto si tenemos derecho a juzgar la simetría de una relación desde fuera, con nuestros parámetros y no con los de los que participan.
Algunos acusan a Amanda Palmer de usar la provocación como negocio. Otros le recuerdan que ella consiguió el impacto de hoy por el apoyo que recibió después de un gran sello discográfico. Cuando escucho este tipo de historias, me deja la desazón de dudar si actitudes como las de ella son realmente auténticas, aleatorias, como las cuenta… o responden a una estrategia calculada, a un plan.
La veo, la escucho, y le creo. Eso debería ser suficiente, porque aunque es bueno poner a prueba los argumentos y las puestas en escena, tanta paranoia puede ser agotadora, y solo sirve para instalarse en la eterna duda.
Ahí te dejo el vídeo de su charla para que te hagas tu propia opinión:
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mariela marenco
pedir es el aprendizaje más hermoso que he hecho, saber que puedo pedir,despues de dar tanto y seguir dando sabiendome necesitada es genial! aprendí en los últimos años de mi vida que pedir y no poder sola con todo me hace cada vez más humana, más feliz,más vulnerable y en realidad es una gran fortaleza….al menos para mi.
gracias Amalio!!
Amalio
Gracias, Mariela. De acuerdo. Pedir debería ser algo distinto a lo que nos dicen que es. Un saludo 🙂
Julen Iturbe-Ormaetxe
Bueno, es evidente que cada cual busca la forma en que recibir recompensa por lo que hace. Y ahí entra en juego nuestra diferencia individual. Quiero decir que supongo que cada cual tenemos una forma de sentirnos recompensados. “Pedir” es un acto que puede legitimarte porque supone aceptar que no estás por encima sino… por debajo o a la par.
Interesante lo que explicas a la hora de apreciar cercanía entre vulnerabilidad y ¿provocación?
Precisamente en torno a la vulnerabilidad hay un video de Bene Brown en TED muy interesante (quizá ya lo conozcas), que incluí en un post en el que hablaba de empresas invulnerables.
Amalio
Mil gracias, Julen, por el enlace del TEDTalk que nos has pasado. Recuerdo haber leído tu post, pero no me detuve en ver la charla de Rene Brown. Hoy me he “desayunado” con el video, y ha ido directo a mis favoritos de Delicious. De hecho, me ha inspirado para escribir un post, porque su relato me parece muy potente.
Es reveladora la investigación que hizo para conectar autenticidad con vulnerabilidad, estudiando qué tienen en comun las “personas genuinas”.
Esta aportación tuya complementa mucho el post, así que me alegro por los que asistan a esta conversación. Un saludo 🙂
Jesús Lorenzo
Buah!!, me ha encantado tu artículo…precisamente hoy hablaba de éste tema con un compañero:
“Pedir es contra-intuitivo para alguien que es bueno de verdad, que lo vale. Pedir te hace vulnerable”. A lo que añadiría…”está conectado directamente con tu ego que como sabemos es un viejo hábito que intenta regir nuestras vidas, pero la verdadera libertad consiste en poder romper con tus hábitos cuando quieras.., ahí radica el secreto.”
No hay nada más sano y más humilde que pedir ayuda.
Lo dicho, me ha encantado…felicidades.
Amalio
Gracias, Jesus. Me alegro que te haya gustado.
Sip, hay mucho ego en esa premisa de que pedir no le pega a quien lo vale. Y también tiene que ver con esos “firewalls” que nos creamos para disimular nuestra vulnerabilidad.
Un saludo 🙂
Fernando de la Riva
Si, Amalio, creo que Amanda pone el dedo en la llaga de una cuestión central para la construcción de un mundo nuevo: la confianza mutua, el compartir, el intercambio, las relaciones humanas, interpersonales… como fundamento de una nueva economía, de una nueva sociedad.
Me parece muy inspiradora la historia de Amanda y creo que todas las personas tenemos ejemplos personales de que eso funciona (yo, al menos, puedo reconocerlo en mi propia experiencia). Creo que nos toca pensar como aplicamos ese aprendizaje a nuestras respectivas prácticas, a nuestros respectivos “trabajos”. Y tal vez nos llevemos muchas sorpresas.
Un abrazote
Amalio
Tienes toda la razón, Fernando. La clave está precisamente en lo que tú dices. Por eso es tan difícil, porque vivimos en un sistema “hiper-legalista”, que se basa de cabo a rabo en protegerse de todo. Solo hay que ver cómo se redactan los contratos y el protagonismo que tienen los abogados. Es difícil luchar contra eso, además de terriblemente costoso. Es hablar de la necesidad de construir confianza, y darte cuenta que tenemos unos desafios monstruosos, que a veces se me antojan inalcanzables.
Pasar de la teoría a la práctica es, como siempre, un espacio repleto de sorpresas.
Un abrazo fuerte
Jorge
Hola buenos días Amalio
“La necesidad de confianza surge cuando decidimos arriesgarnos a hacernos vulnerables a las consecuencias de las conductas de otros o de nosotros mismos” Salvador García
Hoy pedir es una señal de debiliad ……esperemos que un mayor individualismo no sea uno de los resultados de esta crisis.
Muchas gracias y efectivamente hay que verlo dos veces.
Jorge
Padre
Amalio
Gracias, Jorge. La idea de pedir tiene su aquel. No es fácil asimilarlo. Pero lo que me ha gustado del video de Amanda Palmer es que se le puede dar la vuelta, que hay formas de pedir que son dignas, y hasta higiénicas.
Un saludo