¿Qué puede hacer el diseño por la democracia? (post-517)
Ayer participé en la inauguración del taller internacional “Inteligencia Colectiva para la Democracia” en Medialab Prado. Este proyecto reunirá durante quince días a ocho equipos multidisciplinares seleccionados de distintos países para realizar prototipos de soluciones que ayuden a mejorar la democracia y la participación ciudadana. Soy fan total de Medialab Prado, un espacio de experimentación que impulsa laboratorios y grupos de trabajo en torno a la cultura digital. Si no existiera, había que inventarlo, porque es un soplo de aire fresco y una inspiración para los que creemos que se pueden hacer las cosas de manera distinta. Así que me encantó que me invitaran a allí a hablar de lo que más me gusta, de inteligencia colectiva.
Como ya he contado en mi blog de inteligencia colectiva, el foco de mi investigación (y del libro que estoy escribiendo) es intentar responder a estas preguntas: ¿Qué explica que algunos proyectos participativos funcionen mejor que otros? ¿Hay patrones en ese comportamiento colectivo que nos sirvan para diseñar mejor las iniciativas participativas? ¿Existe una serie de principios de diseño que permiten amplificar la Inteligencia Colectiva para que sea viable a gran escala? Agradezco a Medialab Prado que me diera la oportunidad de poner más atención en la dimensión política de todo esto.
Resumo aquí algunas ideas de cómo veo la relación entre diseño y democracia, que pasa por concebir mejores arquitecturas participativas:
¿“Inteligencia colectiva para la democracia”?:
Aplicar la Inteligencia Colectiva a la Democracia significa, para mí, articular mecanismos participativos y legítimos que den más poder a la ciudadanía a través de procesos que permitan razonar, aprender, crear, resolver problemas o tomar decisiones en grupos a gran escala.
El desafío del escalado:
El escalado de los grupos (a decenas y cientos de miles de personas) aumenta enormemente los costes de coordinación e introduce una complejidad añadida al de por sí complicado proceso de deliberación y acción colectiva. Por ejemplo, no habrá democracia deliberativa (o directa) si no se aborda este reto del escalado para que los procesos de deliberación y decisión sean más eficaces de lo que son hoy.
El problema micro-marco y los sistemas emergentes:
Los sociólogos llaman “problema micro-macro” al desafío que implica para el análisis pasar del individuo o de grupos pequeños a las multitudes. Esa transición no se explica bien desde el individualismo metodológico que reduce el comportamiento colectivo a una simple amplificación sumatoria de impulsos individuales. Por eso no quiero parecer determinista con el diseño. Sé que hay una parte impredecible en lo colectivo asociada con la elevada complejidad de los sistemas emergentes que no se puede controlar, ni gestionar. Aunque intuyo que también hay diseño en la emergencia, es difícil de codificar. Digamos que es un “diseño natural”, a menudo bioinspirado. Se está avanzando en descifrar los códigos que subyacen en esos diseños y un ejemplo bien conocido de esto puede ser la Estigmergía. Percibo oportunidades para el rediseño de contextos (políticos) que introduzcan “trazas estigmérgicas” que sirvan como mecanismo implícito de coordinación.
La aportación del diseño:
Reconocida esa parte misteriosa que no vamos a poder domesticar, hay una serie de factores sobre los que sí podemos influir para que los resultados de la democracia deliberativa mejoren, y uno de ellos es incidir en el diseño de las arquitecturas participativas en las que basamos la interacción política a gran escala. Hablo en términos de probabilidades, es decir, que un buen diseño de interacciones aumenta bastante las probabilidades de que los proyectos participativos vayan bien.
La espontaneidad en los procesos colectivos a gran escala está sobrevalorada:
Hay más diseño premeditado que caos en la Wikipedia. Es cierto que es un diseño iterativo y basado en la experiencia, pero su éxito se explica sobre todo porque sus impulsores fueron capaces de construir una arquitectura de la participación bien pensada. El papel del diseño, en palabras de Alexander White, es “crear orden dentro del caos”, y éste es un imperativo que tenemos los que creemos en la democracia deliberativa. Tom Atlee habla de “inteligencia colectiva estructural” para referirse a esos códigos de diseño embebidos en los sistemas que permiten que la inteligencia colectiva funcione “por defecto”, o sea, de un modo natural. Eso tiene una gran ventaja: minimiza el uso de energía que se necesita para gestionar nuestra parte más colectiva.
El diseño es ideología:
¿Pero de qué orden hablamos? A ver si lo consigo decir bien claro: ¡¡hay mucha ideología en el diseño!! Esa pretensión tecnocrática (y a menudo interesada) de que el diseño sigue un enfoque neutral de las cosas, como si hubiera un único paradigma para filtrar la realidad, es un gran embuste. Más aún si queremos usarlo para articular sistemas políticos de interacción colectiva. El diseño moldea comportamientos. Por ejemplo, los sesgos ideológicos de un diseño pueden hacer que el espacio colectivo capte más unos tipos de participantes que otros, que sea más incluyente o excluyente, que estimule comportamientos colaborativos o competitivos (por ejemplo, el abuso de los rankings) o que se conforme con una especie de “autocracia consultiva” (democracia de opinión pero no de decisión) en vez de una participación radical llevada hasta sus últimas consecuencias.
Simplicidad:
Cuesta un horror defender la simplicidad en entornos donde se adora la complejidad por sí misma. El frikismo tecnológico tiene su análogo en política. Hay mucho activismo friki. Gente con buenas intenciones pero a la que le cuesta sentir y pensar como el vulgo. Facebook y Twitter triunfan porque son simples. El primero más que el segundo precisamente por eso. Desde el punto de vista del diseño, tengo claro esta máxima: “Reglas simples permiten comportamientos complejos”. Si complicas en exceso el diseño político elevas demasiado los costes de participar y eso irá en detrimento de la igualdad de oportunidades. Terminarás creando un dispositivo-para-frikis, de los tantos que hay, en los que nos tendrán muy entretenidos mientras el futuro del poder se sigue jugando en espacios “vulgares” como Facebook. Pierre Levy habló algo de esto en su intervención, pero merece un post aparte.
Un error del diseño de la democracia:
Devolver poder a la ciudadanía exige un rediseño inteligente de los mecanismos de deliberación y decisión, entre otras cosas. Un problema que tenemos es que el diseño de la democracia actual es demasiado simplón porque abusa de la “Regla de la mayoría” que, como estamos viendo en los últimos referéndums, sólo sirve para generar más polarización. Dije antes que había que apelar a la simplicidad, y ahora que tenemos un diseño democrático demasiado simple. Pues creo que hay un espacio intermedio por explorar y explotar. Parte del desafío de diseño que tenemos es concebir de forma creativa nuevos mecanismos correctores a esa simplificación como el derecho al veto de minorías, la elección aleatoria, los sistemas rotativos, la democracia líquida, etc.
Mi ecuación de la inteligencia colectiva:
El diseño de estas “arquitecturas participativas” (me encanta llamarlas así porque enfatizan la dimensión estratégica del reto) debe plantearse, como mínimo, cuatro objetivos (mis variables de la ecuación): a) eficacia, b) eficiencia, c) proceso autotélico, d) legitimidad. Que cada uno pondere o relativice la importancia de estas variables como quiera, pero las cuatro importan y son necesarias para que la experiencia colectiva sea satisfactoria. La eficacia es necesaria si queremos impacto y satisfacer expectativas. La eficiencia hace que los mecanismos sean viables y no terminemos frustrados. Los procesos hay que mimarlos para que se valoren y disfruten en sí mismos, y de ahí que tome prestado al gran Csikszentmihalyi lo de “autotélico”. Y la legitimidad entraña la parte más política de la ecuación, porque la gente tendrá que percibir el mecanismo como válido y justo.
El reto de la eficiencia:
Los procesos participativos actuales son demasiado lentos e ineficientes. Sin embargo, “eficiencia” se ha convertido en una palabra tabú en los colectivos que impulsamos procesos participativos, y en buena medida lo comprendo si el objetivo fuera (solo) construir comunidades a pequeña escala. Pero si queremos hablar de democracia política con una verdadera capacidad de incidencia, vamos a tener que gestionar con más cariño la eficiencia, que yo no la entiendo para nada desde la lógica productivista, sino desde el paradigma de lo saludable y sostenible. Cuando abogo por procesos más eficientes no me refiero necesariamente a “hacer más con lo mismo”, sino a minimizar el desgaste evitable, el “coste evitable”. Me consta que los procesos colectivos tienen su propio timing, que se va mucho más despacio acompañado que solo, que la construcción colectiva necesita de un cocido a fuego lento, pero también que la paciencia tiene un límite. Si queremos subir mucha gente al barco (requisito imprescindible para tener impacto político transformador), vamos a tener que hacer mucho más por la eficiencia colectiva, y el diseño tiene respuestas para eso.
Derechos y deberes embebidos en el diseño:
El diseño de arquitecturas participativas debe embeber principios de educación cívica de la co-responsabilidad para promover la proactividad y minimizar los comportamientos de free-rider o polizón. Me gustaría insistir que la apropiación colectiva de la política por la ciudadanía exige un adecuado equilibrio entre derechos y deberes. Son tan importantes los primeros como los segundos. La “tragedia de los comunes” de Garrett Hardin deja de serlo cuando se introducen buenas pautas de diseño (normas) de interacción colectiva, que integran los deberes dentro de la ecuación social. Este es un tema, por ejemplo, en el que falla mucho la izquierda, pero eso lo dejamos para otra entrada 🙂
La “igualdad de oportunidades” como una prioridad del “diseño democrático”:
Hay muchísimo que hacer en este sentido. Lo que propongo es que nos inspiremos en principios del “diseño universal” para mejorar los mecanismos de participación colectiva. Esta parte del diseño tiene una dimensión política (ideológica) enorme. Si dejamos la articulación de estos mecanismos en manos del despotismo ilustrado (también presente en la peña progresista), entonces ni hablar de acción política con impacto a gran escala.
Poner orden contribuye a la equidad:
Al contrario de lo que muchos piensan, los espacios participativos sin normas, que dejan todo a la espontaneidad, terminan favoreciendo a los más fuertes, que navegan con ventaja en entornos desregulados. Es lo mismo que ocurre en economía con las políticas neoliberales. Ya sabemos: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Un ejemplo sencillo: si pones un límite máximo de 2 minutos a las intervenciones en una asamblea, introduces un mecanismo que favorece (“por diseño”) la igualdad de oportunidades. Si el diseño está claro, el “facilitador” se convierte en un vigilante del cumplimiento de esa arquitectura, que nadie puede saltarse. Esto es equidad ante las normas, que es muy saludable para la democracia.
Metadiseño:
Claro, si el poder se traslada a las pautas de diseño, entonces hay que prestar mucha atención al “meta-diseño”, o sea, al procedimiento colectivo utilizado para fijar esas pautas.
Liderazgos visibles:
Otro mito que quiero desmontar es este: Los liderazgos no están reñidos con lo participativo. Que nadie se engañe: ¡¡siempre habrán liderazgos!! Esto funciona como la energía. No desaparece, se transforma. Es algo consustancial con los colectivos humanos. Por supuesto que pueden darse explosiones sociales espontáneas y procesos estigmergicos, pero su articulación posterior en una solución permanente y sostenible necesita de estructuras estables con algún tipo de liderazgo. Así que dejémonos de autoengañarnos con el rollo retórico de “cero líderes”. Otra cosa es que ese liderazgo sea de naturaleza diferente al que nos tienen acostumbrados, o sea: distribuido, rotativo, facilitador, participativo, etc. De hecho, tal vez sea más revelador ver qué pasa cuando nos empeñamos en no reconocer espacios formales para el liderazgo. El efecto es contraproducente, el contrario al que se buscaba: generamos un “liderazgo opaco” que al no ser reconocido se dedica a conspirar y nunca rinde cuentas. Pero él sigue ahí 🙁
Raúl Hernández González
¡Menudo post! O mejor dicho, menuda temática, con cuánta “chicha”; y con vericuetos que francamente se me escapan. Me confieso abrumado.
Aun así, hay algunas ideas que desde mi ignorancia se me vienen a la cabeza al leerlo:
Sí, al objetivo de “mejorar la democracia”. Sobre todo porque creo que hay mucho recorrido para mejorarla sin entrar en terrenos ideológicos, es decir, mucha “mejora técnica”.
Sí, a la idea de establecer mecanismos para que esa mejora “fluya” por sí misma, a cambiar cosas en el sistema para que la dinámica se mueva de otra forma. Es evidente que los mecanismos no van a ser 100% “asépticos”, pero creo que hay un espacio muy grande en el que una inmensa mayoría vamos a estar de acuerdo.
Sí a la simplicidad, porque es evidente que es lo único que funciona si queremos implicar al “gran público”. Ahora bien, ¿seremos capaces de promover sistemas “simples” (como para que la gente participe) y suficientemente “potentes” como para que tengan impacto? A veces tengo la sensación de que “votar una vez cada cuatro años” a la gente se le hace bola…
Y una gran duda… ¿de qué manera se promueve cualquier cambio en este sentido, cuando los que deciden en última instancia son “los partidos” que ya han mostrado una y otra vez sus pocas ganas de “cambiar cosas”? Si nos cuesta la misma vida pensar en reformar unos articulillos de la constitución, o hacer cambios en la ley electoral… ¿cómo se abordan cambios de más calado? ¿cómo pueden hacerse de forma experimental, iterativa…? Se me ocurre, quizás, que el caldo de cultivo natural de estos cambios sean las administraciones más locales, donde algún “iluminado” pueda intentar promover cambios a pequeña escala sin hacer demasiado ruido…
Amalio Rey
Hola, Raul:
Perdón por abrumar 🙂
Sip, hay mucho margen de “mejora tecnica” de la democracia, aunque tengo dudas de que podamos prescindir de la lectura ideológica en cualquier avance que se proponga. Siempre hay “trazas” ideológicas subyacentes, pero es cierto que ciertas mejoras de diseño pueden ser más “asépticas” que otras, o sea, que pueden generar más consenso por encima de las ideologías.
“Votar una vez cada cuatro años” es de una simpleza intolerable. Es una solución de diseño obsoleta. Pero claro, si para votar hay que tragarse esa letanía de campaña electoral e ir un domingo a un sitio para introducir una papeleta, entonces ya verás cómo se pone la gente si les invitamos a votar 3-4 veces al año. Aquí de nuevo se puede mejorar con diseño. Por ejemplo, con el voto electrónico y mecanismos ágiles que permitan recoger casi en tiempo real el punto de vista de la ciudadanía. Si reduces los costes de participar, generas más inclusión democrática.
Ese es el problema. Los partidos no estan en absoluto interesados en cambiar las reglas de juego. No puedes confiar la solución a una estructura que está muy cómoda (y amparada) por el diseño actual. ¿cómo haces para que unos partidos de listas cerradas y unos escaños (salarios y estatus) que proteger se disparen en su propio pie? Nop, es imposible. Solo están dispuestos a introducir cambios perifericos que no pongan en peligro el chollo que tienen. Y esto no es demagogia porque en definitiva, soy de los que creen que tenemos los políticos que nos merecemos. Pero está claro que por algún sitio tendremos que romper ese nefasto bucle.
Mientras no haya un verdadero cambio cultural desde abajo hacia la práctica política, lo que sí podemos hacer es demostrar que existen “soluciones de diseño” viables para abrir la democracia de forme efectiva, a ver si con esas conseguimos que los partidos y la clase política profesional se quede sin argumentos para justificar el modelo actual como el único posible.
ismael peña-lópez
Me ha llamado especialmente la atención la parte de la simplicidad. Sobre todo porque, a raíz una conversación sobre los nuevos populismos y el fracaso de la izquierda en todo el globo, una de las cuestiones que yo ponía sobre la mesa es que el mundo es complejo, y decir que es simple nos hace un flaco favor.
Creo que hay tres aproximaciones a esta cuestión que, en cierto modo, complementan tu punto de vista (especialmente la segunda).
1) El mundo es complejo y así hay que explicarlo. La simplificación per se — cuando no por desprecio, despecho o incluso ignorancia — nos va a traer malos diagnósticos y, en consecuencia, peores soluciones.
2) Sí es verdad que la complejidad, sin negarse, debe poder gestionarse por partes, afrontando las componentes más simples de un problema complejo. Aquí el diseño es donde puede hacer una gran contribución: cómo presentar como composición de problemas (más) simples lo que es un problema complejo. Pero — importante — sin desnaturalizar la complejidad del original.
3) Si troceamos un problema complejo en varios simples nos hará falta un recomponedor. Le podemos llamar dictador benevolente (como en el software libre), coordinador, facilitador, político, partido, ONG… tiene muchos nombres. Pero sin duda hará falta. Y hará falta no solamente para recomponer, sino también en la fase inicial de descomponer, de trocear.
Creo que este es el papel de los partidos — descomponer/recomponer — así como de la sociedad civil — diseño simple y participación distribuida.
Dos mundos que se hablan poco y todavía menos en estos términos.
Ricardo_ColaBoraBora
No de simplificar, pero de lo que probablemente si se trata es de abordarlo-interpretarlo-recombinarlo-diseñarlo-hacerlo más SENCILLO.
El día que entendí la diferencia entre complejo y complicado y sencillo y simple, se me reordenaron muchas cosas en la cabeza.
Amalio Rey
De acuerdo, Richi, se trata de hacerlo más SENCILLO. Una cosa es “simplificar” y otra ser “simplistas”. De todas formas, sí que me gusta más hablar de “sencillez”, creo que confunde menos.
Amalio Rey
Hola, Ismael:
No sé, creo que maticé bastante lo de la “simplicidad”. Más en democracia. Pensaba que quedaba claro que si “complejizas” mucho las cosas, elevas los costes de participar. Eso es más que evidente, no??
El mundo es complejo, pero el reto que tenemos es diseñar una respuesta que sea inclusiva, operativa y comprensible a la mayor cantidad posible de personas. Si eso no se hace, entonces seguiremos entendiendo la política como algo exclusivo para profesionales, los únicos que tendrán tiempo para entenderla. En ningún caso se habla aquí, Ismael, de “simplificar el diagnostico”. Eso, por mi parte, está descartado.
Descomponer los problemas complejos no es la única manera de “simplificar” o hacer más sencilla la respuesta por diseño. Hay muchas otras estrategias. De hecho, lo de descomponer suele ser peligroso porque se pierde perspectiva y el resultado agregado es más fácil de manipular. Yo estoy pensando de forma más compleja. Esa es una forma simplona de simplificar, con perdon 🙂 El diseño puede aportar soluciones para el agregado por síntesis. No solo modularización. Imagínate una deliberación colectiva donde decenas de miles de personas puedan participar, mientras generan datos que refuerzan el anáilsis. La propia Wikipedia gestiona bastante bien sus artículos sin partirlos en pedazos. Hay mucho que hacer ahí. Me consta.
Tu propia reflexión sobre trocear y recomponer refleja tus miedos a que se manipule. Ahí tenemos otro desafío de diseño para reducir ese riesgo. Tu piensas en un “dictador benevolente”, que para mí es un sistema anticuado. Yo aspiro a un mecanismo que agregue de forma genuinamente colectiva. Además, que active salvaguardas para “controlar al controlador”. El diseño puede ayudar a eso si se trabajan con cariño las “arquitecturas participativas”. Introduciendo metadatos y mecanismos de agregación más transparentes, podríamos llegar mucho más lejos que confiando la sintesis a una persona o a un partido.
Si los partidos y la sociedad civil se hablan poco es precisamente (entre otras causas) porque el “diseño” de los partidos lo facilita muy poco. Eso es, en definitiva, “diseño para la democracia”.
Ricardo_ColaBoraBora
Aupa Amalio.
Sugerente. Se nota que en el post se combinan tus pasiones por el diseño y la inteligencia colectiva.
Como dice Julen, muchos palos que tocar. Y como él, alguna matización y sumar otros palos.
> En este tipo de reflexiones suelo echar de menos la perspectiva feminista, la ética de los cuidados. Nunca faltan lo efectivo y eficiente, pero no suele salir a relucir lo afectivo. Son fundamentales procesos de participación aefectivos y aeficientes.
> También me gustaría pensar en inteligenciaS colectivas, no tanto por derivar de la suma de individuos multiplicando un resultado, sino de contemplar en los procesos de participación y diseño la importancia de inteligencias múltiples (poniendo coto además a las actualmente hegemónicas: lingüístico-verbal, lógico-matemática, visual-espacial).
> Cuidado con confundir caos con desorden. Es como aludir a la anarquía como sinónimo de falta de gobierno. Trampas del lenguaje, construcciones falaces del imaginario simbólico y la subjetividad colectiva que bien se encargan de inocularnos las instituciones del sistema dominante. Eso nos lleva al terreno resbaladizo de las normas, los procedimientos, las metodologías, lo planificado. Un terreno que actualmente habito, espero de forma transitoria hacia la posibilidad del dar lo mejor de una misma y recibir lo que cada cual necesita.
> Y siguiendo con los imaginarios, otro imaginario que hay que desmontar es el del diseño y su carácter aplicado y resultadista, pretendidamente alejado de la creación, de la poética (sobre todo de sus éticas). Tal y como están las cosas, necesitamos mucho diseño especulativo, capaz de trabajar y poner en valor lo improbable, lo invisible, lo inesperado, lo que nos tratan de convencer de que es imposible.
Termino con este vídeo del colectivo Entorno a la silla vinculado al movimiento por la vida independiente, cuyo lema es ‘Nada sobre nosotras sin nosotras’. Empieza así: “Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado…” https://www.youtube.com/watch?v=IqJwwDfn9jc Todo un postulado de diseño democrático y de paso, un homenaje a un sabio poeta como Leonard Cohen.
Amalio Rey
Hola, Richi:
Perdona que no haya respondido antes. Ando a mil 🙁
Te comento:
1) “Lo afectivo” y la “ética de los cuidados” => Me repito. Eso es imprescindible en comunidades pequeñas, pero estamos hablando de participación a gran escala. Pasamos a una dimensión donde lo que pides es complicado. Es cierto que se puede (se debe) trabajar a pequeña escala, sólo con información/afecto local, y entonces intentar que eso “emerja” (se contagie de forma compleja) en la estructura como un todo. Puedo imaginarmelo, pero no sé si es viable. Volvemos de nuevo al “problema micro-macro”, o sea, cómo pasar de los micro-afectos, a una especie de “afectos a escala”. Mientras tanto, me sigue preocupando la efectividad y la eficiencia.
2) La “inteligencias multiples” están contenidas en una buena gestión de la diversidad, algo que es clave para que haya “inteligencia colectiva”. Lo que puede ser muy divertido es embeber la teoría de Gardner en el diseño de arquitecturas participativas. Creo que eso se consigue en parte introduciendo la figura de los roles que estructuran la conversación.
3) Hay desordenes de muchos tipos. Unos tienen una lógica subyacente que funciona y sirve para crecer y desarrollarse. Otros no, otros son puro caos. Yo insisto en que si quieres “escalar” soluciones, necesitas buenas dosis de orden. Eso implica, mal nos pese, “institucionalizar” cosas. Vas a necesitar procedimientos, normas y todo eso. No hay otra manera de ponerse de acuerdo en espacios de interdependencias. Por ejemplo, para agregar colectivamente, necesitas estandarizar, usar metadatos, granular, modularizar, y un largo etc. de mecanismos que introducen orden/estructura. Cuando digo esto, no suele gustar a Frikilandia, pero soy un firme convencido de eso.
4) Ya dije, Richi, que el diseño es ideológico. Añadiría que también que puede ser (no) ético. Es de procesos y de resultados. Los dos importan. Los dos se pueden trabajar desde el diseño. El “diseño especulativo” es precisamente eso, cuestionarse las premisas. Así que cuando nos planteamos que otra democracia es posible desde el diseño (y de muchas otras cosas), estamos especulando con modelos alternativos. Pero OJO, es la realidad la que dicta la última palabra. La creatividad es divertida, glamorosa, artísticamente excitante, pero la innovación es mucho más que eso. Si quieres impactar en la realidad (por ejemplo, generar bienestar y construir una sociedad más justa), vas a tener que gestionar dosis importantes de realismo. Si algo es imposible (al menos con las capacidades que tenemos hoy), es imposible. Siento ser tan coito interruptus 🙁
5) Ya me gustaría a mí que esta frase fuera del todo verdad: “Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado…”. Claro, algún día todo termina siendo derribado. Es ley de vida. Pero podría citarte un montón de ejemplos, pero un montón, de sistemas que NO han sido montados con nosotros, y siguen allí. A veces se tambalean pero no, hay fuerzas subyacentes todopoderosas que los sostienten. La lírica utópica está bien, y como frase queda cojonuda, pero la realidad a mí me dice que este asunto de la transformación anti-poderes hegemónicos es bastante más complejo que lo que dicen las consignas voluntaristas. Vuelvo a insistir que además de eso, de la voluntad, se necesitan estructuras, organización, o sea, diseño de arquitecturas que saquen lo mejor de nosotros como colectivo. Eso está todavía por hacerse…
Por cierto, el vídeo que me has pasado es precioso. Muy potente…
Ricardo_ColaBoraBora
Te veo muy realista.
Pero OJO, lo real no es más que el imaginario dominante.
A la hora de proyectar-diseñar el futuro (también de la democracia) prefiero dirigirme hacia lo posible distanciándose de lo probable. Y para eso precisamos muchos afectos macro y micro, inteligencias no homologadas y artefactos simbólicos que hagan saltar lo real imperante por los aires para abrir nuevas vías.
Te dejo este texto que escribí el otro día para una jornada de KARRASKAN sobre #Futuros cercanos a ver qué te parece.
https://www.colaborabora.org/2016/11/27/presentes-especulativos-eventos-inesperados-y-futuros-sonados/
Amalio Rey
Richi:
Realismo no es solo el “imaginario dominante”. Si fuera eso, no me planteaba abordar por diseño modelos alternativos 🙂
Cuentame cuando puedas a qué llamas “afectos macro”, y sobre todo, qué mecanismos deliberados (o sea, no los que dejas al azar) se te ocurren que pueden usarse para generarlos. Los “micro” me quedan claros.
Especular lo hace cualquiera, compañero. Hay mucho artista de la especulación. Podemos hacer “saltar por los aires” en la imaginación lo que tú quieras.
Sip, soy realista. Entre otras cosas porque ando un poco cansado de que sigamos construyendo teoría bonita, que encaja en nuestra florida (y buenista) imaginación, mientras “los otros” funcionan bien organizados, con estrategia, orden, estructura, pragmatismo, y gracias a eso, siguen instalados cómodamente en el poder. Lo estamos viendo un día sí, y otro también, ¿no te parece una evidencia suficiente?
He leido el artículo sobre los distintos futuros. Pregunto: ¿cómo esperas “provocar” un futuro (“posible”, según Candy) en base a “eventos inesperados”, y para colmo, de “baja probabilidad”? Perdona, Richi, pero el azar no se gestiona, y yo quiero gestionar e incidir con acciones deliberadas. Si tengo que elegir, ya ves, me apunto al “futuro preferible”, aunque después se consiga otra cosa, mejor o peor.
Hay mucho oximoron contenido en el concepto de “futuro posible”. No puedes “generar eventos inesperados” sin esperar que puedas dispararte un pie, o los dos. No hay actuación con impacto que ignore la realidad preexistente. En las artes sí, en la transformación política no.
En mi humilde opinión ves la imaginación, que siempre es necesaria, de un modo demasiado aislado del “realismo”. Soy partidario de combinarlos, de ir y venir, de entremezclarlos. Es la tipica iteración entre procesos divergentes y convergentes. Tú “diverges” todo lo que quieras desde la imaginación, pero después vas a tener que aterrizar aquello, o sea, “converger” de algún modo con la realidad, porque si no, ya me contarás el impacto transformador que vas a tener. Por eso quizás haga falta en estos procesos que se combinen tíos como tú y como yo, que defendemos (al parecer) escuelas diferentes 🙂
Por cierto, y mis disculpas a Einstein, pero la imaginación NO ES más importante que el conocimiento. Otro mito de los que circulan por ahí: ¿Por qué uno es más importante que el otro, si los dos se necesitan? Hay muchas respuestas que se encuentran en el conocimiento, aunque no terminen allí.
Ricardo_ColaBoraBora
Diria que la clave en este debate puede ser, que no se trata de hacer “saltar por los aires” en la imaginación, sino dehacer “saltar por los aires” CON la imaginación.
Eso sí tiene impacto en lo real. Negar lo es no querer verlo.
Amalio Rey
¿La imaginación “tiene” impacto en lo real? Pues no sé, todo depende. Puede tenerlo o puede no tenerlo. Insisto en que hacen falta también otras cosas. La imaginación sola no es nada, Richi…
Ricardo_ColaBoraBora
Y sobre los cuidados macro, últimamente me fijo con ilusión en el proyecto “La ciudad de los cuidados” en que están trabajando desde el Área de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid https://diario.madrid.es/blog/2016/03/15/madrid-ciudad-los-cuidados-un-plan-para-mejorar-la-vida-de-quienes-habitamos-esta-ciudad/
Amalio Rey
Bueno, Richi, a mí me parece bien esto que se dice en el proyecto: “se trata de promover la ética de los cuidados de manera transversal, trabajando en red con la sociedad civil”. Sustituir “servicios publicos” por “cuidados” es interesante porque integra a lo/as ciudadano/as de forma proactiva en la ecuación, también como co-generadores de servicios (“cuidados”). Las palabras ya sabemos que no son inocentes. De todos modos, está por ver que eso genere “afectos macro”. Puede ser, y sería deseable 🙂
Ricardo_ColaBoraBora
No sólo es cambiar la palabra ‘servicios publicos’ por ‘cuidados’, sino cambiar el enfoque (de entender la seguridad desde el miedo y el peligro a hacerlo desde el cuidado) y los procedimientos (de por ejemplo policía,samur, bomberos).
Y si, iertamente esta por ver.
Igual que los efectos transformadores positivos derivados de las formas de diseño que tu planteas.
Y es que estamos en un momento de manierismo y cambio en el que casi todo esta por ver. Un buen momento para poner en juego la imaginación (sola no, con amigas si).
Ricardo_ColaBoraBora
Aupa Amalio.
He dejado una respuesta a esta conversación que nos traemos en el post sobre futuros en ColaBoraBora, dando continuidad a tu comentario allí: https://www.colaborabora.org/2016/11/27/presentes-especulativos-eventos-inesperados-y-futuros-sonados/#comment-85736
Julen
Buff, tremendo este artículo, Amalio. Dices tantas cosas que haría falta mucho tiempo para ir aportando comentarios o sugerencias. Así que me quedo con la sensación general que provoca y que me conduce a una reflexión que quizá ya has tenido en cuenta pero que no la veo en el artículo: tiene que ver con la contingencia del diseño.
En liderazgo una corriente que estudiábamos en la universidad era la del liderazgo situacional que luego se afinó con el liderazgo contingente y que después, no sé, en la loca carrera del liderazgo como material de bestsellers acabó no sé muy bien en dónde. El asunto de fondo es pura lógica: “depende”. ¿Qué liderazgo conviene? Depende. ¿Qué diseño conviene? Depende.
Ahí, con este enfoque, le das la vuelta a la tortilla y lo que buscas es concretar qué variables son las que hay que tener en cuenta. Porque parecería que ante una marabunta de opciones (parece deducirse de tu texto) lo que importa es disponer de alguna herramienta que me permita hacer el mejor diseño posible, siempre contingente a la situación. Cuando trabajaba en Maier nos pasaba algo parecido con la enorme cantidad de variables que influían en el proceso de inyectar plástico. Y había dos posibles salidas: el diseño de experimentos tirando de estadística o el saber hacer (conocimiento tácito) de ciertas personas que decidían sobre una base en gran parte intuitiva.
Me da también la sensación de que podemos llegar a la parálisis por el análisis con lo cual hay que iterar sí o sí e ir con “mínimos productos viables” o un concepto similar. Aprender de la experiencia e ir modelando a pasos el mejor de los diseños posibles.
Menudo lío en el que estás metido, compañero. Apasionante pero al menos desde fuera parece de una complejidad bárbara. Ánimo en la ruta, que tiene ser disfrutona jejeje.
Amalio Rey
Gracias, Julen. Ese es mi problema, quiero decir muchas cosas a la vez. Igual podía escribir varios posts con estos contenidos 🙁
Sip, el enfoque contingente es clave. Cada situación puede merecer una respuesta específica. Pero aún así, siempre vale la pena buscar patrones que se repiten. Los hay.
Tambien es cierto que “iterar” ayuda mucho a aproximarse a la solución y personalizarla. Es pura cultura de prototipado. Más aún cuando es la gente la que participa en el co-diseño.
¡¡seguimos!!