Premisas para una gestión eficaz de la innovación pública
- – POST nº 552 –
Sin una filosofía, y unos principios adecuados, las herramientas y metodologías no sirven de mucho. Así que voy a intentar resumir a continuación algunas premisas que, desde mi experiencia, se deberían respetar en cualquier esfuerzo de impulsar la innovación en la Administración Pública:
1. La innovación pública es una práctica común a todos:
Hay que desmontar el halo místico o misterioso que todavía rodea a la innovación. Eso exige echar a un lado esa lectura elitista de la innovación que la reduce al tipo radical o disruptivo, menospreciando la otra, la incremental, que también aporta valor y está al alcance de cualquiera. Tampoco sirve que se interprete como retórica institucional o un mero fetichismo tecnológico. Debe integrarse en la actividad corriente del personal público como algo natural. Para eso hay que sistematizarla, como cuento en detalle aquí.
2. Dos enfoques en paralelo:
Deberíamos trabajar siguiendo dos estrategias que son complementarias. Por una parte, en la mejora de los CONTEXTOS [trabajar en la base], para construir organizaciones y equipos inteligentes donde la gente sencilla y común pueda generar e implementar ideas nuevas. Por la otra, en el apoyo del TALENTO innovador que ya existe [trabajar arriba], dando respaldo a las personas que ya muestran interés y cierta capacidad para innovar, con el fin de hacerlas visibles y conectarlas entre sí.
3. Paciencia y gestión prudente de las expectativas:
La innovación en la Administración demanda paciencia. No se puede esperar que las ideas y proyectos, o la cultura innovadora, calen de inmediato. Por eso hay que gestionar de forma prudente las expectativas para no frustrarse. Si no podemos cambiar todo lo que necesitamos, entonces hagamos todo lo posible por cambiar lo que podamos.
4. Hay mucho margen para innovar todavía desaprovechado:
A pesar de las dificultades “estructurales” para innovar que existen en la Administración, hay mucho margen todavía para impulsar innovaciones desde nuestros entornos inmediatos. No hay que ser fatalistas. Las limitaciones normativas y organizativas no son un impedimento para que se puedan introducir cambios significativos en los procesos y servicios si existe el interés y la convicción de impulsarlos. Trabajar en proyectos reales e ir consiguiendo pequeñas victorias contribuye a generar cultura de innovación. La clave está en reconocer los espacios que podemos cambiar nosotros, y evitar esa práctica tan poco saludable de echar balones fuera.
5. Vocación de acción:
Primero hacer cosas, actuar, y después contarlas. Trabajar en proyectos reales contribuye a generar una cultura. Esta es una guerra que tengo, un día sí y otro también, en los proyectos de consultoría en los que participo: hay que renunciar a esa costumbre tan nuestra de “vender la piel del oso antes de cazarlo”. Un líder de proyectos con el que trabajé en un taller llamaba a esto “HaZtitud”, para reforzar la idea de que la acción, el “hacer”, es lo que realmente cuenta.
6. Lógicas participativas:
El propósito de fomentar una cultura innovadora en la Administración Pública es de tal complejidad que sólo se puede conseguir adoptando lógicas participativas que impliquen a todos los eslabones, y este es un principio crítico que inspira esta metodología. Si queremos colocar de verdad al personal público y a la ciudadanía en el centro de los procesos de innovación, hay que impulsar procesos que pongan en valor la dimensión participativa. No podemos concebir una innovación pública genuina sin un enfoque verdaderamente participativo y de construcción de redes, que ponga en el centro a las personas.
7. Apoyo institucional:
La innovación necesita de liderazgo. En la Administración es imprescindible contar con el apoyo de las estructuras formales, los responsables de las unidades y servicios implicados, que hay que involucrar en la aceleración de los proyectos. Las personas innovadoras tienen espíritu emprendedor y pueden hacer mucho por transformar entornos, pero sin el apoyo de las instituciones se hace todo muy difícil. Esto va de personas, pero también de entornos que faciliten (o al menos no frenen) la iniciativa. Este factor hay que trabajarlo en la aceleración de los proyectos.
8. Tolerancia al error:
La innovación demanda una actitud exploratoria, de probar cosas nuevas que, como tales, son desconocidas. Eso aumenta la probabilidad de equivocarse, pero es parte del proceso de aprendizaje que hay que estimular. Por eso hay que evitar que se penalice el error que sucede por innovar, porque si se castiga a quien se atreve a explorar nuevos territorios, el mensaje será claro: nadie querrá salirse del guion, y no habrá sentido de la iniciativa. Como bien dice el refrán: “El que falla los penaltis es el que los tira”, y está claro que los que más participan son los que más se exponen. Por eso hay que rechazar la actitud de personas hipercríticas que sólo se dedican a juzgar lo que hacen los demás, sin exponerse nunca, ni dedicar esfuerzos a avanzar proyectos reales.
9. Generar un ecosistema:
La estrategia por seguir debe basarse en el “efecto-contagio”, empezando por pequeños “grupos tractores” de personas muy convencidas que a su vez vayan captando e implicando a más personas. Un objetivo sería involucrar de forma directa o indirecta a un grupo de “dinamizadore/as de innovación” que actúe de avanzadilla (“nodos”) para tejer el futuro ecosistema. Para consolidar esta idea se necesitan implementar espacios de encuentro (físicos y digitales) para facilitar que el talento se encuentre y trabaje junto. La innovación demanda crear contextos facilitadores para que innovar no sea cosa de kamikazes, ni de una élite con talento extraordinario. Explico más esa idea en este post: “Atributos de diseño para crear comunidades exitosas”.
10. Explicar y visibilizar los beneficios:
Hay que saber explicar bien los beneficios genuinos que ofrecen los proyectos de innovación para la Administración, y, en definitiva, la ciudadanía, para que sean acogidos y apoyados. Se necesita mucha pedagogía en esto, pero quizás lo primero es creerse de verdad el objetivo que nos proponemos. Es fundamental que se visibilicen los resultados (esperados y finalmente conseguidos) de los proyectos.
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