La paradoja de la facilitación que desconfía del método
POST Nº622
Estuve leyendo, ayer domingo, un buen post de mi amigo Asier Gallastegi sobre los riesgos de simplificación que implica usar o centrarse en “modelos, herramientas y contenidos” cuando se hace facilitación para el cambio personal y colectivo, y me decidí a escribir esta mañana un post para complementar sus ideas.
Me gusta leer a Asier porque sabe arrojar luz a sitios y matices que suelen pasar inadvertidos. Su mirada sistémica y, también, humanista (perdón por la redundancia) siempre aporta un acercamiento a la complejidad que me resulta fresco y enriquecedor. Gracias, Asier, por escribir así, traspasando al lector o lectora la posibilidad de elegir 🙂
Según le leía, pensé que podía ser interesante que compartiera aquí una paradoja que vengo rumiando desde hace algún tiempo sobre tensiones que se producen en los procesos de consultoría y facilitación del cambio (o de la innovación) entre el deseo de introducir máxima flexibilidad y escucha empática por parte del o la facilitadora (huyendo así de modelos o técnicas que reduzcan complejidad) y la costumbre de, por el contrario, ceñirse a metodologías y técnicas ordenadas y protocolizadas para desplegar la intervención.
Me refiero, en definitiva, a esa tensión que existe entre lo tácito y lo codificado, entre las personas y los métodos o, como prefiero decir, entre lo complejo irreproducible y lo sencillo replicable.
Yo nunca voy a estar en contra de flexibilizar y adaptar los métodos a la singularidad de los contextos y a la sensibilidad de los participantes. Menos aún que se impida a la persona facilitadora poner en valor su experiencia tácita. Sin embargo, rehuir del método o las metodologías sencillas y bien protocolizadas para abrazar lo tácito complejo tiene un coste que cierta escuela de consultoría subestima. De eso me gustaría hablar.
Le comentaba a Asier que muchos consultores y consultoras creen que haciendo una increíble facilitación “soft”, basada en afloramientos espontáneos y cargada de complejidad y requiebros dialécticos (=> para así “no simplificar”), están empoderando al grupo. Lo que yo digo es que es posible que con eso se empodere (a corto plazo) al grupo, durante el propio ejercicio, pero no se están democratizando los procesos que son los que, de usarlos repetidamente, pueden empoderar (a largo plazo) al grupo. Voy a explicar mejor esto.
La facilitación “soft-tácita” (permíteme llamarla así), que rechaza la pérdida de flexibilidad que producen los métodos, usa unas dinámicas tan abiertas y variables que a menudo producen un efecto contraproducente en el empoderamiento. Ese aumento de complejidad que implica una dinámica aparentemente menos “gestionada” solo puede ser bien canalizada por facilitadore/as con mucha experiencia, lo que hace que la “gestión” soterrada del proceso (porque esa facilitación siempre tiene algo de “gestión”) traslade de forma implícita mucho poder al consultor o consultora que lo está dinamizando.
El o la facilitadora se convierte así, sin querer (o queriendo), en el gran mago o maga del baile, y de esa manera se vuelve insustituible porque tanta complejidad es difícil de replicar por el colectivo con el que ha trabajado una vez que termina su intervención. Este es un escollo importante porque ya sabemos que el cambio genuino solo se consigue repitiendo y repitiendo ejercicios y rituales por parte del grupo que quiere cambiar una vez que la persona consultora desaparece de la escena.
Esa “no-técnica” de facilitación que usa la consultoría tan basada en lo tácito es imposible de reproducir (sin una experiencia contrastada) porque evita el método explícito. Por eso digo que ese miedo a simplificar o encorsetar tiene consecuencias en términos de penalizar la transferencia y reproducibilidad.
Esa es la razón de por qué yo soy un fan total a usar métodos explícitos, bien documentados, a los que después les añado mis capas de experiencia tácita, pero intento ceñirme siempre a un protocolo del que después el grupo pueda apropiarse con el fin de replicarlo en mi ausencia. Sé que eso tiene un coste en términos de cierta pérdida de flexibilidad y de empatía activa, incluso de dialéctica de los procesos, pero yo prefiero reducir complejidad de forma deliberada para que mi intervención tenga más fijador y después dependa menos de mí.
Después, en el dialogo que he tenido con Ricardo Amaste y Asier en su post (lo vuelvo a enlazar porque creo que es interesante que lo leas), aparece la idea de “hibridar moldes mentales” o métodos. Este me parece un truco útil e interesante: se puede sustituir en parte la ambigüedad y las lógicas tácitas irreproducibles por una combinación de técnicas o modelos que nos permitan, en palabras de Asier, “no renunciar a la estructura que ofrecen los modelos cuestionando las perspectivas parciales con la mezcla y uso de diferentes para un mismo tema o situación”. Esto quiere decir que si combinamos técnicas y modelos podemos cubrir más territorio cognitivo y emocional sin renunciar a la diversidad/flexibilidad, ni a las estructuras replicables que facilitan la transferencia.
Me decía Asier que él reconoce esa sensación de “magia” que yo comentaba, pero que al mismo tiempo “es muy fan del intangible que eso produce en los acompañamientos”. Me es difícil no estar de acuerdo con él y yo mismo también juego a agitar, consciente o inconsciente, ese lado de prestidigitador que incluso los grupos esperan de nosotros. Eso es así y punto, pero, como intento decir, si no contenemos un poco esa tentación, que reconozco tiene algo de egocéntrica (e incluso, interesada), podemos penalizar la capacidad de transferencia.
Ricardo cree, por su parte, que vale la pena aprender modelos y herramientas para después “masticarlos, digerirlos y entremezclarlos con nutrientes propios para metabolizarlos de forma situada”. Su idea es usar moldes y técnicas como bases para, a partir de ahí, “ensamblar lo emergente”, o sea, abrirse a esa magia y al uso de lenguajes más tácitos. Bueno, contado así, volvemos a la idea de hibridar enfoques pero cuidando, insisto, en que haya metodologías que cuiden cierta estructura. Sino, la chicha del proceso es retenida en exceso por quien facilita.
Por resumir, la paradoja de todo esto (dado que el título del post destaca eso) es que a menudo la facilitación-soft-basada-en-la-experiencia-tácita no empodera al grupo como se cree sino que produce el efecto contrario de hacerlo dependiente del facilitador o facilitadora.
Antes de terminar me gustaría aclarar que se producen muchos abusos en el sentido contrario y por eso sé que el relato de Asier es tan oportuno. Quiero decir que, con esto de la consultoría-clónica-basada-en-profesionales-juniors-precarizados, a menudo se aplican las técnicas y herramientas de un modo demasiado encorsetado porque quien las usa no tiene experiencia para añadirle su propia capa de habilidades tácitas. De eso también habría que hablar pero no es el tema de este post.
Ana
Acabo de incorporarme a este blog, como quien dice , estuve hace tiempo pero no le preste mucha atención
Ahora leyendo este post , creo que cada individuo debe aprender a ser libre e independiente sin miedo al juicio , sin adorar a nadie , y quedándose con lo que más le interese según su personalidad y en la etapa de evolución en la que se encuentre
Todos somos valiosos
Únicos e irrepetibles
Todos tenemos algo que aportar en este gran puzle diseñado y creado por el Creador
Gracias
Un Saludo
Bendiciones
Asier Gallastegi Fullaondo
Lo primero es GRACIAS. Amalio me haces pensar cada vez que te leo. A menudo leo y no comento. Hay un post tuyo de hace unas semanas que aborda este fenómeno sobre la perdida de valor de la conversación. Prometo volver a él y compartir mi perspectiva.
Y lo segundo que me viene es rendirme a una realidad que me impide sacar tiempos para esta practica tan pertinente que es la conversación sosegada en nuestros blogs. Necesito pedir disculpas por el tiempo que he tardado en llegar a tu post. Puede sonar absurdo pero siento cierto luto por lo que pude contribuir y no hago hoy a este aprender en relación. Por esto también gracias por tu constancia.
Quiero compartir contigo un aprendizaje cuando te leía. Haces hincapié en la repetición de rutinas aprendidas en los espacios que facilitamos como la clave para el cambio sostenido. Creo que este contagio es una de las claves en nuestros acompañamientos. Tengo que decir que no es mi objetivo principal y que he empezado a ponerlo en valor en el ultimo tiempo. Leo tu post y soy más consciente de un dialogo entre perspectivas complementarias. Creo que el “empoderamiento” (cada vez que escribo esta palabra escucho maullar gatitos) es un proceso que puede pasar por la adquisición de rutinas y técnicas, si. Y también por la explicitación de dinámicas invisibles, por las primeras conversaciones abiertas tras un tiempo de silencio… Yo a veces me asocio más al extraño que lanza las preguntas. ¿Es esto magia? ¿Es favorecer una relación de dependencia? Desde mi punto de vista es algo más parecido a la necesidad que podamos tener de parar para reflexionar. Yo soy la persona que en la medida que has quedado con ella, tienes un foco que explorar, blindas un tiempo, convocas a las personas y entre todos cuidamos el espacio y el clima podemos conversar sobre los aspectos en tensión, profundizar y avanzar.
En esta clave cuando uno pode unos trozos de cinta en el suelo, comparte algunas claves a modo de flashes sobre un determinado contenido y provoca una conversación el ejercicio da un paso más y se convierte básicamente en un juego de escucha activa y parafraseo. Escucho con todas mis herramientas y experiencia a la persona y al grupo/equipo y voy deteniendo la conversación para devolver lo que escucho y percibo de una manera que pueda ser respetuosa, alineada con el foco, suficientemente problematizadora para tocar algo nuevo y formulada en clave de potencial y avance.
Este es mi trabajo. Aquí están mis destrezas.
Gracias Amalio
Amalio Rey
Mil gracias por tus GRACIAS, Asier, pero no necesitas pedir disculpas. Siempre hemos tenido un dialogo latente y sostenido entre nosotros. Intermitente, a veces “tácito”, pero suculento 🙂 Lo que sí es verdad es que deberíamos, todo/as, recuperar la conversación en los blogs, animarnos a participar más en los hilos de comentarios, porque es un espacio increíble para enriquecer los textos y devolvernos valor. Yo siempre digo que aprecio (disfruto) mucho más un comentario en mis posts que decenas de RTs o Me Gusta. Echo mucho en falta eso porque ha decaído bastante.
La “repetición de rutinas aprendidas en los espacios que facilitamos” debería ser una de nuestras grandes metas si queremos, de verdad, producir cambio. Es la parte más aburrida o tediosa, porque es poco mágica, pero es la más útil. Un buen proceso de facilitación necesita de esa dimensión de transferencia y consolidación, que solemos obviar por parecernos menos creativa. Pero yo sí que veo mucha magia (y puede ser muy divertida) en esa capacidad de “modelar para replicar”, en crear dispositivos metodológicos que permitan a lo/as participantes llevárselos a casa y usarlos por su cuenta, sin que tengamos que estar nosotros.
La “explicación de dinámicas invisibles” es parte de nuestro rol. En eso te reconozco como uno de mis cracks de cabecera. Manejas un registro amplio para eso, no solo por tu sensibilidad sino también, precisamente, por la cantidad tan variada de técnicas que dominas y que hacen que tu mirada y tu piel sean mejores sensores. Pero quizás tendríamos que intentar extraer metodologías de cómo explicamos esas dinámicas, para que entonces las personas asistentes puedan después seguir “explicándose” las que se encuentren en el camino, y eso, a veces, lo descuidamos. Ponemos demasiada atención en la magia del momento, como si de un teatro cómplice se tratara (que también), pero no tanto en qué les dejamos para el “después”, que necesita siempre de metodologías.
No son, en absoluto, incompatibles, sino complementarios. Lo/as facilitadore/as también tenemos que disfrutar en lo que hacemos así que si nos gusta jugar un poco a ser prestidigitadores, tampoco está mal. Solo que hay que encontrar el justo equilibrio entre eso y la caja de herramientas que les dejamos.
Tal como lo cuentas o yo interpreto, en el ejemplo que pones de la cinta en el suelo, si lo miras bien, la mayoría de la interpretación o traducción de lo que está ocurriendo pasa por ti. Tú provocas la conversación pero tú la traduces, extraes las esencias. Es un lujo tenerte en ese momento por tu destreza tácita, intangible, desarrollada a base de experiencia, para percibir cosas que quizás los demás no ven, pero eso hay que acompañarlo, pienso yo, con una “chuleta” o lo que sea, que documente (¡¡siempre insisto en este verbo!!), aunque sea a medias con unas claves básicas, cómo lo has hecho, para que lo/as demás puedan intentarlo por su cuenta. No pretendo dar lecciones, ni mucho menos. Solo complementar tu punto de vista de desconfiar de las técnicas o modelos como posibles corsés.
Por cierto, ya que lo dices, nunca he entendido el rechazo que hay con la palabra “empoderamiento”. Mi próximo post irá precisamente de eso, de nuestras constantes huidas semánticas ante el miedo a que nos colonicen las palabras. A mí me parece un palabro muy pero muy apropiado. Me dice mucho.
Gracias a ti, de nuevo, Asier
Asier Gallastegi Fullaondo
En el fondo de nuestra conversación ¿Y si fuera también algo parecido a un distinto modelo de negocio? ¿O destreza? ¿O énfasis? ¿Modelo mental? Por supuesto complementario 😀
Amaia Landeta Basauri
Arratzaldeon Asier,
Me gusta tu manera de escribir, pensar, hacer….., y me ha traído a ésta página tan intersante. Estoy muy de acuerdo con tu exposición, y desde aquí también te seguiré. Eskerrik asko por toda la cordura, respeto….etc., que me aportas.
Julen
Le dejaba a Asier un comentario porque pensando por ejemplo en los proyectos de 5S digitales, que son método, método, método… luego resulta que cada uno de ellos es un mundo. No creo que sea tanto un a priori como que cuando te enfrentas a la situación concreta del proyecto cada vez hay que empezar la partida (casi) desde cero. Según lo que acontezca allí donde vamos a intervenir habrá que jugar con más o menos método, de una forma o de otra. Sí, me parece que hasta que no «toco» el proyecto, no soy capaz de decir cuánto de método hay que aplicar.
Amalio Rey
Vale, Julen, pero no confundamos lo que podríamos llamar «consultoría de acompañamiento» centrada en un «proyecto» con acciones formativas para el desarrollo de habilidades. En el primer caso, el conocimiento tácito es clave, porque para eso te necesitan. En el segundo, se trata de transferir un método para que la gente, por su cuenta, intente aplicárselo, sobre todo para aquellos casos (que suelen ser la mayoría) en los que los clientes o las personas usuarias no pueden pagarse la consultoría de acompañamiento.
Lo que quiero decir es que el método permite avanzar mucho a la persona usuaria en el esfuerzo autónomo de aplicarse una determinada mejora. A partir de ahí, de esos mínimos, le puedes poner (si es que se puede pagar!!) todas las capas que quieras de enriquecimiento tácito centrado en proyectos personalizados.