Un discreto mini-ensayo sobre los atajos

POST Nº 726
Confieso que nunca he sido muy fan de los atajos. Mi manera de ver las cosas tiende a desconfiar de ellos. Tan es así que en mi primer libro propuse un modelo para lidiar con los atajos de una manera asertiva. En él decía que, pese a que usar caminos más cortos para unir dos puntos parece una elección inteligente porque ahorra tiempo, hoy usamos atajos tecnológicos para llegar más rápido a lugares que nadie sabe bien si valen la pena.
Como parece absurdo despreciarlos per se, estas son las tres condiciones que, para mí, tendrían que darse para que tomar un atajo sea una decisión sabia:
- Que exista un motivo justificado para desear alcanzar más rápido o con mayor facilidad un punto determinado.
- Que se tenga la certeza de que esa meta es conveniente, es correcta.
- Que lo que uno se pierda por renunciar al camino principal tenga menos valor que llegar pronto o hacerlo más fácil.
Te invito a que valores si se dan estas tres condiciones cada vez que pienses tomar un atajo para conseguir algo que realmente te importe. Y lo digo porque sé por experiencia que en muchos casos tanta prisa no está justificada. Es una reacción por inercia o imitación.
Como quería reflexionar más sobre esto, esta tarde me puse un rato a escribir lo que he aprendido de los atajos, por si te sirve. Allá vamos, a ver si esta canción te dice algo:
1. Me ha costado entenderlo, pero es lógico e inevitable que la gente tome atajos para conseguir una meta, si es el resultado lo que más le importa. Eso es así porque un atajo, que también esté disponible para los demás, devalúa automáticamente el valor de un resultado conseguido sin atajos.
2. Si uno quiere disfrutar el proceso, tomar atajos es un desperdicio. Si se goza haciendo algo, es absurdo andar con prisas. Aun así, casi como un automatismo, cada día nos descubrimos tomando atajos para cosas que solía gustarnos hacer despacio. Es el signo de la época.
3. Tampoco vale la pena ir directo a la meta si por el camino puedes aprender cosas, que son útiles y potencian tus capacidades. No es lo mismo conseguir algo por tu propio esfuerzo, a que te lo den hecho. Y si abusas de los atajos, ya sabes: músculo que no se usa, se atrofia.
4. Los atajos tienen un aliento finalista que penaliza el espíritu de exploración. Con suficiente presión externa para tomarlos, se convierten en pura adicción productivista. Cuando eso ocurre, ni tiempo nos damos para hacernos esta sencilla pregunta: ¿qué ventajas del camino principal nos estamos perdiendo por querer llegar antes?
5. Es verdad que hay atajos que devalúan habilidades. Cosas que había que aprender antes que ya no, gracias a ellos. Esto pasa mucho con la tecnología, cuando obliga a replantearse lo que vale la pena aprender. Sin embargo, hay habilidades que nunca deberían perder importancia, como la capacidad de pensar, escribir o expresarse de manera oral. Si te ofrecen atajos que ahorren eso, no los tomes, son un regalo envenenado.
6. Si un atajo es socialmente dañino, hay que educar para que se eviten y generar incentivos para que no se tomen. Las drogas son el ejemplo más evidente, pero los peores son los que no parecen tóxicos y, sin embargo, son igual de adictivos. Esos «caminos fáciles que hacen (a la larga) la vida difícil».
7. Puede convenir que, llegado un momento, se premie no tomar atajos. Supongamos que vendes más caro o consigues más prestigio social si has elegido el camino más difícil. Para que eso sea viable, tendrían que darse dos condiciones: (a) que sea verificable que lo hiciste sin atajos, porque si no, habría mucha trampa, (b) que el mercado, o los incentivos públicos, gratifiquen de alguna manera lo así conseguido.
8. Hay atajos que por sí solos no generan un resultado de la misma calidad que la vía lenta, pero eso no los invalida del todo, si el resultado conseguido de prisa puede afinarse después hasta alcanzar esa calidad. Si eso ocurre, el atajo sustituye solo una parte del trabajo por realizar, pero puede llegar a ser un reemplazo muy significativo.
9. El trabajo de revisar, corregir y mejorar el resultado falible de un atajo, exige un nivel muy superior de excelencia que el de la media. La media entrega un resultado que el atajo ya es capaz de conseguir, y por eso es la gran sacrificada por el reemplazo. Y si los atajos son mayoría, quedará bastante menos trabajo para labores de ajuste y embellecimiento, que será cosa de élites. Y esa es una de las razones que explican por qué las élites venden tantas máquinas de atajos. No les asustan, porque van sobradas de autoestima y se suponen parte del 5% que no será reemplazado por ellos. Eso, hasta un día que descubran que la eficiencia de los atajos es tan sobrehumana, que también ellos son prescindibles.
10. Los atajos son tan sexis que siempre reciben mucha atención. Se invierte bastante en ellos y hay un montón de gente dedicada a perfeccionarlos y venderlos. Es lo contrario que ocurre con el mundo artesanal, el de los que disfrutan los procesos, que es de pobres y se asocia a la escasez. Esto amplía la brecha y desalienta aún más que se elija el camino más largo. Pero… qué pasaría si emerge una nueva cultura más sensible, una nueva emoción compartida que mire a esos atajos con sospecha e animadversión, con el mismo orgullo con el que lo artesano observa lo industrial.
¿Te suena la canción? Ya me dirás 🙂 A fin de cuentas, esta es, a mi juicio, la gran pregunta: ¿Es la eficacia del resultado lo único que importa?, o, mejor, ¿A qué velocidad quieres vivir?
NOTA: La imagen del post es del álbum de cottonbro studio en Pexels.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de «suscríbete a este blog” que aparece en la homepage. También puedes seguirme en la red social Bluesky o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva. Asimismo, aquí tienes más información sobre mi último libro.
Luis
[Bien. Hay un aspecto suicida en todo este asunto de la velocidad, Amalio. Has abierto un tema capital en la anterior entrada del blog. Pero el personal necesita tiempo para poder procesarlo: necesita adecuarlo a su velocidad. De hecho, vengo ahora mismo de los comentarios de la anterior entrada, porque es un tema que me interesa sobremanera: en cierto modo, yo también tengo prisa, como tú. Sin embargo, no es una pregunta cualquiera la que has lanzado en la anterior entrada, y relanzado en esta. Dale, pero estate parado: vendrán. Dales espacio y tiempo.
Continuo volviendo a leer a Virilio.]
Amalio Rey
Es cierto lo del bucle que planteas: «entender el lío de la velocidad excesiva y la adicción por los atajos necesita un tiempo que no se tiene precisamente por esa aceleración que se pretende corregir». Difícil solución tiene esto, Luis. Yo soy pesimista. Escribo esto «para comprender», como siempre digo, pero tengo pocas esperanzas de que se me haga caso. De todos modos, daremos espacio y tiempo. Gracias por estar ahí 🙂