Elogio a la paciencia (post-272)
La paciencia es un atributo en extinción y el valor más castigado de la vida moderna, o si lo prefieres, de la sociedad digital.
Vamos siempre en sprint así que profundizar se antoja cada vez más difícil. El medio fondo y la constancia están devaluados, y pocos respetan ese tempo mínimo tan necesario para filtrar y reposar las ideas si se quiere comprender de verdad un problema.
Cambiamos de palo como quien cambia de camisa, como si probar-variado fuera sinónimo de brillantez o garantía de bienestar. El menú es tan amplio e infinito, que degustar a consciencia unos pocos platos, o solo uno, parece cosa de aburridos.
Esta sociedad del espectáculo, abonada al lenguaje binario del éxito/fracaso, está podrida de resultadismo. Se juzga la eficacia del esfuerzo sólo a base de réditos inmediatos: ciclos cortos, recompensas continuas y… olvídate de aquello de “haz lo correcto, aunque tardes más”, porque eso hoy es cosa de bobos, ingenuos o pirados. Mola el fogonazo de los 100 mts, pero ¿quién se zampa un maratón?
Los posts de más de 600 palabras, por muy buenos que sean, lo tienen difícil para atraer la atención de muchos lectores. El mainstream de la blogosfera busca cantidad-y-variedad, en detrimento de la calidad: “mejor me leo 5 posts cortitos, que uno extenso y currado” o “dame vídeos, cualquier material fácil de consumir”.
Tal como yo lo veo, esta epidemia-de-la-prisa-crónica no solo obedece a las presiones de la vida moderna, sino también a una alarmante falta de cultura del esfuerzo. La prueba está ahí: los manuales con atajos y trucos para hacer-más-en-menos-tiempo copan siempre los primeros puestos de los éxitos de venta.
Pero los costes sociales (y personales) de tanta liquidez se pagan caros:
- Sin paciencia (ni esfuerzo) no se aprende (ni se piensa) bien porque tendemos a quedarnos en lo superficial. Quien lee y razona de prisa, es presa fácil del rebaño, porque ante la duda y la premura de resolverla, termina apuntándose al pensamiento único (un atajo más).
- La gestión de la diversidad no es viable en un entorno marcado por la presión resultadista porque es una cuestión de proceso, de tejer complicidades, y eso necesita una cadencia mínima que la impaciencia no respeta.
- La coherencia se lleva fatal con la ansiedad porque se pone a prueba en las distancias largas y en situaciones de frontera, en esos dilemas que solo se gestionan bien desde el sosiego y el autocontrol.
- Resulta imposible construir confianza a base de prisa, porque la confianza es hija de la consistencia, y de una experiencia compartida en el tiempo.
- La paciencia es un atributo clave en los emprendedores: mientras más disruptivo es un proyecto, más constancia necesita. Y si no, pregúntate: ¿cuántos proyectos muy prometedores han muerto por sobre-exigir a los plazos? (por cierto, esto también sirve para los políticos)
La historia del bambú japonés es la mejor metáfora que se puede usar para explicar las virtudes de la paciencia. Seguro que la conoces, pero no veo otra más didáctica. El bambú tarda 7 años en sentar raíces (crece para dentro) sin que ocurra nada sobre la superficie, pero de pronto emerge y se eleva a más de 30 metros en un período de solo seis semanas. Un jardinero impaciente creería que algo falla, pudiendo abandonar el cultivo o cometer una tontería, pero resulta que las raíces están haciendo su trabajo. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, sin réditos, ni estímulos, el bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener su posterior crecimiento.
No es un ejemplo aislado. Hay muchos proyectos (personales y profesionales) que necesitan ciclos largos como los del bambú para empezar a generar recompensas. Así que el desafío consiste en aprender a esperar mientras se invierte con criterio en las raíces.
Por eso creo que hoy, más que nunca, las personas pacientes van a jugar con una ventaja importante. Serán los raros, los escasos y los que marquen la diferencia. El noble arte de la paciencia será una mercancía que se pagará cara en el bazar de las virtudes. Tiempo al tiempo, y nunca mejor dicho.
PD/ Pescar siempre me ha parecido la terapia ideal para impacientes 🙂 La imagen es de la galería de Mario_182 en Flickr.
Juan Nieto
La metafora del bambú es muy buena, se prepara y arranca su proceso cuando está listo y lo hace de una forma vertiginosa.
Estoy de acuerdo contigo en que nos consume la prisa y el ir de un sitio a otro rápido.
Sin embargo en la “generación más preparada de la historia de España” veo como encadenan una carrera, con un master y con otro master y con un posgrado que sigue a un… y llegan a los 30 sin haber tenido contacto con la tierra, a veces seca, a veces mojada, a veces dura, a veces blanda… como un bambú que no tuviera claro cuando está preparado y debe arrancar.
Me viene a la mente uno de los grandes elogios a la impaciencia de nuestro tiempo “la catedral y el bazar” de Eric S. Raymond http://biblioweb.sindominio.net/telematica/catedral.html
Amalio
Gracias, Juan. De acuerdo con lo de que esta generación ha perdido el contacto con la tierra. Conozco bien la obra de Raymond, y su socorrida metáfora de la catedral y el bazar. La uso mucho porque es muy gráfica.
Apicius.apicio
Sin comentarios, maravilloso articulo.
Enseña a pescar y no les regales pescado.
Gracias por comartir
Saludos
Amalio
Lo de aprender a pescar es una “terapia” que sigue pendiente. Espero que no pille demasiado viejo, cuando la paciencia ya sea un atributo más asimilado. Quizás me hace falta ahora 🙂
Gracias a ti
QQ
Hola Amalio
Oye muy bueno lo del bambú, no conocía este dato y sirve perfectamente para ilustrar que algo ocurre aunque no lo parezca. Que se lo digan al I+D 🙂
Quiero compartir 2 cosas, una es un artículo de Jesús Encinar donde habla de la curva de aprendizaje, relacionando el esfuerzo, la utilidad y el tiempo: http://www.jesusencinar.com/2009/06/la-web-20-como-todo-al-comienzo-cuesta.html
También esta imagen donde se ve el efecto de la inmediatez en menéame, donde una cosa es menear (FACIL), y otra leer la noticia (ESFORZARSE para ver que dice, mas allá del resumen): http://www.flickr.com/photos/qqpics/5534876058/
Abrazos!
Amalio
La metáfora del bambú es muy potente, Enrique. El I+D es, efectivamente un caso perfecto.
Muy bueno el artículo que recomiendas de Encinar. La figura de Meneame es también muy ilustrativa de lo que estamos hablando. Gracias!!
Marina
Sencillamente, me han entusiasmado tus palabras y las suscribo totalmente porque expresan algo en lo que creo fielmente. Esa virtud, cada vez más escasa, es como una vitamina esencial, pero me temo que aun no han desarrollado ningun fármaco que pueda adquirise en farmacias para suplir su falta. En mi faceta de profesora de apoyo de chicos de la ESO, me doy cuenta de que los jóvenes están inmersos en la cultura del “más fácil todavía”, SOLO QUIEREN APROBAR, para que sus padres los dejen salir o les compren el ipad, lo de aprender es lo de menos, si total “para que me va a servir a mi eso??????”. Mi lucha es seguir intentando transmitir la importancia del trabajo, del esfuerzo, de la constancia y en definitiva de la paciencia.
Amalio
Gracias, Marina. Me gusta lo de la “vitamina especial” porque la paciencia, paradojicamente, es energizante. Suerte en tu labor de profesora, que es quizás la profesión que más puede hacer por inculcar una cultura de la paciencia…
Alberto
Me ha encantado este post y la fábula del bambú japonés. es una gran verdad que para poder hacer un buen trabajo necesitamos tiempo de maduración. Aquí tienes un excelente vídeo sobre este particular: http://thecoolruler.blogspot.com/2011/11/necesitamos-tiempo.html
Un saludo
Amalio
Gracias, Alberto, muy bueno el vídeo que me has recomendado. Totalmente de acuerdo con la tesis de que la presión de tiempo no favorece a la creatividad. Quizás es un punto que podía haber añadido a la lista de “costes de la impaciencia”. Lo curioso es que hay un mito de que la creatividad aumenta bajo presión, pero eso es una falacia que ya se ha desmontado por estudios serios como los realizados por Teresa Amabille. Tu vídeo lo confirma. Un saludo
Ada
Buena reflexión!
Amalio
Gracias, Ada. He visitado tu blog de Equanima, y me resulta muy alentador que haya gente como vosotros que promueva la “filosofía práctica”, y que la impulse en entornos como el de la empresa. Un saludo
David
Fue el primer post de mi blog. http://quienmotivaalmotivador.blogspot.com/2009/08/paciencia.html
Otro enfoque. Otra manera. Otros matices. Pero seguramente la misma esencia. Gracias Amalio por hacer entradas de mas de 600 palabras. Una detrás de otra. Todas trabajadas y pensadas. Un abrazo para ti y para todos los que te siguen.
Amalio
David:
Entré en tu post, y me ha gustado. Hay sintonía entre ambos mensajes. No conocía el vídeo, que me emocionó mucho. Te habrás dado cuenta que lo RT. Gracias, Un abrazo
Juana
Ser persistente, constante, tener grandes dosis de paciencia y optimismo, en realidad es lo que tienen muchas personas, creo que la sensación de velocidad es ficticia, a la gente que le va bien suele tener esas características, lo que pasa es que esto del 2.0 es muy engañoso, parece que “nacieron” así de inteligentes y exitosos, pero hablas con ellos y sabes la cantidad de trabajo y tiempo que hay detrás …. como la buena música, el buen cine, la buena literatura …. hay muchas raices, pero no se ven ….
Amalio
Juana:
La sensación de velocidad tiene una parte de ficticia, y otra lamentablemente real. Vamos como unas motos, y no nos damos cuenta. Internet posibilita triunfos virales, de golpe, que son muy engañosos y proyectan patrones “tentadores” de comportamiento. Por otra parte, mi percepción es que a la gente que es buena de verdad en lo que hace sí que se le ven las raíces…
josean rodriguez
Gracias Amalio por “alimentarme” una vez más con tus imprescindibles reflexiones…No puedo estar más de acuerdo contigo, así lo veo y así trato de hacerlo cada día…siendo muchas las ocasiones en que las prisas y la ansiedad me pueden..
La metáfora del bambú es sencillamente deliciosa!
Abrazo
Amalio
Josean: Es normal lo que dices. Aunque servidor esté hablando aquí de ser pacientes, también es presa a menudo de esos agobios. No estoy dando un discurso desde un pedestal, sino que soy parte del problema. Solo que no quiero aceptarlo, e intento encontrarle atenuantes. Cuando leí la metáfora del bambú, me quedé de piedra. Es muy potente, y transmite fuerza a los que pensamos que las cosas genuinamente buenas necesitan tiempo. Eso lo voy aprendiendo, lo de no exigir peras al peral antes de tiempo….
Un abrazo, colega 🙂
Francesca
Bonito post, Amalio.
Estaba leyéndote y de repente, al tropezarme con esta frase tuya “Los posts de más de 600 palabras, por muy buenos que sean, lo tienen difícil para atraer la atención de muchos lectores.” he pensado que, en este caso, tal vez el soporte de la lectura importe… yo creo que habrá un cambio importante a medida que se extienda la utilización de dispositivos como el iPad, que acercan la lectura en internet a la lectura en papel y trasladan los blogs al sofá y la mesita, junto al café y los periódicos… los post largos y reflexivos van a encontrar ahí su espacio natural, exactamente igual que les está pasando a las versiones digitales de los periódicos, que creo están levantando el vuelo gracias a este tipo de soportes.
En fin… no sé, puede que tienda al optimismo, pero no creo que me equivoque mucho. Habrá que perseguir ese dato. En todo caso, y en lo tocante a este tema (en general, estoy de acuerdo contigo en que en esta sociedad la buena cimentación no se valora mucho), creo que el soporte influye: la silla con ruedecitas y el espacio generalmente frío que dedicamos a trabajar y donde colocamos el ordenador, no es el mejor sitio para leer reposadamente… ¿no te parece?
Un abrazo y gracias por incitarnos a pensar.
Amalio
Francesca:
Lo del soporte de lectura es totalmente cierto. Un matiz a tener muy en cuenta. Pero creo que aparte de ese argumento, hay un factor volitivo, o si lo prefieres, de clara tendencia social, que prima el packaging en microformatos, y el consumo de material fácil.
Gracias por el apunte
Un gusto verte por aquí, como siempre 🙂
Cristina Hurtado
Tu post ayuda mucho a retomar la paciencia, creo que me lo voy a leer cada vez que la pierda.
Amalio
Cristina: Creo que también me viene bien a mi seguir esa costumbre 🙂
Stella
Seguimos tejiendo proyectos…con mucha paciencia!! Gracias por la reflexión!!
Amalio
OK, Stella, ahi seguimos… Gracias a ti
Paz Domínguez Ara
Casi me cae una lagrimilla leyéndote. Sin que sirva de precedente, totalmente de acuerdo.
En mi caso, y desde que trabajo moviéndome constantemente entre lo digital y lo rural, paso sin anestesia, de la impaciencia e inmediatez de la Red a la cadencia del mundo rural. Aún no se, y hace un año que pedaleo por estos lares, si es posible el ensamblaje.
Los proyectos en que ando metida no tienen fecha de caducidad, son lentos, de recorrido largo, necesitan tiempo, paciencia, humildad y espacio abonado para tejerse y el mundo ahí fuera tiene prisa, mucha soberbia, plazos absurdos… Aguantando el tirón (con paciencia).
Gracias por el post.
Amalio
Hola, Paz:
jjj… te comprendo. “Lo rural” tiene un encanto especial, y el ensamblaje debería ser posible si “lo digital” se pone al servicio del primero, y no al revés.
No estamos nada acostumbrados a proyectos sin fecha de caducidad, y es lógico que eso genere estrés e incomprensión. Añades la palabra “humildad” a la lista de ingredientes (o su complemento, la falta de soberbia), y yo creo que es un “driver” necesario para gestionar la paciencia.
Gracias a ti
Iván
Gran post Amalio, recuerdo otro ejemplo, el del que corta el árbol y se dedica casi todo el tiempo a estar afilando el hacha para tenerla a punto para cuando llegue el momento. Un abrazo
Amalio
Hola, Iván: Es curioso que me recuerdes esa historia, porque yo la estuve usando mucho tiempo en mis charlas. La cita se atribuye a Abraham Lincoln, y dice así: “Si tienes nueve horas para cortar un árbol, mejor dedica siete a afilar el hacha”. Pues mira, esta idea conecta en parte con la paciencia, pero tiene un doble mensaje que me gusta menos y es la razón por la que ya no lo uso. Hoy me parece excesivo pasarse tanto tiempo afilando el hacha antes de probar con el árbol, tocar su textura para descubrir densidades más vulnerables, estudiar en qué ángulo cortarlo, etc, etc. Con el tiempo me ha parecido un mensaje muy perfeccionista, que prioriza la planificación sobre la acción, cuando estamos en tiempos donde explorar y experimentar aporta un valor. Hoy no recomendaría usar más de 3 horas a afilar el hacha (jjj). Pero la cita de Lincoln también se puede leer, efectivamente, como un elogio a la paciencia..
Un abrazo 🙂