Las grandes empresas como clientes de consultoría artesana (post-345)
Mis compañeros de #redca han tejido entre todos un relato compartido que resume muy bien lo que pasó en el último taller de consultores artesanos que celebramos el 22-23 de Febrero en Madrid, así que después de leer sus posts tengo poco que aportar.
Por eso voy a centrar esta entrada en una de las reflexiones que hicimos, la de cómo la consultoría artesana puede entrar en las grandes empresas.
Creo recordar que tiramos de ese hilo a partir de una idea de Juan Sobejano, cuando dijo que “no podemos pensar más en la Administración como el cliente que teníamos antes”, opinión que vino precedida de un “estoy entusiasmado con esta crisis” que nos regaló Asier Gallastegi apenas comenzamos la ronda de intervenciones. La lectura optimista de Asier y el convencimiento de Juan de que debíamos abordar el mercado desde otra perspectiva encajaban con el principal objetivo que nos llevó a Madrid, bien planteado por Julen: “cómo nos podemos ayudar los unos a los otros para explorar alternativas de apoyos mutuos” en nuestro trabajo como consultor*s.
Se habló de las Pymes como nuestros clientes naturales porque nuestro modo de trabajar fluye mejor a escala pequeña, donde la dimensión humana y la personalización que tanto buscamos son más factibles. Pero atraídos por buenas experiencias de algunos compañeros y pensando en abrir caminos nuevos, nos planteamos por qué no entrar en las grandes empresas, y así llegar a personas que sabemos que nos siguen a través de nuestros blogs pero con las que no hemos colaborado. Así que la pregunta que ocupó buena parte de la reflexión que hicimos sobre el mercado de consultoría fue esta: ¿Cómo los modos artesanos pueden aportar valor a las grandes empresas? y también, cómo no, la duda complementaria: ¿En qué medida esa intención puede desvirtuar nuestra filosofía por hacer demasiadas concesiones?
Tengo que decir que en #redca hay distintas sensibilidades sobre este tema. No hay una predisposición uniforme, ni todos tenemos el mismo entusiasmo, a la hora de querer trabajar con multinacionales y grandes compañías. #Yoconfieso que soy de los más desconfiados, más por intuición y prejuicios que por haber tenido experiencias negativas. En mi caso no es un recelo que se base en evidencias empíricas, sino en lo que percibo que se entiende como prioritario en las cúpulas de esas organizaciones. También me chirría la liturgia por la que hay que pasar para llegar a ellas, porque como bien se comentó en el taller: “con la gran empresa hay unos estándares que tienes que aceptar para entrar” y éstos suelen ser bastante ajenos al espíritu informal y desenfadado con que jugamos en nuestro patio.
Pero a pesar de esas dudas, empiezo a ver motivaciones positivas para intentarlo. Una de ellas es la posibilidad de poner a prueba nuestra (modesta) capacidad de transformación en espacios donde se cuecen grandes cosas, guste o no nos guste. Otro argumento es aceptar que quizás es demasiado cómodo trabajar “sólo-con-los-nuestros”, y que ya es hora de que nos atrevamos a incursionar en lo que desde la distancia se percibe como territorio enemigo, porque ese shock dialéctico puede aportar realismo a nuestra visión del mundo. Esa vocación de troyano me atrae, es un desafío que encaja con ese “Y en vez de O” que hemos defendido siempre desde las lógicas de hibridación.
En un post que escribí en 2009: “Consultor y artesano: de qué hablamos” compartí siete rasgos distintivos de la práctica artesana, y lo que es para mí un “consultor artesano”:
Alguien que disfruta por vocación lo que hace imprimiendo identidad a sus proyectos, que reclama autonomía para la experimentación creativa, es ágil para concretar lo que imagina y cimenta relaciones de confianza con sus clientes.
Sigo creyendo en esa definición, en ese “arte de hacer bien las cosas” que destacaba Antonio J. Masiá en su post, y que sirve para preguntarme si eso es posible trabajando (por ejemplo) para una gran multinacional. Mi respuesta de momento es “creo que no, pero tal vez sí”, así que voy a resumir (a partir de la reflexión que hicimos en el taller) algunas premisas que yo me plantearía al intentarlo:
- No usar intermediarios comerciales, ni canales de distribución, para vender servicios que estén muy poco paquetizados, como la mayoría de los que prestamos desde #redca. Más que buscar “comerciales” (una idea que no me gusta nada), es mejor ir de la mano de “prescriptores” que nos abran puertas para que seamos nosotros los que expliquemos lo que hacemos. Eso es más coherente con la cultura-de-productor que siguen los artesanos, algo que ya decía en esta entrada: “El marketing del consultor artesano”.
- Conectar con esos chalados (así les llamó María Jesús cariñosamente) que dentro de las grandes organizaciones confían en las prácticas artesanas porque nos conocen a través de las redes sociales y/o comparten la misma sensibilidad. Estos “clientes artesanos” pueden facilitar mucho la relación porque entienden bien cómo trabajamos, aunque soy prudente con esto porque una cosa es la persona que te busca y contrata, y otra el sistema en el que está inmersa y al que se debe.
- Ser más activos en la difusión de nuestras prácticas y visiones, organizando foros para que la gente interesada nos encuentre. Nuestra actitud hasta ahora ha sido más introvertida, de hacer poco ruido; pero quizás viene bien emitir señales más claras, en una frecuencia que ayude a sintonizar gente sensible a nuestro registro. Puede haber clientes que necesiten soluciones artesanas pero que no sepan que la opción existe.
- Concebir las acciones de formación como “servicios de entrada” que nos permitan ganar respeto y confianza en esas organizaciones para poder acceder a proyectos de innovación más ambiciosos. Para que eso funcione, la formación no puede ser teórica, sino basada en nuestra experiencia, en proyectos y trabajos que hemos realizado.
- Ser flexibles y pacientes en la interacción con un hábitat concebido en su ADN desde una lógica industrial con fuertes reminiscencias conservadoras. Resulta estúpido pretender entrar como elefante en chatarrería. José Miguel Bolívar nos recordaba la conocida fábula de la rana que escapa de inmediato al caer en una olla hirviendo pero que termina aceptando las subidas de temperatura hasta achicharrarse si el proceso se hace despacio. Para entrar en la gran empresa, el enfoque a seguir debe ser gradual.
- Parecer-lo- que-no-somos para poder conseguir un buen contrato sería dañino y contraproducente. El deseo de ser aceptados tiene un límite, porque hay prácticas y valores que no encajan con nuestra manera de hacer. El desafío está en cómo inducir al cambio sin que nos cambien esencialmente a nosotros, porque ese riesgo aumenta en la tentadora Babilonia corporativa, donde la fascinación del poder sabe camelar muy bien a los que se acercan. Y decía que era contraproducente porque lo que nosotros podemos aportar de valor a las grandes empresas es lo que ellas no tienen, ni lo que les ofrece la consultoría industrial. Ser distintos, incluso molestos, es precisamente nuestro diferencial.
Por eso ante la duda, siempre digo lo mismo: conviene volver a leer la Declaración de Consultoría Artesana. No es la Biblia, pero sí un documento que sirve de referencia para fijar los límites, y recordar qué somos, cómo trabajamos y qué no hacemos. Yo la leo a menudo, y me sigue inspirando. Como dice Juanjo Brizuela, está más vigente que nunca, y volvería a firmarla de cabo a rabo después de tres años de haberse escrito.
Antes de terminar, me gustaría recordar un diálogo que tuve con Manel Muntada. Creo que en #redca jugamos constantemente a la paradoja porque nos movemos en un equilibrio inestable entre diversidad y afinidad, que hace el barrio muy estimulante. No todo es color de rosas. Yo mismo a veces me he sentido incómodo con cadencias y asimetrías que he visto en el grupo, pero incluso de eso he aprendido porque es parte del juego de la diversidad.
Funcionamos como un engranaje variable, no programado, que está siempre mutando. Manel propuso con acierto la metáfora del poliedro, donde hay un núcleo estable de valores, y muchas caras que hacen que el perímetro se ajuste a las contribuciones de sus partes. Aunque celebramos mucho la diversidad, si no hubiera algo común entre nosotros, un núcleo consistente que diferencie nuestras prácticas, no tendría sentido que exista #redca.
Juanjo Brizuel
Da gusto leer estas cosas y recordar de nuevo el debate que nos llevó a Madrid: abrirnos más para llegar a más sitios. El potencial está ahí y creo que también el momento es el adecuado. No vale hacer las mismas cosas de siempre. Hay una frase de Einstein que recoge perfectamente el espíritu: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.» Y creo que en eso andamos y sinceramente, creo que muchas de esas organizaciones que son bien grandes, empiezan a plantearse esto.
¿Sabes qué pregunta me llega en este momento? CREER EN LO QUE HACES, sentir el proyecto, vivirlo. Y esa es una de las diferencias frente a otros modelos (respetables) de consultoría. Y la otra, el poder y el valor de la RED, que ése sí que es realmente potente.
Lo expliqué en la reunión: cuanto más mejore cada uno de nosotros, más grande es la red. Cuanto más grande es la red, mejor para cada uno de nosotros. Creo que ahí es donde se debe ser inteligente y jugar «nuestras» bazas.
Un abrazote bien grande
Amalio
Gracias, Juanjo. De acuerdo con que estamos en el momento adecuado. Lo de «creer en lo que haces» es crítico. Sin esa «energía limpia» es difícil llegar a ningún sitio.
Un abrazo
pablo cueva lópez
Me ha parecido muy interesante el post, Amalio. También saber que este tema ha estado presente en el encuentro de consultores artesanos porque creo que tiene mucho que ver con el proceso de empoderar el proyecto.
Me gustaria compartir mi visión. Trabajo en una empresa grande. Hemos contratado consultores, tambien artesanos. En mi experiencia me he encontrado con estas sitaciones:
– Grandes consultores a los que se le llama para trabajar con grandes directivos de manera puntual. Abren cuñas en la organización pero suele quedar en fuego de artificio porque no hay continuidad. El consultor suma una marca más para su cartera.
– Pequeños consultores con los que se cuenta para proyectos locales de volumen muy limitado. Inicialmente desconfiados en la medida que trabajan en proyectos de manera contínuada establecen una relación honesta con la entidad a través de quienes le/s contratan.
Creo que manifestais cierto miedo a enfrentarse a situaciones que os pongan en posiciones delicadas, y esto (desde mi punto de vista) siendo humano, es poco innovador. Es cierto que las grandes corporaciones tienen muchas veces valores y dinámicas incompatibles con principios del trabajo en la consultoria artesana. Pero de ahí a descartar ese cliente me parece que hay un buen trecho. Entiendo que, si estais comodos en entidades pequeñas en la que vuestra incidencia puede ser mucho mayor, no querais salir de esos espacios de seguridad. Pero me temo que si, además, hay un deseo de trasformación hay frentes que no se pueden ignorar.
Amalio
Hola, Pablo:
De acuerdo. Tu hilo argumental va en la línea del de José Miguel. Ambos tenéis razón. Al final se trata de aceptar que deberíamos movernos más en «territorio enemigo» (con perdon de la expresión, que puede ser exagerada), pero ahí se produce un conflicto natural entre querer aumentar nuestra capacidad de transformación y disfrutar de lo que hacemos. Es un dilema que no es fácil de resolver, y pones el énfasis en un lado o el otro dependiendo mucho del ciclo vital en el que se encuentre cada uno. Apetece trabajar a gusto, sin necesidad de tragar hiel, ni aceptar liturgias agotadoras, y eso es tan legítimo como el que aspira a derrumbar gigantes.
Mientras escribía este post hacía precisamente eso, dejar de ignorar a un tipo de cliente que está ahí, pero que percibía como ajeno. Lo he puesto en mi agenda, y ya es un paso. Estoy abierto a probar y ver cómo me sienta…
Un saludo
Prudencio
Hola, estimado Amalio, cuando os leo a ti y a otros miembros del colectivo, siento un grado de afinidad importante con vuestro planteamiento.
Por favor, anótame en tu libreta y hazme saber cuándo hacéis en cualquier punto de España una reunión en la que vayáis a hablar sobre Consultoría Artesana, que me apuntaré encantado.
Abrazos de Prudencio
Amalio
Estimado Prudencio:
Es agradable percibir afinidad porque así nos sentimos menos solos. Te mantendremos informados tan pronto decidamos montar algún sarao por ahí… que espero sea pronto.
un abrazo
Julen Iturbe-Ormaetxe
De entrada, a mí, desde luego, también me da respeto. Si puedo elegir, me quedo con las micropymes y las pymes. ¿Por qué? Porque es en lo que creo y lo que practico. De hecho, con los pequeños negocios, el lenguaje es más fácil porque los dos estamos en el mismo lado.
Acceder a una empresa grande es reconocer que, por supuesto, hay gente concreta por la que merece la pena iniciar un trabajo. Sin embargo, es lógico pensar que vamos a tener que renunciar a un cambio amplio. El asunto es entrar en alguna parte del monstruo e intentar desplegar una intensidad puntual, que entre en una grieta y que quizá luego pueda extenderse.
No sé, yo no tengo experiencia con los gigantes. Sí con empresas que pertenecen a esos gigantes. Y al final lo que siempre veo es que si merece la pena es por las personas que allí trabajan, sean chaladas o no. Hay gente legal que trata de hacer las cosas lo mejor que puede. Esa gente merece nuestro apoyo y el de cualquier que se ponga a trabajar con ellas. Pero otra cosa bien distinta es lo que ocurre en las tierras altas de la dirección. Llegar allí, me temo, es aceptar muchas cosas que me quedan lejanas.
Creo que tu artículo da para abrir alguna que otra nueva reflexión. Ahora que el mercado anda jodido, todos vamos a tener la tentación de ir donde sea. Creo que esto también hay que decirlo. Aunque, como dijo Asier, quizá se trate de aplicar las lentes de optimismo y afirmar ese lado positivo de la crisis.
Nos leemos.
Amalio
Hola, Julen:
Sip, coincido con tu elección. Me siento mucho más motivado trabajando con pymes y micropymes. Creo que sufro de «mal de altura», así que las cúpulas corporativas me atraen muy poco. Es una opción de vida, así de simple.
La metáfora de la grieta me gusta, es inspiradora. Creo que ese es el camino más viable, el de «desplegar una intensidad puntual» sobre un espacio/proyecto bien delimitado, que sirva de ejemplo para contagiar y demostrar que otras formas son posibles. Trabajando así lo que haríamos, en cierto modo, es replicar las lógicas de interacción con una pyme, porque en la medida que trabajas a una escala controlada (por ejemplo, con un equipo o área concreta, aunque sea de una gran empresa), estas funcionando con reglas de juego más familiares a las de la consultoría artesana.
Aciertas al insistir en las personas. Ya se lo comentaba antes a Jesús, que hay personas por las que vale la pena tirarse a la piscina y asumir riesgos.
Un saludo
Joaquim Braulio
No es que este de acuerdo con Amalio, si no que lo estamos experimentando en nuestro Gabinete J.M.C. Innovation & Communication for Sustaiability. Somos pequeños artesanos de la Innovación en Comunicación para el Desarrollo Sostenible de las Marcas y nuestro hueco de Mercado lo estamos encontrado en las empresas grandes, aquellas que no nos atreviamos a tocar. Corporaciones que buscan cosas distintas y sus grandes agències van perdidas.
Si quereis más información podemos compartir métodos en sesiónes de trabajo colaborativo.
Amalio ya te lo ofreci el año pasado en la Jornada de Sostenibilidad en ESADE, pero no hemos seguido la conversación que iniciamos. Intente varias veces contactar contigo pero nunca recibi respuesta.
Un saludo.
Amalio
Me alegro saber que lo estáis haciendo, y que la cosa va bien. La idea de atreverse a tocar clientes que os parecían lejanos, o imposibles, es parte del camino que podríamos recorrer nosotros. Creo que es posible, siempre y cuando se respeten unos valores y unas prácticas que cada cual se debe poner como límites.
Joaquim, me parece recordar que hablamos en la jornada de ESADE, pero no me consta haber seguido el contacto. Tengo por costumbre contestar a todos los mensajes que recibo. Puedo a veces tardar un poco, pero siempre contesto. Lo siento si percibes que no te dí respuesta, o no continué la conversación que iniciamos. Te sugiero que me mandes un e-mail, y hablamos, vale?
Un saludo
Jose Miguel Bolivar
Me gusta mucho el post, Amalio, por cómo planteas algunos de los puntos que, a mi parecer, son básicos en la conversación que mantuvimos y seguimos manteniendo.
Me parece por ejemplo muy importante la llamada a salir de la «zona de confort». Si aspiramos a cambiar el mundo (para mejor), aunque sea a pequeña escala (de dimensión humana), no hay más alternativa que hacerlo.
Partiendo de la base de que hay clientes artesanos en todas las grandes corporaciones, los principales retos para mí son dos: Por una parte, ayudarles a encontrar las formas de hackear el sistema para que la consultoría artesana se abra un hueco en la maraña de intereses personales y/o corporativos que entretejen las grandes corporaciones y, por otra parte, mantener la perspectiva para no perder nuestros valores artesanos por el camino. Nadie dijo que fuera fácil pero desde luego es posible.
Abrazo, maestro.
Amalio
Jose Miguel:
Ya ves. Quería escribir un post en positivo, y dejar opciones abiertas. Estoy dispuesto a probar, y a ver si hay oportunidades sin hacer demasiadas concesiones. Lo de salir de la «zona de confort» es probablemente lo que más me motiva. La pasta es lo de menos.
Esa pista que das, y que ya avanzaste en un post sobre los «troyanos», me parece muy válida, la de «ayudarles a hackear el sistema». Es un hilo del que seguiremos tirando con mucha curiosidad.
De todos modos, ya sabes que soy muy prudente con eso. No subestimo para nada al «sistema» porque creo que tiene mucha más capacidad de engullirnos a nosotros que la que tenemos unos pocos consultores artesanos de cambiarlo. Sé que no te gusta el término, pero me sigo viendo como un «microbio», con una capacidad de transformación bastante limitada, lo que no significa que me vaya a quedar quieto. La única opción es colaborar, y trabajar juntos, incorporando gente y haciéndonos notar más. En eso estamos de acuerdo.
Está claro… «nadie dijo que fuera fácil»…
un abrazo
José López Ponce
Mi granito de arena a la reflexión: Por mi experiencia profesional en una de grandes empresas del Ibex-35 y cierta capacidad de contratar directamente consultoría externa, la mayoría de los intentos de establecer colaboraciones con consultores fuera del dominio de las grandes consultoras quedaba frenado en algún punto de la cadena de aprobaciones jerárquicas a la que estaba sometida la contratación. El motivo: en la mayoría de los casos las grandes consultoras están imbricadas con las grandes empresas compartiendo intereses entrecruzados.
Sin embargo, por la estructura empresarial de nuestro país donde dominan las Pymes, en mi opinión la consultoría artesanal es la que puede ser más competitiva con una oferta personalizada a cada empresa en contra de las ofertas sectoriales estandarizadas que ofrecen las grandes consultoras. Es el diferencial que señalas en el post: ser distintos, incluso molestos. Para mí, ese es el gran nicho cuyos elementos primordiales se basa en establecer un escenario de confianza mutua, con objetivos centrados a las particularidades de la empresa y el acompañamiento durante todo el proceso.
S2
Amalio
Hola, Jose:
De acuerdo, mi experiencia es similar. Añadiría más razones a la que comentas de las complicidades de intereses entre «los grandes», que es meridianamente cierta. Hay una que no podemos obviar, y es la predisposición a asumir riesgos. Me explico. A eso le llamamos el Sindrome de «Nadie-te-va-a-castigar-por-contratar-a-IBM». Los altos directivos tienden a contratar empresas con mucha marca, muy reconocidas, por si la cosa sale mal (siempre existe esa posibilidad), que nadie les endose la culpa de haber contratado a «un desconocido». Contratan a los de siempre para cubrirse las espaldas, y eso genera un círculo vicioso del que es complicado salir. Prefieren moverse dentro de parámetros garantistas, y muy conservadores, que atreverse a salirse de lo habitual contratando a consultoras «disruptivas» o con una reputación de ser muy innovadoras. A decir verdad, esta actitud es en parte comprensible dentro de lo mucho que se juegan estos mamuts corporativos, Por cierto, ese síndrome se da tal cual en la Administración Pública, donde las «Big Four» se llevan la gran mayoría de los contratos de consultoría por razones similares.
Otra razón que añadiría es la tendencia de muchas grandes organizaciones a contratar consultores no para «consultarles», ni para que les ayuden a buscar la mejor solución a un problema, sino para legitimar una decisión/solución ya tomada. Solo buscan el nombre, la marca, que sirva para acreditar la supuesta validez técnica de una decisión ya tomada porque interesa a las cupulas directivas. Esto es un escándalo, pero ocurre muchísimo, aunque el dictamen de consultoría signifique cargarse un montón de puestos de trabajo y afectar la vida de mucha gente. Y ocurre porque hay muchas consultoras-buitres que abusan de su marca, y están la mar de dispuestas a entrar en esos chanchullos. Como consultor artesano nunca aceptaría un arreglo así, no me interesa, y me daría muchísima verguenza suscribir una receta en la que no creo. Seguro que mis compañeros piensan lo mismo…
Juana
Después de leerte varias veces … espero, deseo que entréis en «grandes corporaciones» como la mia, un hospital público inmenso, al que le falta lo que vosotros tenéis … «humanidad»
«Para entrar en la gran empresa, el enfoque a seguir debe ser gradual.» sin duda, poco a poco …
«porque una cosa es la persona que te busca y contrata, y otra el sistema en el que está inmersa y al que se debe.» … los empresas grandes son complejas, con delicados equilibrios …
Y la gran sabiduría de esta frase: «El desafío está en cómo inducir al cambio sin que nos cambien esencialmente a nosotros» . Mi experiencia es, que un sitio como en el que trabajo termina siemdo como una «droga dura» … te atrapa, te transforma y … si tienes poder, no siempre para el bien de todos …
Una vez soñé que nombraban Gerente de mo hospital a Bolivar, me desperté con una sonrisa de oreja a oreja … soñar no cuesta …
Amalio
Hola, Juana:
Pos’eso, a ver si hay suerte. Hacer un proyecto para un gran hospital público suena interesante. El ámbito de la sanidad me parece un territorio fértil para hacer cosas bonitas y gratificantes. Soy consciente de las dificultades, pero es parte del deporte de aventura que significa la práctica artesana 🙂
Sip, lo de cambiar el entorno sin que nos cambie «esencialmente» a nosotros me parece vital. Fíjate que he destacado a proposito el adverbio, porque sería arrogante pensar que en esa interacción no vamos a cambiar, porque es imposible participar en un juego sin que nos afecte, pero lo que es importante es que ese cambio no desdibuje nuestra identidad en lo más esencial.
Jjjj… ese sueño le va a gustar a Bolivar… o lo mismo no 🙂 A ver si lee este comentario y se atreve a tirar del hilo…
Jesús
En mi opinión, enfoque certero, Amalio. Todas tus claves responden bien a cómo puedo verlo modestamente yo, desde dentro.
Yo solía hablar de acercarse con humildad (sin connotaciones de humillación, claro), pero tú lo describes mejor, se entiende mejor, en tu consideración 5 sobre «ser flexibles y pacientes».
También me parece clave el punto 2, pero de nuevo coincido con tu nota de prudencia, porque esos «chalados» también son los «chalados» puertas adentro… hasta que la organización alcanza un nivel de madurez que le permite escucharles. Identificar a una organización que ha alcanzado ese punto de madurez me parece clave para que la intervención no se quede en mera anécdota.
Por aportar algo… la concesión de autoridad es fundamental para penetrar en lenguajes cerrados. Así, en el punto 3, lo ideal sería conseguir que un proyecto gordo para un cliente gordo… lo cuente el cliente gordo con su lenguaje de cliente gordo en una de sus reuniones con otros clientes gordos… 🙂
Y en fin… que creo que aciertas. Saludos.
Amalio
Hola, Jesus:
Me es de gran valor tu opinión «desde dentro», porque sé que te mueves en una empresa grande, aunque con características singulares. La idea de «acercarse con humildad» es también certera, me gusta.
Jjj… está bien la matización que haces de que «esos chalados también son puertas para adentro» y que por eso a menudo están aislados, son incomprendidos y no cuentan con una buena capacidad de influencia para acompañarnos en todo el proceso. Es un factor a tener en cuenta, aunque no siempre sea así. Estoy de acuerdo con que no solo es la persona que nos contacta, o nos lleva de la mano, sino también la evolución o tendencia que uno percibe en la organización («el sistema» del que hablo en el post). De todos modos, Jesús, hay personas tan validas, honestas y visionarias, que puede valer la pena tirarse a la piscina con ellas, sabiendo los riesgos que se corren.
Lo de los «lenguajes cerrados» me parece también una aportación muy interesante. Al final vamos a necesitar «traductores», porque es ingenuo aspirar a que se use nuestra propia jerga. Y si las recomendaciones se hacen en «su» lenguaje, más posibilidades de que el efecto-Troyano surta efecto…
Saludos
Asier Gallastegi
Perfecto! Creo que recoges mucho de lo que hablamos y también bastante de algunos fondos de esta red diversa y paradójica 🙂 A quien lea sobre mi optimismo necesito decirle que no me río del sufrimiento, que no soy ajeno al miedo pero un me encuentro en este momento más y más personas buscando colaborar y tejer red y que para mi eso es una oportunidad única.
Gracias Amalio!
Abrazo
Amalio
Gracias, Asier.
Sip, tienes razón. Despues que puse tu frase, me quedé preocupado que se mal-entendiera que te alegraba la parte negativa de la crisis. Me deja más tranquilo que lo matices aquí, aunque el texto apuntaba como es lógico a las oportunidades positivas de colaboración que, como bien explicas, están aflorando gracias al desplome de ataduras asociadas al mundo irreal y amañado en que vivíamos.
Un abrazo