Abstinencia Digital en vacaciones (post-370)
He escrito bastante sobre las virtudes de la abstinencia digital total en vacaciones, y es buen momento de volver a hacerlo porque me pongo missing por 12 días, a partir de este miércoles, que viajo a Escocia en plan nómada con la familia.
Sip, he dicho “total”, porque ahí está precisamente la bestial diferencia, como ya explicaré. No es teoría, ni habladurías, sino algo que practico desde hace años (cada vez con más disciplina) después de descubrir que me hace tan bien.
Por si quieres saber más, en posts anteriores como “Elogio a la desconexión”, “Vacaciones y sobre exposición digital” o “Summer’12 Digital-OFF Edition” doy detalles de cómo vive un menda como yo esa experiencia de alejarse drásticamente del ruido digital durante sus vacaciones. También hay un artículo de Tony Schwartz en HBR, que reseñé en eMOTools, que explica de un modo muy ilustrativo “qué pasa cuando desconectas realmente” en períodos vacacionales o viajes de ocio.
Yendo al grano, mi tesis es que la desconexión o “abstinencia digital” como disciplina, como práctica auto-impuesta, durante períodos de tiempo significativos todos los años, es un hábito saludable para ayudar al equilibrio mental y redescubrir sensaciones vitales que estamos perdiendo u olvidando por el nocivo “always on” de los medios digitales.
Cuando digo “abstinencia digital total”, me estoy refiriendo a eso, a desconectar smartphones y demás cacharros diabólicos, a hacer vida analógica 100%, y a evadirse literalmente de la excitación digital que nos viene en tromba desde las redes. Voy a intentar resumir los beneficios que yo percibo (que, por cierto, no tienen por qué ser los tuyos) cuando implemento esta práctica durante mis vacaciones:
- Atención plena: A medida que van pasando los días de abstinencia, noto que estoy cada vez más centrado, que vivo los detalles con más intensidad, que la interacción con el entorno y la gente que me acompaña fluye de una forma mucho más natural. Eso me hace pensar que las constantes interrupciones de lo digital (las buscadas y las impuestas) tienen un impacto nefasto en cómo nos dejamos atrapar por la realidad. Esa inmersión analógica tiene un efecto más que notable en cómo me relaciono con mi pareja, con la familia y los amigos. Por ejemplo, si pretendo tuitear o instagramear una experiencia memorable en el mismo instante en que la estoy viviendo, es posible que pierda parte de la magia, porque me obliga a pillar un móvil, cacharrear botones, escribir un texto y en definitiva, salirme de la situación que estoy sintiendo en ese momento. Esa sensación de distracción la he tenido muchas veces, ¿tú no?
- Recuperar la dimensión íntima: Los medios digitales fomentan un tipo de “vouyerismo social”, de contar y exponer lo que hacemos, que tiene (sin duda) su lado agradable y molón, pero que dispersa energías que antes se consumían en nuestro entorno más cercano y en interiorizar más esas vivencias. Es difícil de explicar, porque no es nada que pueda demostrar, pero yo siento que cada acción de mostrarme hacia afuera compite con otras formas de metabolizar la experiencia, que puede ser en muchos casos más enriquecedora en lo personal. Esta tendencia a la “extimidad” contribuye, desde luego, a tejer nuevas conexiones sociales (basadas sobre todo en “lazos débiles”) pero seguro que entraña un coste en términos de paladear detalles que sólo afloran desde una vivencia más introvertida (como parece decirnos esa pareja de la imagen del post).
- Cultivar la paciencia: Esto me parece muy importante, y es de las mejoras que más noto al aplicarme la receta. Las Redes Sociales generan prisa, ansiedad y un cierto deseo de hacer las cosas muy rápido. Esa tendencia se agrava cuando el maldito #multitasking lo invade todo, como suele ocurrir. Así que poner a ralla los smartphones surte un efecto inmediato en mi percepción del tiempo y con ello, en mi relajación.
- Recuperar el placer de las “sensaciones analógicas”: El uso ubicuo de los medios digitales lo invade todo, y compite con el resto de las actividades. Su peligro reside en que son muy fáciles de usar, así que es un “ocio pasivo” bastante parecido al TV del que echamos mano a la primera. OJO, eso tiene mucho peligro en vacaciones si no le pones coto. Cuando suprimo las #rrss de mi listado de opciones, me centro en actividades que son más relajantes y agradables como la lectura de libros, la conversación, el deporte o el juego con los niños. Todas ellas compiten, un día sí y otro también, con la distracción digital.
Lo bueno de todo esto es que esas sensaciones positivas aumentan de forma notable a medida que van pasando los días de mi “período de abstinencia”, lo que me confirma en la idea de que algo había “contaminado” que necesitaba de una oportuna limpieza.
Insisto, y esto es lo más importante: esa sensación de profunda relajación y equilibrio vital sólo la consigo cuando practico la desconexión total, porque aunque dosificar la carga digital siempre es bueno, no consigo el mismo efecto “entrando y saliendo”. Es como si tuviera una especie de buffer en estado latente que se activa cada vez que lo acerco a las #rrss y echa a perder todo el efecto de limpieza anterior.
Por contar toda la verdad, tengo que decir que esa abstinencia tiene en mi caso algunas excepciones, pero que no suponen un cambio relevante en la calidad de la experiencia, ni cuestionan el hecho de que siga considerando mi desconexión como “total”. Esas salvedades son estas:
- Reviso muy rápido el e-mail (por las noches, antes de dormir, y sólo en días alternos) para asegurarme que no hay nada urgente-e-importante que merezca una respuesta rápida de mi parte.
- Leo noticias en las versiones digitales de los periódicos para no aislarme demasiado de lo que ocurre, sobre todo cuando estoy fuera de España. Esto lo hago en el momento que reviso el correo, y durante un tiempo muy delimitado.
Por cierto, algo que he aprendido es a evitar la interacción, el feedback, porque excita mucho más que adoptar una postura pasiva. Por ejemplo, puedo leer noticias o textos digitales en vacaciones, pero jamás los comento, ni los Tuiteo, ni me implico más allá de lo que haría un mero consumidor de información. Saco un montón de fotos con mi cámara, o con el móvil si lo tengo más a mano, pero evito distraerme con las #rrss convirtiéndolas en tuits o imágenes de Instagram en el momento que lo estoy viviendo. Eso ya lo hago después, cuando regrese de las vacaciones. Ah, también programo antes del viaje tuits y mensajes con contenidos para todos los días que voy a estar fuera, y así evito entrar en las #rrss mientras me entrego a mi espíritu abstemio.
Nota: La imagen del post es de Gemma Bou en Flickr.
Iván
Buenas reflexiones Amalio. Tengo un amigo viajro y blogger de viajes que lo ha hecho, y parece que con buenos resultados 🙂 . De momento yo no me lo he propuesto, aunque a lo mejor en el futuro toca practicarlo. Un abrazo y disfruta el modo offline 🙂
Amalio Rey
Hola, amigo:
Da excelentes resultados, te lo puedo asegurar. Tú que eres un experimentador nato, te invito a que lo pruebes un día y compares las sensaciones…
un abrazo fuerte
arati
Yo este año lo hice de modo radical: al segundo día de vacaciones se me cayó el bolso con el móvil al mar. Muerto totalmente. Estoy por pensar que lo hizo adrede.
Pasé quince días estupendos. Lo recomiendo 😉
Amalio Rey
jaaa.. que bueno, Judith. No sabes lo que me alegra saber que no soy el unico anormal al que le ha venido muy bien esta practica. Acabo de regresar de Escocia, de mis vacaciones, y confirmo una vez más lo estupendo que es.
Un abrazo 🙂