Un espía en el AVE se forraría (post-398)

Una cosa es la transparencia, y otra la indiscreción. Por razones que sería largo de explicar ahora, la transparencia absoluta no es posible, ni conveniente. Hay detalles que no se deben contar, que han de permanecer en el ámbito de lo personal o privado, porque ventilarlos hace más daño de lo que beneficia. Y hablo no solo a escala individual, sino también social.
Así que la prudencia y la discreción bien entendidas son atributos perfectamente compatibles con la transparencia, porque ayudan a que ésta encuentre un sano equilibrio. No saber discernir entre transparencia e indiscreción es temerario y puede costar muy caro. Y si a esto le añadimos dosis de mala educación, apaga y vámonos.
En Twitter, por ejemplo, he leído mensajes que me han dejado perplejo: anuncios a bombo y platillo de proyectos adjudicados con nombres de clientes, emociones intimas que implican a terceros, o travesuras y procrastinaciones laborales contadas en plan gracioso como si los jefes tuvieran prohibido seguirnos.
La última modalidad de indiscreción se da en los transportes públicos. Lo que uno escucha en conversaciones de móviles es de juzgado de guardia. Diálogos a viva voz que hablan con lujos y detalles de víctimas y victimarios, negocios, chanchullos, confesiones y diatribas contra jefes y empleados.
Veamos, por ejemplo, lo que pasa en el AVE (Tren de Alta Velocidad) que conecta Málaga con Madrid, un trayecto que suelo hacer mucho por temas de trabajo. No dejan de sorprenderme las conversaciones que escucho por teléfono de otros pasajeros. Temas delicados, muy delicados, hablados en voz alta. Desde estrategias para engañar a un cliente (y el pobre susodicho citado con nombres y apellidos), hasta cómo putear a un jefe que les cae mal, aspectos críticos de una negociación que se está haciendo en ese momento, detalles familiares que deberían ser íntimos, problemas jurídicos sensibles y hasta pasta que han cobrado cuando no debían, entre otras minucias.
Además de la mala educación, y de las molestias que provocan a los demás, la probabilidad de que alguien pueda estar interesado en lo que cuentan, y saque información de valor de la indiscreción, no es nada despreciable tomando en consideración que los pasajeros en su mayoría conectan el mismo origen y destino, y por tanto comparten territorios geográficos de influencia parecidos. A esto se añade que si van en Preferente, hay mucha gente de negocios, y los negocios suelen estar muy relacionados, hay conexiones y grados de separación relativamente cercanos. Sólo hay que pensar que cada vez que cojo este AVE suelo encontrarme a gente conocida.
Por eso digo que un espía en el AVE se forraría porque debe ser el sitio más fácil del mundo para conseguir información sensible a costa de indiscretos, ingenuos y mal educados.
Gonzalo
Nunca he ido en AVE el sueldo no creo que me alcanzase para usarlo muchas veces pero si hay una WiFi publica en los AVE espiando los datos que se transmiten ahi si que te ibas a enterar de verdaderos culebrones, si ya a voz la gente es indiscreta figúrate lo poco discretos que serán en Whatsapp y similares.
Pero vamos que lo que pasa en el AVE pasa igualmente en el bus y en el metro que esos si que los uso.
Creo que en España lo de la confidencialidad no lo tenemos muy aprendido.
Amalio Rey
Bueno, Gonzalo, lo de espiar por Wifi ya sería la repera. No quiero ni hablar de eso, y espero que no sea asi. Saludos
eveline rc
Tremendo, lo del AVE…es otro nivel….
Mi última visita al médico de familia fue de traca….un jubilado de la banca… contaba anécdotas a gritos, de como limpiaban el dinero de los ricos con los c. engañando a los ingenuos premiados…y se jactaba de como conseguían… pisos de pobres diablos…..(parece que de esa forma consiguió su amplio patrimonio…»por dos duros»).
Mi médico y yo lo comentamos indignados….
…en fin….vivir para ver, ver para creer,…
Amalio Rey
«es otro nivel»…jjj. Pos’si, Eveline.
El AVE es una metáfora de lo que ocurre en muchos sitios publicos, donde se puede compartir información. En uno de mis viajes compartí vagón con un tipo de Marbella que estuvo todo el viaje comprando y vendiendo Mazerattis, Ferraris y demás minucias moviles. No puedes imaginarte el nivelazo de la conversación, cómo manipulaba, y las cifras que manejaba. Y no se cortaba un pelo, chillaba sin compasión para nuestros oidos y entendederas….
Un saludo 🙂
francesc
Totalmente de acuerdo. Al principio estos personajes dan rabia pero al final hasta dan pena de que no sean conscientes de la situación…
Tren Mad – Bcn escuché:
«Pero esto ya lo sabíamos, ya te lo dije. Que pasó con los containers, eh, ¿que pasó? ¿Cuánto tiempo estuvieron en el puerto?» dijo el nombre de varias empresas, apellidos…
«Mira, ahora que estoy en el tren me tendrías que buscar en internet toda la información que puedas de esta persona xxxxxx xxxxx xxxx…» Y dijo el nombre y apellidos de la mujer, y por qué lo quería…
Amalio Rey
Francesc, me alegra verte por aquí 🙂
Lo peor de todo esto es que se citan nombres, se apunta a gente. No puedo entender cómo no se dan cuenta del riesgo que eso implica. A veces pienso que hay gente que va demasiado sobrada por la vida, que no repara en nada. Gente que se siente demasiado segura. En fin, no lo sé…
Un saludo
Catalina
Siempre me ha sorprendido el fenómeno AVE, yo también he escuchado de todo, desde situaciones personales, hasta gerentes de cuatro empresas de un mismo sector dando datos que me dejaron perpleja.
Pienso que esto no se debe únicamente a la indiscreción, sino también a lo alto que hablan en España 🙂
Amalio Rey
Hola, Catalina. Lo de hablar alto, que es un problema, es también una muestra de indiscreción. Es bastante evidente que el espacio es estrecho en un vagón del AVE, así que hablar alto significa que todo el mundo se entere de lo que uno está diciendo 🙂