El emprendizaje universitario es políticamente ñoño (post-493)
El emprendimiento está de moda y la universidad se ha apuntado con alegría a esta tendencia, cosa que me parece bien. Emprender, entendido como una actitud ante la vida (y no necesariamente, para crear empresas), puede ser una forma muy sana de promover cultura innovadora y de impulsar transformaciones que mucho nos hacen falta.
Pero desde mi punto de vista, el ímpetu emprendedor universitario empieza a diluirse, a perder carácter, cuando los proyectos que se impulsan son mayoritariamente para “trabajar dentro del sistema”, o sea, para no cambiar nada sustancial y seguir alimentando las mismas ruedas de molino que mueven el statu-quo. OJO, para que se me entienda, no hablo de escala, sino de naturaleza, como ya explicaré.
William Deresiewicz, a quien he citado en otras ocasiones por su brillante libro “Excellent Sheep: The miseducation of the american elite”, cuenta que unos estudiantes de la prestigiosa Universidad de Pomona (California) le confesaban que sienten presión por ser felices, como si el sistema buscara erradicar sentimientos de descontento o infelicidad, algo que no sólo es algo normal en la vida (más en los jóvenes), sino que es indispensable para abordar cualquier tipo de transformación, ya sea personal como social. En esa misma línea, citaba a David Brooks, que en su artículo “The Organization Kid” se quejaba de “la calma aceptación del orden establecido que impera entre los estudiantes de élite hoy”.
Añade Deresiewicz que: “Los cambios locales, a pequeña escala, son una gran cosa, pero contra el inmenso poder de la riqueza coordinada (lobbies millonarios, etc.), el modelo de start-up no tiene mucho que hacer” y apuntilla: “Los jóvenes de hoy quieren “salvar el mundo”, pero su idea de cómo hacerlo implica invariablemente alguna forma de llegar a lo más alto. Se aceptan los límites del estatus-quo, y en muchos casos se terminan convirtiendo en un producto más del sistema (…) Y mientras la ‘clase creativa’ está ocupada jugando con sus gadgets, el mundo sigue posponiendo los grandes problemas de fondo”.
Esto conecta con la serie de artículos que estoy publicando sobre educación universitaria, pero sobre todo con un antiguo post, en el que proponía hablar más de los “emprendedores políticos”. En esa entrada compartía esta idea:
Sé que hay una corriente dentro del emprendimiento que no quiere hablar de política, y que se esmera en separar la innovación social de la política. Yo la respeto. Me parece una visión resultona, de cara amable y menos arriesgada, pero poco ambiciosa, incluso naive (…) Tenemos que trabajar a escala-micro, transformando nuestro entorno más inmediato, incluso con acciones paliativas si hacen falta porque en definitiva se trata de colectivos de personas concretas que necesitan ayuda; pero al mismo tiempo, vamos a tener que hacer activismo a escala-macro, para contribuir a la solución de las anomalías de raíz. Si no seguimos las dos rutas en paralelo: trabajar en lo micro y en lo macro al mismo tiempo, corremos el riesgo de que nos utilicen.
Y definía a los “emprendedores políticos” como aquellos que canalizan sus cualidades emprendedoras hacia dos fines concretos: 1) un cuestionamiento de las estructuras de poder que son nocivas para el ejercicio de la democracia real, 2) una búsqueda optimista de soluciones alternativas que vayan al fondo de la cuestión, que permitan hacer realidad el principio de justicia social.
Pero de eso vemos poco, muy poco, en los programas de emprendizaje que se impulsan desde las universidades que yo conozco. Si alguien sabe de alguna que esté preocupándose de verdad por impulsar proyectos atrevidos (políticamente hablando) que vayan más allá de comercializar un buen invento, generar dos o tres puestos de trabajo o sencillamente, levantar fondos para una start-up de campanillas, que me lo diga. Lo que hacen es tener a los jóvenes entretenidos con juguetitos como los Canvas de Osterwalder y adoptar palabros empresariales como “modelo de negocio” para abordar realidades sociales que piden otra cosa.
Por eso digo que el emprendizaje universitario actual es puramente utilitario, ñoño y modosito. De tanto enredarnos en cosas banales vamos a terminar todos como aquella actriz que decía que “el capitalismo la da ganas de llorar” mientras se ponía modelitos de 4 mil euros. Y refleja en parte el argumento de Deresiewicz cuando critica que los jóvenes norteamericanos prefieran ir a Guatemala en vez de a Milwaukee porque luchar contra las injusticias en su propia sociedad tiende a producir más tensión, sobre todo si les fuerza a reconocer en qué medida ellos también son cómplices y participan en ello.
Según el mismo autor, y yo estoy de acuerdo, el ethos dominante es trabajar dentro del sistema, lo que puede sonar hasta normal si no se tratara de un sitio como la universidad, donde históricamente se han fraguado las propuestas de cambio más radicales. En los campus lo que nos proponen ahora es que nos olvidemos de los grandes ideales y de las ideologías que sacudieron el siglo XX, y elijamos un problema (o problemilla) en el que centrarnos sin mirar a ningún otro sitio.
La visión imperante en el emprendizaje universitario es puramente tecnócrata. No hay pensamiento holístico, ni especulación en sí misma. El mundo, como un test, consiste en una serie de problemas discretos, y todo lo que tenemos que hacer es salir y resolverlos. Esto se traduce en mejores tecnologías, productos, procesos y así vamos marcando las tareas y desafíos en el Check-list que nos pone el propio sistema. Soy el primero en reconocer que abordar esos desafíos es valioso y necesario, pero insisto, no es suficiente.
Como se cuestiona Deresiewicz: ¿Qué pasa si el problema es precisamente el sistema dentro del que quieres trabajar? Por ejemplo: ¿Podemos arreglar nuestras escuelas sin abordar el problema de la desigualdad? ¿Se consigue una mejor educación para todos si no se cambian las prioridades políticas, y por tanto, quienes nos gobiernan? ¿Se puede sacar de la pobreza a los países subdesarrollados sin reformar el sistema de comercio global? ¿Es posible abordar de verdad el cambio climático sin cambiar los hábitos de consumo, o no está el consumismo en la base de nuestra crisis ambiental actual?
El mensaje principal de todo esto es que los programas de emprendimiento, sobre todo de las universidades públicas, deberían preocuparse por educar a los participantes a que se hagan siempre esta pregunta antes de desarrollar un proyecto: ¿Con qué valores (sociales y políticos) está operando el emprendedor al optar por la “solución” que pretende desarrollar, qué valores expresa esa solución? Y para responder bien a esa cuestión hay que forjar un carácter, un criterio propio y un pensamiento crítico, que es en buena medida de lo que deberían ocuparse también los programas de emprendizaje.
El ensayista norteamericano no sugiere como solución que los estudiantes tomen las calles, como ocurrió en los años sesenta. Cada persona tiene que encontrar su propio camino cuando intenta hacer algo por un mundo mejor. Pero insiste en que lo primero que tenemos que hacer, y que la universidad debe enseñar, es a pensar bien: “No necesitamos que los estudiantes sean radicales, sólo necesitamos que sean escépticos”, y de esta aspiración ya hablamos ampliamente aquí.
Julen
Ando atrasado de lecturas y comentarios. Ya veo que hay cierta sintonía en que alimentamos al monstruo. También es cierto que hoy todo es sistema. No hay sitio fuera y el comercio “justo” es también “comercio”, no hay que olvidarlo. Supongo que es una cuestión de dosis: cuánto de escepticismo, cuánto de “jugar con las mismas armas”, cuánto de “caballo de Troya”. No, no es fácil. Eso sí, yo metía asignaturas de pensamiento crítico, sí o sí 🙂
Amalio Rey
Julen: El monstruo sabe mucho, más que nosotros, al menos cada uno por separado. De acuerdo con que es una cuestión de dosis pero, ya sabes, ciertas cantidades nos llevan a estadios de naturaleza bien distinta. Lo de educar en Pensamiento Crítico, al parecer, va en camnino de convertirse en una obsesión compartida. Seguimos!!!
Ricardo ColaBoraBora
¿Que emprendimiento se promueve desde la universidad? ¿para cambiar el status quo o para formar parte del startups quo?
Amalio Rey
Ricardo:
He respondido a tu pregunta en el post precisamente 🙂
Ricardo ColaBoraBora
Si, al leerlo me vino a la mente esta especie de resumen-titular jugueteando con la pregunta 😉
Abrazos!
Amalia
Estimado tocayo,
Suscribo a cada una de tus ideas en este artículo. Creo que esta es una reflexión indispensable para sostener una mirada crítica de tanta “buzz-word” que anda dando vueltas.
Al leerte, recordé algunas conversaciones con científicos que participan en convocatorias de proyectos de investigación europeos y se quejan de la importancia de la sección “Impacto”. Esa sección apunta precisamente a reflexionar sobre los problemas sociales más profundos a los que, supuestamente, se dirigen esas investigaciones… pero estos científicos catalogan a ese apartado como mero bla bla sin “ciencia real”. Esta visión de tecnócrata es sostenida por estos representantes de la academia… que son los mismos que están bien acomodados en las universidades.
Deberías escribir un libro, Amalio! Tu mirada sobre el emprendedurismo es interesantísima! Aplausos!
Amalio Rey
Gracias, tocaya. Muy de acuerdo con el sesgo tecnócrata de algunos científicos, porque conozco de qué van esas convocatorias y es cierto de que el “impacto social” es algo que según ellos no tiene importancia. Es una actitud que se replica en muchos sitios porque el pragmatismo a ultranza lo está calando todo. Un saludo
Koldo
Siento que no te haya interesado mi comentario anterior. Pero creo que la influencia de nuestro modelo socio-económico sobre el emprendizaje social y político es bastante más relevante que el ámbito desde el que se promueve emprender (en este caso el universitario).
Amalio Rey
Hola, Koldo:
No sé qué quieres decir con lo de que “no me ha interesado” tu comentario anterior, ¿a qué comentario te refieres?
En cuanto a tu siguiente observación, creo que la relación debe verse en las dos direcciones. El contexto afecta a la universidad, pero la universidad tiene mucho que ofrecerle al contexto. Mi post quería centrarse en el emprendimiento que se realiza en los campus, y sigo pensando que ahí hay mucho margen de mejora con independencia de las limitaciones del contexto….
Koldo
Hola Amalio, el comentario primero parece que desapareció en el …”hiperespacio”
Tus reflexiones son casi siempre para mí extraordinariamente inspiradoras.
Al hilo de esta, solo indicarte que algunos coincidimos con esa necesidad de innovar y emprender en lo social y lo político. Pero desde los valores que promueve y asume nuestro modelo social y económico, nos encontramos con obstáculos sociológicos y psicológicos que sí parecen insalvables:
– La percepción de total dependencia entre calidad de vida y recursos económicos disponibles
– La inseguridad del contexto laboral y la proximidad a la precariedad
– La gestión política muy ligada a intereses personales y/o de las organizaciones políticas y muy poco a intereses colectivos
Ese conjunto de factores lleva a percibir con un muy bajo nivel de autonomía personal la capacidad de intervención sobre nuestras vidas y nuestro entorno. Factores ajenos a nuestro control como dónde hemos nacido o qué son nuestros padres, condicionan mucho más que otros aspectos más meritocráticos.
Todo ello desincentiva el emprendimiento social y político
¿Cuál es el suelo, por debajo del cual no podemos actuar? ¿Es el comportamiento humano en su sentido más etológico? O ¿hay variables ocultas en el entorno que condicionan enormemente nuestra conducta más “natural”?
Amalio Rey
Hola, Koldo:
Vaya, reviso los comentarios que van a Spam y no está el tuyo. Ya ves, cosas de Internet 🙁
Por supuesto que el contexto general nos corta las alas. Suscribo esa lectura.
El impacto de la precariedad es patetico. Mucha gente no puede militar, ni salirse del molde, porque apenas tiene tiempo para trabajar para sobrevivir. Si tienes hijos, hipoteca e ingresos bajos, dime tú de dónde sacas tiempo y energía para invertir en transformación social. Eso es parte de la trampa del sistema.
Un saludo
Santiago Bonet
Hola Amalio:
Aplaudo tu valentía en animar a salir de la caja a la hora de pensar nuevas empresas…
pero en mi caso podría decir que ha sido al revés, ahi van un par de iniciativas
“La asignatura pendiente de la transformación digital empresarial: Y tú… ¿innovas con nosotros o abdicas?”
http://www.santiagobonet.com/innovas-con-nosotros-o-abdicas
que pretenden justo eso, cambiar el sistema que parece que “hace aguas por todos los sitios” pero con un pie en cada Hélice de la Cuádruple de la Innovación Colaborativa que llaman los expertos, incluida la Universidad, obviamente. Sino difícilmente conseguiremos cambiar nada si no cambia el lugar donde se forman las próximas canteras de titulados Universitarios…
El único problema que le veo a la iniciativa es que me da la sensación que yo sea el único interesado en cambiar algo, junto con un reducido grupo de personas que me han dado la razón, por mucho que nos digan desde Bruselas que ya llegamos tarde:
http://www.efeempresas.com/blog/preocupacion-en-bruselas-donde-estan-nuestros-emprendedores/
“The most significant gap is in early stage entrepreneurs, where Europe is at 7.8% of the population compared to the US with 13.8% according to the Global Entrepreneurship Monitor (2014). This represents a gap of 20 million entrepreneurs in Europe. For intrapreneurs, the gap is 5 million”.
Saludos cordiales,
Santi
Amalio Rey
Hola, Santiago:
Me alegra verte por aquí. Tienes razón en que el problema de fondo es el propio funcionamiento de la Universidad. En realidad se está dando un debate/tensión muy fuerte en los campus (una especie de “guerra fría”) entre los que siguen negando la realidad, y los que insisten en coger el toro por los cuernos. Pienso que el mundo académico tiene una relación de amor-odio con el emprendimiento, y es lógico que así sea. Sería largo de explicar. De todos modos, el foco de mi entrada está en la necesidad de adoptar una mirada holística, y no dejarse marear por la visión mercanchifle que controla el “negocio del emprendimiento”, al que le importa un pimiento profundizar en valores y en la problematica sociopolítica.
Andoni
Hola Amalio,
Coincido mucho con lo que comentas en el post y creo que emprender, más allá de una moda creada para [auto]solucionar el escaso acceso al empleo de las personas jóvenes y no tan jóvenes, es una actitud ante la vida y que necesita de su propio tiempo y ritmo.
Según mi experiencia personal, basada en lo que yo pude vivir hace unos años, creo que en este tipo de formaciones han dado por bueno el modelo universitario tradicional que fija una serie de objetivos y de tiempos que, en la mayoría de los cosos, no tiene que nada que ver con los que una persona o proyecto pueden necesitar. Además, se tiende a la estandarización y producción de emprendedor*s en masa en lugar de ofrecer un programa de aprendizaje más personalizado en función de las necesidades de cada persona y proyecto. Esto sumado a la motivación/impaciencia inicial, facilitan que demos por bueno este modelo y nos (sí, me reconozco perfectamente en este grupo) lancemos a intentar generar un producto o servicio que poner en el mercado sin haber reflexionado sobre los para qués de emprender.
En mi caso, ha sido años más tarde y en otro contexto empresarial desde dónde he podido reflexionar sobre estas cuestiones de fondo a la hora de lanzarme con nuevas propuestas e ideas.
Terminar diciendo que me alegra que exista este tipo de formación, yo me alegro de mi participación en este tipo de formación, y que con el paso del tiempo, la reflexión y la autocrítica seguro avanzará hacia nuevos modelos.
Andoni
Amalio Rey
Hola, Andoni:
Pasa a menudo que después de una “fiebre emprendedora”, con mucho impetu y entusiasmo, venga un período de reflexión sobre lo que eso ha significado. Muchos reconocen haber aprendido, y otros haber sido ingenuos perdiendo el tiempo en algo que no les aportaba valor. Yo insisto en que cada uno debe elegir su camino. No hay formulas únicas. Lo que sugiero es que nos habituemos a introducir la variable socio-política, y la de los valores, en todo lo que hacemos.
Pau Domínguez Ara
Demoledor por lo real. Estoy ahora mismito en la universidad dando clase. Momento café. Ahora vuelvo a entrar y leeremos tu artículo juntos.
Ya contaré.
Un abrazo
Pau
Amalio Rey
Gracias, Pau. Ese momento café entre sesiones de clases y formación. Que leas y discutas el post con los participantes es la pera limonera 🙂
amalio rey
Hola, Teresa:
Conozco a Ashoka, y se que es gente que se atreve con “temas gordos”, pero Ashoka no es una iniciativa universitaria. Me referia a los programas que se estan promoviendo desde las universidades. Un saludo
Teresa Zorrilla
Hola Amalio:
Estoy muy de acuerdo en que el emprendimiento universitario más que algo bonito y que genere recursos económicos, transforme estructuras de un sistema injusto que atenta contra el desarrollo de la mayoría de las personas y medio ambiente, de este planeta.
Conozco a jóvenes emprendedores desafiantes.
Así dentro de Ashoka (red de innnovadores sociales donde además de las ideas y propuestas de solución diferentes a problemas y retos, se valora la fibra ética de las personas) hay muchos extraordinarios.
Rodrigo Baggio con los CDI (centros de democratización de informática que a partir de ls fabelas en Río se extendieron al penal de alta seguridad, luego a comunidades en México, Japón, EUA y muchos otros países; a quien revolucionó el sistema educativo escolar en Nepal; a Jane Leu en EUA (http://usa.ashoka.org/fellow/jane-leu) en fortalecimiento de comunidades laborales con migrantes y muchos más.
Entiendo estás saturadísimo, pero creo que disfrutarías mucho Ashoka (algunas sesiones como panelista, no te quitarían mucho tiempo y serían una experiencia rica para ambos, con tu visión crítica y propositiva).
Creo que podrías nominar a personas que conoces y que sean innovadores sociales y no ñoños acomodaticios que alimenten de manera “ingenua”, egoísta o convenenciera a un sistema que necesitamos cambiar.