Los rankings en educación y el mejor maestro del mundo (post-495)
Descubrí este fin de semana un evento, alrededor de la figura del maestro o maestra, en el que me resonó una idea inspiradora, y que viene del gran Stephen Hawking: “Para que cada mente desarrolle su máximo potencial, se necesita una chispa, la chispa que encienda el ansia de investigar, la chispa de la emoción y la pasión. Todas esas chispas vienen de un maestro…“. Hasta ahí, todo bien, porque mola la metáfora de la chispa. Esto viene del pasado domingo cuando, según este reportaje, se celebró en Dubai el The Global Teacher Prize, que entrega un premio de un millón de dólares al “mejor maestro del mundo” entre diez finalistas.
Estoy seguro que Hanan Al Hroub, la maestra de escuela secundaria de Palestina que ganó el galardón este año, tiene méritos sobrados para merecer un gran reconocimiento, como también lo tienen cientos y miles de educadores que hacen su trabajo mucho mejor que la media. Ella creció en un campo de refugiados de Belén, como sus hijos, y desarrolló una metodología especial para clases sin violencia, centrada en el desarrollo de la confianza, el respeto y las relaciones afectivas. Enhorabuena a Al Hroub porque con el millón de dólares que va a recibir de premio va a poder hacer muchas mejoras en su escuela, y en su país, la sufrida Palestina, que mucho lo necesita.
Cerrado el capítulo de felicitaciones, tengo que decir que la idea de elegir al “Mejor maestro del mundo” me parece una soberana estupidez. No hay, ni habrá un ranking de maestros, y menos aún, vamos a poder saber cuál es el mejor de todos. La idea de la Varkey Foudation, que es la entidad que convoca este premio, es equipararlo a los Nobel, pero es que son cosas muy distintas. Uno revisa los perfiles de los diez finalistas, que son todos excelentes (recomiendo que lo hagas porque es, con diferencia, lo único interesante del artículo), y se da cuenta que no hay manera de elegir “el mejor” porque la evaluación de un maestro o maestra es compleja y subjetiva, depende mucho del contexto y de los criterios que se quieran ponderar.
Se me nota y no voy a esconderme. Detesto los rankings. Son meramente competitivos y no hacen bien. En su inmensa mayoría son subjetivos y manipulados. Los criterios que se usan para ordenar son caprichosos y sesgados. Y si lo dudas, échale un vistazo a los criterios que usan las Escuelas de Negocio para hacer los suyos, y verás el daño que hacen los rankings al espíritu educativo de esas instituciones.
Tampoco suelen gustarme los Premios del tipo “El mejor de…” porque insisto, responden a una idea pretenciosa y equivocada. Con honrosas excepciones, tienden a ser operaciones comerciales de patrocinadores, o maniobras para mejorar la visibilidad de blogs, marcas o portales-web. Te meten en el fregao para hinchar tu auto-estima y que te pongas palote contándolo en las redes, pero en realidad lo que buscan es que les des publicidad. Y ya ni te digo cuando te lían en el empeño egocéntrico de pedirle a toda tu peña que te vote, mientras sacas a pasear su marca.
Pero volviendo al premio The Global Teacher Prize, creo que la idea se hubiera salvado y hubiera estado hasta bien, si en lugar de elegir al “mejor maestro del mundo”, premiando a una sola persona con un millón de dólares, hubieran seleccionado a 50 maestros que destaquen por su gran excelencia docente (no “el mejor”, sino “una muestra representativa de los más destacados”) entre los que repartir de forma equitativa el galardón y su recompensa. De hecho, el paso previo consistió en elegir a 50 “semifinalistas”, así que ahí ya los teníamos 🙂
Lo que hay detrás de la puesta en escena del Premio es un modelo elitista y competitivo de entender el progreso y la justicia. A ver, si quieres crear un premio mediático para visibilizar la labor del maestro o maestra, cosa que me parece loable, hazlo bien para que sea lo más inclusivo posible. No pongas a competir a diez finalistas, para elegir a uno, sino que premia a todos los que puedas. Y que se haya elegido la primera opción, cuando es evidente que la segunda es más saludable, refleja un vicio de paradigma. Vivimos en el mundo perverso y superficial del espectáculo. Un solo ganador es más mediático, porque centra los focos. Lo demás no importa. Que sea en Dubai (un sitio de postín, diseñado para las élites, y bastante poco estimulante para el modelo educativo que necesita el mundo), que Bill Clinton, Joe Biden y el Duque de Cambridge tengan más protagonismo en la portada de los premios que los otros 9 maestro/as finalistas, o que haya un solo ganador que se lo lleve todo; en fin, no es ninguna casualidad. Son todos mensajes que hacen pensar que el espectáculo importa más que el fondo, como casi todo lo que veo últimamente.
Y alguien que me esté leyendo pensara que estoy exagerando, que no es más que un premio y que en definitiva, no está mal premiar a una maestra de Palestina. Vale, podemos quedarnos en lo anecdótico y creer que todo suma, que nos vale cualquier cosa que se haga por la educación. No pienso igual. Creo que las palabras educación y competir no pegan ni con cola. Juntarlas es equivocar la solución. Si quieres competir, que sea un maratón y no una carrera de caballos:
En una carrera de caballos, los tres primeros cuentan, y el resto son ‘fracasados”. Mientras que en un maratón, todo el que termina “gana”, porque el objetivo de casi todo el mundo es solamente mejorar su tiempo anterior. El ambiente al final de un maratón, con todo el mundo exhausto pero jubiloso, es notablemente diferente del de una carrera de caballos, en la que un grupo está alegre, pero la mayoría se siente abatida y decepcionada (porque ha perdido) (…) En la segunda, competimos contra otros (y por lo tanto, caben muy pocos ganadores), mientras que en el primero ‘competimos’ contra nosotros mismos, y podemos ganar muchos”.
Que lo sepas. Aquellos polvos traen estos lodos. El fin (mediático) no puede justificar los medios, ni el procedimiento. Si abrazas el modelo competitivo en educación, vas a tener que tragarte titulares periodísticos como estos de El Mundo: “Hanan Al Hroub, la palestina que ganó un millón de dólares en el premio a la mejor maestra del mundo“, al más fiel estilo de las carreras de caballos, con morbo incluido. Por eso, mi mensaje de este post es: ¡¡fuera los rankings de la educación!! (y yo diría que de casi todo).
María Elena
Comparto tu reflexión sobre los rankings. En el ámbito educativo no ha hecho más que generar altas expectativas que no dan respuesta a la diversidad que hay en los centros educativos.Medir la calidad educativa, si es que se puede medir en todas su vertientes, desdibujan la realidad palpante y latente en los centros educativos de todas las zonas y entornos sociales habidos y por haber.Como dice Hazelkorn: “Los rankings no pueden evaluar integralmente la educación”.La calidad educativa y su evaluación es demasiado compleja.
No soy partidaria de que se exponga, cual escaparate de tiendas glamurosas, los centros que destacan en ese listado, caen en la trampa de poner la mirada en liderar las listas porque le da estatus, clientela,promociona el negocio … Pero la educación es mucho más que estar en ese listado.
La educación se ha politizado, está en manos del político de turno, sin llegar a un pacto por la educación fuera de las siglas políticas del momento.Los centros educativos hacen un esfuerzo inmenso para poder liderar aprendizajes, enseñar a convivir al alumnado, compartir diálogo con las familias, responder a las exigencias burocráticas,…¿Pero cuándo se va a poner el foco en lo que está pasando de verdad en los centros educativos?El profesorado tiene que lidiar con tantas variables que casi son superwomen and supermen dando respuesta y solución a lo que muchas veces ni las familias ni políticos son capaces de dar. Estos son los mejores profesores o profesoras, las que a pesar de las dificultades encuentran en su motivación interna la chispa, la voluntad, la profesionalidad de dar cada día y sesión tras sesión lo mejor de sí, aunque no siempre luzca el sol.
Amalio Rey
Gracias, María Elena, por pasarte por aquí y dejarnos tu opinión. Como has visto, coincidimos en nuestra desconfianza hacia los rankings utilizados en educación. un saludo
Amalia
No, tocayo, no exageras nada. Como siempre, te felicito por un artículo genial. Y me permito agregar que las metáforas “deportivas” (la idea de competir es una de ellas) están colonizando buena parte de los discursos. Ahí hay un interesante campo de reflexión, no?
Te comparto esta nota qie leí hace poco, de la excelente revista Anfibia (si no lo conoces aún, sumérgete nomás!) sobre el cross fit… disciplina TAN representativa de los tiempos que corren: http://www.revistaanfibia.com/cronica/vomitar-es-un-acto-con-sentido/
Un abrazo! Hasta el próximo artículo!
Amalio Rey
Amalia:
Debía haber comentado que “competir” en deportes de alto rendimiento me gusta. Es de los unicos sitios donde dejaría los rankings. He leido el articulo del cross fit, no conocía esa práctica, y los riesgos que tiene. En fin, espíritu competitivo a tutiplen.
Un abrazo
Julen
Andaaaa, de esto escribí algunas cosas en ¡¡¡2006!!! jajajajaja.
Vueltas que da la blogosfera.
Amalio Rey
Si es que lo digo siempre, maestro, me llevas 10 años de adelanto. En este caso, nunca mejor dicho. Un abrazo