¡¡Dejad de decir que el fracaso es bueno!!
POST Nº582
El bueno de Felix Lozano nos invitó por Twitter a un debate, el otro día, con esta pregunta: ¿qué queréis que le preguntemos [al ponente de hoy] sobre el exceso de uso del término #fracaso en los últimos tiempos?, y esta otra: ¿es tan importante aprender a fracasar para hacer bien las cosas? Esta invitación la hacía a propósito de una TL Talks que llevaba el título de: “El éxito de fracasar”. Lo que menos importa es el ponente, porque además de que no quiero personalizar, hablamos de una tendencia generalizada que se ha puesto de moda por mucha gente.
¿”El éxito de fracasar”? Pues sí, resulta que ahora fracasar es exitoso. Sorprendente paradoja que, ya adelanto, no se sostiene. Me resulta cansina esa nueva moda del management de venerar el fracaso como un paso necesario para el éxito seguro. Apúntate esto: ¡¡No hay evidencias de causalidad entre uno y el otro!! Está bien aprender a aceptar el error, cuando hacemos las cosas mal, pero predicar eufóricamente sobre las virtudes del fracaso como algo que merece vivirse por sí mismo me parece banal e hipócrita. Ahora vender el fracaso como necesidad se ha convertido, de hecho, en un negocio más, de los muchos que nos ponen cada año en los escaparates de las tendencias de pensamiento a las que nos empujan a apuntarse.
En la tesis que defienden las virtudes del fracaso suelen citarse una “selección de fracasos que cambiaron el mundo” pero que, como ya sabemos, tienen mucho sesgo de confirmación. La fórmula, de la que usan y abusan los predicadores-del-fracaso, es seleccionar interesadamente unos pocos personajes que llegaron al éxito después de un “fracaso” sonado, para hacernos creer que esa es la regla, cuando en muchos casos es la excepción. Solo cuentan las historias con final feliz, para hacernos creer que el mundo siempre funciona así. Esa lectura sesgada, por cierto, es una práctica común de la mentira del management, que tiene muy poco de ciencia.
En todo caso, me gustaría que esta reflexión se leyera en positivo, así que voy a centrar mis argumentos en estas cuatro ideas:
- Dejemos de usar la palabra “fracaso” porque es excesiva. El lenguaje es importante. En su lugar, hablemos de errores, por favor.
- Las historias sobre el fracaso, contadas desde el éxito, son siempre sesgadas. Yo quiero escuchar, y aprender, de los que siguen buscando una salida.
- Reduce el error, en la medida que puedas. No te arriesgues sin necesidad. Ser prudente es un hábito recomendable en la inmensa mayoría de los casos. Equivocarse no es bueno per se, y se pueden hacer cosas para que eso ocurra menos.
- Si no queda más remedio que equivocarse, entonces intenta gestionar bien las emociones, y convierte el error en inteligente. O sea, procura aprender de él todo lo que puedas.
A partir de ahora voy a desarrollar un poco mejor estas cuatro ideas:
Destierra la palabra fracaso de tu vocabulario
Una cosa que se llame “fracaso” no la quiero para mí en ninguna de sus versiones. El palabro ya espanta, así que mejor prescindir de él. Si lo que queremos es naturalizar el error, es contraproducente usar términos tan drásticos.
Hablar de “fracaso”, y más de “fracasado/as”, suena lapidario. Sugiere algo irreversible, que es demasiado extremo por tener una carga emotiva muy alta [Por cierto, lo mismo pienso del “éxito”, que me parece una palabra empalagosa e idónea para el autoengaño]. Yo prefiero que hablemos de “errores”, o incluso, de “equivocarse a lo grande”, si quieres ser más preciso/a para referirte a errores que nos impactan mucho.
Alguien sugería, en el debate que tuvimos por Twitter, la posibilidad de “resignificar” el término para darle un sentido más positivo, pero yo me niego a caer en esa trampa semántica que nos abriría a nuevas excusas para seguir vendiendo sus virtudes. Hay palabras que no tienen remedio. El coste de ponerlas en valor son inasumibles. El esfuerzo que implica naturalizar el error, cuando hablas en lenguaje de fracaso, se multiplica. No vale la pena. Prefiero sustituirla por algo menos exagerado.
En todo caso, lo que hay que resignificar es el sentido de la vida, o sea, cuáles son las prioridades. Una vez que se hace eso, entonces adaptamos el lenguaje a esa nueva escala de valores. De esa manera, es bastante posible que lo que a algunos les suene a fracaso (por manejar unas prioridades equivocadas), a otros les parezca un simple error.
Desconfía del fracaso contado desde el éxito
Mucha gente anda por ahí paseando sus “fracasos” anteriores pero solo cuando han vuelto al éxito. A más sonado sea éste, más bonito y necesario se presenta el fiasco vivido. En mi opinión, es muy fácil contar lo bueno que es el “fracaso” si puedes presumir de lo bien que te va ahora. Incluso cuando no haya intención de desvirtuar los hechos para hacer marketing personal, la excitación del éxito presente hace, también, que la memoria falle. El relato de lo mal que lo pasaste entonces cambia mucho, y las lecciones que aprendiste de aquello también. Por eso pienso que puedo aprender más de aquellos que todavía siguen buscando una salida, que no han maquillado todavía ese pasado (y la memoria) con éxitos rutilantes. Quiero escuchar a los que todavía no hay conseguido levantarse del todo: ¿dónde están? ¿qué puedo aprender de ellos? Porque pienso que su relato va a ser más ajustado a la realidad que el de los ahora triunfadores y que, como tales, ya están en modo marketing, incluso de forma inconsciente.
Al hilo de esto, se habla mucho de los famosos “Fuckup Nights”, un evento mediático sobre las virtudes del fracaso que se inició en México, y que se ha extendido por todo el mundo. Estas charlas son, sin duda, un paso de avance, y me parecen más interesantes que aquellas que solo hablan de personajes exitosos que nunca se equivocan. Pero, siendo honestos, es fácil darse cuenta de que están concebidas dentro del mismo paradigma de “ahora-que-estoy-guay-puedo-contarte-lo-mal-que-me-fue”. Ese optimismo es selectivo (o sea, sesgado) y mucho más fácil de resignificar que cuando estas sufriendo el momento de fracaso. Es cierto que también se presenta gente que, como me decían, “hablan desde la lona”, pero son absolutamente minoritarios. La inmensa mayoría habla desde el éxito, y a toro pasado es ventajista. No se puede concluir de eso nada.
Reduce el error siempre que puedas
Lo primero que debe hacer una persona sensata e inteligente es intentar no equivocarse a lo bestia. Es de idiotas buscar el error sólo para aprender. El error no se busca, sino que se encuentra, una vez que uno ha tratado de hacer las cosas lo mejor que puede. Pero, claro, se encuentra más (el error) si se es imprudente o se ignora la importancia de escuchar y tomar ciertas precauciones.
Insisto en esto de “tomar precauciones” no porque sea conservador, ni porque no me atreva a tomar riesgos, sino precisamente porque creo que esa tendencia a banalizar el fracaso está llevando a cierta gente a ser irresponsable, o a tomar decisiones demasiado rápido para lo que éstas pueden impactar en sus vidas. En el mundo del emprendimiento ocurre esto como el pan de cada día, generándose verdaderos dramas personales y familiares, sobre todo en aquellos que por su edad, u otras razones, tienen menos oportunidades para recuperarse.
Lo que quiero decir es que está bien probar y exponerse a retos nuevos, pero hay cosas que uno podría saber sin necesidad de probar, si averigua e investiga bien. Preocuparse por acceder al conocimiento y la información que se necesita para tomar decisiones, allí donde esté, si está accesible, es un hábito muy recomendable, antes de venerar el fracaso. Los “errores de aprendizaje” lo son, y están justificados, sólo cuando te has informado lo mejor que podías, y entonces ya no queda más remedio que adentrarse en lo desconocido si se quiere avanzar. Uno debe tratar de reducir incertidumbre todo lo que pueda, y a partir de ahí, entonces abandona el espacio que conoce, y se pone en modo riesgo. Es lo que alguien llamaba “intuición informada”, que es un término que me gusta mucho.
Si te equivocas, entonces intenta aprender
Incluso después de que cometa el error, todavía hay mucho margen para pensar, y actuar, de forma positiva. Después de equivocarme a lo grande (recuerda, lo que otros llaman “fracaso”), debería intentar hacer dos cosas: (1) usar recursos emocionales para reconstruirme lo mejor que pueda, y salir adelante, intentando no dramatizar en exceso, (2) Aprender del error todo lo que sea posible.
También me parece crucial dedicar tiempo a analizar por qué la cosa ha ido mal. No es lo mismo un “error de aprendizaje”, o sea, el que se produce al hacer algo por primera vez, que una “negligencia”, cuando uno/a ya sabía que no debía hacer algo y sin embargo, lo hace. Esa distinción es importante. En el primero, no hay razón ninguna para sentirse mal. En el segundo, veo lógico que pasemos por un rato incómodo, estemos algo decepcionados con nosotros mismos, e incluso, nos llamemos a capítulo. Tampoco tiene el mismo significado, ni la naturaleza del aprendizaje es la misma, cuando el fiasco se debe a factores externos, que no controlamos, a si es algo que sabemos que podíamos evitar si nos hubiéramos informado mejor.
Con el fracaso no se juega…
El fracaso, tal como suena, es jodidamente malo. Si puedes evitarlo, haz todo lo que puedas para que no te pille. No es cierto en absoluto que “si fracasas, no pasa nada”. Decir eso es irresponsable. Digamos la verdad: a menudo hiere más que enseña, y casi siempre es una putada. Si puedo elegir, no lo compro a cambio de aprendizaje. Si me encuentra, pues mira, intentaré gestionarlo lo mejor que pueda, pero no lo voy a buscar como abogan algunos predicadores. La clave, cuando ocurre, es cómo nos sentimos y eso depende en buena medida de cómo pensamos, o sea, interpretamos lo que nos pasa. Sé, por otra parte, que las cosas correctas hay que hacerlas, y siempre se asume algún riesgo. El miedo a equivocarse no debe paralizarnos. Pero, insisto, con el “fracaso” no se juega, ni se puede vender como una ventaja.
Perdón por un post tan psicologista, pero creo que tiene mucho que ver con la innovación y con el modo en que gestionamos las organizaciones.
Rosa Abal
Querido Amalio, después de varios años…todavía sigo recuperándome de mi fracaso o error, o de como tener que dejar mi modelo de vida por no poder seguir en él. Las variantes son muchas, no vendo lo suficiente por lo que no puedo vivir de ello ( en mi caso es la actividad teatral) como no vendo lo suficiente no soy lo suficientemente exitosa como para poder acceder a los espacios de reconocimiento y seguir obteniendo financiación tanto pública como privada por lo que tus círculos de falsas amistades también se vienen abajo y de repente pasas del éxito al fracaso en nada, lo que te costó años construir se destruye en un plis plas….y a ello le sumas el estrés, la ansiedad que te produce todo ello y acabas en el terapeuta porque todo se viene a abajo.
Totalmente de acuerdo ” dejad de decir que el fracaso es bueno”, quien ha sufrido por el fracaso o quien se siente que ha fracasado (aunque hay en juego muchos factores) no lo pasa nada bien, se sufre mucho y no acabas de ver la luz. El error es otra cosa, es equivocarse, fracasar es tener que asumir que no sirves para eso que estabas haciendo y desapareces de ese ámbito de acción. Sin olvidar, la envidia que pasa o la hambre creativa o de hacer que te invade…hay mucha retórica sobre el fracaso, pero quien lo sufre siente que la tierra se hunde bajo sus pies y que será señalado para siempre `porque creación no acabó en éxito…
Gran debate….pero prefiero hablar del dolor que supone y superarlo que maquilarlo de oportunidad. Gracias por tu atención y me ha servido mucho tu artículo para avanzar en mi proyecto de “contar el fracaso”. Un abrazo . Rosa
Amalio Rey
Gracias, Rosa, por tu comentario, por sentido y tan pertinente. Entiendo lo que dices de cabo a rabo. Ese círculo vicioso de que no vendes lo suficiente porque no has vendido lo suficiente es infernal. También las “falsas amistades” que uno se crea, sin querer, cuando se consigue moverse en ciertos círculos reputacionales. Hay mucha gente que da charlas sobre el fracaso sin haberlo vivido de verdad, o solo cuando está montado en el éxito, lo que genera un “sesgo de retrospectiva” combinado con el de “optimismo” que hace su opinión bastante dudosa para generalizaciones. De acuerdo con que el error es otra cosa, y ese hay que ponerlo en valor una vez que se comete, sobre todo si es de aprendizaje por intentar hacer cosas nuevas. Yo creo que hay que hablar “del dolor que supone”, y que si podemos evitarlo, pues mucho mejor. Pero una vez que ha ocurrido (en contra de nuestra voluntad y de nuestra conveniencia, insisto), necesita una gestión saludable, constructiva. En ese sentido, hay que intentar ser lo más positivo que podamos y nos dejen las circunstancias.
¡¡ánimo en ese proyecto de “contar el fracaso”!! Un abrazo
Felipe Samarán Saló
Amalio: ¿Se puede discrepar (levemente y por deporte) o sería un fracaso / error?
Lo verdaderamente habitual es enseñar y conocer sólo el éxito.
Las redes sociales están llenas de mini-triunfadores cuyas vidas parecen idílicas sin mácula de dolor, ni desengaño, ni soledad, ni frustración, ni miedos, ni dolor, ni limitaciones, ni complejos…
Puedo entender el punto de vista del artículo, donde el fracaso mostrado y denunciado no es sino una forma nueva de postureo disfrazado de falsa modestia como plataforma de engrandecimiento inmediatamente posterior del espíritu luchador.
Pero lo cierto es que la vida muy rara vez permite acceder a los aciertos sin su parte proporcional de error, al amor sin desamor, a la felicidad sin sus ratos hondos de dolor…
Si hay algo que habitualmente se omite en las conferencias, y en la imagen de aquellos que admiramos es el error y el sacrificio. Y lo cierto es que detrás de toda historia de prócer que admiramos suele haber una muy intensa vida de superación. Detrás de cada final ganada por Nadal hay años de entrenamiento y superación de lesiones. Detrás de cada victoria de Márquez hay varios huesos rotos y meses de vivir en un camión, detrás de cada premio literario hay miles de horas de soledad ante el ordenador, y textos no publicados. Detrás la mayoría de las estrellas rutilantes hay un mundo de drogas, soledad, castings con rechazo, y relaciones tormentosas, y así con cada uno de aquellos a los que nos asomamos con veneración: desde Leonardo Da Vinci a Ludwig Van Beethoven, pasando por Goya, Frida Kahlo, o Michael Jackson. Vidas tan brillantes por fuera como miserables y dolorosas por dentro, cuyo verdadero mérito es haber seguido viviendo y luchando cada día sin rendirse, pero de las que solo nos quedan sus enormes aciertos.
Lo que si que te compro es tu prevención contra aquellos que han sofisticado el postureo hasta el punto de contar sus miserias para poder acto seguido “presumir de luchadores”. Porque lo honesto sería confesarse como aspirante de ganador (donde estamos casi todos, porque los grandes ganadores de verdad no necesitan ya presumir), o satisfecho delincuente de principio a fin como Sabina, que es el único que alardea de bajezas, errores, horrores y pecados sin atisbo de arrepentimiento… y encima suena bien.
Pero ya te digo que este disenso es solo por hacer guantes dialécticos contigo que se te ve ágil, y por la misma podría haber defendido tu postura.
Amalio Rey
Hola, Felipe. Te leo ahora. Perdona no haber contestando antes.
A ver, no discrepamos, ni disentimos, en nada. ¿dónde está la diferencia? Todo eso que dices de que “la vida muy rara vez permite acceder a los aciertos sin su parte proporcional de error” tiene que ver con cómo gestionamos el error una vez que lo cometemos. Eso es “error”, y depende de uno convertirlo en un “error inteligente”. Una cosa es eso, y otra “buscar el error”, o envolver esa búsqueda en una elegía al fracaso. Es a eso a lo que me refería. Yo suscribo 100% todo lo que dices 🙂
Pere
Gracias por el post. Me sirve para reflexionar. Recuerdo cuando estudiaba para ser profesor que análizábamos el índice de “fracaso escolar” que en mi comunidad es el más alto de España. Recuerdo que entonces yo protestaba y ponía en cuestión el término, alegando que si bien puede ser útil para las estadísticas de los responsables de educación, en base a unos objetivos que tampoco comparto, finalmente servia como un modo de estigmatizar a alumnos con dificultades para adaptarse al sistema educativo con muchas carencias. Estoy de acuerdo en que se abusa y se mal utiliza el término fracaso. Si embargo entiendo que la significación del mismo depende absolutamente de cada persona. Es decir una misma situación resulta exitosa para uno y fracasada para otro. Incluso ante una situación de fracaso objetivo, el concepto refiere diferentes vivéncias internas. Para mí lo importante es comprender lo que hay, lo que ocurre adentro de uno, es decir el grado de afección que genera tal situación. El grado de frustración, tristeza, furia, resignación, etc. Algunas personas vivmos apegadas al fracaso, y es claro que esto responde a una necesida psicológica concreta poco saludable. Otras personas vivimos en una necesidad patológica de sentirnos exitosos. Para estas personas, la situación de fracaso puede resultar una oportunidad de aperndizaje, para otras es un modo de continuar viviendo contra las cuerdas. Creo que los matices son muchos, lo cual abre muchas posibilidades de interpretación. Esto ocurre en la psique de un individuo, pero luego viene la parte social. La palabra Fracaso adquiere entonces otras dimensiones, porque vivimos en una sociedad que tiene sus normas, que nos premia en lagunos casos y nos excluye en otros, que nos admira o nos desprecia en la medida en que aportemos algo considerado valioso para la mayoria. A mi entender, en un entorno tan competitivo e individualista, hasta niveles que nos resultan socialmente enfermizos, la palabras éxito y fracaso toman una dimensión que se acerca al sentido de pertenencia o el peligro de la exclusión. Como conslusión, en un tema apasionante, con matices psicológicos y filosóficos extensos, diría que vivir apegado al fracaso no es sano, como tampoco lo es vivir con la necesidad o exigencia del éxito por encima de todo. Diria tembien que la medida de los que es una experiéncia fracasada es completamente subjetiva, y que en última instancia tiene que ver con la vivéncia o la sensación de felicidad.
Dos alpinistas intentan coronar el Everest y “fracasan” porque no llegan a la cima. La experiéncia es para uno tranformadora, enriquecedora, llena de aprendizajes, etc. Para el otro es frustrante, dolorosa, llena de momentos de tensión y angustia. Situaciones iguales, pero experiéncias muy diferentes. Entonces, no es posible juzgar desde afuera si eso es un fracaso o un éxito. Se puede decir incluso que la vivencia de fracaso, además de ser subjetiva, es susceptible de cambiar símplemente cambiando el punto de vista. Es la famosa botella medio vacia o medio llena. He recordado ahroa el libro “Cita con la Cumbre” del alpinista Juanjo Sansebastián, muy enriquecedor para aondar en la cuestión.
Saludos cordiales
Amalio Rey
Gracias, Pere, por tu comentario. Muy acertado todo lo que dices. Coincido plenamente con tu lectura. Lo que realmente preocupa es esto: “en un entorno tan competitivo e individualista, hasta niveles que nos resultan socialmente enfermizos, la palabras éxito y fracaso toman una dimensión que se acerca al sentido de pertenencia o el peligro de la exclusión”. En cuanto a cómo asimilar o gestionar la vivencia de fracaso, es cierto de que “es susceptible de cambiar simplemente cambiando el punto de vista”, y por eso creo que saber gestionar el “fracaso” de forma saludable, incluso convertirlo en una oportunidad, es lo mejor que podemos hacer, pero solo cuando no hemos sido capaces de evitarlo. En la medida de lo posible, y siempre que dependa de nosotros, lo más sensato es tomar medidas y “pensar bien”, para que el margen de error sea manejable. Un saludo
Gonzalo del Val
Perder o ganar…. fracasar o “triunfar”…. es solo una opinión o un punto de vista…
Quizás la pregunta o la afirmación, está mal expuesta o diseñada…
A veces ganar es perder o perder es ganar… pero lo importante es ¿QUÉ GANAMOS O QUE PERDEMOS? ¿EN QUÉ SE FRACASA O EN QUÉ “TRIUNFAMOS”?….
Y por tanto el debate, cambia… lo abstracto se convierte en concreto y… de lo particular o subjetivo, podemos valorar, comprender y sacar alguna conclusión más acertada…
Cualquier disputa, discusión, conflicto e incluso “guerra”, supone una confrontación de ideas, pareceres u opiniones, mejor o peor fundadas… pero si se mira el logro, el objetivo y los medios empleados, vemos entonces con cierta perspectiva nuestra opinión y la de los demás…
Ganar y perder, perder y ganar…
Un pequeño ejemplo, quizás simplón, puede hacernos debatir con un criterio mejor o al menos ejercitarnos en la búsqueda de la ecuanimidad y el mejor criterio…
Una persona sin trabajo, que debe pagar su recibo de luz eléctrica y ha agotado todos los recursos disponibles para pagarlo, tiene dos opciones fundamentalmente….
1. Quitar el contrato de suministro eléctrico y por tanto quedarse sin luz, sin calefacción o aire acondicionado, cocina, etc… y por tanto asumir sus circunstancias.
2. Seguir debiendo el recibo e incrementarlo con un consumo cotidiano para seguir viviendo de una forma “normal” en su vivienda y tratar de salvar su falta de empleo o recursos para disponer de electricidad.
En la primera opción, gana la asunción de su realidad y deuda contraída con una Empresa o suministrador eléctrica, pero a su vez aumenta su “exclusión” social…. esto es gana coherencia puntual ante su situación, pero pierde posibilidades de salir de su “exclusión” personal de la sociedad en la que vive… Esto es tira la toalla y probablemente otras responsabilidades que posiblemente tenga, familia, menores, salud, dignidad personal, etc…
En la segunda opción, aumenta su “problema” de deuda e incumplimiento de contrato con el suministrador de electricidad, esto es pierde o acrecienta su problema de deuda… pero gana “tiempo”, dignidad y cumple con otras responsabilidades también inherentes a su persona… mantiene su dignidad, provee a su posible familia de una vida normalizada en su casa o domicilio y…. trata de salvar su “exclusión” social… gana algo, sigue siendo una PERSONA y desea seguir perteneciendo a la sociedad a la que pertenece…
Un saludo
Gonzalo del Val
María de los Ángeles
Muy interesante. El fallo se produce por algún motivo, de modo que indagar el porqué es un paso importante para avanzar en la consecución del objetivo propuesto inicialmente. Puede darse que el objetivo planteado no se adecue en principio a las habilidades que manejamos. Gracias por traer a la reflexión un tema de actualidad candente.
Amalio Rey
Así es, María. Que nos salga algo mal puede deberse, incluso, a motivos ajenos a nuestra voluntad, o sea, factores externos sobre los que no teníamos ningún control. Eso puede pasar, y pasa mucho. La suerte es una variable que no hay que subestimar. Pero dicho eso, tenemos el deber, por nuestra propia salud mental, de anticiparnos y prever situaciones, en la medida de lo posible. Y repensar dónde nos equivocamos. Un saludo
Julen
Equivocarse forma parte de nuestra esencia como seres humanos. Lo hicimos, lo hacemos y lo seguiremos haciendo: sí, nos vamos a equivocar. Así que hay que convivir con ello. Es curioso que en una sociedad en la que el “éxito” se idolatra, aparezca esta idea de que fracasar es una parte del camino hacia el éxito. Desde mi punto de vista, hay que diseñar sistemas para que el error no sea “fatal”. Mucho tiene que ver con diseño: el sistema sabe que de vez en cuando vamos a errar y por lo tanto tiene que prepararse para tolerarlo. Y entiendo que hay dos enfoques que se complementan: uno proviene de la psicología (trabajar la asertividad, la tolerancia a la frustración, la capacidad analítica, etc.) y otro desde la teoría de sistemas (equifinalidad, comprensión de mecanismos de demora, complejidad dinámica, etc.).
Deberíamos naturalizar el error al igual que ya hemos naturalizado el éxito. De todo habrá. Fuera dramas. Y sí, Amalio, hay mucho de “teoría”, pero luego, ojo con qué y cuándo te equivocas. Porque más de una y de uno no tendrá una segunda oportunidad.
Amalio Rey
A eso me refiero, Julen, cuando digo que con el “fracaso” no se juega porque, como dices, ojo con qué y cuándo te equivocas porque a veces no hay una segunda oportunidad. Por supuesto que entiendo que vamos a equivocarnos, pero de lo que se trata es de entender que el error a lo bestia nos encuentra. No lo buscamos por el simple interés de aprender. Jugar con un buen diseño contextual para la toma de decisiones me parece algo importante. Hay que informarse, investigar, aprender a conectar patrones, revisar lo que hemos hecho antes y, también, atreverse con lo nuevo. No hay otra que asumir riesgos pero desde la prudencia. Que a algunos locos le salga bien es solo la excepción, no la regla.
Antonio Rodríguez Lepe
Se están diciendo tantas cosas hoy en día que no se sostienen por ningún sitio…! Eso de “querer es poder”, “tú tienes todo el poder”, “conseguirás lo que te propongas”… Son ese tipo de personas que, en su mayoría, no tienen ni idea de los procesos psicológicos básicos abordados desde la ciencia del comportamiento humano, a lo sumo basan sus afirmaciones en la “psicología popular” de tenderete, mercadillo y los mensajes de sobres de azucarillos, y se otorgan la licencia de lanzar esos mensajes que tienen lo mismo de “superpoderosos” que de dañinos.
Enhorabuena Amalio!! Me encantó.
Amalio Rey
Así es, Antonio. Son las secuelas del abuso del llamado “pensamiento positivo” convertido en negocio. Es venta, pura venta, y lo peor es que vende bien porque la gente necesita creer que existen atajos para conseguir lo que echan en falta. Es un círculo vicioso que saben aprovechar los ventajistas. Gracias!!
Daniel
Buenas tardes Amalio,
Muchas gracias por este post. Coincido con tu planteamiento. Y admiro tú manera de expresarlo.
La tiranía del éxito hace estragos como cualquier tiranía. Ahora se receta la bondad del fracaso para evitar tante pandemia. Son caras de una misma moneda. Afortunadamente, muchas personas están al margen de esta lógica competitiva y mercantil de las relaciones humanas. Saludos
Amalio Rey
Gracias, Daniel. Coincido contigo que éxito y fracaso son dos extremos que se tocan. Un saludo
Antonio Rodríguez Lepe
Gracias a ti Amalio.
Como sabrás, incluso hablan de psicología positiva sin ni tan siquiera saber lo que es. Esto daría para una conversación bien larga. Seguro que tendremos ocasiones de ir compartiendo opiniones.
Me encanta la sensatez con la que escribes. Ya tienes un nuevo seguidor. Saludos.
Amalio Rey
Gracias, Antonio. Es cierto que hay mucha ignorancia. La gente se copia como en una cámara de eco… Saludos
Juan
Demasiado que rebatir…. y me pillas sin tiempo, si vienes a Logroño y cocinando en mi sociedad gastronómica lo hablamos más despacio.
Pero debe ser el estilo riojano…. aquí las fuckup Nights (imaginate lo que es encontrar ponente en un sitio pequeño donde todos son políticamente correctos) son ejercicios sanísimos donde donde nadie se sube a vender burras cojas.
De acuerdo con el fondo de atacar a los “homeopatas del fracaso” pero muchos matices en el resto. Lo dicho, con un vino y/o comida por en medio será un placer debatir más a fondo.
Amalio Rey
Gracias, Juan, tomo nota. Ir a la Rioja, invitado por un riojano, y cocinar en una sociedad gastronómica de allí (solo conozco a las vascas) suena muy goloso. A ver cuándo se da la oportunidad. Hace tiempo que no voy por allí. No pongo en duda el trabajo que se hace para organizar las Fuckup Nights pero, por sentido común, lo más normal es que los ponentes que acepten ir a contar sus historias, sean personas que la cuenten desde el éxito, y eso, insiste, distorsiona mucho. Pero, en fin… lo dejamos para los vinos y la comida riojana. Un saludo
Iván
Me ha gustado mucho el post Amalio, es muy honesto y ayuda a no banalizar lo que pueden sufrir muchas personas ante errores y/o fracasos. Creo que todo esto del error y el fracaso se está banalizando en exceso, quizá promovido mucho desde ciertos ambientes de emprendizaje y de las start-ups. No obstante, lo que suele ser evidente, es que tener errores es parte de lo que nos ocurre en ese espacio de tiempo llamado vida, tanto desde el plano personal como profesional. Un abrazo
Amalio Rey
De acuerdo, Iván. Ya sabes que compartimos esa idea de normalizar el error y de aceptar nuestra vulnerabilidad. Un abrazo
Raúl Hernández González
Hmmm… leo tu artículo, y estoy en un 99% de acuerdo con lo que dices. Y sin embargo, a mí no me enerva tanto :D.
Desde una perspectiva de aprendizaje, creo que es bueno asumir que te vas a equivocar. No digo que sea bueno, digo que es inevitable. Y asumirlo como tal, y aprender a gestionar lo que viene asociado (la frustración, la vulnerabilidad, la exposición al juicio ajeno, etc.) es importante.
Y, en términos generales, hay muchas probabilidades de que las cosas no salgan perfectas, ni siquiera “bien”. A veces será por algo que podías evitar, y a veces “shit happens”. A veces lo podías haber previsto, a veces no. A veces podías haber hecho algo al respecto, y a veces no.
Y es que, en realidad, cuando haces cualquier cosa hay partes que salen bien y partes que podrían haber salido mejor. Y el resultado final puede ser positivo o negativo, pero el proceso seguro que era mejorable. Dentro de las metodologías ágiles, el concepto de retrospectiva viene a cubrir esa faceta.
Al final, yo no hablaría de “glorificar el fracaso”, sino de “normalizar el error”. Asumir que es normal que las cosas “no salgan perfectas”, que siempre se pueden hacer mejor. Y que eso, en realidad, es independiente de que luego las cosas acaben resultando bien o mal…
Amalio Rey
Raúl, claro que es bueno asumir que te vas a equivocar, pero que la equivocación te encuentre intentando hacerlo lo mejor que puedas. Una vez que te equivocas, gestionarlo bien, desde el reconocimiento de la vulnerabilidad. He intentado transmitir en el texto todo lo que tú dices en el sentido de saber que no controlamos las cosas, y que el riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos. Sin embargo, lo que quiero decir es que hay errores que se pueden evitar perfectamente, y es tonto cometerlos “sólo por aprender”. Esa es una coartada perfecta para las chapuzas. Total, estas aprendiendo, ¿no? La cosa se complica cuando ese juego te lleva a errores graves, esos que llaman “fracasos”, y que ahora parece que hay que buscarlos para entonces llegar al éxito. Ya que hablas del Agilismo, y añado, del “leanstartopismo”, yo te diría que ahí veo precisamente algunas de las derivas peligrosas de confiar en probar y probar como único mecanismo para aprender. El agilismo subestima la reflexión, la investigación previa, el análisis sosegado. La anticipación y la previsión, que también tiene su sentido. Me gusta que fomente la acción, pero creo que se precipita en eso. En el post insisto en “normalizar el error”, y en que creo que eso no se consigue hablando bien del “fracaso”. Nunca llegaría al “fracaso” si me quedo en una interpretación constructiva del error. Las palabras, como sabes, nunca son inocentes.