César Rendueles sobre la innovación educativa
POST Nº586
Anoche, procrastinando entre lecturas dispersas, me encontré por casualidad, en la página-web de la Fundación Escritura(s), con una entrevista a Cesar Rendueles, que es uno de mis filósofos-sociólogos de cabecera. Se publicó en octubre de 2018, así que es reciente. Me encanta Rendueles por lo agudo que es, pero, sobre todo, por la sensatez con que expone sus argumentos. Aprovecho para recomendarte su blog: “espejismos digitales”.
La entrevista se propone como un “diálogo”, pero las intervenciones de la otra persona que participa en el intercambio se me hicieron infinitas. Creo que hubiera estado mejor leer solo a Rendueles 😊 El tema central de la conversación era la enseñanza de la creación, pero una buena parte de los comentarios del filósofo giran en torno a la innovación educativa, y es en ese punto donde fijé toda mi atención, porque es un tema que, como demuestra este blog, me interesa mucho.
Algunas de las ideas que expone Rendueles sintonizan con mi tesis de que no hace falta ser tan radicales en la innovación educativa, y también, su complementaria: que hay muchas cosas que se pueden poner en valor de la buena educación tradicional. Nadie en su sano juicio dice que no haya que innovar, y mucho, en educación. Tampoco Rendueles afirma eso, pero desmonta el latiguillo del “nada de lo de antes sirve, hay que cambiarlo todo” que venden los que abogan por la radicalidad como el único camino posible.
No me extiendo más. Ahí dejo algunas de las ideas que extraje del artículo, a ver qué te parecen. A partir de ahora, todas son ideas literales de Cesar Rendueles (salvo los subtítulos, y las negrillas, que son míos), así que no hace falta que las entrecomille:
El fetichismo de la innovación pedagógica
Tengo sentimientos encontrados respecto a la innovación pedagógica. Por un lado, creo que necesitamos urgentemente reformas profundas en los sistemas y métodos de enseñanza en todos los niveles. En la educación universitaria la pobreza de las estrategias pedagógicas es grotesca pero nuestros estudiantes tienen más medios de autodefensa. Seguramente es mucho más nociva en la educación obligatoria, sobre todo en primaria, donde los chavales están completamente indefensos frente a los malos profesores. Pero, por otro lado, creo que se está imponiendo una especie de fetichismo de la innovación pedagógica que no sólo no resuelve nada sino que empeora las cosas. Uno de los elementos estrella de ese fetichismo es el famoso “trabajo por proyectos”, aunque le siguen de cerca las “flipped classrooms” [NOTA: Rendueles se refiere aquí al modelo pedagógico de “Aula Invertida” que propone, en esencia, que los alumnos preparen las lecciones fuera de clase, e interactúen en el aula para debatir las ideas, apoyándose en las nuevas tecnologías]. El trabajo por proyectos me parece una buena idea pero compleja, que es fácil que salga mal.
Retórica de la novedad vs. La buena educación tradicional (¡¡mejor la mezcla!!)
Tampoco creo en la retórica de la novedad. Algunos de los profesores que más me han marcado en mi vida eran muy tradicionales. Recuerdo que Quintín Racionero daba unas clases frontales buenísimas y jamás dejaba hablar ni preguntar a nadie en clase. Y no paro de ver simulacros de clases participativas que consisten, básicamente, en que cada cual diga lo primero que se le pasa por la cabeza sobre un tema del que no sabe nada.
Creo que tenemos la obligación de mejorar las herramientas pedagógicas heredadas y desechar las que ya no sirven. Es cierto que intento no ser dogmático. Algunas de las mejores clases a las que he asistido, las que han dejado mayor poso en mí, han sido lecciones frontales, conferencias magistrales en las que un profesor muy inspirador hablaba durante dos horas ininterrumpidamente. En otros casos ese mismo dispositivo pedagógico ha sido una especie de sentencia de muerte intelectual. Pero también he asistido a clases participativas con herramientas pedagógicas innovadoras completamente catastróficas.
Lo que podemos aprender de la enseñanza deportiva
Tal vez parezca una boutade, pero creo que tenemos mucho que aprender de la enseñanza deportiva. He visto a muchos entrenadores de todo tipo de deportes desarrollar estrategias pedagógicas muy innovadoras, con una gran capacidad para negociar la diversidad de capacidades y de motivaciones. De hecho, no es casual que muchos nuevos deportes surgen de lo que originalmente eran sistemas de entrenamiento, es el caso del baloncesto o la escalada deportiva. Eran métodos de trabajo tan intensos y divertidos que la gente los empezó a practicar como un fin en sí mismo. Lo que me parece muy interesante es que esas innovaciones se viven con mucha naturalidad, están integradas en la práctica deportiva cotidiana y no parecen grandes intervenciones que merezcan un gran debate. No quiero que parezca que idealizo a los entrenadores: he conocido y padecido a auténticos sociópatas, pero me parece que hay muchísimo que aprender en ese campo.
Sobre las pedagogías líquidas y el papel de los docentes
No reivindico la vuelta a formas jerárquicas de educación tradicional sino a formas institucionalizadas, que pueden ser todo lo libres y rupturistas que se quiera, pero que necesitan de un fuerte compromiso, para empezar, de los docentes. Me rebelo contra las pedagogías líquidas que aspiran a desarrollarse en un vacío institucional. Me parecen una especie de educación schumpeteriana muy nihilista, una especie de destrucción creativa pedagógica basada en la búsqueda de valor añadido formativo por parte de cada individuo.
Aprender a concentrarse
A mi juicio, el tipo de enseñanzas que habría que poner en marcha deberían estar dirigidas a fomentar el hábito y la capacidad de concentrarse de forma prolongada en la resolución de problemas (…) Se puede potenciar la capacidad de concentración de muchas maneras. Por ejemplo, acostumbrando a los niños pequeños a hacer el esfuerzo de entender las normas de juegos cada vez más complejos y que acaban siendo más divertidos que los sencillos. Me refiero a juegos de todo tipo, no sólo intelectuales. Esa resistencia a la inmediatez, esa paciencia que es tan corporal como conceptual, me parece una precondición insustituible para el pensamiento abstracto.
Aprender a argumentar
La capacidad de argumentación (…) me parece uno de los grandes déficits de nuestro sistema educativo, tal vez el más grave. Muchas de las quejas de mis compañeros en la universidad respecto a la cualificación de sus estudiantes en el fondo tienen que ver con esto. No es que no sepan escribir, o historia, o matemáticas, como a veces se dice. El problema es que les cuesta mucho argumentar lo que saben, porque no les han acostumbrado a ello. Este déficit tiene, claro, una declinación política. Es una carencia muy incapacitante, que expulsa a la gente de los foros de deliberación e intervención. La democracia, como casi todo, también se aprende y requiere de ejercicio.
De nuevo, la solución me parece que tiene menos que ver con la introducción de asignaturas aproximadamente cercanas a la tradición filosófica que con prácticas cotidianas que, de hecho, ya existen, aunque son minoritarias o despreciadas. En muchas escuelas infantiles los niños de tres, cuatro o cinco años empiezan el día con una asamblea, donde por turnos hablan de sus cosas. Lo normal es que en cuanto pasan a Primaria se abandone esa práctica, que es vista como un incordio por muchos maestros. Algo más ambicioso, pero que tiene resultados espectaculares, es involucrar a los niños en el gobierno de su comunidad educativa, haciéndoles partícipes de la búsqueda de soluciones a los conflictos. A alguna gente le suena a delirio izquierdista. Pero la verdad es que está más que comprobado que es la mejor estrategia para resolver problemas gravísimos como el acoso escolar.
jesusmartinezmarin
Luri y Rendueles están conectados. Gracias Amalio, me habia saltado el post!
Julen
Como siempre, el asunto está en las dosis y el sentido final de lo que hacemos. Es evidente que la innovación es la moda, una necesidad autoimpuesta para que todo siga girando. Siempre nos hará falta, pero en su contexto y no “porque sí”. La sociedad contemporánea nos conduce a un sistema en el que ciertas aptitudes caen “en desgracia”. Se priman más ciertos comportamientos que van en sintonía con una forma de entender el progreso. Mientras, dejamos a un lado otros aspectos que no captan la atención del público.
En nuestras aulas, en la universidad, podemos caer en la tentación de producir alumnas/os tal como los pide el mercado, sin la suficiente visión crítica de lo que estamos haciendo. El problema de algunos de los aprendizajes que citas es que son “cool”. Y la presión de los pares y del sistema está ahí.
En fin, siempre conviene andar atentos para no dejarnos llevar por la corriente del momento. Y la innovación educativa está aquí con nosotros. A ver si la contextualizamos bien.
Amalio Rey
Efectivamente, es una cuestión de encontrar el equilibrio. Cuando se habla de “fetichismo” es porque hay una percepción de que se exagera. El “agilismo” del que me quejo (no lo plantea así Rendueles) no ayuda a construir esa “visión crítica” a la que te refieres, porque necesita de más reposo. Innovar hay que innovar, y mucho. Bienvenidos los procesos y las personas que contribuyan a eso, pero sabiendo que es solo un medio, no un fin. Y que conste que esto lo dice, como sabes, alguien que se gana los cuartos “vendiendo” innovación.
Paz Sánchez Zapata
Sobre este párrafo: “El problema es que les cuesta mucho argumentar lo que saben, porque no les han acostumbrado a ello. Este déficit tiene, claro, una declinación política. Es una carencia muy incapacitante, que expulsa a la gente de los foros de deliberación e intervención. La democracia, como casi todo, también se aprende y requiere de ejercicio”.
No me extrañaría…hay que tener en cuenta que venimos de donde venimos…..40 años de dictadura, años en los que, de forma general, el pensamiento y la argumentación no se promovían lo mas mínimo, mas al contrario se educaba en el “porque si” o “porque lo digo yo”. Hacen falta generaciones para cambiar la falta de cultura cuando llega a instalarse culturalmente. Creo que aún tenemos esa rémora.
Amalio Rey
Hola, Paz, un gusto verte por aquí. Sip, tienes toda la razón. La carencia que tenemos es sistémica e inter-generacional. De todos modos, cuesta entender que con todo lo que ha llovido, no hayamos aprendido más. El sistema educativo tiene que espabilar en eso. Nos jugamos mucho. Un abrazo