Piénsatelo bien antes de aconsejar a tus hijos que no estudien carreras humanísticas
POST Nº584
Dicen que existe la costumbre en la Universidad de Stanford de llamar “fuzzy” a los estudiantes de las carreras de humanidades y ciencias sociales, y “techie” a los de ingenierías y ciencias duras. Eso inspiró a Scott Hartley a escribir su libro “The fuzzy and the techie: why the liberal arts will rule the digital world”, que compré, curiosamente, en unas de las pocas tiendas físicas que tiene Amazon, en una de las esquinas de Central Park.
Atrajo mi atención apenas lo vi porque incide en uno de los temas que más me obsesionan: la hibridación de saberes. He escrito bastante sobre eso en este blog. La tesis principal del libro, con la que estoy plenamente de acuerdo, es la necesidad de superar la división artificial que ha creado el sistema de educación formal entre las disciplinas científico-tecnológicas (las llamadas STEM) y las humanísticas (o “artes liberales”). Éste es un reto que tiene la innovación educativa porque en el modelo actual hay una brecha. Se han levantado unos muros absurdos que hacen muy difícil la mezcla de saberes entre ambos ámbitos del conocimiento.
Artes Liberales vs. disciplinas STEM
Las llamadas “Artes Liberales” (“Liberal Arts”) son de difícil traducción en términos educativos españoles, incluso europeos. Son mucho más que “artes”. Hablamos, más bien, de disciplinas que se estudian para descubrir el conocimiento por el conocimiento, para ser más libres, sin un fin laboral concreto. No buscan el éxito profesional en un ámbito específico, ni especializarse, sino que nos exponen a una amplia diversidad de saberes. Hoy las Artes Liberales incluyen la Literatura, Filosofía, Ciencias Políticas, Arte, Historia, Matemáticas, Ciencias Sociales, Religión e Idiomas, entre otras. Por agruparlas más, puede decirse que abarcan las Humanidades, las Ciencias Sociales y las Artes, además de las Matemáticas, y las Ciencias Naturales.
Las disciplinas STEM, por su parte, responden al acrónimo formado por las siglas en inglés de Ciencia (Science), Tecnología (Technology), Ingeniería (Engineering), y Matemáticas (Math). Como se ve, las Matemáticas se la disputan ambos mundos pero, a decir verdad, su evolución histórica la ha ido situando cada vez más en el mundo STEM que en las Artes Liberales, a pesar de que los buenos matemáticos recuerden, con razón, que es una disciplina que (además de rigor y utilidad) implica creatividad, belleza y abstracción, habilidades que se asocian a la educación liberal. De hecho, el debate sobre la importancia de tener más graduados en STEM tiende a descuidar el hecho de que las ciencias puras (por ejemplo, Física, Matemáticas, Biología, etc.) podrían reconocerse como parte del canon de las Artes Liberales.
Lo que está claro es que el diseño curricular de las carreras liberales suele ser más flexible, polivalente y multidisciplinar que el de las carreras STEM. El propio término “fuzzy” (difuso) sugiere esa diversidad. Hay menos asignaturas troncales y los alumnos tienen la posibilidad de seleccionar más materias optativas. En las artes liberales la especialización se da después, en los masters. No ocurre en los estudios de grado, como sí pasa en los STEM.
Una falsa dicotomía
El autor insiste en que hay una falsa dicotomía entre la educación STEM y la humanística, porque se pueden, y se deben, estudiar y mezclar las dos. Según él, necesitamos más “techies” en instituciones tradicionalmente muy “fuzzies” como la Administración Pública, y también más “fuzzies” trabajando en compañías tecnológicas.
Eso es así porque encontrar soluciones a los grandes problemas requiere una comprensión profunda tanto del código que permite dominar la tecnología, como del contexto humano. Necesitamos datos, pero también una ética para usarlos. Hay que cuestionarse los sesgos implícitos que contienen los algoritmos, y preguntarnos no sólo cómo se han construido, sino también por qué y para qué.
El autor es un “fuzzy” con una carrera notable en el mundo del emprendimiento y la inversión en startups tecnológicas. Hizo Ciencias Políticas, pero su curiosidad intelectual lo llevó a estudiar historia antigua, teoría política, y literatura rusa en lugar de especializarse en un campo concreto. A partir de su experiencia personal, critica la idea de que estudiar Artes Liberales sea una extravagancia poco práctica, y afirma precisamente lo contrario, que recibir esa educación puede marcar la diferencia en el mercado laboral del futuro.
Ilustres emprendedores que supieron saltar la brecha
Me fue bastante divertido seguir la trazabilidad que hace Hartley, a lo largo del libro, de los estudios realizados por personajes ilustres del mundo tecnológico que supieron trazar puentes entre ambos ámbitos y que después han reconocido que saltarse las fronteras de la educación formal fue determinante para conseguir algo diferente. Aquí tienes una selección que hice de algunos ejemplos que demuestran las ventajas de dominar habilidades “blandas” en un mundo de ciencias duras, y viceversa:
- Stewart Butterfield, fundador de la plataforma Slack, estudió Filosofía en las universidades de Victoria y de Cambridge.
- Alex Karp, cofundador y CEO de Palantir, hizo Derecho y entonces un PHD en Teoría Social Neoclásica.
- Reid Hoffman, fundador de LinkedIn, hizo su grado de master en Filosofía en la universidad de Oxford
- Ben Silbermann, fundador de Pinterest, estudió Ciencias Políticas en Yale.
- Peter Thiel, cofundador de PayPal, estudió Filosofía y leyes
- Los fundadores de Airbnb, Joe Gebbia y Brian Chesky, hicieron su licenciatura en Bellas Artes en Rhode Island School of Design.
- Katelyn Gleason, fundadora y CEO de Eligible, una compañía innovadora en tecnologías de salud, estudió la carrera de Artes Teatrales en Long Island’s Stony Brook University.
- Parker Harris, cofundador de Salesforce, estudió Literatura Inglesa en Middlebury College.
- Carly Fiorina, exCEO de Hewlett-Packard, hizo su licenciatura en Historia Medieval y Filosofía
- Susan Wojcicki, CEO de YouTube, estudió Historia y Literatura en Harvard.
- Zach Sims, cofundador de Codecademy, una empresa que innova en la educación con ayuda de las tecnologías, es master en Ciencias Políticas por la Universidad de Columbia.
- Roni Frank era desarrolladora de software, pero después hizo un master en Psicoanálisis en la New York Graduate School of Psychoanalysis, que la llevó a crear Talkspace, una plataforma online de terapia psicológica con tarifa plana y basada en servicios digitales.
Empresas tecnológicas a la caza de fuzzies
Al contrario de lo que mucha gente cree, las empresas tecnológicas están contratando cada vez más a personas formadas en humanidades y ciencias sociales. Cito solo algunos ejemplos, pero podría extenderme con muchísimos más.
Tinder, la aplicación de contactos, contrató a la socióloga Jessica Carbino, PHD de UCLA, para que ayude a la compañía a comprender los patrones a la hora de ligar. Slack contrata a licenciados en Artes Teatrales para crear los mensajes que envía la plataforma a los usuarios para generar más implicación, dotando a sus “chat bots” de una capacidad singular para usar respuestas no convencionales, que generan sorpresa y simpatía. Por eso, cuando te haces usuario de Slack, no te obligan a rellenar un aburrido cuestionario, sino que aparece un simpático Bot que te va haciendo preguntas en formato de chat y que se comporta de un modo bastante diferente al típico cacharro concebido desde una lógica meramente tecnológica. Google fichó a Damon Horowitz, profesor de Filosofía en la Universidad de Columbia, para actuar como filósofo interno temporal de 2010 a 2013, ayudando a la empresa a considerar cómo lidiar con problemas relacionados con la privacidad del usuario. Por cierto, ya reseñé en su momento la interesante historia de Horowitz en una entrada de la web de eMOTools.
Estos ejemplos son anecdóticos, y sé que lo ideal sería aportar datos para demostrar que, efectivamente, las empresas tecnológicas están multiplicando la contratación de “fuzzies”. No tengo estadísticas para demostrar que es una tendencia, pero basta con ver las noticias para darse cuenta de que el mundo tecnológico se ha dado cuenta que necesita dotarse de esas habilidades, y que es algo que va a más.
¿Qué aporta de singular la educación “fuzzy”?
Se habla mucho -por ejemplo, en el ensayo de Fareed Zakaria que ya reseñé en este blog- de que estudiar humanidades o ciencias sociales ayuda a desarrollar competencias generales para pensar, hablar y escribir mejor. Eso es así, pero se han descuidado otras ventajas, que son también relevantes. Por ejemplo, su foco en el estudio de la naturaleza humana, las comunidades y las grandes sociedades, o sea, ¿qué nos hace humanos? Entender esto a fondo nos ayuda a poner en contexto la complejidad social y nos vuelve más sensibles a las necesidades y expectativas de la gente.
La educación liberal permite desarrollar habilidades relacionadas con la curiosidad intelectual, la confianza, la creatividad, la comunicación interpersonal, la empatía y el amor por el conocimiento en sí mismo, por querer saber sin un fin utilitario. Nos enseña una forma especial de indagar e investigar, de una naturaleza diferente a las disciplinas tecnológicas. Estimula el hábito de la deliberación y la mirada crítica, en un mundo como el de hoy que nos abruma con tanta información.
Hartley pone muchos ejemplos del valor que aporta la educación liberal. Un caso típico es cómo leemos los datos. Hay que usar métodos (tecnológicamente) complejos de gestión y análisis de datos, pero también filtrarlos a través de una capacidad única de interpretación basada en la experiencia humana más genuina: “los datos no hablan por sí mismos, necesitamos interrogadores inteligentes”, recuerda Luciano Floridi, profesor de la Universidad de Oxford. Está claro que hay sutilezas que la tecnología no puede captar.
Si queremos ir más allá de una lectura tecnocrática de los datos, conviene entender el componente más emocional y social de los problemas. Por ejemplo, los errores no estadísticos que se cometen en la captura e interpretación de los datos deben ser corregidos por el análisis humano, y las personas formadas en humanidades y ciencias sociales suelen ser buenas para ese trabajo porque aportan una perspectiva interesante, y crítica, sobre posibles sesgos psicológicos o cognitivos, y los contextos sociales en los que se han recogido esos datos. Leslie Bradshaw, experta en ciencia de datos, sostiene que: “para profundizar en los beneficios del Big Data, tenemos que poner las ciencias sociales y las humanidades en pie de igualdad con las matemáticas y las ciencias de la computación”. En resumen, saber recoger datos y crear buenos algoritmos está bien, pero comprender dónde y cómo aplicarlos requiere una mirada integral y humanística.
Más ejemplos. Estudiar Psicología puede ayudar a construir servicios que sintonicen mejor con las emociones y las distintas formas de pensar. La Antropología es sumamente útil para comprender las tendencias culturales, así como identificar patrones sociales en el comportamiento. El desarrollo tecnológico de los coches autónomos no es solo una cuestión de ingenieros y programadores, sino también de entender el comportamiento de los conductores y peatones. Esa investigación necesita de antropólogo/as, y de personas bien formadas en dilemas éticos y filosóficos. Como recuerda el autor, “esas máquinas autónomas necesitan embeber valores consistentes”. Gracias a ese empeño por mezclar ámbitos están emergiendo movimientos interesantes de “diseño ético” y “ética del diseño” de la tecnología. Las personas educadas en la indagación ética, y filosófica, pueden recrear visiones que el enfoque técnico no ve.
Me gustaría volver al impacto que produce la buena educación “fuzzy” en el desarrollo de habilidades esenciales para el ser humano. Me refiero a competencias que son transversales, que sirven para cualquier profesión, y, lo que es más importante, para el buen vivir. Entre ellas incluyamos el pensamiento crítico, la comprensión lectora, el análisis lógico, el arte de la argumentación, o la comunicación clara y persuasiva.
Lo del “buen vivir” es más que relevante. Las artes liberales ayudan a ser más flexibles y adaptables a los cambios porque generan agilidad intelectual y creatividad para explorar nuevos territorios. Esto se combina con algo que me parece absolutamente esencial: dan la posibilidad a los estudiantes a que descubran sus pasiones, porque los exponen a muchas áreas distintas de conocimiento y formas de pensar. El autor lo explica así: “un estudiante puede entrar en la universidad con la idea de especializarse en Economía o Literatura Inglesa, pero toma una clase de Sociología Urbana como optativa y descubrir que siente un enorme interés por ese ámbito de conocimiento, y terminar haciendo un master en él”.
Ese es un argumento que compro a la primera porque tengo la sensación de que los jóvenes se especializan demasiado rápido, se encierran en corsés utilitarios (a menudo presionados por sus padres), sin saber bien si es eso lo que realmente les gusta.
Yo puedo contar mi propia experiencia. Me suelen decir que, a pesar de mis muchos defectos como consultor, tengo una forma de pensar bastante bien estructurada, y que esa capacidad especial de ordenar y sintetizar ideas suele ser determinante para que aprecien mi trabajo. Pues bien, yo estudié Relaciones Económicas Internacionales, es decir, Ciencias Económicas, pero esa “ventaja profesional” que me achacan se la debo, sin lugar a duda, a haber estudiado antes casi tres años de Ingeniería Nuclear, donde tuve que bregar con ciencias duras y asimilar una forma de pensar que después me sirvió para adoptar una perspectiva más rigurosa de las ciencias sociales y, de paso, de la consultoría. Es el viaje inverso al que cuenta Hartley, pero vale también como ejemplo para demostrar lo beneficioso que es saltarse los muros disciplinares.
¿Y si la educación liberal es lo que va a marcar la diferencia en un mundo tech?
El autor defiende una tesis que a mí me suena bien, recogida con acierto por Retina (El País): “Con la robotización, las humanidades nos salvarán de perder el empleo”, que intuyo va en la buena dirección, pero que todavía habría que demostrar con datos. Las estadísticas que aporta en su libro me parecen endebles. Como hipótesis está bien, pero hay mucho aun que investigar para darla por correcta.
Afirma Harley que aunque dominar ciertas herramientas tecnológicas es importante, hacer una carrera universitaria en ingeniería o ciencias puede no ser necesario para manejarse bien en ciertos ámbitos tecnológicos. Dice que esto es así porque las barreras (técnicas) a la entrada han bajado mucho. Su argumento es que se han “democratizado” mucho las herramientas que pueden usarse para crear servicios y productos basados en la tecnología y, de hecho, muchas de las startups de más éxito no han tenido que desarrollar por su cuenta sus herramientas tecnológicas, ni éstas son tan originales. Su éxito se ha basado en saber ensamblar de una forma inteligente e innovadora packs que ya existían.
Por eso, a más accesibles son esas herramientas tecnológicas, más oportunidades tienen los “fuzzies” para combinarlas y aplicarlas a una gran diversidad de ámbitos y problemas que ellos detectan. Un ejemplo de ello es la facilidad con que hoy una persona medianamente inquieta puede aprender un lenguaje de programación gracias a que estos programas son mucho más fáciles que antes, y también a plataformas de e-learning creadas para eso, y asequibles a todo el mundo. Y si se necesitan ingenieros o diseñadores especializados, hoy es más fácil que nunca contratarlos de forma directa a través de distintos marketplace.
Suena contraintuitivo pero, según el autor, a más avance la tecnología, más diferentes van a ser aquellos profesionales que cultiven las habilidades “blandas” que aportan las humanidades. Es posible que en el futuro sea más fácil, incluso, conseguir un trabajo si se tiene una buena formación en “aquellos aspectos sociales que no entienden las máquinas”. El éxito laboral, dice Lawrence Katz, economista de Harvard, podría estar más determinado en adelante por “la habilidad de lidiar con lo que no puede ser gestionado por algoritmos, al ser problemas no estructurados o que cambian mucho”, o que deben ser abordados con dosis altas de improvisación y en condiciones de gran ambigüedad, como suelen ser los desafíos más sociales que gestionan bien las carreras humanísticas.
Para terminar, comparto una ironía que cuenta el autor y que quizás sea una premonición de visionario/as: muchos de los expertos tecnológicos de Silicon Valley están enviando a sus hijos a estudiar en escuelas que priman las habilidades “blandas”, o sea, las humanísticas 😊
Iván
Gran post Amalio, para leer con calma. Yo siempre me he identificado con la mezcla de disciplinas que comentas. Estudié Ingeniero Agrónomo por vocación, pero siempre me he sentido más inclinado por las Humanidades, pues me gusta mucho la Literatura y la Historia, algo que por cierto siempre chocaba a mucha gente de Ciencias que me conocía en la época estudiantil. He apuntado el libro para sacarlo en la Biblioteca de Singapur tras las Navidades. El tema de los ejemplos que pones, es muy interesante, aunque quizá en el mundo anglosajón pueda ser más transversal que en sociedades latinas, y no hablo solamente de España, también de países como Italia o Francia, no sé si has reflexionado sobre ello. Un abrazo. Iván
Amalio Rey
Hola, trotamundos!!!
Sip, tu eres de esos buenos ejemplos que se saltan todas las fronteras. No solo geográficas, como ya es obvio, sino también cognitivas. Lo del mundo anglosajón, es cierto lo que dices. No tengo muy claro las razones. Quizás porque son más pragmáticos. Es algo en lo que tenemos que profundizar birras mediante, colega. Un abrazo
Iván
Tengo muchas ganas de leer el libro Amalio. El libro está en muchas de las bibliotecas públicas de Singapur, incluida la de mi barrio, así que me pasaré el fin de semana a cogerlo.Todos estos saraos transverales, interdesciplinares y de hibridaciones me reusltan muy interesantes. Debo decirte que eres un buen consejero de libros que me ayudan a pensar, tanto Prisioneros de la Geografía como El efecto Medici los leí tras tus recomendaciones 🙂
Amalio Rey
Gracias, Iván. Yo te sigo también a ti en muchos consejos. Ya me contarás cuando lo leas. Un abrazo
Julen
Puede que en el fondo de todo esté la “instrumentalización” de la educación, el plegarse a las exigencias del mercado porque la vara de medir el éxito de una persona es lo bien que le vaya en el ámbito laboral. Si pensamos en términos de progreso respecto a los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, es evidente que hace falta más humanidad, humanismo, visión social, sensibilidad, empatía o como lo queramos llamar. Y, claro, también conocimiento STEM porque hacen falta inversiones para construir infraestructuras, para avanzar en medicina o para investigar en agricultura, por poner algunos ejemplos. Sí, necesitamos de todo, pero es cierto que el mercado parece haber ganado la batalla de lo que es “útil” y lo que no. Y esa batalla la ha ganado sobre la base de retribuir mejor unos saberes que otros y unos puestos que otros. Mi madre suele usar una expresión que creo, explica todo esto: de vez en cuando habla de que no sé quién (una persona conocida) ha estudiado una carrera “buena”. En su cabeza hay carreras “buenas” y no tanto, según parece. Yo estudié psicología y creo que, en el fondo, en su cabeza no es una carrera tan “buena” como otras.
Para cuando tengas un rato, dos recomendaciones adicionales de lectura (no nos va a dar tiempo ni con siete vidas jejeje): un artículo de 2005 de Manuel Castells en La Vanguardia, ¿Ingenieros o antropólogos?, y otro de Daniel Innerarity en El País allá por 2010, La sociedad de los intérpretes.
Un abrazo.
Amalio Rey
Gracias, Julen. Es como lo cuentas: se “instumentaliza” la educación reduciendose todo a “medir el éxito de una persona por lo bien que le vaya en el ámbito laboral”. Pero al margen de eso, lo que quiero hacer ver en el post es que, incluso desde esa perspectiva, saber “lo que es útil” no es tan fácil, y que es un error medirlo de forma tan directa, solo a partir de lo que puedes empezar a hacer apenas terminas la carrera. Hay mucho conocimiento, y habilidades, generados por carreras humanísticas que pueden ser muy, pero muy, útiles, que son tácitos, que se terminan notando y marcando la diferencia, con independencia de que uno quiera estudiar “artes liberales” por la sencilla razón de que le gusta aprender de algo, sin saber bien después cómo lo va aplicar. El artículo de Innerarity lo conocía, y es una estupenda recomendación. El de Castells, no, y es también muy pertinente de compartir aquí. Gracias
Carmen
Apasionante debate Amalio. Y por supuesto tiene mucha razón. Todo conocimiento será bienvenido para afrontar un mundo tan complejo. Las habilidades consideradas blandas está claro que serán las encargadas de dar el toque de humanidad tan necesario en un mundo de máquinas. Me gustan muchas de las ideas que das en el artículo. Magnifico como siempre y por cierto, el toque que te dio la ingeniería nuclear junto a tu sentido del humor y curiosidad intelectual es una combinación magnífica para afrontar el mundo que viene. Saludos, Carmen Cardila
Amalio Rey
Vaya, Carmen, una alegría verte comentando por aquí. Todavía recuerdo nuestro cruce fortuito por las cintas del aeropuerto de Zurich. Cosas que tiene la vida. Buen rato aquel. Pues nada, que hibridar saberes es lo máximo. Tú también has mezclado un poco de todo, y estas en un entorno que lo favorece. Un abrazo para ti y para el Mega 🙂
Daniel
Te agradezco nuevamente que compartas tu punto de vista ante las cuestiones que he planteado. Sigo teniendo opinión contraria en algunos puntos que señalas. La idea central de mi desacuerdo es la siguiente con respecto a tu comentario:
”
No hay más que ver cómo hoy un buen gestor de proyectos, con habilidades “soft”, cobra mucho más dinero que un programador. Suena injusto, como bien te quejas, pero ese valor lo pone el mercado.
”
El mercado no es perfecto, ni necesariamente posee la razón. De hecho, lo planteado me parece un ejemplo patente de la frase anterior.
Actualmente mi puesto es gestor de proyectos (más de 10 años), con lo que no estoy hablando del tema como si fuera un neófito y anteriormente trabajé de desarrollador sw. El trabajo del programador es esencial para que un proyecto funcione adecuadamente tanto en el presente, como en el futuro. De este modo, los mantenimientos que conllevará un proyecto TIC están estrechamente relacionados con la calidad del código. Como ya señalé antes, al estar tan poco reconocidos lo que está ocurriendo es que personal muy válido y formado para ejercer esa tarea que, es la que realmente hacen mejor, acaban por recolocarse en puestos más asociados a la gestión. Sí Amalio, lo reitero, los puestos técnicos se ningunean a nivel de incentivos frente a los de gestión.
Tú mismo lo indicas: “un gestor de proyectos cobra mucho más”. Craso error, y esa es precisamente mi reivindicación. Esa es la causa de que los puestos técnicos sean ocupados por perfiles mucho más bajos con la consiguiente pérdida de calidad en las soluciones. Cuesta mucho ver ingenieros informáticos en puestos de programación y por tanto los ejercen perfiles que no tienen una formación tan específica para ello. Las soluciones sw en España, y en la Administración Pública en particular, carecen de la calidad necesaria fundamentalmente por este motivo, aunque hay más si nos pusiéramos a profundizar en ello.
Sigo sin coincidir en el tema de la democratización. Expones: ““Es necesario especializarse en la tecnología para hacer buenos productos: En parte sí, en parte no. Si tienes una buena idea, que conecta con necesidades genuinas y eres capaz de crear un buen equipo para ejecutarla”
Nuevamente pones como algo secundario la ejecución. Como si fuera algo que va sólo, pones algo de pasta y punto. Además me sorprende un poco tu argumentación, porque algo que siempre me ha gustado de tus posts es que antepones, o al menos maximizas, la actividad de ejecución frente a la idea.
Opino que la ejecución es esencial y desde luego para nada sencilla ni automática. Si no hay buenos profesionales por detras con gran formación, el desarrollo final, aunque proceda de una idea excelente hará aguas por todos lados y será un quebradero de cabeza diario para aquel pobre gestor que lo tenga que sufrir. La pasta de contratar a ese buen equipo que indicas está muy mal repartida, quedando excesivo poco pastel para los técnicos que son quien verdaderamente hacen el producto. Comerciales y gestores saquean el botín.
Sí coincido contigo en la importancia de combinar habilidades, y evidentemente los perfiles excusivamente técnicos adolecen de ese temple para escuchar bien al usuario y guiarse por él y no por la propia tecnología. Pero no creo que me reivindicación vaya por ahí. Has hecho un post, poniendo en valor las carreras humanísticas, que me parece bien, pero en el ámbito laboral español los valores que están primando no son los técnicos. Se premia mucho más el tener habilidades sociales, el saber venderse y el power point, que realmente el trabajo técnico que lo sustenta. Eso sí que verdaderamente es un gran problema.
Amalio Rey
Hola, Daniel:
Estuve dudando si poner esa frase que hace referencia a que se pagan mejores sueldos a los gestores que a los programadores, porque intuía que se iba a interpretar mal. Yo no digo que eso sea justo, ni tenga la razón. Tú podrás estar en desacuerdo, pero que eso es lo que fija el mercado, es un hecho y nada más. Claro que el mercado no es perfecto, ¿me lo vas a decir a mí? Pero salvo que se manipule por razones muy claras, el mercado laboral suele reflejar bastante bien la ley de oferta y demanda. Los salarios capturan relativamente bien el valor que los contratistas asignan a cada tipo de trabajo, y esto tiene mucho que ver con la disponibilidad que hay de personas para hacer cada cosa. El salario sintetiza bastante bien esa información, y por mucho que me digas que es imperfecto, lo siento, pero es más objetivo que cualquier argumento o apreciación subjetiva que puedas darme tú, o que pueda aportar yo.
Estoy de acuerdo con el escenario que comentas de que tiene más incentivos ocupar cargos de gestión que los técnicos. Pero eso no solo ocurre en España. Es en todos los sitios. Los cargos de gestión implican más responsabilidad, más actividad comercial (que suele ser bastante desagradable) y unas habilidades sociales, organizativas y de gestión que son tan importantes como las técnicas que tú comentas, y que tal vez, aunque te cueste creerlo, escasean más. El día que tengamos más gente con esas habilidades que buenos programadores, entonces es probable que los programadores cobren más.
Daniel, yo también me reitero en la tesis de que el mayor problema de la integración informática en la Admón no es técnico, sino organizativo y de gestión de personas. Ahí está la madre de los errores, de donde se deriva todo lo demás.
No he dicho que la ejecución sea algo secundario, ni que la idea sea lo único que importa. Me estas leyendo mal e incompleto. Dije “a veces sí, a veces no”. Intento no ser tan rotundo en el diagnóstico. Si lees bien, he dicho esto: 1) bajo ciertas circunstancias, el centro de valor “puede” (o sea, no siempre) desplazarse hacia esa capacidad de encajar sinergias, y no residir en la tecnología, 2) “…si eres capaz de crear un buen equipo para ejecutarla”, o sea, que parte de esas circunstancias es precisamente tener talento para ejecutar bien. ¿Quién dijo que es algo “que va solo”? No me atribuyas ideas que no he dicho, ni he pensado. Lo de la pasta, sí que es cierto: si tienes pasta te traes a los mejores programadores y gestores, y haces probablemente el mejor equipo posible, tanto en lo técnico como en la gestión.
Que la pasta está mal repartida, o sea, injustamente repartida, es probable. Pero la vida está repleta de eso, de injusticias. El mercado, ya ni te digo. Nunca he podido entender, por ejemplo, por qué un consultor como yo, que trabajo tan cómodo y hago cosas tan estimulantes, puede cobrar varias veces más que un agricultor que sale a trabajar de madrugada y se deja la vida en el campo. Eso me parece injusto, pero seguramente responde objetivamente a una relación entre oferta y demanda. Si en Europa nos estuviéramos muriendo de hambre, y sobrara trabajo intelectual, ese agricultor ganaría más que yo. ¿es justo? Pues a mí me parece que no, a pesar de que salga ganando en ese reparto. Pero es lo que hay. Y volviendo a tu ejemplo. El día que los sistemas informáticos empiecen a fallar de verdad, o generen un sobrecoste inaceptable por tener tan malos programadores como dices (en mi opinión, no son tan malos para llegar a ser un problema tan grave), entonces esa diferencia se corregirá.
Antes de terminar. Lo siento, Daniel, pero yo sí pienso que en el “mercado de las carreras”, se prima “comprar” carreras técnicas. Yo hablo de lo que se estudia, y no de sueldos, ni nada de eso. Tampoco estoy comparando perfil técnico con gestor, que es donde tú pones las tintas porque, oye, esa comparación también podríamos hacerla dentro del ámbito humanístico. Ahí también los jefes y gestores ganan mucho más que los técnicos que piensan y hacen las cosas.
En realidad, creo que este debate que has abierto no encaja bien con la tesis de mi post. Lo que he querido transmitir. Pero como tengo la costumbre de dialogar con las personas que se toman el trabajo de visitarme, y lo que dices es interesante, pues mira, aquí me ves alargándome en los argumentos. Gracias por pasarte
Daniel
Aunque no me he pronunciado hasta la fecha, soy un lector de tus posts que leo con gran interés y me gusta el estilo y su temática. Sin embargo en este artículos estoy en pleno desacuerdo con la idea de Harley y que tú pareces secundar, sobre la democratización de la tecnología y la idea de no ser tan necesario especializarse en ella para hacer buenos productos.
Soy TIC, actualmente de la Administración Pública con ya cierta experiencia, y estoy plenamente convencido de que uno de los principales problemas de porqué existen tantos problemas en las aplicación tecnológicas aquí en España, precisamente es ese: NO poner en valor el conocimiento técnico profundo y desacreditarlo frente a otro tipos de pefiles asociados con la mera gestión.
En España, y esto lo saben bien todos los que nos dedicamos a las TIC, el pefil de especialista técnico, ya sea en la rama de la programación, de sistemas, etc está denostado hasta límites degenerativos, hasta el punto de que las personas, que realmente poseen grandes conocimientos en ellas y son grandes profesionales, terminan por escapar de ese tipo de puestos, y buscar algo más enfocado en la gestión donde sean más reconocidos y por supuesto un mejor salario.
Los puestos de programadores acaban por ocuparse por gente sin una formación exhaustiva, procedentes de otras especialidades, o con una formación limitada, con la consecuente pérdida de calidad de las soluciones. En definitiva un desastre, donde la imagen pública, el venderse, el postureo y demás cualidades similares, que no debieran valer nada, terminan por ser más importante que el conocimiento técnico.
Justo al contrario de lo que pareces señalar, ahora más que nunca al estar en una etapa de transformación digital, debe fomentarse y reconocerse como se merece el perfil técnico y al menos igualarse si no elevarse, al perfil de gestión.
Con este argumento, no quiero menospreciar las carreras de humanidades que como bien has resaltado tú son fundamentales y yo mismo soy fan, si no que por favor se deje de ningunear y restar importancia el perfil técnico que tantos problemas está ocasionando.
Concluyendo, la tecnología está a años luz de verse como en las películas que pulsas un botón y todo sale a la perfección y en un instante. Tampoco es tan sencillo como tú comentas de “ensamblar” varios productos ya existentes y solucionado. Para cualquier cuestión tecnología, por insignificativa que parezca, suele requerir especialización y gran dominio técnico. La diferencia entre que los desarrollos los implemente personal con verdaderos conocimientos a gente que no los posee es abismal y marca la diferencia.
Amalio Rey
Gracias por leerme, aunque no hayas escrito antes. Te agradezco igual que lo hagas ahora, aunque sea para tirarme de las orejas. Escribo precisamente para tener estas conversaciones en el hilo de comentarios. Ahora, al grano. Te daré mi opinión sobre lo que dices:
1) Democratización de la tecnología: Es difícil negar esta tesis, Daniel. Puedes discrepar, si quieres, pero que ahora el acceso a soluciones tecnológicas complejas se ha hecho más fácil, más asequible para no-expertos, es un hecho, una evidencia. Lo que antes solo estaba al alcance de expertos, ahora lo puede hacer mucha gente curiosa, sin formación previa en disciplinas tecnológicas, gracias a los interfaces que se han creado para hacer el acceso más amigable.
2) “Es necesario especializarse en la tecnología para hacer buenos productos”: En parte sí, en parte no. Si tienes una buena idea, que conecta con necesidades genuinas y eres capaz de crear un buen equipo para ejecutarla, el centro de valor puede desplazarse hacia esa capacidad de encajar sinergias, y no en la tecnología. No hay más que ver cómo hoy un buen gestor de proyectos, con habilidades “soft”, cobra mucho más dinero que un programador. Suena injusto, como bien te quejas, pero ese valor lo pone el mercado. Por supuesto, también depende de qué tipos de productos hablemos.
3) “Los principales problemas en las aplicaciones tecnológicas en España se deben a que no se pone en valor el conocimiento técnico”: Otra vez, sí y no. Es cierto que a menudo se subestima el punto de vista técnico; pero… tengo experiencia en proyectos de introducción de tecnologías en la Admón Publica, y te diría que el mayor problema ahí no es tecnológico, sino de diseño organizacional y de gestión de personas. La tecnología puede ser muy buena, pero si se aplica a procesos con un diseño obsoleto, o a una organización que sigue pensada (antropológica y humanísticamente) a la antigua, lo único que consigues es hacer más de lo que no tienes que hacer. El problema de primar sólo a los “perfiles asociados con la mera gestión” es que, además de que no son los únicos que deberían opinar, son malos gestores, o sea, no hacen bien lo que les toca.
4) “Los especialistas técnicos en España están denostados”: Es injusto eso, y estoy de acuerdo con que en este país el conocimiento técnico se banaliza. Pero, por otra parte, permíteme que te pregunte si eso no tiene que ver también con la falta de empatía que a menudo tienen esos profesionales. A eso apunta mi post, a la importancia de combinar habilidades. No es buena estrategia creer que con ser brillante técnicamente es suficiente, en un mundo donde casi todo hay que hacerlo en colaboración con otras personas.
5) Siempre harán falta buenos tecnólogos. Faltaba más. Pero creo que en menos cantidad de lo que se dice. Esa capacidad se va a concentrar en menos profesionales. Serán menos los que generen tecnologías genuinamente innovadoras, y muchos más los que la usen en múltiples aplicaciones.
Por terminar, me gustaría dejar claro que yo no estoy menospreciando las carreras técnicas. De hecho, yo no tengo la percepción que tienes tú de que están ninguneados. Lo que yo veo es que la sociedad vende cada vez más que es eso lo que hay que estudiar. Hay cierta insistencia en devaluar las humanidades en favor de esa formación técnica porque, al parecer, “es lo útil” y que el mercado laboral reconoce. He querido desmontar esa creencia. Gracias
José Miguel Bolívar
Me ha encantado el post, maestro (¿qué iba a decir yo, que estudié psicología social y ciencias políticas después de casi terminar químicas?
Creo que las STEM están sobrevaloradas. En España en concreto, es evidente el impacto de la sobrepoblación ingenieril en el mayor o menor carácter innovador de muchas organizaciones, en casi todos los sectores.
Yo, por mi parte, creo que por ahora voy haciendo los deberes. Mi hija mayor ha empezado Antropología este año, y lo mejor es que lo ha hecho por vocación, porque tenía nota para estudiar cualquier otra cosa. Es curioso observar las caras de mucha gente cuando les dice su elección. No dicen nada, pero lo dicen todo 😉
Un fuerte abrazo,
JM
Amalio Rey
Gracias a ti, maestro. Un placer que te pases por aquí. Cuando me contaste que tu hija eligió Antropología, me dio mucha alegría. Creo que ha elegido el camino correcto. Espero que le hayas pasado este post para que le anime, aunque no creo que lo necesite si ha heredado la tenacidad tuya. Un fuerte abrazo, amigo 🙂
Juan José Ríos Piñera
Totalmente de acuerdo con la hibridación de saberes, en general, dentro del espíritu que caracteriza a los llamados knowmads, nómadas del conocimiento, el perfil del trabajador del futuro. Hay que superar la arcaica división académica ciencias-letras, pero de forma bidireccional. Yo soy licenciado en Matemáticas y valoro mucho las disciplinas no-STEM, sin embargo, conozco casos de profesionales de las Humanidades que se consideran cultos (y yo los reconozco y admiro como tales) que sin embargo alardean de no saber ni el Teorema de Pitágoras.
Enhorabuena por el post.
Un abrazo
Amalio Rey
De acuerdo, Juan José. Es cierto que se dan situaciones de ese tipo, pero yo creo que es precisamente por los muros que ha creado el sistema. Es inexplicable que unos desprecien a otros, cuando ambos se necesitan. Un saludo
Mercè
No podría estar más de acuerdo con todo lo que dices aquí y, de hecho, acabo también de comprar el libro de Hartley. El futuro es “soft”.
Amalio Rey
¡¡qué satisfacción verte por aquí, Mercè!!
Gracias por tu comentario, que valoro mucho. Tú eres una iniciada con este tema de la hibridación desde que estabas en Infonomía. Me consta. Un abrazo