Coronavirus, la broma infinita
POST Nº626
Andamos raros y desorientados. Nos llegan imágenes de las calles que parecen de ciencia ficción. Lo que antes veíamos lejos, hoy lo tenemos a la vuelta de la esquina. Hay miedo y preocupación.
Vamos asimilando de a poco la idea radical de cortar la cadena de contagio a través del aislamiento social. Cuesta un horror no besarnos, ni abrazarnos. Deja una sensación de que nos falta algo. También lo de mantener distancia mientras hablamos con las personas, incluso las de confianza. Se ha activado un chip que obliga a desaprender rutinas y tomar decisiones con más frialdad. No sé cuánto tiempo seremos capaces de tanta contención sin que nos afecte la salud emocional.
Una amiga me dio la pista para titular este post. Ella dice que la pesadilla del #Coronavirus es como “La Broma Infinita”, refiriéndose a la obra enciclopédica de David Foster Wallace, una sátira tragicómica de más de un millar de páginas repleta de confusión y que parece no terminar nunca. Poco de broma tiene esto, me dirás, pero espero que me permitas la ironía.
Me faltó valor en su momento para leer esa novela ni creo que lo haga, pero me sirve de analogía para describir lo que está pasando. El escritor norteamericano abarrota el libro de cientos de notas a pie de página que, según él mismo reconoce, funcionan como un desdoblamiento de la historia, una forma de construir un relato en paralelo tal como ocurre en la realidad. A preguntas que le hicieron en una deliciosa entrevista, Foster Wallace dice que todas las respuestas del libro estaban ahí “…pero después de la última página” y que su novela tan descontrolada era “un intento por entender una especie de tristeza que es inherente al capitalismo, algo que está en la raíz del fenómeno de la adicción”. Mi sensación es parecida mientras tratamos de digerir esta crisis vertiginosa que además de sanitaria, es de valores, cultura y formas de convivencia.
Leía anoche un tuit del filósofo Santiago Alba Rico en el que jugaba con la contradicción de que “esta sensación de irrealidad se debe al hecho de que por primera vez nos está ocurriendo algo real” porque “nos está ocurriendo algo a todos juntos y al mismo tiempo” y añadía: “aprovechemos la oportunidad”. Precisamente en esta línea mucha gente está aventurando la posibilidad de que efectos inmediatos de esta crisis como el impulso del teletrabajo, la puesta en valor del sistema público de salud o la reducción drástica del CO2 serán “oportunidades” bien aprovechadas para convertir esta fatalidad en algo positivo.
Llevo varios días pensando en ideas optimistas como esas pero también imaginándome escenarios menos reconfortantes. Es pronto, y demasiada la incertidumbre, para sacar conclusiones, pero voy a compartir algunas notas sueltas, como una bitacora, que he ido escribiendo mientras me veía superado por los acontecimientos. No pretendo decir nada original. Documento para mí mismo en un intento de comprender y ordenar el exceso de información que tengo en la cabeza.
El post me quedó largo pero no te preocupes porque te dejo un listado de los temas con enlaces por si quieres ir directo a los que más te interesen:
- Las paradojas se multiplican y con ellas la complejidad
- Seamos más humildes ante lo desconocido
- No vamos a aprender de esto lo que deberíamos: ¿efecto rebote?
- La sanidad pública es la única que nos salva el culo
- El impulso al teletrabajo se va a notar
- Somos más vulnerables pero seguimos pésimamente coordinados
- Todo el mundo quiere mandar en su chiringuito
- Sin transparencia las crisis sanitarias empeoran
- Europa, blandita y tarde
- ¿Criticar o no al gobierno?
- Boris Johnson y la selección natural
- Un drama para los autónomos
- A ver, empresa, muéstrame tu RSC…
- Salir de esta crisis necesita una fuerte intervención pública
- Nos espera un agosto raro
- Actitud ejemplar de una parte de la ciudadanía
Al grano. Entro en materia:
1. Las paradojas se multiplican y con ellas la complejidad
Las medidas de “distanciamiento social” transmiten un mensaje paradójico: distanciarse por el bien común. La idea de que es compatible una tasa de mortalidad relativamente baja con la urgencia de tomar medidas drásticas para cortar la cadena de contagio plantea una complejidad difícil de transmitir en un relato inteligible a gran escala. Ha costado y cuesta que se entienda. Mientras, por el camino, estamos aprendiendo mucho en estos días de probabilidades y estadísticas, o sea, de epidemiología. Nos viene bien alfabetizarnos en eso.
2. Seamos más humildes ante lo desconocido
Una de las lecciones que deja esta crisis es que tenemos que ser más humildes ante lo desconocido. Desde el principio hubo mucha imprudencia al referirse a una patología que era totalmente incierta. Los de es-como-una-gripe-común tacharon de histeria y alarmismo injustificado a los que sospechaban, con buenas razones, que se venía algo más serio. Se trivializaron los posibles efectos a partir de información incompleta.
No faltaron, como siempre, las teorías conspirativas. Recuerdo (no lo olvido) cómo la cancelación del Mobile Word Congress llegó a explicarse con rotundidad como el resultado de la guerra empresarial entre gigantes chino-norteamericanos e incluso se puso bastante en duda que la decisión de cancelarla fuera correcta. No tengo tiempo, ni me apetece hacerlo, pero tendría que rescatar ahora todos esos mensajes de expertos-en-todo que en las redes sociales se burlaban de las llamadas a la prudencia que transmitíamos algunos sobre una enfermedad que todavía nadie entendía lo suficiente para dar lecciones.
3. No vamos a aprender de esto lo que deberíamos: ¿efecto rebote?
Ya me gustaría que aprovechemos este shock para abrirnos a nuevas posibilidades. Esta crisis nos ha metido en un experimento forzado, sin precedentes en la historia moderna y contemporánea, del que seguro vamos a aprender y desaprender cosas, pero me temo que muchas menos de las que deberíamos. Algunos especulan con que estamos viviendo una simulación masiva y global del modelo del decrecimiento pero, para ser franco, no me hago muchas ilusiones de que seamos capaces de vivir esto como una genuina oportunidad.
De hecho, me temo que pasará lo contrario 🙁 Cuando la pandemia amaine puede producirse una especie de efecto rebote, o sea, que la gente vuelva con más hambre aun a las mismas prácticas que nos llevaron a esto. Nos vamos a querer zampar de golpe todo lo que nos perdimos (y más) en este tiempo de abstinencia forzada. Solo con ver la cantidad de cursos y eventos mogollónicos que se han trasladado (no cancelado) a septiembre y al último trimestre del año puedo imaginarme la saturación que nos espera de hiperactividad concentrada.
Mientras que no nos cuestionemos los fallos estructurales, es difícil que esta repentina percepción de necesidad de cambio, que hoy observamos, sea sostenible. Para que aprendamos de verdad y lo convirtamos en impulso accionable, la pandemia tendría que durar años, que es algo que lógicamente no deseo en absoluto. Solo así grabaríamos lo aprendido como una huella colectiva que mueva a decisiones sostenibles en el tiempo.
Tenemos una memoria desastrosa así que lo más probable es que pronto volvamos a nuestras andadas. Por muy grave que nos parezca esto ahora, será una experiencia más que termine engullida por la sociedad del espectáculo. Haremos películas, canciones, memes, nos reiremos de nosotros mismos y vuelta a empezar. ¡¡Ya me gustaría estar equivocado!!
4. La sanidad pública es la única que nos salva el culo
Si tuviera que destacar alguna consecuencia positiva de esta crisis, solo una, diría que la más notable con diferencia es el reconocimiento social que está recibiendo con total merecimiento nuestro sistema público de salud. Esta crisis está haciendo justicia al menos en eso.
Hoy nos estamos acordando de lo que significa tener un sistema sanitario público como el español, que algunos desalmados siguen intentando desmantelar con la excusa de una mejora de la eficiencia que es un embuste. Un sistema castigado por recortes y privatizaciones pero que hoy, en situaciones de emergencia como estas, demuestra que es la única opción que tenemos para salvarnos. Su alternativa, la sanidad privada, suboptimiza porque responde a la lógica de privatizar las ganancias y socializar las perdidas.
Claro, las palmaditas son estimulantes pero no bastan. El sistema sanitario demanda más recursos. Deberíamos aprender (aunque lo dudo) que si tuviéramos que recortar alguna otra vez los gastos públicos, la Sanidad debería ser siempre la última partida que se toque. Es sagrada como la vida.
Por otra parte, visto lo visto, los sistemas sanitarios van a tener que ser más flexibles y adaptativos a estos picos imprevistos de demanda. Por ejemplo, para multiplicar en poco tiempo la capacidad de plazas de cuidados intensivos o adquirir equipamiento especializado. El aumento de gastos sanitarios se tiene que compensar con reducciones en otras partidas porque en este escenario no se puede subir la carga impositiva. Que empiecen ya a meter tijera en los gastos militares y en la burocracia superflua.
5. El impulso al teletrabajo se va a notar
Aventuro que será en el Teletrabajo donde se va a notar el impacto mayor porque este ejercicio hará ver a muchas empresas que es posible trabajar así. Una cosa es plantearse la idea y otra experimentarla, aunque sea a la fuerza. Un incentivo que actúa a su favor es que reduce los costes. Una consecuencia indeseada puede ser que muchas empresas aprovechen lo aprendido para seguir externalizándolo todo a través de empleos precarios.
6. Somos más vulnerables pero seguimos pésimamente coordinados
Si hay algo que esta crisis está poniendo en evidencia es lo vulnerables e interdependientes que somos. También, lo mal coordinados que están los protocolos preventivos. La extrema conectividad de la Aldea Global (vuelos baratos, comercio, migración, etc.) multiplica la rapidez de propagación de fallos sistémicos. A más interdependientes somos, más pronto la libertad de un país o una región afecta a la de los demás, lo que demanda más coordinación.
Esta crisis no será la última. Pueden venir peores. Imaginemos el escenario siguiente, que no es tan descabellado: un virus que sume a la capacidad de contagio del COVID-19 mucha mayor letalidad (como la del SARS que es del 9.6% de mortalidad o del MERS, 35%). Sería nuestra Peste del siglo XXI pero propagándose mucho más rápido. No estamos preparados para eso.
Necesitamos un enfoque de inteligencia colectiva y no de “sálvese quien pueda haciendo lo que le venga en ganas”. Igual que los países sísmicos tienen protocolos muy testados para emergencias por terremotos, la humanidad tendría que prepararse para una amenaza así, con protocolos consensuados que introduzcan de inmediato restricciones de viaje y cuarentenas obligatorias con el fin de aislar los focos, así como otras medidas. Apenas amaine este temporal y el sentido de las urgencias, deberíamos empezar a trabajar en cómo dar una respuesta coordinada a la siguiente crisis sanitaria, que vendrá. Por ejemplo, una idea que se me ocurre es que debería crearse un Fondo Mundial para financiar acciones rápidas ante emergencias de ese tipo.
7. Todo el mundo quiere mandar en su chiringuito
Italia aprendió tarde de China. España repitió el error con Italia. Ahora el Reino Unido va a su bola contradiciendo las recomendaciones de la OMS. Al interior de los países, más de lo mismo. En España, la (para mí, excesiva) descentralización de las competencias sanitarias y la resistencia de algunas autoridades autonómicas a respetar un mando central coordinado es un lastre evidente para facilitar una coherencia ágil en la respuesta. Algunos montando un pollo, a estas alturas, porque “confiscan sus competencias”. No se puede ser más inoportuno.
Por lo visto, todo el mundo quiere mandar en su chiringuito aunque sea evidente que el desafío le supera en varios ordenes de magnitud. Mi amigo Iván Marcos, desde Singapur donde vive, un país que está gestionando esta crisis con mano de hierro y de forma ejemplar, se quejaba amargamente por Twitter en estos términos: “Qué desastre de liderazgo, gestión pública, planificación y manejo de una crisis sanitaria. Qué despropósito los 17 putiferios autonómicos para gestionar una crisis global”. Suena duro, pero no le falta razón.
8. Sin transparencia las crisis sanitarias empeoran
Hasta el gobierno chino se ha enterado, por fin, de los riesgos que implica ocultar información o tapar la gravedad de una emergencia. No se puede esconder la magnitud de una crisis porque retrasa la respuesta. Es irresponsable y se termina pagando de alguna manera. Esta lección está aprendida y será, espero, una de las que se queden para siempre.
9. Europa, blandita y tarde
La Europa desarrollada, a diferencia de los países asiáticos, ha perdido el hábito de tomar medidas contundentes. Nos hemos acostumbrado a lo tibio, a tratar de quedar bien con todo/as, a las intervenciones graduales que no funcionan en crisis agudas como estas. Falta también un liderazgo valiente que asuma los riesgos de la contundencia cuando es necesaria. Un ejemplo de tibieza es que al inicio de la crisis sanitaria la UE no estableciera controles de llegada a quienes aterrizaban en su territorio desde zonas infectadas. Todavía este viernes el Presidente de gobierno temía hablar directamente de cancelar eventos y ponía parches como reducir el aforo.
10. ¿Criticar o no al gobierno?
Centrar todas las críticas, sin más, en el gobierno por su falta de previsión me suena como mínimo inoportuno, a pesar de todas las evidencias que comparte David Soler en su post de Facebook para demostrar la baja calidad de nuestra clase política. Lo primero que me pide ahora mismo la cabeza es respetar a las personas que tienen la difícil responsabilidad de lidiar con este morlaco. Ninguno/a de los altos cargos que tienen competencias en esta materia van a dormir bien, ni lo suficiente en muchas semanas.
Coincido con las opiniones que dicen que este gobierno ha estado lento y siempre por detrás de los acontecimientos, con una baja capacidad de anticipación. Sánchez ha estado muy Rajoy. Pero ante un escenario así me pregunto qué hubiera hecho yo y creo que también dudaría mucho. No es fácil encontrar un equilibrio adecuado entre mantener la calma para tomar decisiones bien pensadas, evitando el alarmismo, y actuar de forma ágil ante las nuevas evidencias. Tampoco es sencillo sopesar los posibles efectos de decisiones drásticas si estas luchando contra el reloj así que algo de tiempo hay que dedicar a ese análisis dentro de las urgencias. Por eso veo positivo (a pesar de las críticas) que el último Consejo de Ministros haya tardado 7 horas porque eso significa que hubo discusión sobre alternativas que eran complejas y quiero pensar que así las decisiones se enriquecieron desde la diversidad. Prefiero eso a que un líder autoritario como Aznar se despache en una hora la decisión de apoyar la invasión a Iraq mientras sus ministros le hacen la ola. Por otra parte, aunque es fácil juzgar a toro pasado sí que tengo claro que promover la marcha del 8M fue un gran despropósito. El frenesí ideológico pudo más que la prudencia.
Dicho eso, siento que no es el momento para distracciones, ni reproches entre los partidos. Es verdad que en epidemias de comportamiento exponencial como ésta cuenta mucho cada día de retraso en las decisiones porque pone muchas vidas en riesgo. El coste humanitario de la lentitud puede ser elevado. Sin embargo, los que quieran de verdad influir en las decisiones para corregir el rumbo a tiempo, que lo hagan en privado, sin instrumentalizar. Que ofrezcan su colaboración, que se sienten a coordinar y se pongan de acuerdo. Las diatribas mediáticas no ayudan porque hay demasiado estrés institucional para añadir más. Si hay que exigir responsabilidades, como parece, que se haga después cuando hayamos salido de esta.
Por último, y no menos importante, es esencial que prevalezca el respeto a la ciencia en vez de “parapetarse” en actitudes de grotesco oportunismo político como algunos personajes nos tienen acostumbrados.
11. Boris Johnson y la selección natural
La forma en que el gobierno de Boris Jonhson, en el Reino Unido, está abordando esta crisis es alarmante. Las noticias que llegan de allí me producen una mezcla de horror y extrañeza. Más sorprende que parte de la comunidad científica apoye su enfoque, que es totalmente al revés del de Asia y Europa, contradice todo lo aprendido de China e Italia y entra en conflicto con las indicaciones de la OMS. En lugar de frenar la cadena de contagio y seguir una enérgica estrategia de contención, dejan que la gente se contagie para conseguir una supuesta “inmunidad colectiva”. Parece una decisión loca, que en la boca de Johnson suena a selección natural, pero algo se me escapa (y me obliga a ser prudente por coherencia) porque hay científicos con mucha reputación que apoyan su estrategia. Otras voces advierten que está pretendiendo un equilibrio imposible y suicida, y que el Reino Unido no debería seguir una política tan opuesta a la del resto del mundo como si fuera una burbuja aislada.
12. Un drama para los autónomos
Ahora hay que frenar la crisis sanitaria como sea, es la gran prioridad, pero se nos viene encima una emergencia económica que también puede afectar, aunque de otra manera, la salud colectiva. Está claro que la política de aislamiento encoge al sistema productivo pero también que a más enérgicos seamos aplicándola, más rápido nos recuperaremos.
El impacto en el turismo y la restauración, y en los servicios que son de mucho contacto humano, está siendo traumático. Las anulaciones masivas de pedidos, proyectos, actividades y servicios castigan sobre todo a las personas que no tienen un sueldo fijo, por ejemplo, los autónomos, que ya están sufriendo una reducción drástica de sus ingresos. Lo peor es que los ceses de actividad se producen sin fecha de retorno y nadie sabe el tiempo que tardará en volver a la normalidad. Esta incertidumbre añade más estrés. Tienen razón los que se quejan de que aplazar el pago de impuestos, que ha anunciado el gobierno como medida estrella, no “inyecta” nada real, neto, en una economía que estará a ralentí varios meses.
13. A ver, empresa, muéstrame tu RSC
También lo pasan mal las empresas que tienen que pagar sueldos fijos en un escenario de grave contracción de las ventas, pero muchas deberían estar preparadas para usar parte de sus reservas en vez de trasladar el sacrificio a los trabajadores. Ahora veremos, de verdad, si existe eso que llaman “responsabilidad social corporativa” (RSC) o si algunos aprovechan la ocasión como excusa para mandar gente al paro por el simple temor a recortar beneficios o tener unas pérdidas temporales. No tenemos cifras todavía y es probable que tampoco se publiquen para evitar más inquietud, pero empieza el goteo de noticias que apuntan a que se está despidiendo a gente. Eso sin contar cientos de miles de contrataciones previstas que ya no se van a hacer.
14. Salir de esta crisis necesita una fuerte intervención pública
Muchas familias sin capacidad de ahorro no van a tener para pagar el alquiler o la hipoteca, o las facturas de gastos corrientes. Se pide al gobierno que decrete una moratoria para darles un respiro y que se puedan aplazar esos impagos. Vamos a ver ahora dónde el Estado pone el dinero para mitigar en parte estos efectos y rescatar a los que de verdad más lo necesiten. También evitar que las empresas quiebren con algún tipo de mecanismo solidario, como hacen los grupos de cooperativas. Algunos sectores son más vulnerables que otros así que es probable que haga falta algún instrumento de subsidios cruzados.
15. Nos espera un agosto raro…
Muchos vamos a tener un agosto raro, con una actividad económica inusual, porque sospecho que se empezará a reactivar todo a partir de junio. Tal vez hagamos en verano, por pura necesidad (y diría que en el mejor de los casos), lo que no vamos a poder hacer en estos meses. Es probable que bastante gente no tenga vacaciones porque no pueda esperar hasta septiembre para empezar a ingresar.
16. Actitud ejemplar de una parte de la ciudadanía
Quiero terminar con un apunte en positivo. Está siendo impresionante la colaboración ciudadana para ayudar a las personas mayores y los grupos más vulnerables a afrontar esta crisis del #COVID19 con la mayor dignidad posible, pero también para dar una respuesta colectiva a otras necesidades que van apareciendo.
Algunos ejemplos son iniciativas como “No salgas, te hago la compra” o el apoyo de voluntarios al cuidado de menores para padres y madres que tiene que trabajar estando cerrados los colegios. Los colectivos vecinales y las redes comunitarias se están movilizando con muestras de solidaridad que animan a ser optimistas. Se pueden ver muchos de estos proyectos en la web frenalacurva.com, que se creó para agrupar iniciativas espontáneas de solidaridad o como los creadores dicen: “muestras de resiliencia cívica que sacan nuestra mejor versión como sociedad”.
Volviendo al libro de Foster Wallace, recuerdo a un lector que lo describe como una obra que no se termina nunca, cuyo único objetivo es mantener al lector lo más perdido posible. Esperemos que no pase lo mismo con esta broma infinita llamada #Coronavirus y que en vez de seguir perdidos, aprendamos algo significativo de todo esto.
Iván
Los científicos expertos en epidemiología del Imperial College ya le han dicho a Boris que no diga gilipollces
https://www.theguardian.com/world/2020/mar/16/new-data-new-policy-why-uks-coronavirus-strategy-has-changed
Juanjo Brizuela
No sé si es el momento de tantas preguntas pero también tengo claro que debemos hacerlas, a medida que pasa el tiempo. Con la normalización de la situación, es decir, que tengo asumido que no voy a ir a hacer la compra todos los días al igual que no voy a llenar el carro de la compra, tiene que venir estas cuestiones.
DOs cosas que me vienen a la cabeza:
– Responsabilidad: se ha perdido este concepto. La individual y la colectiva-social, como dices Amalio. Si todo el mundo entiende que el problema, ahora, es el contagio, no entiendo por qué no se da respuesta a eso. Es muy sencillo. Y luego la social, veamos ahora quién apoya a quién. A ver dónde están todas esas fotos y memorias de Responsabilidad Social Corporativa.
– Tiene narices que aquellos empleos que la gente “decíamos” que no tenían valor, son los que están sosteniendo la llamada “calidad de vida”: recadistas, barrender=s, enfermer=s, reponedor=s, cajer=s, etc. Tiene con perdón cojones. Somos una panda, en general.
Y otra cosa, el sistema de sanidad es un “must”. Exactamente que el sistema científico. Un “must”. Yo estoy muy orgulloso de mi sistema en mi comunidad autónoma. Yo no sé si son chiringuitos o no, lo que sí sé con ciencia cierta es dónde se gestionan mejor y dónde no. Croe que eso debe para reflexionar también. No es cuestión de territorios, me parece un tema absurdo. es un tema de saber gestionar recursos públicos. ése Es el principio.
Y aporto una idea más: jamás nos hemos visto en éstas. Hay demasiado tertuliano de sofá que sacude a diestro y siniestro. Y así nos va. Tampoco el cambio climático era real, y queda todavía mucho por ver.
Una cosa: Y tenemos responsabilidad como #REDCA en estar alertas con estos temas. No es un tema de aprovecharse sino simplemente de una manera HUMANISTA de ver la realidad
Amalio Rey
Hola, Juanjo:
Cuanta razon tienes en todo lo que dices. Me ha llamado la atención especialmente esto, en lo que no había pensado: “Tiene narices que aquellos empleos que la gente “decíamos” que no tenían valor, son los que están sosteniendo la llamada “calidad de vida”: recadistas, barrender=s, enfermer=s, reponedor=s, cajer=s, etc.”. Pues sí, así es, lo estamos viendo!!! Cuídate, un abrazo
José MIgue Bolívar
Reconozco que no sé qué pensar ante esta situación. No tengo casi nada claro sobre ella. Estoy dedicando bastante tiempo a leer documentación científica en inglés sobre el tema a fin de poder hacerme mi propia idea, porque tengo la sensación de que casi todo lo que me rodea es una mezcla de fake news, maquillaje, manipulación, desinformación e intereses políticos.
Por ejemplo, no tengo tan claro que la postura del amigo Johnson —por el que no siento la menor de las simpatías— sea tan inhumana, absurda ni descerebrada como parece. ¡Ojo! Que no le estoy defendiendo, porque no tengo ni idea de epidemiología. Lo único que digo es que los argumentos científicos que he leído no me han parecido para nada absurdos y que habrá que esperar un par de años y comparar la mortalidad acumulada por coronavirus en UK con la del resto de países para saberlo. Tampoco entiendo que una persona no pueda salir a dar un paseo sola por el campo y que el metro de Madrid siga funcionando y repleto en horas punta. Me debo de haber vuelto muy tonto con los años. No puedo evitar pensar —con bastante convicción— que los intereses a corto están primando sobre los intereses a largo ni que hay más de buena intención y emocionalidad que de un plan bien definido y sopesado fruto de la reflexión. Al final, lo cierto es que hace años que se sabía que esto iba a llegar antes o después, y ¿qué se ha hecho en todo este tiempo? No sé. Me encantaría pensar que vamos a aprender y a sacar algo positivo de todo esto, pero siendo franco, sería toda una sorpresa que así ocurriera.
Un abrazo, maestro.
JM
Amalio Rey
Comprendo lo que dices, JM. Estoy de acuerdo con lo perdidos que andamos todos. En cuanto a la información que está circulando, hay de todo. Creo que hay fuentes muy interesantes y válidas. En lo que dices de Johnson, efectivamente, comparto tus dudas. Cuesta aceptar que puede ser una opción de solución, pero hay evidencias a favor y en contra. Yo esto expectante, vigilando los datos de UK. De todos modos, el debate ahí es entre pragmáticos y humanistas, entre filosofía y economía.
En cuanto a salir a pasear en el campo, sería largo de conversar pero yo, en su momento, lancé la misma pregunta en mi muro de FBK, y recibí argumentos muy plausibles que me convencieron de que hacer eso genera unas “externalidades” que vale la pena considerar a favor del confinamiento. Por último, lo de la falta de un “plan definido y sopesado fruto de la reflexión”, creo que, en cierto punto normal, que sea así. A veces somos demasiado arrogantes exigiendo cosas que sabemos que nosotros tampoco hubiéramos sido capaces de hacer. Creo que esta emergencia era un “cisne negro” imposible de responder con un plan como el que estas pidiendo. Seamos justos y realistas. Por otra parte, la tendencia exponencial de los contagios pone muy en tensión esa reflexión “sopesada” que estas pidiendo e incentiva a pensar en el corto plazo. Ten en cuenta que cada día cuenta.
Yo también dudo que aprendamos lo suficiente. Ya ves que lo he escrito en esos términos. un saludo
Julen
Muy interesante, Amalio, todo esto que compartes. Como siempre, da para pensar en muchas diferentes líneas. Me permito deternerme en una, la que tú describes con lo de que “cada cual quiere mandar en su chiringuito” y que le tiene a Iván desatado 😉
Me parece, en primer lugar, un asunto de “manual”: cuando se requieren decisiones rápidas, mejor que alguien decida por todos los demás porque no hay tiempo para discusiones y argumentaciones. Buffff, qué asunto tan delicado. ¿Mejor hacemos como China y aprovechamos ya de paso para impulsar un control social como nunca antes conocimos? Sí, es una emergencia y necesitamos resultados hoy, no dentro de uno o dos años. Pero esto pasa por renunciar a conceptos básicos de nuestra sociedad. ¿Va a ser otro 11-S que proporciona a los poderes -públicos y privados- la capacidad de instaurar modelos de control a base de lo que Naomi Klein llamó la doctrina del shock? Porque ahora, Amalio, estamos en shock y ojo con las decisiones que se cuelan mientras convivimos con este estado. Escribiré un post de esto porque asusta, tanto o más que el coronavirus en sí mismo.
Amalio Rey
Julen, no se trata de hacer tabla rasa y centralizarlo todo para siempre. Yo estoy muy a favor de la subsidiariedad y de que se gestione desde la proximidad, pero una cosa es eso y otra repartir todas las competencias en 17 chiringuitos. Creo que hay una buena parte de esas competencias que deberían estar gestionadas desde un nodo común, tanto por las sinergias que eso significa sino también por eficiencia y equiparación de condiciones.
Entiendo las preocupaciones hacia el modelo chino pero, oye, no le tengo ningún miedo a eso si se trata de preservar miles de vidas. Prefiero ese control un tiempo limitado a que se pierdan miles de vidas. Insisto, la vida está por encima de eso y, al final, como alguien me dijo, ¿cuántas personas estamos dispuestos a dejar morir a cambio de que nadie nos controle?
Esto es una emergencia sanitaria, la más dura y compleja que ha afrontado la humanidad desde la gripe de 1917-19 han dicho los expertos. Entonces, si es eso así, gestionémosla como lo que es, en vez de estar peleándose por las competencias.
No va a ocurrir nada de eso que estas diciendo, Julen. En mi opinión, se está exagerando. Los controles centralizados, en este caso, se justifican. Es imprescindible que nos coordinemos y apliquemos estrategias comunes. Creo que estamos politizando demasiado una situación que es humanitaria de cabo a rabo, que nos plantea unas prioridades esenciales. Somos maduros y ya verás que después del shock exigimos, como debe ser, la recuperamos de la normalidad de derechos. A mí me asusta el impacto humano de Coronavirus ahora mismo por encima de esas disquisiciones. En cada momento hay unas prioridades. Me gustaría ver qué pensaríamos si esas muertes nos pican en casa, mucho más cerca de nosotros. Si vamos a seguir pensando que deberíamos ponernos así de tiquismiquis. Lo siento, mis prioridades AHORA MISMO no son esas, pero estaré alerta, muy alerta, para cuando se termine esta pesadilla demandar que no me controlen más de lo que se necesita. De todos modos, estoy de acuerdo con que hay espacios ahí ambiguos sobre los que vale la pena reflexionar. Un abrazo
Julen
Mañana publico un post porque yo no lo veo tan claro como tú, Amalio. Los estándares democráticos se deterioraron claramente con el 11S y cada situación de shock es una oportunidad para seguir rebajándolos. Amalio, cuando dices “Creo que hay una buena parte de esas competencias que deberían estar gestionadas desde un nodo común, tanto por las sinergias que eso significa sino también por eficiencia y equiparación de condiciones.” ¿Y dónde lo paramos?, ¿mejor una decisión a nivel europeo que estatal?, ¿planetaria mejor que europea? ¿Simplemente aceptamos que cuanto más abarque, mejor? Estamos dejando atrás la centralidad social, lo comunitario, que es donde se genera realmente la fuerza contra la pandemia. ¿Decisiones globales? Por supuesto, pero que nadie piense que la solución está en la decisión global sino en la acción local, de cada cual, en su comunidad.
Entiendo que hasta cierto punto es irresoluble pero, insisto en que si la pregunta es “cuántas personas estamos dispuestos a dejar morir a cambio de que nadie nos controle” entonces ya hemos perdido la batalla: no tengo otra respuesta sino la de dejar que me controles. Si me lo presentas así, ya he perdido porque no tengo elección. Es una pregunta trampa, Amalio.
Por último, algo que no entiendo es que “una solución” sea mejor que “varias soluciones”. ¿Por qué no probar métodos diferentes en diferentes lugares para ver qué funciona mejor? Quizá sea que necesitamos seguridad y que si quien decide es uno y tiene mucho poder, lo doy por bueno. Sesgo al canto. De lilbro.
Dicho lo anterior, soy un mar de dudas, como supongo que cualquier humano, incluyendo a Pedro Sánchez, Urkullu, Torra, la comunidad científica y mi vecina del segundo.
Amalio Rey
Bueno, Julen, no digo que yo lo tenga “tan claro”. Ya te dije que hay “espacios ambiguos”. Leeré con mucho interés tu post de mañana porque seguro que dices cosas con mucho sentido, como siempre.
Te resumo mi opinión:
1) Hay momentos difíciles que no se puede conseguir nada ni siquiera parecido al equilibrio óptimo. A veces pedimos a la política unos ideales imposibles, y más en momentos tan complejos y retadores como estos. No sé si nosotros, los que criticamos (y hablo en primera persona) seríamos capaces de hacerlo mejor. Eso me hace ser muy humilde en mis consideraciones…
2) Sigo pensando que hay parte de esas competencias que deben estar gestionadas, coordinadas, desde un nodo común: ¿dónde lo paramos? Pues hablemos de eso, definamos entre todos ese punto, pero aceptemos la premisa de que todas las competencias clave no pueden estar transferidas. Es absurdo. Debe haber un modelo mixto, híbrido, en el que pese más optimizar lo colectivo que la defensa de cuotas de poder.
3) Los estándares democráticos siempre se deterioran en situaciones de emergencia. De lo que se trata es de recuperarlos cuando esa situación desaparece, y no aspirar a que se puede dar una respuesta socialmente óptima siguiendo unas pautas que nos dispersan o que pretenden quedar bien con todo el mundo. Como teoría está bonita, pero la práctica, la realidad, es durísima. Hay que dar respuestas y rápidas.
4) Lo curioso de todo esto (y no hablo de ti) es que queremos que nuestros gobernantes den respuestas rapidísimas, super ágiles, y además, buenas, perfectas. La agilidad siempre atenta contra la perfección. La gente criticaba que el Consejo de Ministros tardara 7 horas para tomar decisiones tan complejas, querían algo más “lean”, pero al mismo tiempo, la solución perfecta.
5) En algunos temas clave de esta crisis es mejor: (a) una decisión global que europea, (b) europea que estatal, (c) estatal que por comunidades autónomas… en fin, que no podemos gestionar esto como si cada territorio viviera en compartimentos estancos porque las pandemias no funcionan así: ¡¡es una crisis global!!
6) Lo comunitario es esencial, pero es profundamente insuficiente. Tiene que haber coordinación a escala, por encima de eso. Siento decirlo, eso sí que lo tengo claro. Una Pandemia así, Julen, que está ya desatada, no se para a nivel comunitario. La solución va a ser una combinación entre los global y lo comunitario, pero hace falta claramente un liderazgo global que coordine las acciones.
7) De verdad, Julen, creo que a menudo llevamos, con perdón, el “relativismo” a unos niveles “absolutistas”. Con tantas disquisiciones nos perdemos en las prioridades. Es la vida la que se está poniendo en juego. No sé si las nuestras, igual sí, pero al menos las de los sectores mas vulnerables. De verdad, que me controlen unas semanas si puedo salvar todas esas vidas. Esa prioridad, ahora mismo, está por encima en varios grados de magnitud que la de los controles. No digo que sea así. Yo digo cuáles son, ahora mismo, mis prioridades. La pregunta de: «cuántas personas estamos dispuestos a dejar morir a cambio de que nadie nos controle» es pertinente, pragmática y real, y refleja el hecho cierto de que no podemos tenerlo todo. Pero OJO, cuando digo “que me dejen que me controlen” es algo que hay que acotar. Hay un “control” que es necesario y otro que no. Se trata de discernir, saber entender que en una situación así ciertos controles que antes no aceptaría ahora (solo temporalmente) tengo que permitirlos, por ejemplo, el de andar por libre por la calle favoreciendo las aglomeraciones (aunque eso signifique que no pueda montar manifestaciones, de momento, para criticar al poder).
8) Lo que dices de “probar métodos diferentes para diferentes lugares” tiene sentido. Es algo que yo también me pregunto. Es un dilema que tengo, pero eso solo puede ser temporal, prototipando, probando, para dar con la tecla. No soy científico así que debo ser humilde. Lo que quiero decir es que si hay países que van a probar soluciones distintas, que se haga de forma coordinada a nivel global: “tu prueba esto, yo pruebo aquello, y en un mes revisamos los resultados, y vemos qué es lo mejor”. Porque esto se llama p-a-n-d-e-m-i-a, es un tema serio, muy serio, que no lo puedes parar a base de soluciones locales. No sé si nos hemos enterado de lo que eso significa.
9) De acuerdo, me apunto a tu sensación de “mar de dudas”, pero hay algunas cosas en las que no puedo relativizar tanto y he tomado partido. Tengo unas prioridades por encima de otras…
Luis
Excelente, Amalio. Admiro tu capacidad para sintetizar sin perder rigor. Un día me tienes que explicar qué magia diabólica tienes para producir tanto contenido de calidad.
Yo quiero mirar lo positivo que creo pueda traer esta situación y espero, como puse en un tuit, que nos sirva para ser más conservadores, en el sentido de apreciar la extremada fragilidad de cosas que damos por sentado que siempre tendremos. Cuesta mucho construir y muy poco destruir.
amalio rey
Gracias, Luis. Muy amable. No hay magia. Solo que le dedico tiempo porque me gusta. Un abrazo