¿Sabes cuáles son tus impulsos naturales?

POST Nº625
Siempre me ha dado curiosidad saber por qué las personas tendemos de forma innata a que nos gusten – y a hacer – mucho más unas cosas que otras. Al parecer cada individuo tiene unos impulsos naturales que lo mueven de una manera mágicamente fluida hacia ciertas actividades y, por el contrario, resistencias instintivas a hacer otras. Es como si estuviéramos fabricados según un molde que se expande o se encoge de acuerdo al tipo de material que le echemos. Eso, para mí, es un misterio.
Pondré un ejemplo tonto, por no meterme en temas delicados, pero me sirve. Yo me pregunto a qué se debe que un tío como yo, poco propenso a filias, sienta tanto interés por el fútbol y por un club (al que, por cierto, le cuesta un horror ganar algo) como es el Betis. Me veo a mí mismo esperando los partidos con entusiasmo y buscando la manera de no perderme ninguno. Es algo irracional. Por el contrario, me produce un rechazo inexplicable hablar por teléfono, que es una acción que pospongo hasta el infinito y que, siempre que puedo, sustituyo por un mail, porque escribir es una actividad en la que fluyo y no me cuesta ningún trabajo. Busco y busco, y no encuentro ningún trauma infantil en mi relación con el teléfono 🙂
Pasa lo mismo con las amistades y los amores, en los que repetimos patrones como si el guión estuviera escrito por otros y nada se pudiera hacer por modificarlo. Intuyo que hay mucha bioquímica en lo que nos engancha y esa es la razón de por qué es tan difícil encontrarle una explicación racional. A eso es a lo que yo llamo “impulsos naturales”.
A propósito de eso, pienso que es una suerte de cojones que una persona tienda a hacer de forma natural las cosas buenas, correctas, y al revés, una pena que su tendencia natural sea a aquellas que no le convienen. Si definimos la sabiduría como “hacer las cosas que nos hacen bien”, creo francamente que venimos cosidos de fábrica con un patrón genético y de aprendizaje social (según los micro-contextos en los que hemos vivido) que aumenta o disminuye las probabilidades de actuar de forma sabia.
Está claro que hacer las cosas por impulso natural es mucho más fácil, más barato, más fluido, que tener que esforzarse para vencer resistencias. Que tu instinto más animal, como el erótico, se alinee con hábitos saludables o trabajos interesantes y bien remunerados, que apunten en una dirección positiva y sumen, es una ventaja del copón. Lo contrario es una putada porque entonces hay que remar como los salmones, siempre río arriba, y eso reduce por mucho las posibilidades de que a uno/a le salgan las cosas bien. Por eso digo que es una bendición que uno disfrute mucho en lo que hace profesionalmente y que demás se le dé bien. Poder dedicarse a una cosa porque le gusta se nota y marca mucho la diferencia.
La buena noticia es que se pueden imprimir nuevos hábitos o cambiar de profesión cuando el “molde” que llevamos dentro no encaja con los ingredientes que le echamos. La mala es que el componente social y genético son terriblemente majaderos para lo primero y la sociedad ofrece una movilidad muy limitada para lo segundo, o sea, recolocarse en el mercado de trabajo según su mezcla de fortalezas y debilidades.
Sé que aceptar ese relativo condicionamiento genético/social es doloroso porque sería reconocer un (margen de) determinismo muy cabrón y fatalista en el caso de que vengamos con taras de fábrica y/o no encajemos en el slot donde la sociedad nos coloca, pero ahí está. Hay que bregar con eso y por eso creo que el reto mayor que tenemos es el del autoconocimiento. A todo/as nos conviene hacer un esfuerzo por descubrir cómo viene cocido ese patrón para entonces encontrar las posibilidades que optimicen su uso.
OJO, me anticipo a la lluvia de balas que me va a caer dejando constancia que conozco bien todo eso de la “mentalidad fija” y “de crecimiento”, y que estoy a favor de que nos cuestionemos nuestras capacidades para intentar expandirlas. El molde se puede corregir y mejorar con dedicación pero, al mismo tiempo, creo que lo más efectivo es dedicarnos a cosas que saquen el mejor provecho de esos impulsos naturales que traemos de fábrica.
Antes de terminar, permíteme hacer otra lectura. Ahora que está tan de moda hablar de meritocracia (pronto escribiré mucho de eso), opino que la gente que viene de fábrica con buenos moldes, o sea, con impulsos naturales saludables que por defecto encajan con el tipo de cosas que esta sociedad recompensa, tiene menos mérito – en realidad, han tenido suerte- que los que salen adelante, como los salmones, mitigando (o aprovechando para bien) sus instintos desfavorables. No hablo aquí del factor socio-económico, de si naces en cuna rica con el pan bajo el brazo o en un entorno de bajos ingresos, que es una variable muy relevante para distribuir méritos pero es un tema distinto que merece otro post. Mi reflexión en esta entrada apunta a los perfiles de personalidad. Corregir o canalizar en una buena dirección las tendencias socialmente incómodas o disfuncionales es una tarea dura, durísima, que consume mucha energía. Enhorabuena a los que lo consiguen.
NOTA: La imagen del post es del album de Alexas_Fotos en Pixabay.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscríbete a este blog” que aparece en la columna derecha de esta página. También puedes seguirme por Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva
Julen
Suelo decir que conviene llevarse bien con los defectos que cada cual poseemos. La tensión entre mejorar lo que haces mal y continuar haciendo bien lo que ya haces bien es permanente. En el fondo se trata de conseguir una paz interior suficiente como para que nos siente bien. Soy la opinión que hay mucho megáfono en marcha dirigido a salir de la zona de confort, a romper tus límites y, en general, a manifetar un sentido épico de nuestra vida. Tiene que ver con el poder de la economía y sus modelos de crecimiento y disrupción. Insisto, se trata de llevarnos bien con quien cada cual somos, con lo bueno y lo no tan bueno.
En mi tesis doctoral escribí al principio esta dedicatoria: «A todas esas personas empeñadas en dejar un mundo mejor para quienes vengan detrás.» Creo que esto es fundamental. Venga, que vaya bien el día. Mucho ánimo, Amalio 🙂
Amalio Rey
Totalmente de acuerdo, Julen. No se podía explicar mejor. De eso se trata. Lo de «manifestar un sentido épico de nuestra vida» está cada vez más extendido. Competimos por mostrarnos cada vez más rompedores de moldes. Todo se contagia. El espíritu competitivo se camufla en relatos más vendibles. un abrazo